Philippe Pelletier
(Junio-2013)
¿Quién habría pensado, hace diez años, que se fuera a crear un movimiento anarquista en Túnez?
Sin
duda existieron hace tiempo grupos anarquistas en el Magreb, que
reagrupaban a árabes y europeos. Pero los éxodos de la población y los
regímenes autoritarios surgidos de la descolonización lo barrieron todo.
Existía también la tradición del tatuaje en tres puntos, que
significaban tres desobediencias: desobedecer a Dios, desobedecer a la
familia, desobedecer al poder. Después, el pueblo se sublevó contra la
dictadura de Ben Alí. No obstante, entre la revuelta y el paso al
anarquismo, es decir, a un anarquismo reivindicado, asumido y organizado
con el fin de cambiar realmente las cosas, el abismo es relativamente
grande.
Se
ha pasado de estar harto en Túnez, donde varios factores han llevado a
unos y otros, que contribuyeron con sus propias manos a derribar el
régimen, a reivindicar de manera explícita el anarquismo. La
insatisfacción es el efecto más fuerte frente al autoritarismo reinante
en el seno no solo de los regímenes políticos sucesivos, sino también
entre los partidos de izquierda y de extrema izquierda. Los principios y
la historia anarquistas han sido descubiertos gracias a las
informaciones disponibles en la red (que ha desempeñado un papel
importante), o a través de Europa (a través de los emigrados o los
estudiantes tunecinos de Francia).
Los
logros de la descolonización —instrucción pública y situación de la
mujer— crearon brechas para la emancipación. La crítica del anarquismo
en los escritos clásicos del marxismo atrajo la atención sobre el
anarquismo, a la inversa del efecto esperado por sus detractores. Las
reivindicaciones a menudo llevadas a cabo por los partidos de izquierda
sobre la libertad o la «fuerza participativa» parecen estar encarnadas
del mejor modo en el anarquismo.
De
golpe, después de cerca de dos años, se constituye cierto número de
grupos anarquistas, o cercanos al anarquismo, en Túnez, Sfax, Béja,
Susa, y otros en Bizerta, Sidi Buzid, Zaruán o Tozeur.
El
sindicalismo está tan desacreditado por el sindicato oficial, que es la
UGTT (Unión General de Trabajadores Tunecinos, que rechazó convocar a
la huelga general en el momento crítico, y con una corrupción que
alcanza a su base) que la mayor parte de los militantes anarquistas
estiman que hay que posicionarse de modo diferente. Además, en el
Estado, el sindicalismo apenas puede satisfacer a los numerosos parados,
a los precarios y a las feministas. En cuanto a la religión, las
posiciones que se obsesionan con ella corren el riesgo de olvidar la
cuestión económica y social.
Las
A en círculo florecen por todos los muros, sin que su sentido sea
plenamente comprendido, pero los anarquistas tunecinos se esfuerzan por
aclarar las cosas. En Túnez, el Movimiento Desobediencia, que cuenta con
unos sesenta miembros, incluyendo a las feministas anarquistas, edita
en árabe el periódico llamado Revolucionario Común, del que acaba
de aparecer el tercer número. Se discuten proyectos de locales
alternativos, de cooperativas agrícolas o de AMAP (Asociaciones por el
Mantenimiento de la Agricultura Campesina).
La
solidaridad internacional hacia esos compañeros que no tienen muchos
medios debe actuar a pleno rendimiento respetando la autonomía de cada
uno, conforme a los principios y la ética anarquistas, sin olvidar que
federarse nacional o internacionalmente puede ser una fuerza.
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