Transcripción de la charla
ofrecida por la poeta y profesora Isabel Escudero en el local de la
Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) de Madrid, el 20 de octubre
de 1995. Publicado como epílogo de "Contra el Hombre" (Agustín García
Calvo, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2ª edición,
Madrid 1997).
Con este mismo título (ya en el año 1992 y a través de la Revista Archipiélago)
pusimos en tela de juicio la constitución misma de la Democracia, su
engañosa naturaleza y su condición de traidora del pueblo. De entonces a
acá todo tipo de atropellos, horrores y estupideces, como podridos
frutos de la Democracia, nos han venido invadiendo la vida pública y
privada. Desde hace ya años no hay más que abrir un periódico o encender
el televisor para que en cascada –siempre renovada y al mismo tiempo
inalterable– se nos caiga encima toda la miseria de este progresado
Orden Democrático. Rostros de personajones del Gobierno, o de su
Oposición (indistinguibles entre sí), Administradores del Estado o del
Dinero (que hoy son los mismos) se nos presentan en la modalidad de
delincuentes, de facinerosos, junto a las complementarias figuras del
Bueno: el Juez insobornable, el policía honrado, el intrépido
periodista, etc. etc. como mascarones de un repetido telefilm servido
puntualmente a la hora de las comidas a las familias democráticas. Este
marcado signo de "realismo" a base de corruptelas y personalismos, viene
a ser la constante de todas las Democracias evolucionadas en las
llamadas Sociedades del Bienestar. Chismes y comadreos constantes con
apariencias de novedades para entretener a las gentes como si se
quisiera decir: "sí, pero estos son los malos, luego están los buenos,
los verdaderos demócratas, la auténtica Democracia". Esa es la verdadera
función de los corruptos: hacernos mantener la ilusión de una
democracia inteligente y honrada, verdaderamente popular, siempre
inalcanzable: ideal. No. La Democracia es esto de aquí y ahora: es esta y
no otra la Democracia ideal: la auténtica Democracia. De ella y contra
ella pues hablamos. No vengan ahora los más creyentes a acallar las
críticas en nombre de "los ideales democráticos".
Estos
que padecemos son precisamente los ideales democráticos. Y esta
Realidad democrática (ideal) se sostiene precisamente por sus crisis. Es
su crisis permanente la que la sostiene, igual como las ilusiones de
mudabilidad sostienen la Idea medular: la creencia inalterada. La
apariencia de cambio en los actores sostiene la fe de que aquello podría
ser otra cosa. Como si en vez de cuestionarse la Idea misma (por
ejemplo del Matrimonio) uno o una tuviera la fe en que basta con cambiar
los contrayentes una y otra vez para que aquello funcione. En el caso
del Régimen Demotecnocrático, y su fe en el Hombre, en el individuo
personal, las imperfecciones de cada moral particular vienen a crear la
ilusión del concepto perfeccionado: el Hombre (y el Humanismo) como
sustituto reemplazante de la idea de Dios, sus atributos y poderes, su
perfección. El Régimen Tecnodemocrático está sustancialmente sostenido
por el átomo de las Masas que no es otro que el Individuo personal, con
su voluntad propia, su opinión personal, su libertad personal, etc.
Todas esas fantasías tan prestigiosas y que tanto publicitan las
Democracias. Se trata de atribuirle al individuo una soberanía de razón y
hasta de inocencia olvidando que, precisamente, ese individuo –tal como
hoy funciona– es ya una construcción, una fabricación desde Arriba del
propio Sistema Tecnodemocrático y sus poderes más operativos: La
Información, el Mercado, el Dinero; los Medios llamados de Comunicación
(más exactamente Medios de Formación de Masas) operan a través de la
formación de individuos, diseñados paradójicamente con un modelo clónico
pero con la ilusión personalizadora, al modo como la publicidad dice a
todos: "especialistas en ti".
Veamos. Lo que ya entonces
denunciábamos –en aquel número de la revista Archipiélago– se ha venido
confirmando con creces. La estulticia democrática, la vanidad
democrática: su radical vaciedad repleta de caras cambiantes, es hoy la
pura realidad cotidiana. Hoy la vida de los ciudadanos no encuentra ya
resquicios para librarse de ese impenitente atosigamiento desde Arriba
de toda suerte de fechorías y trajines con sus correspondientes
salvadores. Hipotecada la vida de las gentes, aplastada con los
siniestros, y al mismo tiempo banales, tejemanejes de una clase
entretenedora, audiovisual, adornada por una casta que se presenta como
"intelectual" y que aspira a no ser menos y así poblar repetidamente
hasta la saciedad las tertulias de la pantalla de la caja tonta haciendo
el inflado gesto de la "crítica": una crítica conducente únicamente a
la recreación de lo mismo con el sostenimiento de opiniones diversas (en
el fondo la única), pero lejos de ninguna verdad, y sobre todo ajena al
pueblo.
Es precisamente, esa
aparente "exigencia de realismo", una de las trampas de la Democracia.
Se pretende que se está hablando de algo físico, palpable, popular,
cuando bien mirado ya los hechos mismos revelan su carácter ilusorio
constitutivamente mentiroso. Por ejemplo la trampa previa consiste en
cómo se puede creer que una minoría es la Mayoría (no sólo porque la
población votante no deja de ser minoritaria respecto al común de las
gentes, sino porque la posterior "representación democrática" siempre es
una minoría personalizada cada vez menos representativa de nadie, a no
ser de sí mismos, cada vez más impresentables a medida que van entrando
en la escena Democrática). Otra operación tramposa consiste en hacer
creer que la Mayoría es todos, esa es otra de las claves de la ilusión
democrática: el engaño en que se funda; a partir de esas ilusiones
engañosas básicas todos los juegos ilusionistas posteriores, el baile de
máscaras, los discursos inflados, los dineros escamoteados, no serían
sino ilusiones menores con la que se adorna la gran mentira de la
representación democrática: la ilusión de representación.
El papel real de los Medios de
Comunicación, o de Formación de Masas, sería el de proteger –no sólo con
críticas sino precisamente mediante ellas– el poder del Régimen: la
constante autorreproducción de estos Medios de amplificación y creación
de opiniones juega fundamentalmente con el ilusorio recurso a la
libertad individual, a la libertad de "expresión". La "libertad", ese
motor que se suponía tradicionalmente como hálito de las revoluciones,
se ha elaborado perfectamente como instrumento potenciador del
individualismo y, por tanto, es una fórmula de privacidad e interés
personal (el mismo "interés" que el de los bancos: el del dinero). El
resultado del supuesto ejercicio y suma de esa "libertad" personal es el
conformismo generalizado, la obediencia perfecta con el disimulo de la
libertad personal. Ejemplo eximio de esta tramposa operación es el
automóvil particular (perfecto ejemplo de ciudadano democrático: un
coche un voto), que como sabéis propone y faculta ese tipo de ilusoria
libertad individual, que bien mirado consiste (véase el ejemplo vivo en
un atasco de autopista en fin de semana) en la obediencia extrema: ir al
mismo sitio, por el mismo camino, a la misma hora que tu vecino, pero,
eso sí, con la ilusión de que uno lo hace por libertad y gusto personal.
Otra
trampa a la que recurren las Democracias del Bienestar: cuando se nos
presenta a través de los Medios de Formación de Masas otras formas de
dominio más primitivas o extemporáneas (por ejemplo con referencias al
Tercer Mundo) se está distrayendo y confirmando como "ideal" esta forma
del dominio democrático. No hay pues que distraerse con las tiranías de
otros mundos, por ejemplo las mujeres del Régimen Demotecnocrático no
deberíamos alentar a las mujeres de los Regímenes Monoteístas
Subdesarrollados a seguir este modelo nuestro como modelo de liberación.
Hay que ser capaces –hay que saber hacerlo– de atacar sus tiranías sin
proponerles como alternativas liberadoras estas tiranías nuestras. Hay
que desvelar y desilusionar al Mundo no Desarrollado contra éste del
Régimen Tecnodemocrático: Modelo (por lo demás) el más perfecto y
evolucionado de todos y al que parecen estar condenadas irremisiblemente
todos los pueblos y todas las Culturas. No hay que tener miedo de
levantarle las vendas a la Democracia para dejar ver sus heridas: la
herida del pueblo bajo sus ropajes de bienestar y participación.
No
estamos tan desesperados como para aceptar que este modelo que tanto
nos duele, que tanto ha contribuido a la demolición del pueblo y sus
tradiciones, sea el único modelo fatal de gobierno de los hombres. No es
incuestionable la Democracia, ni ésta ni cualquier Democracia. Ese
aparente poder que el nombre mismo de Democracia pretende conceder al
pueblo es también el que le desactiva y le mata. Ver sino cómo las
Democracias han terminado radicalmente con las tradiciones populares,
bajo el modelo uniformador del Progreso impuesto desde Arriba, y este
modelo uniformador que mata las tradiciones paradójicamente, alienta
los Nacionalismos, la constitución de Estados más o menos disimulados,
usando el engaño de los Pueblos, justamente sometiendo lo que hay de
común y de razón en ellos: lo que hay de pueblo en los Pueblos.
Se
atosiga al pueblo desde los llamados Medios de Comunicación con los
nefandos pormenores de lo que por allá Arriba pasa (en el Gobierno y en
el Gran Dinero) como si fuera un asunto físico, palpable, popular que de
alguna manera atañera al corazón de las gentes. Con esa exigencia de
realismo figurativo se entretiene y anestesia a las gentes de abajo y,
claro, esa operación tiene su infalible éxito: basta que un ciudadano
cualquiera se ponga al tanto de toda esa representación de la estulticia
para que automáticamente ya no se pueda desentender de ella, la
Información no es inocente. Ya queda marcada la inteligencia y la
sensibilidad: se queda ya atrapado por esa estupidez de tener que
escoger entre este o aquel personajón en vez de ir directamente a
desvelar la vaciedad y ajeneidad misma del mecanismo seducido, el
espectador, por el engaño de la ilusión de que él desde acá abajo puede
hacer algo, al menos opinar, sobre lo que teóricamente debía
pertenecerle, ya que fue él mismo el que con su "libertad personal" votó
a futanito o a menganito, a este o a aquel Partido. Se busca desde
Arriba la complicidad de los de abajo propiciando una especie de
asignación de responsabilidad e ilusión de participación para cerrar
este juego engañoso de la representación democrática. Para darle
carnalidad con eso que ellos llaman la opinión pública. Pero nos
preguntamos cómo todavía hoy día se puede hablar inocentemente de
"opinión pública", y de "público".
En primer lugar, a qué se le llama
Público ¿a las Masas de Televidentes, puntualmente informados y
atrapados en las mil y una sandeces que con celeridad de vértigo se les
echa todos los días con la apariencia de que pasa algo? ¿Es eso lo que
ellos llaman Público? No, esas son las Masas democráticas constituidas
por individuos (átomos de esas Masas) previamente diseñados, fabricados y
amamantados día a día desde esa eficaz escuela de los Medios de
Formación de Masas. ¿Y a que se llama "opinión"?, no a ningún
razonamiento libre y popular sino a la asimilación de esas opciones, de
esas alternativas fatales que se proponen desde Arriba y ante las que
hay que ejercer la tan prestigiosa y cacareada libertad de elección por
lo que se escoge entre la misma basura pero con diferente envoltorio, al
modo de como se ejerce la libertad de Hipermercado de una marca u otra
(todas las mismas con diferente apariencia).
Elija usted entre estas
posibilidades, da igual lo que elija pero tiene la obligación de elegir:
lo único que no se le permite es que no elija nada: que no compre, que
no vote... etc. La infracción democrática es sólo decir No a esa
obediencia. Ese mecanismo del Mercado de 1as Sociedades del Bienestar es
el mismo mecanismo del manejo de la opinión democrática: elija usted,
opine usted entre esas variedades informativas, entre estos tipos del
abanico democrático que le presentamos, pero participe, vote y no apague
el televisor. Esta ocupación con los entretenimientos de las élites del
Estado, del Dinero, de la Justicia, o sea de los regentes de las
Democracias, no es inocente; esta ocupación impide de raíz –porque es
como un sustituto– cualquier razonamiento libre y desmandado,
verdaderamente popular. Hay que elegir. Si Información/no sabiduría. Si
opinión/no revolución. No es inocua la Información de Masas. Esa
coartada democrática de que basta sacar a la luz las miserias del Estado
y el Capital, de hacer "vox populi" los desmanes personales de los
gobernantes, para que se desactive el Sistema es mentira.
El
Régimen Demotecnocrático vive y se sostiene precisamente por esos
desmanes "personalizados"; esas crisis son las que sostienen y vertebran
el Sistema. Sin esas patologías, sin todos esos tejemanejes con que
ilusoriamente se mantiene en el pueblo la apariencia de cambio, el
Sistema Demotecnocrático se vendría abajo. Es la Información desde
Arriba, esa continua y acelerada ilusión de movimiento, la que sostiene
la fe en el Régimen. La Democracia (en su modalidad Progresada) es
necesariamente tecnológica y en su estado ideal: audiovisual.
Y
que no se nos diga que un ataque frontal a la Democracia –tal y como
aquí proponemos– supone un confinamiento a la dicotomía Democracia o
Dictadura. Bien sabemos que esta tradicional oposición funciona, como
bien ha funcionado a la inversa en nuestro pasado histórico: el oficio
peor de las Dictaduras es hacer luego soportable cualquier tipo de
gobierno. Pero la Democracia con su creencia en el cómputo de individuos
y su fe en la Mayoría no es "en modo alguno" contraria a las
dictaduras: representa tan sólo un desplazamiento, un perfeccionamiento
del modelo: se constituye así la Democracia como Dictadura de la
Mayoría. Es eso lo que se nos propone e impone, pero nos negamos a
aceptar que esta Realidad sea todo lo que hay o pueda haber en el mundo y
en el gobierno de los hombres. Hay otros mundos inexplorados, otros
caminos por hacer, caminos de esos que el poeta dice que se hacen al
andar. Estarán quizá fuera de la Historia. Pero si algo tienen que ver
esos caminos no hechos con la anarquía es con la condición de que, fuera
lo que fuere anarquía, su primera operación es negativa. Por ejemplo:
decir No al sustituto: Democracia no es pueblo. Esta vía negativa
no se agota y así no hay que dar nunca por sabido ni contado que es eso
del pueblo, sino que ello mismo será pueblo porque se deje hablar con
voz libre y razón desmandada: que dé señales allá donde florezca a cada
instante, sea en la resistencia callada o en la boca de las gentes.
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