Me ha quedado hoy el título algo lírico, pero de vez en cuando aparece mi gran corazón tras esa máscara ferozmente nihilista que me gusta adoptar. El caso es que, dicho encabezamiento, define muy bien los deseos y aspiraciones de los ácratas sobre una sociedad, efectivamente, libre y solidaria. Y, ojo, cuando hablo de sueños, como en tantos otras conceptos hoy pervertidos por la cara más inane de la posmodernidad, no me refiero a no estar bien despiertos sobre el mundo en que vivimos y querer transformarlo para mejor. Me refiero exactamente a eso, a deseos y aspiraciones para el futuro bien conectadas con la realidad de hoy, ya que no hablamos de un mañana dictado por supuestas leyes teleológicas (sea lo que sea eso). Y no hay mayor concepción de la libertad que aquella que la concibe estrechamente vinculada a la solidaridad (es decir, la libertad propia ligada a la libertad de los demás, algo bello sostenido ya por los libertarios clásicos, que se deja a un lado con facilidad en la, a menudo, confusión posmoderna). Y, no debería hacer falta explicarlo, empleo la palabra libertarios (y libertarias) ex profeso, con su sentido originario de persona que busca una sociedad libre y solidaria. Nada que ver con su perversión actual, usada por los que buscan solo su propia liberación y la de su mezquino capital.
Cuando uno se proclama anarquista, supongo que debido a su mala prensa, pero también al supino analfabetismo político tan extendido, una vez adoptada una obligada mueca de hastío al ver la reacción de nuestro interlocutor, empuja a continuación a una serie de esforzadas aclaraciones. No, no siempre se da la paciencia para estas situaciones, pero insisto, uno tiene su corazoncito y pasa a la noble empresa de tratar de disipar la niebla de la ignorancia (insisto, hoy me siento poeta). Así, se pasa a explicar que el ácrata no es solo alguien ingobernable (eso se da por hecho, claro). También, hablamos de alguien que siente una sincera preocupación por el otro, que le da un sentido veraz a la noción de solidaridad y que confía en que el paradigma más extendido a nivel social sea eso tan bello del apoyo mutuo. Claro, las respuestas inmediatas suelen oscilar entre la alusión a una mera utopía y la probada iniquidad del ser humano para convivir decentemente con sus semejantes si no se ve forzado a ello. Digo yo que a pesar de los problemas que, bien entrado el siglo XXI, siguen asolando a la humanidad, si hemos llegado hasta aquí es por algo. Y, creo, se ha hecho fundamentalmente gracias a la cooperación y la ayuda mutua dejando en ocasiones a un lado los factores alienantes y mistificadores que empujan a enfrentarse al vecino.
Los anarquistas (o libertarios) desean extender esos nobles paradigmas al conjunto de la sociedad frente a los imperantes de competencia y sálvese el que pueda. Hemos llegado a un punto de miserabilidad humana que parece que tiene que dar vergüenza expresar algo así ante el temor de que le llamen a uno pueril o ingenuo. Pues bendita sea la ingenuidad si eso no te hace ser un cínico, en su sentido más despectivo, o directamente un malnacido. No es que los ácratas (o libertarios) consideremos que los seres humanos puedan convertirse en una suerte de ángeles en la convivencia social, otra estupidez muy extendida en una crítica al anarquismo, quizá permanentemente interesada, de muy corto recorrido moral e intelectual. Sencillamente expresado, uno tiene la suficiente lucidez y honestidad para observar cómo la sociedad consumista, unida a la dominación política en su versión más amable, ha hecho de nosotros un hatajo de borregos insolidarios. No es posible culpar siempre al sistema de todos los males que nos aquejan, por supuesto, si el llamado homo sapiens no estuviera constituido por muchos rasgos, unos admirables y otros en absoluto, no sería posible potenciarlos debido al contexto social. Los libertarios, gracias a la confianza en los más nobles valores de la condición humana y en eso que alguien describió una vez como coacción moral aspiran, no a construir ningún paraíso, sino a edificar una sociedad más libre, justa, inteligente y solidaria. No, no son solo bellos sueños, ni mera poesía, espero haberlo explicado.
Juan Cáspar
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