Deconstrucción de la clase trabajadora. Evolución de nuestro desclase o involución de nuestra clase.
En Madrid, en los años 60/70 hay constancia de vida colectiva en los
barrios obreros, que era la traslación del modo de vida rural a
ambientes urbanos. Los portales estaban abiertos y los vecinos se
conocían; se ayudaban entre ellos superando, incluso, los conflictos
personales que tuvieran (no necesitaban caerse bien). Las Asociaciones
de Vecinos funcionaban apoyándose, igual que las casas de cultura o
regionales. Esta forma de funcionar se trasladaba a los puestos de
trabajo. Si bien, hablamos por experiencias vividas en nuestros
entornos, no es de extrañar que estas mismas situaciones se produjesen
en otros sitios como Barcelona, Valencia, Bilbao o Roma… En contraste
hoy, bombardeados de propaganda, estas dinámicas y formas de
organización han quedado en desuso y franca decadencia.
Hoy se dice que Amancio Ortega es un buen hombre (“nos da trabajo”) o
que Mercadona es un referente de empresa donde trabajar. Se hace defensa
de los empresarios por parte de los trabajadores, imbuidos en esa
propaganda global, donde participar de fiestas y homenajes al empresario
que te explota es la forma de agradecimiento por tener trabajo (aunque
en muchos casos también es una participación obligada o “sugerida”).
En estos días en series de TV, Películas, etc. se muestra a las clases
específicamente trabajadoras como torpes y “tontas”, mientras que las
llamadas clases acomodadas (profesiones liberales) aparecen como ejemplo
y referente a seguir. La percepción social del individuo se reduce a su
poderío económico. Todo se basa en ganar dinero. No en vano se habla de
que vivimos en una sociedad de consumo.Todo apunta a que el problema
radica en que el referente humano actual para muchas personas
asalariadas-explotadas es el empresario “de éxito”, mientras que en
otros tiempos existía otro referente, que principalmente era el
colectivo o algún grupo obrero destacable.
Parece que la propaganda del capitalismo a favor de la auto explotación y
dejación va ganando la batalla en el imaginario colectivo. Esta
propaganda se trabaja desde los medios de comunicación y todas las
instituciones, comienza en el Sistema Educativo/Cultural y se mantiene a
través del Judicial, Policial… a través del miedo y fomentando la
sumisión, realzando la figura de los propietarios-empresarios.
Esta propaganda, aunque apesta, funciona.
Se fomenta un modelo individualista/egoísta de promoción personal dentro
del sistema en detrimento de la defensa del colectivo, lo que antes se
conocía como “conciencia de clase trabajadora”. Esto en cuanto a las
clases trabajadoras, sin embargo los empresarios siguen teniendo muy
clara su pertenencia a su clase social, la dominante (“Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando” Warren Buffett)
Ya no se pretende mejorar la situación del colectivo sino emular el
ejemplo neoliberal del hombre hecho a sí mismo. Un ejemplo Steve Jobs.
Antes podías durar años e incluso toda la vida en un centro de trabajo.
Hoy, un día estás en un sitio y mañana puedes estar en otro,
flexibilidad laboral beneficiosa para el empresario y perjudicial para
el trabajador. Hay hasta contratos por hora, e incluso horas de trabajo
sin contrato.
Los problemas laborales existían antes y ahora. Antes cuando había un
problema laboral se enfrentaba colectivamente. Ahora se enfrenta
individualmente o ni siquiera se enfrenta, se asume como normal o
inevitable: por falta de formación o auto formación por parte de los
trabajadores, por miedo a sufrir represalias, por el deseo de prosperar
dentro del escalafón jerárquico…Currantes que defienden la ley aunque
vaya contra ellos. Asumen la propaganda interna: empatizan más con el
empresario que con quien pudieran establecer una relación de igual a
igual. ¿Será por comodidad para el trabajador, adoptar una postura
pasiva en el conflicto de manera que no sienta necesidad de luchar,
pensar o cuestionarse su situación “porque la vida es así”? Y así acabar
aceptando las leyes, la justicia, el empresario, etc, tal y como se le
presentan.
Desaparece la conciencia y la lucha que había antes. El concepto de
“clase obrera” se pierde en la llamada “clase media” desestructurada e
individualizada. Es más, esa propaganda sistémica se cuela hasta tal
punto en el imaginario colectivo de manera que incluso las personas
trabajadoras no quieren identificarse con una “clase baja”. El
sindicalismo ya no es entendido como organización en el trabajo para la
defensa del grupo, quedando absorbido por el sistema, desgastado, vacío
de contenido y a la venta. Todo parece apuntar a que lo mismo está
ocurriendo con otras luchas: feminismo, ecologismo, etc. La mafia de las
instituciones acoge y adopta todos estos términos de lucha a su
discurso en forma de propaganda/publicidad trazando una línea muy
estrecha en la que se sitúa lo “moralmente aceptable” frente a lo
“radical anti-sistema”, llegando incluso a utilizar toda la fuerza
represiva del Estado contra estos últimos.
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