La palabra anarquía suena mal a la mayor parte de las personas porque se la presentan como sinónimo de maldad, relajamiento, caos. Estiman que los anarquistas son una banda de viles facinerosos que desconocen el uso del peine i del jabón; resueltos a matar a los ricos para repartirse su capital. Sin embargo, la anarquía es para sus adeptos una teoría social que procura obtener el orden con ausencia de todo gobierno del hombre por el hombre; significa en una palabra, completa libertad individual.
Emma Goldman
Si hasta aquí la palabra anarquía ha sido interpretada como significando un estado de ilimitado desórden es porque se ha enseñado a la jente que deben ser dirijidos, que son gobernados sabiamente i que el gobierno es una necesidad.
En los pasados siglos, todo individuo que afirmaba que la humanidad podía seguir su camino sin ayuda de una autoridad terrena ni espiritual, pasaba por loco i concluía sus días en un asilo de alienados o en una hoguera; mientras que hoi hai impios hombres i mujeres a centenares de miles, que se rien de la idea de un Ser sobrenatural.
Pero los librepensadores de hoi, por ejemplo, creen aun en la necesidad de un Estado que proteja a los hombres, sin penetrar en la barbarie de las instituciones gubernativas. No comprenden que el gobierno jamás ha existido ni puede existir sin opresión, que toda autoridad se haya hecho culpable de grandes crímenes contra la sociedad.
La autoridad se ha desarrollado sucesivamente de despótica anarquía, oligarquía, plutocracia; pero nunca ha dejado de ser una imposición.
No se puede negar que es grande el número de personas de buenos sentimientos i de mejor voluntad que deseen mejorar las condiciones presentes; pero no está su espíritu suficientemente emancipado de los prejuicios i de las superticiones de los siglos bárbaros para comprender lo que hai en realidad en el fondo de la institución llamada gobierno.
“¿Cómo podríamos vivir sin gobierno? -dicen unos-. Si nuestro gobierno no es bueno procuremos reemplazarlo por otro; pero en absoluto no podremos prescindir de él”.
Lo malo es que el buen gobierno es una ilusión, porque su misma existencia está basada en la tiranía de una clase sobre otra. “Pero los hombres deben ser gobernados -observan-; desean estar guiádos por leyes”. Pues bien; si los hombres son niños que es preciso conducir, ¿quién es bastante perfecto, bastante sabio, bastante puro para estar en el caso de gobernar i guiar a sus compañeros?
Nosotros pretendemos que los hombres se gobiernen por sí mismos individualmente. Si para esto no están aún maduros, en el mismo caso se hallan para gobernar a los otros. ¿Es posible, además, que un solo hombre o un pequeño número de hombres dirijan los millones de ciegos que componen una nación?
“Pero necesitamos a los menos alguna autoridad” -nos dice uno de nuestros amigos. Ciertamente, i esa autoridad nosotros la tenemos también; es aquel poder irresistible de las leyes naturales, que se manifiesta lo mismo en el mundo social.
Comprendamos o no esas leyes, es menester obedecerlas, porque forman parte de nuestra existencia. Somos esclavos absolutos de ellas; pero esta esclavitud de ningún modo es humillante, ni está estbalecida en los códigos.
La esclavitud, tal cual existe hoi, tolera una amo esterior, un lejislador estraño a los que le obedecen; las leyes naturales, al contrario, no están fuera de nosotros, sino en nosotros. Y solamente conforme con estas leyes vivimos, respiramos, nos movemos; no siendo ellas enemigas nuestras, sino nuestras bienhechoras.
Las leyes establecidas por el hombre i reunidas en los códigos, ¿están en conformidad con las naturales? Nadie puede ser capaz de afirmarlo.
I porque las leyes que han hecho los hombres no están en conformidad con las de la naturaleza, la humanidad sufre tantos males. Es un absurdo hablar del bienestar humano mientras no seamos libres.
Nada tiene de asombroso el que ciertas personas combatan con tanto encarnizamiento la anarquía i sus propagandistas; esta doctrina exije una cambio demasiado radical de las reglas actualmente admitidas, i la activa i celosa propaganda de sus propagandistas ha de herir a muchas conciencias con sus grandes i nuevas verdades.
Se predica la paciencia i la resignación a los pobres, a cambio de recompensas utlraterrenas. Pero al miserable paria que nada tiene suyo, i que ha de implorar un pedazo de pan, ¿qué le importa que las puertas del cielo se abran para él mas ampliamente que para el rico? En presencia de la inmensa miseria de las masas, tales promesas parecen una amarga ironía.
He encontrado pocos hombres i mujeres intelijentes que defiendan con honradez i conciencia los gobiernos existentes; todos estaban de acuerdo conmigo en muchos puntos; solo en el momento decisivo de los hechos les faltaba valor moral para demostrar i declararse francamente partidarios de los principios anarquistas.
Nosotros, que tenemos escojido el sendero que nos trazan nuestras convicciones, en defensa de principios científicos i naturales, combatimos la organización llamada Estado, i proclamamos el derecho igual a la producción i a gozar de la vida.
Una vez libertados de las restricciones de una autoridad estraña, los hombres pactarán libremente; las organizaciones se formarán de voluntades autónomas; cada uno contribuirá al bienestar común i al suyo propio, trabajando lo que pueda i consumiendo lo que necesite.
Todos los descubrimientos i todas las invenciones técnicas modernas servirán para hacer el trabajo más fácil i agradable; i la ciencia, la instrucción, el arte, accesibles a todos, perfeccionarán i enoblecerán la raza i la mujer será igual al hombre.
“Todo está muy bien -replica uno-; pero los hombres no son ángeles, son egoístas”.
¿Y qué? El egoísmo no es un crimen ni un obstáculos; lo es solamente dentro de las condiciones que permiten a un individuo stasifacer su egoìsmo en detrimento de los otros. En una sociedad anarquista cada uno buscará satisfacer su yo; pero como la naturaleza, nuestra madre, ha arreglado las cosas de manera que aquellos sobrevivan solo con la ayuda de sus vecinos, el hombre, a fin de satisfacer su yo, estenderá su ayuda a los que le prestarán la suya; i así, el egoísmo, resultará un bien.
Tal es nuestro ideal.
Un puñal en una mano, una antorcha en la otra i todos los pórticos desbordantes de bombas de dinamita; he ahí como pintan al anarquista sus enemigos. Se le considera un semiloco i un semibribón, que no tiene más objeto que el desbarajuste universal; no conociendo otro medio para llegar al fin que asesinar al primero que halla a su paso. El esbozo es una horrible caricutura, pero no es de estrañar que sea jeneralmente aceptada, por cuanto esta idea se vocea a grandes gritos entre un público siempre dispuesto a creer los sueños mas fantásticos con una terquedad digna de mejor causa.
Entretanto, nosotros pensamos que la anarquía, es decir, la libertad individual, no se obtendrá sin violencia, i que es la misma violencia la que arrastra a las Termópilas i a Maraton.
Mas claro i fuerte que nunca el pueblo reclama la libertad i las condiciones para llegar a este fin son cada vez mas favorables.
Es evidente que a traves de la historia se elabora una evolución, a la que cederán todas las esclavitudes i la violencia bajo todas las formas. I de aquella evolución ha de salir la libertad plena i sin límites, libertad para todos i libertad para cada uno. De ahí claramente se desprende que el anarquismo no puede ser un movimiento retrógrado como se insinúa; en el ejército de la libertad, los anarquistas marchan a la vanguardia. Es absolutamente necesario que la masa del pueblos jamas olvide la lucha jigantesca que debe preceder a la realización de nuestras ideas, i los anarquistas usan de todos los medios a su disposición: la palabra, la prensa, la acción, para apresurar el desenvolvimiento revolucionario.
El bienestar delos hombres no es posible sin el comunismo i la anarquía, sin la igualdad en economía, sin la libertad en derecho. El sistema comunista escluye lójicamente toda relación de amo a criado i significa en realidad anarquismo; pero para llegar a este fin, precisa haber una revolución social.
En cuanto a la violencia que para la jente caracteriza al anarquista, no se puede negar i no se negará que la mayor parte de los anarquistas están convencidos de que la “violencia” no es mas de condenar en un individuo que en un pueblo oprimido que se vale de ella para conquistar la libertad.
Los tiranos han condenado siempre la rebelión de los oprimidos: la Grecia asombra a la Persia, las Horcas caudinas a Roma i Bunker III a Inglaterra ¿La anarquía puede establecerse sin las leyes de la fuerza que lo gobiernan todo?
[Versión del año 1902, aparecida en el periódico anarquista de santiago de chile LA AJITACIÓN.
La transcripción es literal por lo tanto las reglas ortográficas a comienzos de siglo XX no eran las mismas que las actuales: i en vez de y, j en vez de g, etc..]
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