El pasado 28 de mayo Pedro Sánchez anunció al mundo, de manera solemne, que el Reino de España (al igual que lo hacían ese día Irlanda y Noruega) pasaba a reconocer el Estado palestino, aclarando que este gesto (pues eso es lo que es, un simple gesto) no supone un ataque contra Israel. Aunque escuchando al Presidente parecería que con este hito él solito ha resuelto el conflicto palestino-israelí, en realidad España no es pionera en el reconocimiento de Palestina como país propio, pues actualmente son 145 los Estados miembros de los 193 que componen Naciones Unidas los que lo hacen, incluyendo varios europeos como Islandia, Suecia, Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Grecia, Macedonia, Bosnia, Montenegro y Albania.
Mientras Sánchez realizaba este anuncio, Santiago Abascal voló hacia Israel, donde estrechó las manos ensangrentadas del genocida Benjamin Netanyahu y le prometió que revertiría el reconocimiento “cuando sea el Presidente de España”. Netanyahu consiguió reprimir una carcajada y calificó de “ejemplar” la defensa del Estado de Israel hecha por Abascal pese a la “inmensa intoxicación que domina la cobertura mediática del conflicto” en los países occidentales.
La decisión de reconocer al Estado palestino por parte de España, Noruega e Irlanda provocó que el gobierno sionista retirase a sus embajadores en estos tres países, anunció que no permitiría al consulado español prestar servicios a ciudadanos palestinos y amenazó con “dañar a quien nos daña” acusándolos de ayudar al terrorismo y al antisemitismo. Una reacción propia de matón de patio de colegio acostumbrado a la impunidad por todas sus atrocidades. A estas alturas, no nos sorprenden sus palabras, dada la manida estrategia de los distintos gobiernos israelíes de acusar de antisemita a cualquiera que ose oponerse a su violencia colonial y genocida.
En cambio, lo que sí resultó sorprendente es que la comitiva de Vox llevaba a su eurodiputado Hermann Tertsch, hijo del nazi Ekkehard Tertsch, un periodista austrohungaro nacido en Trieste que se afilió al NSDAP en 1933 (con 27 años), perteneció a las Sturmabteilung (las SA) con el rango de Sturmführer, participó en misiones en Zagreb y la Francia de Vichy y en Madrid estuvo a las órdenes de Josef Hans Lazar, el hombre de Goebbels en España. Facu Díaz hizo unos días después un chiste en su programa Quieto todo el Mundo recreando cómo debió ser la conversación a la llegada a Tel Aviv:
– ¿Y ése quién es?
– Hermann Tertsch.
– ¿Hermann Tertsch? ¿El hijo de Terstch?
– ¡Ése, ése!
– ¿Cómo que SS?
Cacerías nazis en defensa de Israel
Quizás no debería sorprendernos demasiado que un diputado fascista, hijo de un gerifalte nazi, se reúna con el Primer Ministro israelí que dice actuar en defensa del pueblo judío, a la vista de lo que ocurrió hace un mes en varias de las acampadas universitarias propalestinas que se han propagado por el mundo.
Por ejemplo, en la Universidad de California un grupo de neonazis y ultraderechistas atacó la acampada con palos, gases lacrimógenos y otros objetos contundentes a mediados de mayo. Unos días después, ocurrió lo mismo en la acampada de la Universidad Complutense en Madrid –donde miembros de Skin Moncloa y Núcleo Nacional irrumpieron en el campamentos destrozaron carteles, palo en mano y profirieron amenazas y gritos antisemitas– y en la Universitat de les Illes Balears, en Palma –donde varios neonazis y ultras del RCD Mallorca agredieron y amenazaron a varios estudiantes, incluso vistiendo uno de ellos con una camiseta con la calavera emblema de las SS Totenkopf–. Y lo mismo ha sucedido en protestas de Ámsterdam, París, Lyon y Estrasburgo, donde grupos de extrema derecha buscan generar desórdenes para que la policía actúe y desaloje las acampadas.
“Cuando la ultraderecha lleva años haciendo de la islamofobia su bandera, su bando no puede ser nunca el de los árabes ni el de los musulmanes”, explica el periodista especializado en antifascismo, Miquel Ramos, en un artículo en Público. “Los israelíes «son como nosotros», civilizados, occidentales, blancos en su mayoría, que mantienen a raya a la bestia árabe. Así que, los grupos nazis y fascistas vuelven a salir de caza, pero esta vez en defensa de Israel.
No hay ninguna contradicción entre ser un neonazi o un fascista y alinearte con el proyecto sionista. Hoy, todas las extremas derechas están defendiendo a Israel y el genocidio que está cometiendo, creyendo que así esquivan su reputación de antisemitas. Una atribución bien merecida, pues muchos de estos partidos, desde el Frente Nacional francés de papá Le Pen (Jean-Marie) hasta los neofascistas entre los que se crio Meloni (el MSI) fueron creados y alimentados por todo el nazi-fascismo de la segunda mitad del siglo XX, que estaba plagado de antiguos combatientes y colaboracionistas del III Reich y admiradores del régimen de las cámaras de gas. Hoy, sin embargo, el proyecto sionista representa el sueño de toda ultraderecha que anhela un etnoestado militarizado que se pase la legalidad internacional por el forro.
La derecha española repite las consignas de los mandatarios israelíes, aunque estos hayan insultado a este país y a su soberanía. El alcalde de Madrid, José Luis Almeida, cierra filas con Israel legitimando el exterminio de civiles un día después de las imágenes de cuerpos ardiendo y niños desmembrados. O se está con Israel, haga lo que haga, o eres cómplice de Hamás y un antisemita. Almeida dando clases sobre antisemitismo mientras mantiene una calle en Madrid a los voluntarios españoles en las filas de Hitler, la División Azul
[…] Israel no representa al pueblo judío, por mucho que intente arrogarse su representación. El sionismo obvia intencionadamente la desconexión de una gran parte de los judíos del proyecto, y la cada vez más presencia judía en la causa palestina, que se niega a que se cometa un genocidio y otros crímenes en su nombre. Esa disociación entre Israel y los judíos es la que hacen hoy los neonazis para servir a la causa sionista atacando a los pro-palestinos. Porque ellos siguen odiando a los judíos igual que odian a los musulmanes, pero como siempre, están con los más poderosos, creyendo todavía que ese es siempre el bando de los vencedores”.
El sionismo y la extrema derecha europea
Tertsch no es la única figura contradictoria en la historia del apoyo de la extrema derecha europea a la causa israelí. Israel goza en la UE del apoyo explícito del Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), considerado como la casa de la extrema derecha menos euroescéptica, y del grupo Identidad y Democracia (ID), donde se agrupan los partidos de la extrema derecha menos europeísta.
Los partidos en ECR (liderados por Meloni) y en ID (seguidores de Le Pen) son los socios fundamentales de Israel en el Parlamento europeo. Tanto, que antes de las elecciones europeas del pasado 9 de junio había que retroceder hasta el puesto 22º para encontrar a otro partido —no adscrito a ningún grupo— que hubiera apoyado más la agenda política de Netanyahu en Bruselas y Estrasburgo. Ahora, tras las elecciones, el número de partidos de extrema derecha ha aumentado considerablemente en 19 de los 27 Estados de la unión, hasta el punto de que ascienden a 40 partidos y ocupan uno de cada cuatro escaños del nuevo Parlamento europeo. Está por ver en qué se traduce la irrupción de nuevas fuerzas fascistas (como el partido español SALF, liderado por Alvise Pérez), en qué grupos recalan o si forman uno propio. Lo que parece claro es que todas estas fuerzas tienen en común un fortísimo sentimiento islamófobo y que apoyarán igualmente al Estado colonial israelí.
De todos los partidos de extrema derecha Vox, integrada en ECR, es la formación europea que encabeza el ranking elaborado por el lobby European Coalition for Israel en el que se mide el grado de adhesión a los postulados del Gobierno israelí en los debates en el Parlamento Europeo. Después del 7 de octubre de 2023, la extrema derecha española, encabezada por el (supuestamente ex) falangista Jorge Buxadé ha votado “a favor de Israel” en el 99% de las resoluciones y medidas referentes a Oriente Medio.
Dentro de la labor de lobby en el Parlamento Europeo destaca la conformación, en 2017, del Grupo de Amigos de Judea y Samaria. Dirigido por el europarlamentario checo Petr Mach —cuyo partido, Libertad y Democracia Directa (SPD) está dentro de Identidad y Democracia o ID— el objetivo de este lobby es confrontar al movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) y eliminar las reticencias y medidas tomadas por las instituciones europeas contra los asentamientos ilegales en Cisjordania. El grupo fue formado por Yossi Dagan, reservista de las Fuerzas Armadas de Israel (FDI), figura clave en el Likud (partido de derechas israelí) y uno de los enlaces entre este partido y el republicano Donald Trump1.
El rabino Menachem Margolin, fundador de la Asociación Judía Europea (EJA), es otra figura importante para entender los nexos entre la extrema derecha israelí, los partidos de esta tendencia en Europa, y el trabajo de lobby, que se realiza a través de la Europe Israel Public Affairs, que se ha comparado con la todopoderosa AIPAC estadounidense, si bien el mecanismo de lobby en la UE está menos regulado que en EE UU. Margolin ha defendido en el pasado la necesidad de entablar diálogo con las fuerzas de extrema derecha que lleguen al poder y ha enfocado las críticas a la izquierda europea, a la que la EJA ha colgado la penosa etiqueta de ‘antisemita’.
La adhesión de la extrema derecha continental a los postulados de Israel se ha intensificado a medida que han crecido también las voces discrepantes en Europa, pero se remonta en el tiempo hasta la primera década del siglo. En la interpretación que hizo Netanyahu, ministro de Relaciones Exteriores en 2002 y 2003, de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono en Washington DC. El marco planteado por la “guerra contra el terror” lanzada por George W. Bush iba a ser propicio para generar un entendimiento que tiene en la islamofobia (y en la persistencia del anticomunismo) su principal palanca ideológica.
Este cambio es fundamental para entender tanto el acercamiento a Tel Aviv en el primer cuarto de siglo, como parte del éxito de la extrema derecha, que “ha sustituido el antisemitismo por la islamofobia (sin dejar de ser antisemita)”, como explica Miquel Ramos en un artículo de Pablo Elorduy en El Salto. Prueba de que tiene razón es que, según un informe de 2020 de la European Network – Countering Antisemitism through Education, el 51% de los eslovacos, el 49% de los húngaros, el 38% de los polacos y el 25% de los checos creen que “los judíos tienen poder y control sobre muchos gobiernos del mundo”. Eso no impide que el Este de Europa, y en concreto los países del llamado eje de Visegrado (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría), son vistos desde el poder en Tel Aviv como los socios ideales para influir en la UE, en cuanto muestran una “hostilidad hacia los valores de la Ilustración, los derechos humanos y el concepto de nación como comunidad de los ciudadanos, al principio de igualdad y, en general, a los extranjeros”, que entronca con el proyecto iliberal de Netanyahu en Israel, como ha apuntado el académico israelí Zeev Sternhell. La cooperación económica se ha intensificado en los últimos años y estos países —especialmente República Checa y Hungría— han multiplicado sus lazos comerciales. En el caso de Chequia, donde gobierna el Partido Democrático Cívico (ODS), dentro del grupo europeo ECR, la transferencia de armas y munición ha ido in crescendo en los últimos años.
Asimismo, Ramos añade otro factor, el hecho de que Israel se ha convertido en un modelo a seguir para esas fuerzas reaccionarias, puesto que es un “etnoestado que se pasa por el forro las resoluciones de la ONU y la legislación internacional en materia de derechos humanos”.
En un artículo de 2018, el periodista Dominique Vidal, hijo de una víctima del holocausto, fechaba en 2010 el punto de inflexión en la relación entre la derecha supremacista europea y el Likud —el partido de derecha de Netanyahu— en un encuentro promovido por este mismo en Jerusalén. Otro informe, en este caso del investigador del TRT World Research Centre Ömer Carullah Sevim identifica cómo después de la caída del Muro de Berlín y del colapso de la Unión Soviética, la selección del Islam como nuevo enemigo resituó a Israel en un mapa en el que comenzaban a difuminarse las atrocidades de la II Guerra Mundial: “Desde principios de la década de 2000, el interés de los políticos europeos de extrema derecha en Israel ha aumentado gradualmente. Uno de los primeros ejemplos fue la visita del viceprimer ministro italiano, Gianfranco Fini2, a Israel. Fini visitó Israel nueve años después de elogiar abiertamente a Mussolini en 1994”, escribe Carullah Sevim.
“La extrema derecha italiana, la derecha y la extrema derecha española —representada por Vox y, antes de su nacimiento, por miembros del PP en la derecha del partido como Alejo Vidal Quadras— o los partidos ultras de República Checa han sido, sin excepciones, adoptados como “fieles amigos” del Likud y la extrema derecha israelí. Los pocos cordones sanitarios se han impuesto sobre la Agrupación Nacional francesa de Le Pen —que está consiguiendo poco a poco integrarse en el equipo de Israel— y con la Alternativa para Alemania, que también lo intenta”, escribe Elorduy en El Salto.
“Ese deseo de acoplarse bajo el ala del sionismo lleva a situaciones contradictorias como la del Partido de los Demócratas de Suecia, fundado entre otros por Gustaf Ekstrom, exoficial de las SS alemanas, que se declara el “partido más pro Israel” de Suecia y en el pasado ha mendigado la atención de los ministros israelíes.
[…] Es el caso de Viktor Orban, presidente de Hungría, que rindió honores a Miklos Horthy —el regente del país que envió a más de 400.000 judíos húngaros a los hornos de Auschwitz— o de la excelente relación de Netanyahu con el FPÖ austriaco, partido que hunde sus raíces la Asociación de los Independientes (VDU), fundada en 1949 por antiguos nazis como Anton Reinthaller, su primer líder, que era miembro de las SS. Como titulaba un artículo de Politico el pasado otoño, “la cuna de Hitler se ha convertido en el BFF (mejor amigo para toda la vida) de Israel en Europa”. Y eso que el puesto está disputado”.
Quizás nadie ejemplifique el sentimiento prosionista de la ultraderecha europea mejor que Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), que en 2024 gobernará por primera vez en Países Bajos. Wilders, que en su juventud fue voluntario en una plantación agrícola en Israel, donde vivió dos años, en 2010 se manifestaba así en una entrevista para Yedioth Ahronoth: “Israel es el faro y la única democracia en esta parte del mundo atrasada y dictatorial […] Israel está muy cerca de nosotros, de nuestra identidad europea. Israel pelea nuestra guerra”.
Explica Miquel Ramos que “respecto a Israel, la islamofobia y la retórica de la seguridad, los buenos resultados de la extrema derecha van a reforzar esa retórica militarista, supremacista de que hay que resguardar el jardín europeo de los bárbaros de oriente, de África y de Rusia”. Y, por ello, el “carnicero de Rafah” probablemente brindó por el avance de la extrema derecha tras las últimas elecciones europeas.
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1Recordemos que en 2020 Trump presentó el Plan de la Vergüenza para traer la “paz” a la región, reduciendo Palestina a prácticamente nada y favoreciendo los intereses israelíes en todos los puntos. Netanyahu, emocionado, renombró el asentamiento ilegal de los Altos del Golan por los Altos de Trump.
2Fini fue el último gran líder del Movimiento Social Italiano, heredero del fascismo de Benito Mussolini y padre de los actuales Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni, un partido que nunca ha renegado de su raíz fascista.
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