Esta no es nuestra casa, Víctor,
esta no será nunca nuestra casa. Este es solo el hogar
de los incendios y las orquídeas,
el lugar donde enterramos
decenas de caballos
en un agosto terrible,
donde dormimos entre los lirios
y lloramos por los fusiles
que nos habían arrebatado.
Nosotros, que no reconocemos
los tribunales de los justos
ni acatamos ninguna de sus leyes,
solo podemos comprar la libertad
con los cantos de los caimanes, Víctor,
pero hasta los caimanes enmudecen
con las crueles enfermedades del abismo.
Por qué no fuimos feroces,
por qué no asesinamos
con nuestras propias manos
a los hermosos adolescentes
que teorizaban sobre la revolución,
por qué les concedimos el don de la locura
y les llenamos el pecho de amapolas.
Esta no es nuestra casa, Víctor,
esta no será nunca nuestra casa.
Este es solo el lugar
donde los días fueron atroces
y nos molieron a golpes,
donde me trenzaste el cabello
en señal de luto
y nuestro lecho se llenó de cenizas.
Marchémonos de aquí, Víctor,
no estamos destinados
a morir entre la nieve.
Para nosotros está reservada
la única muerte que es luminosa.
Layla Martínez, del poemario inédito Cineraria. Tomamos el poema del número 1 de La Tormenta (Piedra Papel Libros y Calumnia Editorial, 2017).
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