Qué lleva a las creaciones del ahora, las aclamadas
como contemporáneas, a perecer antes de erigirse como si quiera, algo
minúsculamente aceptable. Qué lleva a morir en el ego a aquelles que se
traducen en artistas, antes de si quiera desarrollarse como tal. Que
lleva a la humanidad a preocuparse sólo por sí misma. Qué lleva al arte a
morir en la institución y en la crítica.
¿Tal es la pérdida de identidad que encerrarse en une
misme para aprender a vivir con une misme sea el hilo argumental de la
obra artística? Y tras ese ejercicio autocomplaciente,¿ se conoce mejor
que al mundo que le rodea, y en el que vive?.
Gran parte del artisteo actual vive en su ombligo y
se recrea en su pelusa. Piero Manzoni embotelló su mierda y la llamó
“merda d’artista” atreviéndose con una reflexión fundamental, y una
crítica visceral. Duchamp desclasó el arte y erigió la broma a este
mismo pedestal. Le salió mal el juego, la broma pasó a ser obra, y el
arte pereció entonces sólo un poco más. Ambos fracasaron al intentar
golpear el clasismo y elitismo artístico.
Se forman historiadoras que no se han planteado qué
es el arte o de qué depende que lo sea, como murciélagos “ciegos” que
necesitan la vibración para saber que tienen delante. La vibración es el
orden y mandato institucional, lo que dicta que es lo auténtico, que es
o no el arte, y mata el planteamiento previo a este hecho. Se forman
“artistas” a les cuales tienen la asignatura del ego desde primero de
carrera. Es un denso ejercicio ese de vivir para sorprender, para
renovar, para innovar. Ese mismo control de lo que no puede ni debe ser
controlado es el mismo motivo y causa por el cual a día de hoy hemos de
aguantar un bucle nefasto de aquelles que se aclaman como nueves
artistes, y que sólo saben hablar de sí mismes. Como coño van a saber
hablar de otra cosa, si se les ha aleccionado con todo lo anterior, si
están dogmatizades desde el momento cero.
El sujeto artístico se siente frustrado antes de
llegar a dar una pincelada, un martillazo o una patada a la obra. Se
siente observado y juzgado, y debe demostrar desde el inicio no ser como
el resto. Estamos abocades a la pérdida de las esencias por la
normatividad y la sorpresa. El arte es la pipa de Magritte afirmando no
ser una pipa. Es un Pollock nefasto lloriquendo por llegar a la cima sin
saber como, es un Basquiat confundido en la modernidad y llevado al
declive. El arte es Deborah de Robertis enseñando el coño frente al
origen del mundo de Courbet y siendo expulsada del museo, es una
performance echada por la puerta de atrás de ARCO (ah…ARCO), es el
silencio obligado en los museos, es estudiar la historia del arte sin
conocer que es el carboncillo,es el movimiento contra Marina Abramovic
siendo más famoso que Marina Abramovic, es la sacralización del
ejercicio más humano, es la miseria hecha estampa.
El arte está muerto. Murió hace mucho. Atentar contra
el arte ha de ser el mayor ejercicio artístico que pueda llegar a
desarrollarse. La idea de un ejército de Duchamps hiperviolentos
masacrando los museos de arte contemporáneo al ritmo de un hilo musical
de cagadas y vómitos; sodomizar al público, ese factor servil tan
estudiado en la museología, ridiculizar el pedestal. Destruir el
pedestal.
Sólo nos queda vomitar todo lo digerido por la
fuerza, descubrir a los profetas y asesinarlos mientras duermen.
Escribir un manifiesto contra el arte y el artista, exortizar el
ego,construir sobre las ruinas del arte, para volver a destruirlo en un
tiempo. Hay que romper el status quo, como única forma de sobrevivir a
la tormenta.
Extraído de http://vdevagina.wordpress.com
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