Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, enero 2

Una nueva mercancía: LA INTIMIDAD

Las mercancías que las nuevas tecnologías están poniendo en movimiento son, básica y precisamente, los pensamientos, los sentimientos, las ilusiones y los sueños, las obsesiones y deseos, los secretos y confesiones de los hombres y mujeres. Y para esta inmensa subasta de las conciencias es absolutamente necesario que los propios interesados se pongan también en movimiento, que acepten transformar en materia prima lo que antes pertenecía exclusivamente a su vida privada, esa que, se decía, ninguna tiranía podría arrebatar, que incluso en el campo de concentración permitiría al recluso sentirse todavía libre. De esta forma, nada debe quedar fuera del imperio de la economía.

No se trata solamente de que todas las actividades sean formas distintas de trabajo, de la aniquilación del ocio y hasta de la pereza, que por fuerza ha de rendir objetivizándose en entretenimientos lucrativos. Hay algo más: todo, absolutamente todo, ha llegado a ser materia prima, todo es potencialmente una mercancía que entra en el juego de la oferta y la demanda, porque en ese reino ya no hay espacio vital para las sombras.

El espectáculo tampoco tiene marcha atrás, y lo que la pantalla libera se queda entre nosotros para siempre, modificando nuestro comportamiento como los agentes químicos corrompen el organismo, incrustándose en el código genético de la sociedad a la que obligan a mutar como una contaminación radioactiva que se ha hecho ya hereditaria. Y al igual que no fue casual la coincidencia entre aquellos programas de la “cámara oculta” que se popularizaron en los años 70, y la instalación de cámaras de vídeo en bancos y organismos públicos, podemos suponer también que Gran Hermano no se contenta con acotar las regiones de la intimidad para su posterior rentabilización, sino que prepara también la invasión y conquista definitiva de lo que queda todavía de espacio público indemne y, más adelante, del propio espacio privado o doméstico. Medios técnicos no faltan. Tan sólo se trata de preparar el terreno.

La ingenuidad llegaba al patetismo en algunos de nosotros cuando, al pasar ante un comercio con una cámara de vigilancia conectada a una televisión encendida, nos deteníamos y nos exponíamos a su campo de visión para vernos atrapados en la pantalla, lo que no nos provocaba asco o miedo sino un loco regocijo. La neotelevisión resucita aquella felicidad demente y la extiende por todos los hogares, y así se tantean las señales de resistencia, de escándalo o de cansancio.

Se comprende que el capitalismo amable actual y sus empresarios alternativos no deseen hacer ya el trabajo sucio: en adelante, serán los mismos trabajadores los que, como en un concurso de televisión, se eliminen unos a otros, decidiendo quien se va y quien no cuando al Capital se le antoje anunciar que hay “crisis”. Tal vez voten también los clientes de la empresa, los familiares de los trabajadores o, por qué no, sus vecinos. Lo veremos muy pronto. Por ahora, ya nos estamos acostumbrando a la idea, que evidentemente entretiene y divierte.

Fragmentos de Consecuencias de un mal uso de la electricidad. Sobre la fase experimental del capitalismo de espíritu, José Manuel Rojo. Publicado en Salamandra 11-12 (Grupo Surrealista de Madrid)

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