Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, enero 27

Sobre una tal Teresa de Calcuta

 


Escucho que a un cretino de Vox se le llevan los demonios porque alguien ha llamado «mal bicho» a la muy alabada, y también criticada, Teresa de Calcuta. Es lo que tiene ser un facha acrítico (valgo el pleonasmo). Resulta curioso que este personaje haya quedado en el imaginario popular, e incluso en el lenguaje, como sinónimo de realizar «buenas obras», incluso de manera exacerbada. Es decir, que si te muestras excesivamente genero o altruista, viene alguien a decir que eres «una Teresa de Calcuta». Veamos si podemos aportar algo de lucidez a toda esta distorsión moral a la que es tan proclive, en ocasiones, la bendita humanidad. Hay que recordar, y tal vez venga al caso, que la India es un país con un tremendo e irritante apego por las creencias sobrenaturales. De hecho, tengo unos vecinos originarios de aquellas tierras, gente tremendamente modesta, y hay que ver en las pelotudeces en las que creen. Tal vez, el viejo Marx, tan equivocado en otros terrenos, no andaba desencaminado cuando señaló que las creencias religiosas eran un consuelo del sufrimiento de los humildes en el mundo terrenal (el famoso «opio», tan malentendido por otra parte). Mis conocidos hindúes adoran a no sé qué deidad con forma de elefante y alguien dirá que no hacen daño a nadie y así nos echamos unas risas, pero me permito dudarlo, aunque solo sea por el tiempo que se pierde en tonterías.

Claro que, seguro, mucho peor es creer en una especie de déspota sobrenatural omnipotente que, al parecer, ha creado al ser humano a su imagen y semejanza. Para semejante viaje, no necesitábamos estas alforjas, y vamos de una vez al caso que nos ocupa. Un fugaz compañero de curro, ante mi estupor, me espetó que Dios, el judeo-cristiano se entiende, tiene preferencia por los pobres. Y creo que eso resume inmejorablemente la filosofía de esa figura tan criticable, Teresa de Calcuta, que el actual Papa (tan progre él) convirtió en Santa hace unos años. Y es que semejante personaje realizó todo un culto al dolor y la miseria desde su ideología católica fundamentalista realizando una constante prédica de la resignación y el conformismo. Y es que, recordemos, y esto es totalmente objetivo, la amiga reiteró una y otra vez que el sufrimiento de las personas les acercaba más a ese otro personaje de ficción llamado Cristo. Teresa de Calcuta era totalmente contraria al aborto, el divorcio y los anticonceptivos, aunque todo eso no resulta, claro, nada controvertible para los reaccionarios. Y es que dicha monja, otra lectura bastante clara, era ferozmente fundamentalista, partidaria de una fe exacerbada y contraria a cualquier renovación en la Iglesia (algo, hay que reconocerlo, absolutamente sincero y coherente con su doctrina).

Un tipo la mar de lúcido y simpático, por si no le conocéis, es Sanal Edamaruku, miembro de asociaciones racionalistas en la India, que ya tiene mérito. Para este hombre, la monja católica habría creado un mal nombre a Calcuta, una bella metrópolis, interesante, vitalista y rica en lo cultural, pintándola con los colores de la suciedad, la miseria, la desesperanza y la muerte. Su orden solo es una más entre decenas de organizaciones caritativas de la ciudad, pero supo crear el marco adecuado para dar relevancia a proyectos que nunca se materializaron y recaudar mucho dinero. El tal Edamaruku considera que la ayuda a los más necesitados de la orden fue solo testimonial y señala que no siempre estuvo claro a dónde fueron a parar tantos donativos. Incluso, se atrevió a calificar al personaje, después de declaraciones en las que insiste en su culto a la miseria y al sufrimiento, de «millonaria excéntrica». Dado que, según estas creencias, «el más hermoso regalo para una persona es poder participar de los sufrimientos de Cristo», no se suministra en sus casas para moribundos ningún paliativo al dolor. No solo no ayudó a los pobres de Calcuta, sino que sirvió a los ricos de Occidente, redimiendo conciencias de dictadores y criminales; una cantinela que suena enormemente familiar en líderes religiosos. Seguro que multitud de buenas personas tienen un buen concepto del personaje, pero más valdría que revisaran sus creencias. De momento, cuando alguien nos llame «Teresa de Calcuta», pongámonos en guardia, lo mismo la cosa tiene trampa.

 

Juan Cáspar

No hay comentarios:

Publicar un comentario