Año tras año llega el 2 de marzo, y en este 2024 se cumplen 50 años del asesinato a manos del Estado del militante del MIL, Salvador Puig Antich.
Salvador era un joven de familia trabajadora y con sueños de libertad y de acabar con la dictadura franquista para poder lograr una sociedad mejor. Su asesinato fue el reflejo del modo de actuar de una dictadura revanchista y violenta. Fue condenado a pena de muerte en un juicio sin mínima posibilidad de ejercicio de defensa. Como venganza del ataque al núcleo duro del franquismo con el atentado a Carrero Blanco, los platos rotos los pagó Puig Antich. Fue un caso claro de lo que hoy se llama “ejecución extrajudicial”, una grave violación de los derechos humanos.
El Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) realizaba atracos para colectivizar los recursos de los bancos en actividades de lucha contra la dictadura y apoyo a los presos anarquistas.
Pero los miembros del MIL no eran unos maleantes sino unos soñadores “románticos” que, como en muchas ocasiones en los grupos antifranquistas, sufrieron las denuncias de infiltrados y delatores. Y así cayó Salvador, vendido por un delator, se revolvió en el momento de la detención y en medio de un tiroteo un policía cae muerto, al igual que Salvador que resultó herido por balas. El primer paso hacia el vacío en la defensa de Salvador fue el juzgarlo por un tribunal militar y que le llevó a la terrible muerte a garrote vil.
Ya nos podemos imaginar las garantías ofrecidas al reo por parte del tribunal. La investigación fue nula y la condena a Puig Antich estaba decidida desde el mismo momento en que el subinspector Francisco Anguas murió. En el juicio no se permitió ni una sola prueba a la defensa, como denuncia en declaraciones Magda Onarich. Del mismo parecer es Jordi Panyella y así lo refleja en su libro “Salvador Puig Antich, caso abierto” tras analizar el sumario y la toma de testimonios que se habían mantenido en silencio por miedo. De hecho ha descubierto la ocultación de documentos y de pruebas que demostraban la exculpación de Salvador.
A pesar de los ímprobos intentos de su familia pidiendo la revisión del proceso y así demostrar la ignominia de su asesinato, han sido rechazados los recursos de revisión de la sentencia incluso con las nuevas pruebas logradas tras la investigación del periodista Panyella. Su hermana Merçona fue a Argentina para prestar declaración en la querella contra los crímenes del franquismo interpuesta en el Juzgado n° 1 de Buenos Aires. Incluso el Ayuntamiento de Barcelona, junto a las hermanas de Salvador, llegó a presentar querella contra Carlos Rey González, actual abogado y ex juez del Consejo de Guerra que firmó la pena de muerte de Salvador Puig Antich y, como en todos los casos, acabó archivada.
Ahora se cumplen 50 años de su asesinato y muchas se suman a su recuerdo y al homenaje pero hace 50 años eran pocos los que se movilizaron pidiendo el indulto o la conmutación de la pena de muerte como dice el historiador Guzmaro Gómez “Al PSUC, al PCE, al PSOE y a todos los que están negociando la salida de la clandestinidad no les conviene nada en aquel momento aparecer vinculados a la estrategia insurreccional, violenta que habían practicado Puig Antich y el MIL”.
Salvador Puig Antich era un anarquista y también un soñador. Y soñaba con un indulto y conmutación de su pena de muerte hasta el momento final. Pero estaba claro que el régimen sanguinario quería mandar un mensaje a la lucha antifranquista y a pesar del golpe duro recibido por el asesinato del seguro continuador de la dictadura unos meses antes, tenía que demostrar fortaleza y mano dura.
Y hoy su muerte quiere ser aprovechada para llevar a su terreno a quien no puede tomar partido. Pero lo único que tenemos es el compromiso de Salvador con un grupo autónomo y que rechazaba la sumisión a una jerarquía y cuyo compromiso era la edición de materiales para la educación revolucionaria de la clase trabajadora. La doble intención de siempre relacionar el anarquismo con la violencia ya resulta cansina y exaspera está manipulación que acaba llevando a relacionar a Salvador Puig Antich con el pistolerismo.
Lo cierto es que un joven inocente de la muerte del policía acabó ajusticiado de una de las maneras más crueles que ha desarrollado el Estado y sus sueños quedaron ahogados en su muerte. A pesar de todo, hoy desde el movimiento libertario se debe reivindicar la lucha que representa la figura de Salvación Puig Antich porque encarna la rebeldía contra la opresión y por la educación de la clase trabajadora para su implicación en la revolución.
Salvador, junto con Heinz Chez, fueron los últimos ajusticiados a garrote vil en el Estado español. Todo parece indicar que su ejecución se vio arrastrada por la decisión de llevar a cabo el cumplimiento la condena a pena de muerte del militante anarquista sin remisión. Para que no se notara la saña del régimen con el luchador anarquista parece que se decidió llevar a cabo la condena del delincuente preso en la cárcel de Tarragona que no tenía ningún apoyo ni familiar ni social en su defensa. Así, sus vidas con distintos caminos acabaron unidas en las portadas de la prensa del momento como los últimos ajusticiados de forma sádica por un régimen sangriento.
Actos que se celebrarán en homenaje a Puig Antich
Charo Arroyo
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