Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

jueves, julio 17

Bombas De Verano [Relato De Agustín Moreno Carmona Sobre Los Buenos Tiempos De La COPEL]

“Pájaro herrero”. Dibujo en la Facultad de Filosofía de Zoroaga (Donosti), de la lucha pro amnistía

La Copel fue un gigante antifranquista sin nombre que creció imparable desde julio de 1976. Las diferentes fuerzas crearon un ente político identitario a finales de ese año. Constituida por su simbología y su esperanza, las cabezas de la hidra extendió la razón humanitaria. Tanteos expresivos dieron lugar a las primeras escaramuzas. La represión fracturó al gran ente, dispersándolo por núcleos en los aislamientos de otras cárceles. Los grupos dispersos estaban muy concienciados, eran combativos y muy informados. El núcleo de Carabanchel no era mejor que el resto, sino que aprovechó su oportunidad preparándose por las comunicaciones clandestinas, con un compañerismo extremo, para la gran batalla en el lugar mas privilegiado para la lucha.


El tedio, el aburrimiento, la inactividad, la desgana, la atrofia, la derrota, la parálisis, eso creían los carceleros, el Ministro, el estado. Los comunicados a los mass media era la integración controlada por el estado durmiendo las palabras. La Copel dominada, inanimada, desconcertada, sumisa, inactiva, la suponían muerta. En el interior de esa imagen exportada había un bullicio, actividad clandestina frenética. Todos a una en la trama. El gran golpe.

Por encima de un muro, por una rendija, puerta, ventana, locutorio. Enterrando cuerdas, escondiendo entre yerbas un garfio, informando a 1500, haciendo un túnel, camuflando las pancartas. Personas paseando por el patio circular que solo tenían pensamiento en la lucha. Bajo la piel de la Copel crecían argumentos y elementos. Bajo la aparente normalidad un mundo fantástico crecía en el sueño de los presos.

Constituyeron el grupo de artificieros para divertirse con un nuevo reto al régimen, que nunca supo de este ingenio. Cada actuación de los artificieros los ánimos llevaban a la fiesta. Brindan una sonrisa. Brindan una carcajada. La alegría es muy borracha.

Eran ingeniosos y rudimentario artefactos reventando en las terrazas vacías de las galerías de Carabanchel. Los carceleros inquietos buscaban el origen de las explosiones por patios muertos y dependencias comunes. No hay rastros. Serán cohetes de la calle. A las tres la tarde las calurosas calles vacías. No había tormenta pero sí una explosión periódica. El Consejo de Ministros ignoraba que era una maniobra de distracción de un colectivo pensante.

Ingentes cantidades de cajas de cerillas llegaban a la Rotonda volando y en los bolsillos. Sobre el muro de los presos políticos panfletos para allá y cerillas para acá. Las cabezas de las cerilllas desmenuzadas una a una.

Los somieres tenían tubos cilíndricos de unos 10 centímetros en las esquinas, introduciendo en los huecos circulares de las estructuras metálicas delanteras y trasera, las patas, anclando las tres piezas que formaban la cama. Al arrancar el cilindro macho del somier se obtenía un tubo hueco, la carcasa de la bomba. De cada somier solo se arrancaba una carcasa, fijando con cuerdas la amputación para el equilibrio y pasar sin objeción la requisa. La carcasa tenía la boca por la por la parte arrancada. Se rellenaba con las cabezas molidas de miles de cerillas. Se cerraba con cera y otros materiales. La bomba de prueba se lanzó a una terraza del Reformatorio de Jóvenes de Carabanchel. Al día siguiente la vertical del Sol calentó el tubo metálico, la pólvora interna entró en combustión y ante la acumulación de gases el tubo reventó en su elevada soledad, sobre las 15 horas PM. Tenían las bombas y la hora. Con discreción los copelianos levantaron a hombros al equipo artificiero. Siguieron explosiones espaciadas en las terrazas de Carabanchel. Ojo, control, un economato de una galería agotó las cerillas. Bajó la producción. Los carceleros se olvidaron de la Copel, los ruidos estaban alejados y en la Rotonda no pasaba nada. Eran bombas de verano. Eran bombas psicológicas. Era la palabra escondida. Era la palabra psicológica. Exactamente era el preludio de la batalla de Carabanchel.

Agustín Moreno Carmona


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