La tarea de repensar el sur, es una asignatura pendiente aún en nuestra latitud que, por supuesto, no realizarán los poderes gubernamentales, pero que tampoco hay indicios de abordarla próximamente las sociedades de esta vieja Europa. Siempre que se acerca la fecha del 12 de octubre de nuestro calendario, se renueva el neocolonialismo con un discurso rancio y ultranacionalista. Esa herencia colonial sigue viva a través de la explotación y el extractivismo del territorio Latinoamericano en el siglo XXI. Y no solamente está viva en la cuestión material, que sin duda es la más sangrante de todas, sino también en los imaginarios y las narrativas triunfalistas que celebran la conquista del continente americano defendiendo esa brutalidad como la única civilización posible.
En este artículo repensaremos el concepto de conquista, porque el relato dominante siempre se ha escrito en torno a la idea de una conquista rápida y aplastante en el siglo XVI de todas las comunidades sociales americanas. Los documentos de origen indígena estudiados con detalle, nos relatan las resistencias en época colonial de estos pueblos que nunca claudicaron a la dominación y que, en algunos casos, conservaron su territorio. A pesar de encontrarse en un marco de dominación generalizada, y aunque en muchos pueblos la población disminuyó drásticamente, llevaron a cabo acciones de rebeldía contra la colonización española. A veces algunas batallas militares o batallas legales se convirtieron en pequeñas victorias de estos pueblos en distintas latitudes del inmenso continente. Estos estudios permiten romper el mito de la dominación española sencilla, continuada y totalizadora del territorio americano, poniendo el foco sobre dos procesos: el mesoamericano, concretamente las resistencias en México; y el suramericano, particularmente el Wallmapu, o autonomía territorial mapuche.
El concepto de indígena y la resistencia de los pueblos en México.
La idea de indio nace del contacto de los conquistadores con los pueblos mesoamericanos, y como producto de un error geográfico de aquella época. Este concepto histórico va cambiando su significado a lo largo del tiempo; se resiste, se asume o se redefine desde la perspectiva de los pueblos originarios. Por ejemplo, en el periodo abierto en México desde 1994 hasta la actualidad se ha adoptado el término de autodeterminación de los indios o indígenas, resignificando ese concepto desde lo negativo, es decir, se reconocen como indios y toman conciencia como tales, porque aspiran a dejar de ser indios en un futuro.
En el siglo XVI se produce una pérdida de autonomía de los pueblos originarios en México. Las primeras noticias que llegan a la región occidental mesoamericana sobre la llegada de los conquistadores españoles son relatos cargados de violencia. Las fuentes directas de estos pueblos no son demasiado numerosas, dado el carácter oral en muchos casos de las comunidades, y también por la destrucción premeditada de estas fuentes por los españoles. Las narrativas históricas están contaminadas por los conceptos en uso y funcionales para los dominantes. Los documentos están ya pasados por el tamiz del formato de quienes gobiernan, y esas son las fuentes que nos quedan a los historiadores. Los protocolos oficiales, y la sumisión simbólica queda ya inscrita en los documentos que posteriormente se estudian, por lo que para hacer un estudio de los pueblos originarios debemos profundizar más allá de aquello que cuentan con simpleza estos documentos. El imaginario en el relato histórico parte de base de un imaginario ya preconstruido desde la colonización de las mentalidades, la cultura y la sociedad.
Sin embargo, afirmamos que perdieron su autonomía porque han dejado testimonio de toda una serie de sucesos violentos como ser testigos directos de la destrucción de sus creencias y lugares sagrados, o sufrir el despojo directo de su fuerza laboral para satisfacer la imposición de cargas tributarias. Vivieron, además, el robo de terrenos y territorios, adquiridos como botín de guerra por encomenderos y otros colonizadores. Experimentaron la muerte por guerra en cifras que rebasaban mucho cualquier conflicto ritual previo, y formas de violencia desconocidas. Fueron despojados de su lengua, de sus vestidos, y bienes primarios; así como les fue arrebatada su dignidad, y la pérdida del equilibrio salud-enfermedad.
La rebelión de los pueblos indígenas fue una constante histórica para recuperar su autonomía o como una resistencia activa al despojo. Algunos ejemplos de estas rebeliones serían: La Guerra del Miztón (1540-1542), la Guerra Chichimeca (1548-1598), la Rebelión de los Tepehuanes (1616), la Rebelión de los Huicholes (1702). Por otro lado, algunos pueblos originarios como los coras lograron mantener su territorio sin presencia de colonizadores hasta 1722. Se ha evidenciado en escritos la aplicación de una justicia comunitaria, y han quedado registrados documentos de desobediencia civil a la justicia hispánica.
Las independencias americanas siguen perpetuando el colonialismo y el exterminio indígena.
En el siglo XIX se produce la construcción del Estado nacional de México en pleno conflicto con los pueblos originarios, pues la Independencia en muchos territorios supuso un mero cambio nominal, que legitimó la dominación por parte de otras instituciones herederas de las coloniales. Las luchas por la autonomía de los pueblos indígenas en el siglo XIX frente al Estado liberal mexicano, han dado como resultado culturas y comunidades locales con resistencias específicas. Es reseñable la historia de las resistencias al proceso de conformación de los diversos Estados mexicanos, cuyo origen por lo tanto se sitúa en la violencia ejercida contra la población indígena, y las numerosas campañas de exterminio de poblaciones originarias.
Se desarrolla un conflicto constante entre dos tipos de modelos social y político antagónicos, el proyecto del liberalismo heredero del colonialismo hispánico, frente a los pueblos originarios. El Estado mexicano no reconoce a los grupos indígenas, las luchas de las comunidades son silenciadas y aplastadas, quedando en el terreno de la clandestinidad. Se produce el empobrecimiento de los grupos indígenas, sin embargo, estas luchas fortalecieron la organización horizontal y solidaria, y vincularon lazos de identidad política con gran fuerza del componente étnico. Se inicia una reindianización como proceso clave para la supervivencia, y evitar diluirse en el olvido impuesto. Estos grupos no se suman a la conformación de la ciudadanía mexicana, ponen en peligro la delimitación de fronteras, la ocupación efectiva del territorio por las autoridades estatales, y rechazan la asunción de una identidad nacional común que les invisibiliza y atenta contra sus costumbres.
La resistencia en el Wallmapu, territorio de los pueblos mapuches
El territorio de Wallmapu es una realidad social milenaria presente aún en la actualidad, una territorialidad anterior a los conceptos nacionales actuales. Este territorio sufrió la agresión conquistadora del mundo hispano, y sin embargo, no sucumbieron en este conflicto a la invasión de sus territorios, lograron torcer ese destino continental americano. Una veintena de parlamentos mapuches sostenidos con los hispanos desde 1641 en Quilén, hasta el de Negrete en 1793, son testimonio de esa resistencia. Fueron encuentros políticos entre autoridades españolas y líderes mapuches. Se establecieron fronteras y territorios de autodeterminación, intercalados con periodos de guerra y batalla. Los procesos de emancipación americana, en concreto la chilena y argentina, se erigieron en repúblicas que desconocieron la autonomía mapuche. Hacia 1860 la entidad estatal chilena cierra filas en torno a la idea de que el territorio mapuche les pertenece, y lo incluyen como una provincia chilena.
Desde esa fecha hasta 1885 se produce la conquista chilena de una parte importante del Wallmapu, una ocupación y guerra abierta contra los mapuches al sur del río Bíobío, poniendo fin a la autodeterminación mapuche. La mecánica de los parlamentos y la negociación mapuche no pudo practicarse, debido a la fuerza que toma el Estado chileno. A finales del siglo XIX la sociedad mapuche inicia una relación colonial respecto de Chile, introduciendo una lógica de dominio social, desposesión del territorio y agresiones a sus formas de vida y supervivencia básica. El pueblo mapuche siempre ha tendido la mano a la negociación y a la lucha de recuperar su territorio de manera pactada porque esa es su esencia milenaria.
El weychan, o la lucha se instala en la memoria larga, en el despojo de su territorio a finales del siglo XIX a partir de campañas militares como la Campaña del Desierto en Argentina o Pacificación de la Araucanía en Chile, y la fundación de ciudades y pueblos de control. En la actualidad la colonialidad está representada por grandes capitales y empresas que ocupan el territorio con fines de explotación. La radicalización de las luchas mapuches o guerra de autodefensa ha provocado una fuerte agresión por parte de los gobiernos liberales, ya sean más conservadores o progresistas. Los mapuches desean volver a sus estilos de vida comunitarios propios, articulando discursos reivindicativos en torno a la autonomía.
El aprendizaje de la lucha de los pueblos originarios de América Latina.
Al colonialismo español le continuó el colonialismo interior tras las afamadas independencias americanas. No se puede reducir el exterminio indígena a una cuestión de que no supieran integrarse al proceso de construcción del Estado nacional, porque esto les convierte injustamente en responsables de su desgracia. Frente a ese discurso victimizador sobre los pueblos originarios que les sitúa como aquellos que sufrieron la consecuencia de su inadaptación, es necesario confrontar a un sistema que suma todas las responsabilidades de la violencia que tiene su exclusivo origen en los dominadores y no en los dominados.
El aprendizaje de las resistencias de estos pueblos que no han logrado ser derrotados, es la construcción de la historia de los oprimidos. Son ellos quienes marcan la senda histórica contra la colonización, y después contra el capitalismo, son ellos mismos quienes nos pueden enseñar cómo convivir con la naturaleza, la historia de los pueblos originarios desde hace siglos es una historia de supervivencia. El despojo de saberes es una brecha irrecuperable en la historia, una pérdida incalculable que ha impedido que nos llegue un mayor y más profundo conocimiento, y quién sabe si por el camino quedaron olvidadas las herramientas necesarias para haber puesto fin hace ya tiempo al capitalismo. Lamentarnos no sirve de mucho, sino organizarnos para reinventar la resistencia, y la estrategia nos la marcan las acciones de los pueblos que en América luchan por su autonomía.
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