Resulta ya extremadamente preocupante, y será cosa de la «involución intelectual» que diría una amiga mía, cómo calan los discursos abiertamente simplistas y grotescos. Es posible que uno de los años colaterales que ha hecho el socialismo estatista, una de cuyas variantes en versión totalitaria es lo que el imaginario popular entiende por comunismo a estas alturas, está en el hecho de que gobernantes que deberían ser vistos como lo que son, inicuos e irrisorios, se llenen la boca de libertad sin asomo alguno de vergüenza. Comunismo o libertad, que dijo la indescriptible tipa que preside la capital de este inefable país, llamado Reino de España, y es la libertad que repite sin sonrojo un esperpento como el nuevo presidente de la pobre Argentina. Libertad, para esta gente, es todo lo que no guste a su liberalismo insolidario, usando el subterfugio constante de rechazar la opresión estatal, ellos que están al frente de gobiernos, y alabando el esfuerzo individual sustentado en sálvate tú mismo explotando a los demás. Es especialmente terrible que infinidad de jóvenes, que acabarán siendo carne de cañón en sociedades basadas en la explotación laboral, compren sin rubor el discurso de esa libertad basada en el emprendimiento, en la acumulación de riqueza y en una meritocracia, que también resulta falaz en la práctica.
No menos indignante es que los sinvergüenzas que adoptan ese discurso se presenten ahora como los verdaderos rebeldes y defensores, incluso, de la sociedad civil frente al poder del Estado. No debería ser necesario aclarar que su verdadera intención es la de cambiar la dominación estatal, que tampoco terminará por desaparecer, por otra de carácter privado. En realidad, ambas dominaciones, y esto también hay que agradecérselo a los verdaderos anarquistas, se alimentan mutuamente. Insistiremos, una vez más, que quiere demonizarse cualquier forma de socialismo, pero ignorando la posibilidad de uno sin poder político propio de las ideas libertarias y basado en la autogestión de los propios productores. Al mismo tiempo, desde la lucidez de las verdaderas ideas libertarias, no se observa al individuo aislado de una forma abstracta (como suelen hacer los liberales), sino como parte de una comunidad en la que, por supuesto, trata de preservarse la libertad individual, pero comprendiendo que la misma está vinculada de forma impepinable de la del conjunto de la sociedad. Y es que la libertad para el anarquismo siempre ha estado estrechamente unida a la solidaridad o de lo contrario, tan sencillo y tan complejo como esto, hablamos de privilegio de unos pocos.
Es en sociedad, y no en el individuo atomizado, donde hay que realizar una lectura moral de la política y la economía, y una concepción compleja de la libertad sola la concibe vincuada a la solidaridad y el apoyo mutuo. Palabra de un ácrata con tendencia algo nihilista y, valga la aparente paradoja, ferozmente individualista. Ojo, no es que la inenarrable Ayuso o el grotesco Milei, que se define a sí mismo como (pseudo)libertario, a los que aludía sin nombrarlos al comienzo de este lúcido texto, meros títeres de ciertas élites políticas y económicas, sean una rara avis en el mundo político. Semejante especímenes son sencillamente una exacerbación del sistema imperante en el que, gobiernen unos u otros, se quiere dar a elegir entre la fraudulenta libertad del capitalismo o bien el pernicioso proteccionismo estatal. Claro, un dilema falso, ya que ni unos van a acabar con un sistema económico injusto, ni otros van a desmontar el aparato del Estado en cuanto acaricien el poder. Alguien dijo que el principal logro del sistema ha sido que la gente sea incapaz de imaginar un mundo sin capitalismo; pues bien, habrá que empezar a hacerlo, y no solo pensar un mundo sin capitalismo (y actuar en consecuencia), por supuesto, también sin opresión estatal.
Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2024/02/05/hablando-de-libertad/
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