“Lo digo y lo repito: usa mascarilla. (…) Cuida de tu salud y estarás cuidando la de todos”. Adrián Barbón, presidente de Asturias
“(…) no hay tal cosa como la sociedad. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias. Y ningún gobierno puede hacer nada si no es a través de la gente, y la gente primero debe cuidar de sí misma. Es nuestro deber cuidar de nosotros mismos y después, también, cuidar de nuestros vecinos”. Margaret Thatcher
“El periodo de gracia se acabó, la Policía impondrá la distancia social”. Delia Losa, delegada del Gobierno en Asturias
Mi vecina la del tercero continúa desinfectando, una a una, las patas de su perro cada vez que vuelven del paseo y se disponen a entrar en casa. Una amiga, que trabaja de puta, ha vuelto a recibir llamadas. Acude al piso de contactos y chupa pollas, mete dedos en el culo y se deja penetrar. Todo ello con condón. A veces se ríe y piensa, con el dedo envuelto en látex, que parece una enfermera. Eso sí, sin EPIs y sin distancia social. Inocencio, ochenta y siete años, fue picador en la mina. Sabe bien lo que es quedarse sin oxígeno. Al fin y al cabo, lleva media vida silicótico. Ha vuelto a pisar la calle tras cien días confinado. De cinco a siete de la tarde sale de la residencia en la que vive. Aunque teme al bicho, necesita caminar. Hace menos de un año que rompió la cadera. Tanta película de John Wayne tirado en la cama le ha dejado más torpe. Dice que le duele la pierna. Y dice, también, que la calle está más triste.
Hay quien tiene mucho miedo a que se pueda circular entre regiones. El martes llegó a Oviedo un tren procedente de Madrid. Qué miedo. Había muchos secretas en la estación. Por nuestra seguridad. Últimamente, se suceden los eventos que denuncian la violencia policial contra los negros. Al parecer, el racismo es culpa del supremacista Donald Trump y sus secuaces. Así lo decían muchas pancartas en España. También una en Oviedo. Ese día, la mujer con el peto de Amnistía Internacional pidió a toda la plaza que hincase la rodilla. Para hacernos la foto. Hoy El País habla del pelo afro y los derechos civiles en EEUU. De entre todas las personas que se bajaron del tren en Oviedo, dos eran negras. Los secretas sólo las identificaron a ellas. A una la agarraron del brazo y se la llevaron. A comisaría. Por negra y por no tener papeles. La obligaron a quitarse el sujetador y los cordones de los zapatos. Una policía la cacheó en busca de drogas. En el calabozo no existe la distancia social. De pronto, por negra y por no tener papeles, era sospechosa de tráfico de estupefacientes. Cien mil detenciones en un año. Doscientas setenta y cuatro al día. Ese ha sido el récord español de encierros en calabozo en aplicación de la Ley de Extranjería. Verdaderamente, Donald Trump es un fascista.
Las calles, después del silencio interrumpido por tanquetas militares, vuelven a estar infestadas de coches. No las vemos porque son microscópicas, pero las partículas contaminantes proliferan otra vez. Con cada respiración penetran, profundamente, en nuestros pulmones. Se estiman en treinta mil los fallecimientos prematuros cada año por contaminación del aire en el Estado español. Ahora que nos tragamos las estadísticas producidas just in time, resuena esta cifra, ¿verdad? Treinta mil.
Toda la población asturiana respira habitualmente aire contaminado. Responsabilidad individual. Ponte una mascarilla. Tractores rociando las caleyas con lejía. Ochocientas muertes en Asturias como consecuencia de la contaminación atmosférica. Veinte mil sanciones durante el estado de alarma. No recuerdo que el presidente asturiano o la delegada del Gobierno hayan dicho nada de las micropartículas. Quizás habría que multarles por ello. En el mundo mueren anualmente más de medio millón de niñxs por enfermedades respiratorias asociadas a la contaminación. La mayoría por neumonía. Usa mascarilla. Cuida tu salud y estarás cuidando la de todos. ¿Quiénes somos todos?
Zoonosis. Una sofisticada palabra. El paso de enfermedades infecciosas de otros animales a los seres humanos (o viceversa). El coronavirus es fruto de una zoonosis. Las granjas industriales son una de las causas principales de la proliferación de zoonosis. Gripe aviar, gripe porcina, entre otras. En España se mata cada año a cincuenta millones de cerdos. Casi la mitad en Catalunya. En España cuelgan de los balcones miles y miles de banderas rojigualdas. Ahora también hay gente que las lleva en la mascarilla. Como un escupitajo. Sin embargo, en lo que respecta a las granjas industriales, hay muchas zonas de España que quieren emular a Catalunya. Más allá de las banderas y de los escupitajos. El Gobierno de Castilla y León, por ejemplo, se propone agilizar algunos trámites. Eso de que una industria que consume agua como si fuera una ciudad, contamina acuíferos como si fuera una mina y emite gases como si tuviera una enorme chimenea tenga que pedir licencia ambiental es una burocracia innecesaria.
Antes del estado de alarma, había en el mundo unos setenta mil millones de animales encerrados en granjas industriales.
Eso sí que es un confinamiento gigantesco. Animales hacinados,
maltratados, estresados y atiborrados de antibióticos. Ahora, en la
nueva normalidad, hay, millón arriba, millón abajo, los mismos. Ponte la
mascarilla. Apelo a tu responsabilidad individual. Tampoco he escuchado
a nuestro presidente hablando acerca de este asunto. En estos
ecosistemas distópicos, la posibilidad de que un virus salte de un pollo
o un cerdo a un ser humano se multiplica. Bosques y biodiversidad se destruyen a toda máquina para engordar a toda esta carne enlatada en jaulas. La fauna silvestre que sobrevive va quedando encajonada en rincones cada vez menos recónditos. Lo cierto es que ya no existen rincones recónditos. El contacto con otras especies y la mercantilización de los llamados animales salvajes
dispara las posibilidades de zoonosis. Ébola, coronavirus, entre otras.
Que los humanos urbanicemos cada vez más territorio tampoco ayuda. Las
ciudades se extienden y matan o desplazan a muchas especies animales.
Los humanos también somos animales. No vivimos en jaulas, pero cada vez
más gente trabaja, vive y se desplaza en contextos de hacinamiento.
Cuando la zoonosis se produce, el virus encuentra las condiciones para
expandirse a sus anchas.
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