Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, enero 14

Jean Meslier y su memoria contra la religión

Nos ocupamos en esta entrada de Jean Meslier y de su gran libro, que abre la colección de la editorial Laeotoli llamada "Los Ilustrados": Memoria contra la religión, tal vez la primera obra que puede ocuparse de un ateísmo con rasgos ya plenamente modernos y con ciertas aspiraciones libertarias.

Jean Meslier nació en Rethel (Champaña) en 1664 y, inexplicablemente dado lo que voy a pasar a explicar a continuación (solo descubierto tras su muerte), ejerció discretamente sus funciones como párroco en Etrépigny, en las Ardenas belgas, hasta el fin de sus días en 1729. Michael Onfray en su libro Tratado de ateología (Anagrama, 2006) menciona al "padre" Meslier como punto de partida de la verdadera historia del ateísmo; Meslier, después de haber ejercido como sacerdote católico durante décadas sin sospechas de falta de fe, como refiere Onfray, dejó una voluminosa obra de cerca de 3.500 páginas, Testamento. Memoria de pensamientos y sentimientos de Jean Meslier (1779), además de dos cartas, en las cuales arremete contra la Iglesia, la religión, Jesús, Dios, pero también contra la aristocracia, la monarquía, el Antiguo Régimen, denuncia con violencia inaudita la injusticia social, el pensamiento idealista, la moral cristiana del dolor, y profesando al mismo tiempo una especie de comunalismo anarquista, una filosofía materialista auténtica e inaugural y un ateísmo hedonista de sorprendente actualidad.

Este libro legado por Meslier fue empezado cuando contaba ya 60 años, escrito pacientemente y con gran esfuerzo por las noches y a la luz de las velas, de la cual acabaría haciendo dos copias, también en las mismas condiciones. Dos o tres años después de acabar el libro, Meslier fallece y fue su sucesor en la parroquia de Etrépigny el que encuentra el manuscrito junto un par de cartas. En la primera de ellas, dirigida a su sucesor, le ruega que sea benévolo con la obra que ha legado a la posteridad. La otra carta, algo más extensa, tiene como destinatario al cura de la parroquia vecina, al cual pide que no pierda su obra y que sirva para enseñar a las personas a las que ellos como sacerdotes suelen dirigirse. Muy pronto, se suceden los rumores provocados por aquellas primeras personas que leen la obra, y a pesar del escándalo provocado, la obra se mantiene y acaba siendo distribuida poco a poco por todo el mundo.

La critica a la moral cristiana, y religiosa en general, conduce a Meslier de forma necesaria a la crítica política. La obra que difunde Voltaire llevó el título de Testamento del cura Meslier, y en ella se obvió gran parte de la crítica social y del contenido filosófico, aunque tuviera una gran distribución. Si reducimos la obra a un ataque furibundo al clero, olvidamos que Meslier fue una personalidad extraordinaria que apostó por un materialismo ateo, en una época en que se imponía el deísmo (del cual Voltaire es un claro exponente), y por una república libre e igualitaria (hay quien definió a Meslier como anarquista, lo cual resulta muy significativo en un tiempo en que las ideas libertarias modernas no habían nacido). Por lo tanto, el anticlericalismo solo es un parte de una visión radical mucho más amplia. Hay quien observa la intención de Voltaire de manera benevolente, ya que deseaba por encima de todo desterrar a la religión, lo cual abría las puertas a un mundo nuevo. Visto hoy, no sabemos si es posible justificar la "traición" de Voltaire; en cualquier caso, lo más importante es la reivindicación del pensamiento radical, y muy avanzado para su tiempo, de Meslier. En 1791, Holbach publica un resumen de una obra suya, llamada Sistema de la naturaleza, con el título de Le bon sens du curé Meslier (El sentido común del cura Meslier), la cual se convierte junto al compendio de Voltaire en las dos grandes referencias que legan un Meslier simplemente ateo y materialista, bien acogido por una nueva época, pero sin las importantes referencias sociales y filosóficas. No es hasta finales del siglo XIX cuando comenzará a editarse la obra completa de Meslier, aunque siempre teniendo más peso y mejor suerte la difusión del Testamento de Voltaire.

Hace pocos años, yendo ya por su segunda edición, Editorial Laetoli ha publicado en castellano la obra completa de Meslier, con el título de Memoria contra la religión. No olvidemos que fue escrita cuando el autor estaba al borde la muerte, lo cual le confiere seguramente una mayor honestidad, tanto en su negación de las supersticiones religiosas, como en su denuncia de lo que considera los males de la sociedad. Hay que ver la obra también como una confesión, teniendo en cuenta que Meslier se pasó gran parte de su vida predicando lo que él mismo sabía que eran falsedades. Aunque se dan en la obra, lo de menos son las explicaciones sobre por qué fue incapaz de romper antes con todo, y tal vez si se hubiera dado el caso su obra legada no tendría un valor tan enorme para edificar un mundo nuevo. Poco se sabe, en cualquier caso, de la vida del cura Meslier, más allá de un par de anécdotas sobre conflictos con los altos poderes eclesiásticos, y hay que quedarse con estas palabras escritas al final de su obra: "Puedo decir que nunca he perpretado un crimen ni he cometido una mala acción. Desafío a cualquiera, ahora mismo, a que pueda hacerme un reproche justamente y con motivo. Por lo cual, si me tratan injuriosa e indignamente y me persiguen y me calumnian una vez muerto, será simplemente porque he cometido un solo crimen, el de haber dicho ingenuamente la verdad. No otra cosa he hecho a lo largo de este escrito, a fin de poner a vuestro disposición, a la vuestra y a la de vuestro semejantes, un medio que os pueda ayudar a desengañaros y os pueda servir para que podáis poneros de acuerdo entre vosotros, si así lo queréis, a fin de sustraeros y libraros de todos esos errores detestables y de todos esos detestables abusos y supersticiones en los que os halláis inmersos".

Meslier abrigó, en suma, una oposición feroz a los poderes establecidos, tanto civiles como eclesiásticos, por considerar que oprimían y explotaban económicamente al pueblo. Era muy duro con todas la religiones, presentando "demostraciones claras y evidentes de la vanidad y falsedad de todas las divinidades y de todas las religiones del mundo", pero especialmente con el cristianismo, como instrumentos de explotación y conjunto de falsedades -falsedades formadas, e inculcadas, para mantener al pueblo bajo la tiranía-. No tienen precio las afirmaciones de Meslier sobre la religión cristiana: las Escrituras son falsas, la tradición es espuria, los dogmas son absurdos, no hay ni Dios, ni cielo, ni infierno, ni inmortalidad del alma; no hay tampoco ningún designio en el universo: toda la realidad es materia en movimiento y la materia obedece a leyes mecánicas, no divinas. Hay quien considera que Meslier estuvo influido por Spinoza, interpretado desde el punto de vista ateo.

La obra de este "padre del ateísmo" contribuyó de manera no desdeñable en la corriente de librepensamiento, así como en el desarrollo del materialismo, en la Francia del siglo XVIII; el naturalista y materialista Holbach, otro insistente crítico de las creencias cristianas y de los prejuicios de toda clase, y también adherente a un ateísmo sin vacilación, celebró las opiniones de Meslier como liberadoras de todas las supersticiones y de todas las opresiones, y publicó parte de su obra en 1772; Voltaire también lo dio a conocer en 1762 en sus aspectos anticristianos y anticlericales, pero silenciando su ateísmo, su materialismo y sus revolucionarias ideas sociales. Podemos considerar a Meslier, por lo visto hasta ahora, y hasta cierto punto, inaugural en ciertas corrientes de pensamiento. Original también fue al considerar la religión como una fuente y una causa fatal de perturbaciones y divisiones eternas entre los hombres, solo había que ver las persecuciones a fuego y sangre entre los diferentes defensores de insensatas y ciegas creencias y deplorable también por llevar a cabo, bajo el bello y falaz pretexto de defender y mantener la pretendida verdad de sus religiones, toda suerte de males y maldades.

No hace falta ir muy lejos para encontrar un paralelismo entre las fundamentales denuncias de Meslier y el sangrante mundo en el que seguimos viviendo. No olvidemos que el párroco vivió en los siglos XVII y XVIII, en el tiempo y el país donde se desarrolló la Ilustración, que aspiraba a llevar a la humanidad hacia el progreso definitivo (hoy comprobamos que, o bien fracasó, o aludió desde el principio a un progreso científico y tecnológico, el cual resulta discutible en muchos aspectos, e inalcanzable para gran parte de la humanidad en sus aspectos asistenciales), instalando la razón y dejando atrás la superstición, la tradición y la tiranía. Algunos aspectos de la Ilustración daban esperanza para los sueños emancipatorios de Meslier, los cuales fueron pronto truncados: la lucha de clases siguió teniendo pleno sentido (y continúa teniéndolo, por mucho que la clase política se empeñe en emplear una retórica democrática, liberal y progresista al respecto, inculcando una especie de creencia en que solo hay un camino) y la religión sigue enfrentando y dividiendo, quizás más que nunca.

Todas y cada una de las denuncias que Meslier hizo a la Iglesia católica, a sus dogmas absurdos y a su gran responsabilidad en intentar mantener a las personas en un estado de sumisión e inmadurez, resultan vigentes de forma evidente; tratándose de creencias religiosas basadas en dogmas, poco pueden haber cambiado con el paso de los siglos (por muchos matices que se apliquen, interesadamente, o por poca práctica que generen, dada la fortaleza del sentido común). Quizá resulte más difuso todo lo relativo a sus connivencias con los poderes civiles de explotación (aunque no olvidemos que el Vaticano es un Estado), pero es importante señalar su tremenda responsabilidad histórica, la tan manida memoria que es propiedad de todos, y de la que pretenden adueñarse los vencedores. Hay una historia también para el ateísmo liberador y libertario, y una muestra es el "padre" Meslier, al que me parecía justo homenajear con unas cuantas palabras, lo haremos con él como con tantos otros que se atrevieron a ir hasta el fondo denunciando las injusticias.
Una cosa más por la que Meslier ha tenido un sitio en la historia es por una familiar frase, que ha sufrido muchas variantes, atribuida en numerosas ocasiones a otras figuras, la de que "la humanidad sólo será feliz el día que el último de los tiranos haya sido colgado con las tripas del último cura". Si el párroco francés simplemente utilizaba una violenta metáfora es algo que no sabremos nunca.


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