Lejos quedan los tiempos en los que el número de ejemplares se contaba por muchos miles (valga como ejemplo que el folleto Doce pruebas de la inexistencia de Dios, de Sebastian Faure, tuvo una edición de 620.000 ejemplares en 1917 o los 560.000 de Entre campesinos, de Errico Malatesta, según cifras de J. Álvarez Junco), pero es un hecho la vinculación entre el mundo editorial y el anarquismo. Figuras como Anselmo Lorenzo, Fermín Salvochea, Ricardo Mella o Abad de Santillán dedicaron esfuerzos a la edición y traducción de obras. Esta actividad editorial tuvo en los años 70-80 una continuación incluso por editoriales no estrictamente libertarias, que aprovecharían el tirón de las ideas para editar textos, como fue el caso de la serie Acracia, de Tusquets.
En los últimos años, entre otros motivos por cierto despertar del interés acerca de temas sociales, se ha extendido por toda la Península una interesante forma de acercarse a la cultura libertaria: los encuentros del libro anarquista.
Salamanca, Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia, Bilbao, Cartagena, Zaragoza, Gijón, Logroño, entre otras, son ciudades en las que este tipo de eventos se celebran ya. Estas citas sirven para difundir la cultura anarquista tanto en el ámbito oral, con charlas y coloquios, como en el escrito, reuniendo a diferentes proyectos dedicados al mundo del libro y el fanzine.
En paralelo al crecimiento y consolidación de muchos encuentros o ferias del libro anarquista, como evidente contrapunto a las ferias oficiales comerciales, parecen que también se expanden y se consolidan múltiples proyectos editoriales ligados al mundo libertario.
La cultura anarquista ocupa un lugar de permanente confrontación con la cultura hegemónica actual por lo que a menudo vive en los márgenes del sistema. Cuando hablamos de los márgenes del sistema queremos hablar de cómo hay formas culturales que transitan con tensión o que huyen con mayor o menor éxito de la vorágine cultural de la mercancía.
Dentro de este panorama, como no podía ser menos en el mundillo ácrata, la variedad es amplia.
Para alguna gente la cultura anarquista es aquella que reflexiona sobre las luchas, los personajes, las ideas, etc. asociadas al anarquismo en el pasado, en el presente o en el futuro. Esto puede hacerse desde diferentes modelos organizativos, entre los cuales hay quien defiende que un libro no es, única y exclusivamente, su contenido. Para esta posición, un libro es también su modo de circulación. Así, un libro sería como una persona, que es su contenido, sus palabras, y sus actos, ese modo de circulación del que hablamos. Las palabras tienen un contenido performativo. Es decir, las palabras hacen la realidad o, si lo preferimos, influyen en ella. Siguiendo este razonamiento, si un libro dice cosas racistas, se estaría convirtiendo en parte del sistema de dominación (racial) y, por ejemplo, si un libro se vende en una librería donde sus trabajadores/as tienen condiciones laborales miserables, ese libro se impregnaría de sus circunstancias, pues parte de su precio se convertiría en plusvalía (simplificando mucho, beneficio para el explotador).
Esta postura convive con otras, surgiendo múltiples debates en el día a día a partir de posibles matices que surgen en el desarrollo de la actividad cultural, en este caso, editorial. Esos debates se mueven entre la actividad editorial militante (que representarían las ideas explicadas) y las editoriales como cooperativas autogestionarias o proyectos de autoempleo; entre una actividad al más puro estilo Do It Yourself o más o menos profesionalizada. En unas posiciones y otras, pero con firme carácter asambleario y autogestionario, se construyen múltiples proyectos editoriales cuyas diferencias también se relacionan con la preferencia por tratar temas variados o girar alrededor de determinados temas específicos. Ejemplo claro de ello son editoriales como Ochodoscuatro, que se dedica a la divulgación de textos relacionados con los derechos de los animales, o El Salmón, que edita trabajos donde se analiza cómo la tecnología se inserta en el sistema de dominación. No es raro que haya editoriales que sean al mismo tiempo librerías o librerías que tengan su propio proyecto editorial. En Madrid ya es veterana la editorial y librería La Malatesta (y recién nacida La Rosa Negra) y en Barcelona se puede encontrar, en ese sentido, a Aldarull (y con parecido espíritu tenemos también El Lokal). En Granada, la librería Bakakai edita bajo diferentes nombres; mientras, en esa misma ciudad, la Biblioteca Social Hermanos Quero, con su propio nombre, colabora con cierta frecuencia con otros proyectos para publicar libros sobre antipsiquiatría o contrapsicología, urbanismo, etc.
Ya que nos hemos metido en la infame tarea de etiquetar editoriales hay que destacar que algunas tienen especial interés por los textos más clásicos, como la ya mencionada LaMalatesta, mientras que hay otras que se centran principalmente en la edición de ensayo contemporáneo como Virus Ed. o Muturreko Burutazioak, o, incluso, de forma exclusiva en los textos actuales o que analizan las últimas décadas del siglo XX y lo transcurrido hasta hoy del s. XXI como Ed. Klinamen. No obstante, probablemente sean más frecuentes las editoriales que utilizan para su edición criterios no cronológicos, por lo que se puede encontrar en sus catálogos textos de cualquier época como la Ed. Deskontrol, Diaclasa, Calumnia Ed., El Grillo Libertario, El Imperdible o Piedra Papel Libros, por poner unos ejemplos entre otros muchos posibles. La mayoría de las mencionadas (Diaclasa, El Imperdible y también Madre Tierra o Ediciones Marginales) se dedican en exclusiva (o casi) al género literario ensayístico, si bien hay otras que tienen en su catálogo obras de otros géneros literarios (como Piedra Papel Libros en poesía o Volapük en narrativa).
Simplificando de manera algo insultante diremos que podemos dividir el mundo editorial convencional entre las grandes empresas editoriales que funcionan como cualquier multinacional: es la gran industria cultural como el Grupo Penguin Random House (Plaza y Janés, Debolsillo, Taurus, etc.) o el Grupo Planeta (Espasa, Paidós, Ariel, etc.); y aquellas, pocas y pequeñas en comparación a las anteriores, que se aferran a la Cultura, con catálogos muy cuidados como Akal. También podemos hablar de un tercer grupo de editoriales alternativas por su tamaño como Nórdica Libros, Errata Naturae o Impedimenta.
Las primeras buscan esencialmente dinero, pese a lo que podría aparentar la compleja política de diversificación entre colecciones de consumo masivo y otras de carácter académico o de altos vuelos culturales; las otras aman, aprecian, la alta cultura porque todavía creen, de forma implícita, que un “mundo más culto” es un mundo mejor.
El mundo anarquista coincide con la despreciable gran industria editorial en un aspecto. Frente a las editoriales que miman sus catálogos con grandes pensadores o pensadoras, no sienten la cultura, como suelen hacer los artistas, como un fin en sí mismo. Los libros anarquistas son herramientas para concienciar, para agitar, y eso supone que muchos libros anarquistas no salen de un grupo de gente que se dedica en exclusividad a la actividad editorial, sino que lo hace como actividad cultural secundaria o puntual. Así encontramos que la CNT tiene una fundación (Fundación Anselmo Lorenzo) dedicada, entre otras cosas, a publicar libros sobre sus militantes y su historia, marginados por los cronistas académicos o que el ya veterano Local Anarquista Magdalena en el barrio madrileño de Lavapiés ha publicado puntualmente o colaborado en la edición de diversos textos.
Por otra parte, el mundo editorial anarquista, al entender el libro como una herramienta al servicio de la transformación social libertaria, ha apostado tradicionalmente por valorar el mensaje por encima de la forma. Por eso, no es raro que el formato sea extremadamente sencillo o incluso, a veces, muy mejorable desde los estándares de lo comercial. Para quien esté acostumbrado al mundo editorial convencional puede llevarse una impresión negativa, pero la realidad es que este proceso, que en estos tiempos lo relacionaríamos con el DIY, significa una desjerarquización del proceso cultural editorial, al abrir este mundo a casi cualquier persona o grupo de personas que pretendan poner por escrito lo que sea. De esta manera, hay una frontera tan débil entre quienes difunden y editan textos anarquistas y sus lectoras/es, de forma que pasar de un lado al otro es tremendamente habitual, lo que confiere un carácter popular y horizontal al mundo cultural libertario como es imposible imaginarlo en la industria cultural capitalista.
Esto se plasma sobre todo en el mundo del fanzine, que suele aparecer en las calles o en espacios diversos a través de distribuidoras (que es el nombre que le da el movimiento anarquista al proyecto de una o varias personas que publican y venden, o solo venden, o intercambian, textos libertarios por su cuenta y riesgo o como parte de un proyecto más amplio como puede ser, por ejemplo, un centro social), que se cuentan por decenas o quién sabe si centenares, constituyendo probablemente la más parte cuantitativamente más relevante del mundo editorial anarquista.
Es evidente que el campo editorial libertario ha servido de inspiración a gentes que no se identifican con el corpus general de sus ideas o prácticas pero que sí valoran e integran algunos o muchos aspectos del mundo libertario: su vocación anticapitalista, su mensaje rupturista, su organización autogestionada, la pretensión de hacer coherentes los medios para alcanzar un objetivo con el propio objetivo, etc. Esto hace que haya editoriales cuyos vínculos con el movimiento anarquista sean difíciles de dilucidar. Para más inri, un mundo descentralizado y atado a un aquí y ahora de proyectos que vienen y van en su pretensión de cambiar el mundo resulta inabarcable para nuestras posibilidades, por lo que muchos nombres, seguramente muy interesantes, meritorios e indudablemente comprometidos se nos habrán quedado en el camino.
Sin embargo, valga este escrito para una somera aproximación a la intensa labor de difusión cultural como forma de crítica social que mantiene la gente anarquista, a menudo contra viento y marea.
Por otra parte, los olvidos tienen fácil solución: esta página tiene la opción de añadir comentarios para recordarnos esos proyectos. Una manera de dar a conocer aquellas editoriales que hayamos podido olvidar o que no hayamos podido incluir por las limitaciones de espacio.
La Neurosis o Las Barricadas Ed.
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