Ha llegado a mis manos un librito publicado en 1979 por la editorial 8
Nëntori, de Tirana. Este libro recoge una serie de artículos escritos
por Stalin en polémica con los anarquistas georgianos entre 1905 y 1907.
En esos años, Rusia vivía un efímero periodo de libertad a
consecuencia de la revolución de 1905, e incluso en Tiflis (capital de
Georgia, donde vivía Stalin) se encendía la polémica entre anarquistas y
socialdemócratas. El grupo anarquista de Tiflis publicaba los
periódicos Nabati (Llamamiento), Muscha y otros. Los grupos
revolucionarios, hermanados por la lucha contra la autocracia zarista,
se diferenciaban por los métodos de acción; los socialdemócratas
aprovechaban los pocos espacios de libertad para dedicarse a su deporte
favorito: la lucha electoral, atrayéndose las críticas de los
revolucionarios y, en particular, de los anarquistas. Stalin escribe una
serie de artículos bajo el título de "¿Anarquismo o socialismo?" que
fueron publicados en los periódicos Ajali Droeba (de diciembre de 1906 a
enero de 1907), Chveni Tsjovreba (febrero de 1907) y Dro (abril de
1907). Los últimos artículos fueron secuestrados por la policía cuando
la componente más reaccionaria del zarismo puso fin a las ilusiones
legalitarias de los socialdemócratas y a sus periódicos legales.
El objetivo de Stalin en estos artículos era caracterizar al
marxismo, analizar las críticas anarquistas al marxismo y luego pasar a
criticar a la propia anarquía. En particular, los artículos publicados
tratan del método dialéctico, de la teoría materialista, del socialismo
proletario. Los artículos más explícitamente dedicados a la crítica de
la anarquía, a la táctica y a la organización del movimiento anárquico
no fueron publicados, y probablemente desaparecieron a causa de la
acción represiva de la policía zarista.
El interés de estos artículos está sobre todo en el estilo de Stalin:
su razonamiento es didáctico, a veces pedante, y trata de explicar de
manera simple y sintética incluso los problemas más complejos; esta es
una característica que Stalin conservará siempre, incluso en sus últimas
obras, como Problemas económicos del socialismo en la URSS, de 1952. El
trabajo de Stalin es una descripción previsible del "socialismo
científico", de los elementos teóricos comunes a la Segunda y a la
Tercera Internacional; del mismo modo proporciona un compendio de las
críticas marxistas en general y en particular a las interpretaciones
teóricas difundidas en el movimiento anarquista a principios del siglo
pasado.
Este libro, entre otras cosas, demuestra que Stalin compartió durante
muchos años las posturas de Lenin y la socialdemocracia internacional;
por ejemplo, fueron publicados textos de Stalin por el Partido Comunista
de Italia, liderado por Bordiga, en los años veinte del pasado siglo;
en este contexto, hablar de degeneración estalinista respecto a la
correcta enseñanza de Lenin y de Marx parece problemático: el
estalinismo es una de las posibles variables de la concepción
autoritaria, legalista y reformista de Karl Marx.
La serie de artículos contra los anarquistas georgianos comienza con
la exposición del método dialéctico: según Stalin, el método dialéctico
representa el movimiento continuo de la vida, en el que cada día algo
nace y crece, y también algo se deteriora y muere. El método dialéctico
ayuda a comprender que el proletariado nace y crece, crece de día en
día, mientras que la burguesía envejece y camina hacia la tumba; no
importa lo fuerte y numerosa que sea hoy la burguesía, porque será
derrotada. El método dialéctico ayuda a comprender las causas sociales
de la revolución, que para Stalin (y para Marx antes) se llaman
"desarrollo de las fuerzas productivas".
Sucesivamente pasa a ocuparse de la teoría materialista de Marx y
Engels, cuyo objetivo es legitimar la política socialdemócrata. De
hecho, cuando pasa a ocuparse del "socialismo proletario", Stalin
sostiene que la teoría materialista identifica qué ideal puede hacer un
servicio directo al proletariado, sobre la base de la relación de este
ideal con el desarrollo económico del país; es la teoría materialista
que permite comprender si un ideal determinado corresponde plenamente
con las exigencias de este desarrollo. Que el concepto de desarrollo
económico ha de entenderse en el estrecho ámbito del crecimiento de la
producción capitalista se confirma más abajo, cuando Stalin afirma que
"debemos saludar el extenderse de la producción"; bajo esta óptica
aparece clara la inconveniencia del anarquismo, ideal que "contrasta con
los intereses de una poderosa extensión de la producción", por lo que
la idea anarquista "es nociva para el proletariado".
Es obvio que, si el interés económico del proletariado es el
desarrollo de la economía capitalista, su interés político será la
instauración de la república burguesa; de hecho, hasta abril de 1917, el
programa de los socialdemócratas no iba más allá de la Constitución y
de la instauración de la república democrática. Fue el desarrollo de los
soviets y la creciente influencia del movimiento anarquista en su seno
lo que empujó a Lenin a adoptar un programa revolucionario, rápidamente
echado por tierra una vez que el poder bolchevique se consolidó.
Pero volvamos al razonamiento de Stalin: la praxis, la política de la
socialdemocracia, son correctas porque se han desarrollado de manera
deductiva a partir del método dialéctico y de la teoría materialista de
Marx y Engels; el método dialéctico y la teoría materialista ofrecen una
correcta interpretación de la realidad porque en ellas se basa la
acción del proletariado influido por la socialdemocracia. En esencia,
este es el razonamiento repetitivo de Stalin, compartido bajo formas más
elegantes y sofisticadas por todos los socialistas autoritarios.
El párrafo sobre el socialismo "proletario" prosigue ocupándose de la
dictadura del proletariado y de la lucha parlamentaria; Stalin,
obviamente, defiende la concepción autoritaria y legalista de la
socialdemocracia, y ataca a los anarquistas. La experiencia ha
demostrado que la dictadura del proletariado ha llevado a la
reconstrucción del régimen capitalista, mientras que la lucha
parlamentaria ha llevado a la corrupción de las fuerzas socialistas y
comunistas que han participado en ella, confirmando las previsiones de
los anarquistas.
Más que la confirmación de los diferentes puntos, se ha confirmado el
planteamiento mantenido por el movimiento anarquista: los socialistas
autoritarios siempre han sostenido, y siguen sosteniendo, que la teoría y
la estrategia del partido son las armas principales para garantizar el
éxito revolucionario y alejar el peligro de la degeneración; la correcta
aplicación del socialismo científico está garantizada por la disciplina
y la sumisión de los militantes a los dirigentes, únicos para
interpretar las palabras de los profetas.
La Historia ha demostrado que
los partidos autoritarios han sucumbido miserablemente frente a la
agresión del Estado; sucedió con los partidos socialistas de Alemania e
Italia ante la agresión fascista, ha sucedido con los partidos
comunistas que se han adaptado progresivamente al sistema, revisando a
cada poco sus principios fundamentales, transigiendo a cambio de un
puñado de votos o de una porción de poder. ¿Esto ha sucedido porque los
dirigentes socialistas o comunistas eran malvados, débiles o traidores?
Sin duda eran los mejores militantes del movimiento obrero. Los
anarquistas siempre han dicho que el cargo acaba por corromper hasta a
los mejores, que todo gobierno, por su naturaleza, tiene necesidad de
una franja privilegiada que lo apoye, ya que, no pudiendo contentar a
todos, necesita de una clase económicamente potente que lo apoye a
cambio de la protección legal y material que recibe; que todo
parlamentario, aunque sea el más revolucionario, está obligado a mediar
con los parlamentarios de las otras fuerzas políticas para conseguir
aprobar alguna medida favorable a los obreros, a descafeinar su programa
para obtener algún voto más. De ese modo, lo poco de bueno que llega a
las clases populares por la acción parlamentaria de sus representantes,
se vacía de contenido por la corrupción y por la división que se genera
entre las propias clases populares.
Para los anarquistas, el camino elegido conduce inevitablemente a un
destino: el camino de la delegación y del gobierno no puede llevar a la
emancipación del proletariado. En otras palabras, es la actividad
práctico-sensible de los hombres lo que determina y, en última
instancia, también sus convicciones, y no la viceversa. Esta es la base
del materialismo de los anarquistas, es la base de la desconfianza hacia
los socialistas "científicos" que, tras sus fórmulas abstrusas, solo
buscan someter los movimientos de transformación social a sus intereses
de partido. Por ello, los doctrinarios a cuya formación indudablemente
pertenece Stalin, odian el anarquismo: la autonomía del proletariado, la
organización federalista y autogestionaria, y la abolición del Estado,
elementos característicos del anarquismo, señalan el fin de su nefasto
papel.
Tiziano Antonelli
Publicado en el Periódico Anarquista Tierra y Libertad, Septiembre de 2015
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