Tras
once días de asedio, bombardeos constantes y varios centenares de
muertos, en el 18 de marzo del año 1921, la ciudad-fortaleza rebelde de Kronstadt
(en la isla de Kotlin, a unos treinta kilómetros al oeste de
Petrogrado) es ocupada por tropas selectas del Ejército Rojo, cuyos
habitantes —de larga tradición revolucionaria— se sublevaron contra la
nueva autocracia que representaba el gobierno bolchevique, al grito de
«todo poder a los soviets libres» y por una «tercera revolución».
Las tropas asaltantes que atravesaron el helado Golfo de Finlandia estaban compuestas por adeptos al Partido Comunista, chekistas,
cadetes dogmatizados en las escuelas militares y tropas lejanas de Asía
Central (ya que las de la región de Petrogrado habían sido
desmovilizadas o desarmadas, por simpatizar con los amotinados) en cuyo
avance estaban siendo vigilados por ametralladoristas con la orden de
disparar sobre los posibles desertores. Los defensores de la isla
compuesta de marinos, soldados rojos y obreros, resistieron lo que
puedieron, muchos fueron apresados y fusilados y otros (poco más de la
mitad, unos 8.000) lograron escapar a la vecina Finlandia, como once de
los quince componentes que formaron el Comité Revolucionario provisional
que dirigió la rebelión.
El motivo del levantamiento es consecuencia del
creciente descontento en las masas populares rusas producida tras tres
años de guerra civil, carestía de víveres (causada por el bloqueo
internacional) y la dura represión. Cuando el último de los generales blancos es
vencido, en noviembre de 1920, con el final de la guerra con Polonia y
el bloqueo que los países capitalistas han impuesto al nuevo estado
desaparece, éstas —las masas— esperaban ver cumplidas las promesas de
1917 que nunca llegaban. En el campo estallan revueltas campesinas en
las regiones de Tambov y Voronezh, el Volga Central, cuenca del Don, el
Kubán y Siberia occidental, y en Moscú y Petrogrado huelgas obreras. En
el caso de Petrogrado, las reivindicaciones se hicieron más políticas,
exigiendo una mayor democratización del régimen y el levantamiento de la
ley marcial. La respuestas de los bolcheviques fueron, las amenazas,
los despidos —con la consiguiente anulación de su ración diaría de
víveres (una condena al hambre)— y varios arrestos de los cabecillas,
junto alguna que otra concesión, para poder llegar a controlar la
situación el 28 de febrero.
Para
entonces, Kronstadt, se había contagiado y solidarizado con los
huelguistas de la antigua capital. Los pobladores de esta base naval
habían tenido una gran importancia como defensores a ultranza de la
revolución; el día 28 de febrero, la tripulación de los acorazados Sebastopol y Petropavlosk
redactarón una resolución, que fue aprobada al día siguiente por el
resto de la población de la isla en una asamblea general multitudinaria
en la plaza del Ancla, a pesar de las amenazas de los dirigentes
bolcheviques. En el programa se exigía libertad de prensa y expresión,
libertad de reunión, libertad de los presos izquierdistas, supresión de
las secciones políticas de la flota, igualdad de abastecimiento...
En
un congreso celebrado el 2 de marzo se eligió un Comité Revolucionario
Provisional (con cinco miembros, que luego pasarían a ser quince), y se
detuvo a tres jerarcas comunistas (Vasiliev, presidente del Soviet de
Kronstadt, Kuzmin, comisario de la flota del Báltico, y Korsunin,
comisario de los acorazados) después de correr el rumor, no confirmado,
que anunciaba la llegada de tropas gubernamentales para detener a los
reunidos.
Junto a los
revolucionarios, los antiguos oficiales zaristas (puestos por el
Gobierno como «especialistas militares») quisieron entablar contacto y
colaborar con ellos, pero el Comité declinó la oferta. Pero eso fue
utilizado por las autoridades bolcheviques para difamar el movimiento
insurgente. La prensa y la radio oficiales les acusaban de ser
«contrarrevolucionarios» al servicio del Capital extranjero, cosa que no
era cierta.
Los sublevados rechazaron la ayuda que desde el exilio les ofrecían los blancos.
Kronstadt confiaba solamente en persuadir a las autoridades para evitar
todo derramamiento de sangre, algo que no se pudo evitar. Mientras, los
bolcheviques de Petrogrado (con Zinoviev a la cabeza) detienen a los
familiares de los kronstadtianos.
Dos
semanas duró el sitio gubernamental (Trotski comandaba entonces el
Ejército Rojo) en el rendimiento de la base. Varios lograron huir a
Finlandia y a los que capturaron, los fusilaron después, entre ellos,
cuatro miembros del Comité Revolucionario.
Aunque los anarquistas se identificaron con el movimiento,
realmente sus artífices no pertenecían a ninguna adscripción política
determinada, aunque muchos de ellos habían pasado por las filas del
Partido Comunista ruso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario