Al obsceno espectáculo de docenas de líderes del capital mundial
celebrando la libertad democrática en París el domingo pasado, ahora
uno tiene que sumar la resolución de muchos de esos líderes (Cameron y
Merkel por ejemplo) de otorgar a sus gobiernos mayores poderes de
vigilancia y control de los medios de comunicación social en nombre de
la defensa de la ”libertad”, además del aumento gradual del poder
policial y militar en las calles de las ciudades de Occidente.
El peligro del terrorismo islámico ( no muy diferente del peligro ”comunista” de los años 50 ) va ser utilizado por el Estado capitalista en Occidente (”democrático” de seguro) para movilizar a la población detrás de nuevas cacerías de brujas y reacciones xenófobas dirigidas contra la población musulmana en Occidente, y para justificar la expansión de la acción militar en el mundo musulmán en nombre de la ”auto-defensa”. El peligro que representa el capital y su poder estatal en Occidente, aumenta día a día, instigado por los medios de comunicación (los órganos capitalistas de manipulación de masas) como bien lo han demostrado los recientes sucesos tanto en Medio Oriente como en Europa Occidental. Pero, de lo que el Estado capitalista nos tiene que proteger, no es del peligro que representa el capitalismo y sus relaciones sociales sino del peligro del epónimo ”Musulmán”, o del vecino terrorista potencial, que está cada vez más puesto en la mira como la amenaza inminente ante la cual nosotros debemos responder.
Pero no menos real es el peligro del Islamismo, tanto en cuanto ideología reaccionaria cada vez más poderosa, y como desafío político e incluso militar al núcleo de los estados del capital en Occidente y sus socios en el mundo musulmán, sino también, por supuesto, para las poblaciones civiles en Occidente que están en la mira de los Jihadistas por ser judíos, apóstatas musulmanes o editores de publicaciones seculares que han ofendido la fé.
En el mundo islámico también está en marcha una movilización ideológica y militar, de ISIS a AQPA, de Boko Haram y los Talibanes a al Nusra. Las víctimas masivas de esos movimientos, ejércitos y proto-estados son, en primera instancia la población musulmana del mundo islámico ( y por supuesto, las minorías no- musulmanas que todavía permanecen allí).
Las raíces sociales del Islamismo no se encuentran en una tradición profundamente arraigada o en sociedades todavía tribales, sino más bien en la decadencia social forjada por la destrucción de los modelos sociales tradicionales, lo cual es el resultado de la expansión global del capitalismo. En primera instancia, la emigración de gran número de personas del mundo árabe y del norte de África durante los últimos cincuenta años, escapando de la pobreza y buscando trabajo en el mundo Occidental, y ahora, enfrentándose allí con la desocupación, marginación y creciente hostilidad mientras que la crisis económica del capitalismo en las ”metrópolis” se profundiza. En segundo lugar, los efectos de la intervención militar occidental, guerra, ocupación y la concomitante expansión del empobrecimiento y la desesperación en el mundo árabe y el sentimiento de fracaso y resentimiento que ha creado. Esa gran desesperación y resentimiento han alimentado las ideologías xenófobas del Islamismo y su ”promesa” de resistencia de la ”nación” musulmana ( la Ummah), proporcionando una base masiva y una fuente de reclutas para la ”jihad” que están librando esos movimientos políticos.
Las luchas militares en Siria, Irak, Libia, todo el Sahel, Afganistán y Paquistán, son luchas intra-capitaslistas, luchas entre fracciones rivales de la clase capitalista. Sea que el Occidente y sus aliados locales solidamente re-establezcan su dominio sobre el mundo musulmán, o sea que emerjan Estados islamistas (Jihadistas), el poder del capitalismo va a ser consolidado.
La existencia social en el Oeste capitalista va a ser cada vez más militarizada, cada vez más sujeta a la censura y la vigilancia. La existencia social dondequiera que fracciones islamistas tomen el poder, va a ver la imposición del control total sobre la vida de los sujetos, control material, económico, cultural y ”privado” en nombre de su visión de la ley ”Sharia”. La democracia occidental y el Islamismo, aunque aparentemente son enemigos mortales en su batalla inter-imperialista, ambos constituyen baluartes de las relaciones sociales que condenan a la mayoría de su población a un incremento de la miseria y la degradación humana, las diferencias entre sus formas ideológicas específicas o sus formas legales empalidecen en comparación con el mismo sistema social reaccionario que cada uno de ellos busca proteger y perpetuar.
Extraído de http://metiendoruido.com
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