Antes de entrar en harina sobre el tema de la entrada de hoy, quisiera hacer una pequeña reflexión sobre el uso político tan generalizado del concepto «izquierda»; ojo, los primeros que lo hacen son líderes tan peculiares como Pablo Iglesias, antiguo vicepresidente del Gobierno, hoy estrella de un espacio radiofónico (léase, podcast, según la jerga tecnológica actual). Bien, no termino de tener claro qué diablos es hoy la izquierda, así sin matiz alguno, pero para el caso que me ocupa voy a fingir que yo mismo pertenezco a ese universo. La cuestión es que, ante la agresión militar del ejecutivo ruso al país de Ucrania, hay quien señala que parece que dicha «izquierda» emplea gran parte de su tiempo en hablar de la OTAN sin condenar enérgicamente al sátrapa ruso; creo que lo que se quiere decir, y no es una acusación nueva en absoluto, es que parece que si Estados Unidos no aparece claramente como culpable de un conflicto los progres no se movilizan lo suficiente para echar mano del maniqueísmo más atroz. Habría que aclarar, y de nuevo concreto en la guerra actual en suelo ucraniano, la feroz campaña de desinformación que están llevando a cabo los medios generalistas, censurando opiniones que contradigan una versión oficial basada en la locura genocida del déspota Putin. Se comprende entonces que tantas personas insistamos en la responsabidad de la OTAN y Occidente en las guerras al aumentar sus bases militares durante años en Europa Central y Oriental; hay que recordar la tensión producida durante años por dicho afán expansionista y, precisamente, en los límites de la Federación Rusa.
Vaya por delante, parece que hay que también hay que puntualizar esto una y otra vez, que tanto me repugnan las agresiones imperialistas rusas como las que suele hacer el imperialismo yanki; a propósito de esto, no sé sipueden sorprender más los medios, pero escuchar al inicuo y patético José María Aznar condenar la invasión de Ucrania en Radio Nacional de España parece un chiste de mal gusto. Otra cuestión ridícula de los medios es presentar a Putin como una suerte de nuevo Hitler y el régimen político de Ucrania como un modelo democracia liberal, cuya oligarquía puede, en realidad, que no difiera demasiado de la rusa; entramos aquí de lleno en lo que se quiere presentar como una suerte de guerra ideológica, ya que el propio presidente ruso justificó la invasión al querer «desnazificar» el país vecino. El antifascismo parece dar mucho juego, en la lucha mediática de ambos bandos, pero la cosa debería resultar irrisoria a poco que tengamos algo de cultura política y busquemos un mínimo de rigor informativo; parece cierto que la ultraderecha tiene cierta fuerza en Ucrania, pero describir ese país como nazi o fascista es una burda simplificación, que esperemos no haya calado entre la población rusa.
Por otra parte, buscar un parentesco de Putin y el sistema ruso actual con el comunismo, algo en lo que explícita o implícitamente también insisten ciertos medios, es otro asunto de locos; sin tener yo simpatía alguna por la extinta URSS, hablamos hoy de Rusia como una oligarquía repulsiva, plagada de desigualdades sociales, e impregnada de nacionalismo ultraconservador. Señalada toda esta burda desinformación, pues sí, hablamos mucho de la OTAN en los conflictos bélicos, ya que los conflictos no aparecen de la noche a la mañana por obra y gracia de un loco al que meramente hay que derrocar; desde que cayó, precisamente, el comunismo son muchos años de mentiras occidentales, de interereses económicos y geoestratégicos, así como de búsqueda de nuevos enemigos que justifiquen toda esa política. Recordaremos, una vez más, que hace no tanto la Rusa de Putin era un aliado de Estados Unidos; lógicamente, no recibió la Federación Rusa lo esperado y el conflicto ha estallado. Aunque se llegue a un acuerdo para parar la guerra en Ucrania, y esperemos que así sea cuanto antes, el futuro no parece muy halagüeño a nivel mundial con estos actores en juego. No obstante, si para algo tiene que servir toda esta grotesca manipulación, aderezada por esos personajes indescriptibles llamados «opinadores», es para despertar más conciencias. A ver si el ser humano termina de ver lo terriblemente papanatas que es demasiado a menudo.
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