ensayando su fulgor, planificando sus verbos.
Frotando esperanza u resistencia
para que brotase la posibilidad,
hemos acumulado vidas sorteando desilusiones,
encajando golpes, braceando para respirar
derrota tras derrota.
Pero, de tanto levantar la vista hacia el horizonte,
no nos hemos dado cuenta de las grietas
de primavera que han abierto nuestros pies.
Pequeñas, trémulas, ingenuas,
pero heridas
de un mundo nuevo,
necesitamos respirar de ellas,
celebrar su llama, fortalecer su coraje
para evidenciar que hemos
ido habitando lo imposible;
que nuestras manos
y las venas que nos acompañan
pueden deshacer la impermeabilidad
de estos engranajes de muerte
que nos coronan.
Mirémoslas.
Todavía ya es hora.
Del poemario: A pesar del muro, la hiedra. Alberto García-Teresa
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