martes, agosto 10
Estudio del Estado (XIII)
Félix Rodrigo Mora *
La crítica del Estado, para ser efectiva, para persuadir y promover resistencia, combates y revolución, debe ser realizada desde la realidad, más que desde las teorías, y ha de hacerse en concreto, no en abstracto. De poco valen las denuncias generales, meramente fraseológicas, aunque se ha de reconocer
que éstas son positivas, a pesar de todo, en comparación con la tendencia a reducir la actividad militante a los pequeños asuntos del día que nada resuelven, pero que desmoralizan y dañan psíquicamente a quienes lo hacen, pues el espíritu humano no está hecho para lo mezquino y lo insignificativo.
Cada seis de diciembre tenemos ocasión de manifestar el rechazo, reflexivo y en la calle, al actual orden de dictadura estatal, constitucional, partitocrático y parlamentario, pues es la fecha en que las élites que nos dominan celebran el aniversario del espúreo referéndum constitucional celebrado ese día de 1978, en el cual el aparato estatal hizo aprobar, a través de la manipulación de las conciencias, la actual norma suprema, política- jurídica, que nos priva de libertad.
Por desgracia, es muy poco lo que se va haciendo, año tras año, dado que las cuestiones menudas y menores ocupan el tiempo y energías de casi todos y todas. Pero es aún posible cambiar eso. Las pequeñeces reivindicativas no tienen significación estratégica, no permiten alterar la correlación de fuerzas en el seno de las clases populares, no nos acercan a la revolución. Es más, convierten a muchos en socialdemócratas de facto, volcados en la idea de vivir mejor aquí y ahora, con más consumo, que se logra en la "lucha" reivindicativa supuestamente anti-capitalista.
El estudio de la Constitución Española en vigor, que es el estudio del régimen político actual, concreto, no abstracto, del ente estatal tal y como hoy se manifiesta, debería ser una tarea habitual de quienes se dicen revolucionarios, y tendría que ser hecho colectivamente, en equipos de trabajo. De tal estudio, en
tanto que acto de rechazo y repudio, habría de salir la acción en la calle contra el vigente sistema de dictadura política.
Pero hay más. En 2012 los grupos de poder y dominio que nos convierten en neo-siervos celebrarán el 200 aniversario de la "Constitución Política de la Monarquía Española", promulgada en Cádiz, el 19 de marzo de 1812, que es el texto más funesto de nuestra historia contemporánea, pues en él se ordena el régimen de tiranía que existe hoy, dado que la actual Constitución es mera actualización de la entonces impuesta a las clases populares.
Todo el descomunal aparato de adoctrinamiento de la actual "sociedad de la información y el conocimiento" se pondrá en marcha para persuadir a las gentes de que el existente es un maravilloso régimen de libertades y un admirable orden democrático. Será ese un gran duelo político que nadie podrá eludir. Quienes pretendan continuar con las ínfimas cuestiones reivindicativas, las luchas anti desarrollistas sin perspectiva estratégica, las vituperaciones en abstracto contra el Estado, la retórica "anticapitalista" que desemboca en implorar al ente estatal que nos proteja del capital y refuerce el Estado de bienestar, manifestarán su connivencia con el actual régimen de dictadura.
Nadie podrá estar al margen de esa batalla, que no será sólo ni siquiera principalmente un debate sobre historia, sino una gran controversia sobre el presente y el futuro, acerca de si lo óptimo es el régimen político actual o bien si lo deseable es un orden político de autogobierno y autogestión, asentado sobre una gran red de asambleas populares omni-soberanas, sin este estatal, por tanto, sin capitalismo.
En esa lucha hemos de hacer llegar a la opinión pública la idea de que en los más de treinta años de dominio del actual orden constitucional ha quedado probado en los hechos que éste no permite la participación política de las clases populares, que es un sistema que pisotea la libertad de conciencia, la libertad política y la libertad civil y que, por ello, carece de legitimidad, de manera que ha llegado la hora de realizar su denuncia de masas, paso previo a su derrocamiento revolucionario1.
Quienes escurran el bulto manifestarán una vez más su gusto por la marginalidad, pues siempre eluden las cuestiones decisivas en beneficio de actividades neo-socialdemócratas de un tipo u otro. Se aproxima una batalla política de primera magnitud y hay que librarla con determinación, en un momento en que el sistema constitucional y parlamentario se ha desenmascarado bastante, de manera que es oportuno poner sobre la mesa lo más decisivo: cuál ha de ser el régimen político del futuro, en lucha contra quienes se están lanzando ya a la arena a hacer la apología de esos 200 años de constitucionalismo, que han hecho del país un inmenso cementerio de la libertad.
Por tanto, preparémonos para la batalla política, creemos equipos de estudio y trabajo ya ahora, para convertirlos en grupos de acción y lucha en la calle en las fechas señaladas, por la libertad, por un régimen de asambleas omni-soberanas, por la revolución, contra el perverso constitucionalismo liberal y parlamentarista.
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