Ya en un artículo aparecido en El Surco n° 32
(metiendoruido.com/2012/02/a-crear-grupos-de-afinidad-ligera-invitacion/)
Manuel de la tierra nos sugería respecto de los grupos de afinidad y su
importancia en el actual contexto de lucha. Ahora, cuando parecen
germinar una serie de iniciativas y voluntades individuales que se
identifican con las ideas libertarias, no viene demás este tipo de
reflexiones, ya que la base para la generación de propaganda y cultura
alternativa debe partir de la voluntad misma de los individuos
conscientes, aquellos que no esperan nada de nadie, y que simplemente
hacen…
La presente reseña, se adhiere a aquellas reflexiones y aporta
una visión histórica de la importancia de los grupos de afinidad para la
generación y diversificación de las iniciativas de sociabilidad,
cultura y propaganda anarquista durante sus primeros años en Chile.
En tiempos de los viejos anarcos, veíamos un movimiento sindical
fuerte, que de la mano del anarcosindicalismo, se planteaba la
destrucción de los cimientos fundamentales de la sociedad capitalista.
Muchos anarquistas, que se organizaban en sindicatos (y eran los
impulsores del movimiento social, los llamados “agitadores” o
“subversivos”), eran también los que previamente (y paralelamente)
estaban permanentemente organizados en Grupos de Afinidad, siendo el
grupo, el que planificaba la propaganda, la forma de llevarla a las
masas (a los sindicatos o sociedades de resistencia, o mancomunales, o
ámbitos barriales, etc), creaba instancias de sociabilidad, etc… Los
grupos, en definitiva, debían ser -según un artículo de Tribuna
Libertaria- “el nervio de la propaganda ideológica y la vanguardia de la
organización libertaria” (2)
Por lo general, los grupos comenzaban su actividad como pequeños
núcleos con claros fines ideológicos, realizando actividades concretas,
ya fuera realizando estudios sociales (generalmente análisis de las
obras de los pensadores anarquistas, como el Grupo de Estudios Sociales
Miguel Bakunin, hacia 1902 en Santiago), editando folletos o periódicos,
organizando conferencias sociales (caso del Grupo Rebelión de Escobar y
Carvallo, Espinosa y Olea, hacia 1898) veladas culturales, etc. Buen
ejemplo al respecto, lo encontramos en el Grupo Regeneración
(1901-1903), el cual nació principalmente de iniciativa de un grupo de
obreros tipógrafos que se reunían en el cuarto de uno de ellos (Agustín
Saavedra), en principio a estudiar las obras de sociología y
comentarlas. Esta actividad debía ser la base de una `progresiva
autoformación de sus miembros. “Nos juntábamos varias noches en la
semana, después de la diaria labor por el salario, hasta una docena de
amigos de la Idea, a tomar lecciones de diversas asignaturas, bajo la
acción de un profesor pagado por nosotros mismos; a cambiar opiniones
sobre táctica, a charlar, a leer en común i también a ejercitarnos en
algunos juegos de desarrollo físico”. (3)
Sin embargo, a partir de estas lecturas y autoformación de sus
miembros, la cuestión era extender aquellas ideas, y para ello el grupo
se organizaría para reunir fondos –a través de veladas, rifas, etc.-
para editar una hoja de propaganda, llamada luego La Ajitación, hoja que
llegaría a los ámbitos obreros, iniciando una campaña en los sindicatos
y sociedades mutuales. A partir de entonces, el grupo sería invadido de
actividades comenzando un trabajo más diverso.
Era entonces, el grupo el núcleo central para la germinación de las
ideas. Según distintos autores, la “expresión viva de la propaganda
anarquista”, la “quintaesencia de lo libertario” (4), las “células
básicas de la estructura organizativa anarquista”. (5). Podía morir el
sindicato (sociedad de resistencia), ser aniquilada por la fuerza
represiva del Estado…pero el grupo podía continuar, siendo difícil
aprehender por parte de la autoridad…
En la base de las distintas estrategias de propaganda, iniciativas
culturales y asociatividad libertaria, estaban los círculos o grupos de
afinidad. De la iniciativa, voluntad y acción de los grupos, se daba pie
a gran parte de la construcción asociativa específica del anarquismo,
es decir, desde la constitución de un informal grupo de afinidad que
realizara propaganda vía conferencia o edición de folletos, hasta
aquellos –más formales- que lograban organizar algún centro de estudios
sociales o una Casa del Pueblo, o aquellas iniciativas vinculadas al
mundo de la cultura y la educación como eran los casos de los ateneos
obreros, las universidades populares, los centros instructivos o las
escuelas racionalistas.
Algunas características de funcionamiento de dichos grupos bien
nos pueden orientar respecto de su eficacia al momento de encarar las
olas represivas, permitiendo la continuidad de la propaganda: Reducido
número de miembros (2 o 3 integrantes); Carencia de marcos internos
formales permanentes (no existían estatutos, ni horarios preestablecidos
de reunión, ni ninguna carta de regulación al respecto); Carencia de
una estructura jerárquica (no existía líder o presidente, sólo a veces
un secretario, que tampoco era permanente); Descentralización en el
espacio (funcionaban de manera descentralizada en el espacio, no tenían
necesariamente un punto fijo de reunión y concebían la militancia como
una actividad dispersa en el espacio, lo que les dio agilidad y
eficacia); Autofinanciamiento (de nadie recibían dinero, ni tampoco les
interesaba recibirlo. Por tanto, se autofinanciaban, y lo podían hacer
de diversas formas: desde un asalto a un banco hasta la organización de
algún beneficio o velada para así reunir los fondos necesarios);
Autonomía (cada grupo se fijaba sus propios objetivos, y las acciones a
seguir); Clandestinidad (a diferencia de las demás entidades obreras o
culturales -que solicitaban al Estado personalidad jurídica-, estos
grupos, de ningún modo realizarían tal acto, viéndolo como totalmente
contradictorio con lo que se quería propagar).
Los grupos de afinidad o círculos constituyen una fórmula acorde
con el pensamiento anarquista, que buscaba dar la mayor libertad al
individuo, pero a la vez, construir espacios de sociabilidad y cultura
que posibilitaran la propaganda, la instrucción y formación de
militantes y simpatizantes. Ambos factores parecen cumplirse a cabalidad
a través de los grupos de afinidad. Los anarquistas, de acuerdo a estos
postulados, se opusieron a las fórmulas de partido, que se basaban en
esta delegación de la soberanía individual. Se trataba de una forma de
organización que proliferaba teniendo base el individuo, -tal cual
señala Christián Ferrer- el desarrollo y potenciación de la soberanía
personal. (6) Tal cual señalara el anarquista Víctor Yáñez hacia 1923:
“Las agrupaciones de afinidad son el terreno propicio para el
desenvolvimiento de la personalidad humana, la carencia absoluta de
moldes y cánones reglamentarios que cohíben y deforman el libre juego de
las propias iniciativas, es un hecho elocuente que robustece el aserto
de la superación individual… La personalidad es algo sagrado para el
anarquista; nada justifica su estancamiento ni su deformación, a nada
pospone su augusta integridad” (7) Así, los grupos de afinidad podían
formarse a partir de iniciativas diversas, como diversas eran las
personalidades.
Siendo portadora de tales características es natural que esta
forma de organización, también presente una serie de inconvenientes para
el desarrollo de la propaganda misma. Como sabemos muchos grupos
duraban muy poco y se disolvían en razón de fuertes personalismos. Otros
se encontraron luchando solos, reclamando falta de apoyo de los
“compañeros”, razón por la cual también se llamaba a “coordinar” la
acción para tener una mayor incidencia en la sociedad. Coordinación que
se lograba magramente y de forma sólo ocasional, siendo esta falencia
–producto de un fuerte autonomismo- uno de los escollos fundamentales de
esta forma organizativa. (8)
Debemos tener bien presente esta modalidad de organización para
el actual contexto, con sus aciertos y desaciertos. Veíamos que fue a
través de los grupos que los anarquistas lograron incidir en la sociedad
a principios del siglo XX. Hoy, cuando toda estructura organizativa
parece ser corroída o aniquilada por el poder, seguirán siendo la acción
de los grupos la que en definitiva mantenga vigentes las prácticas
anarquistas. Esa acción muchas veces subterránea, pero llena de
vitalidad interior, que anticipa una sociedad futura, y que ataca en los
momentos menos pensados al poder, esa acción seguirá vigente mientras
existan esos quijotes que cual faro se imponen en medio de la niebla mas
espesa.
Notas.
1. Buena parte de los que Aquí se expone han sido extraídos del
libro Los Subversivos. Las Maquinaciones del poder. “república” de
chile, 1920., texto impreso y hecho circular por Ignotus, y reditado por
Quimantu, 2012. También en tesis Magister en Historia de Manuel Lagos
Mieres: , ’Viva la Anarquía’: Sociabilidad, vida y prácticas culturales
anarquistas. Santiago, Valparaíso, 1890-1927, USACH, 2009.
2. Tribuna Libertaria, n° 20, 2° 15° de marzo de 1925: “De los
problemas nuestros. Agrupaciones de Afinidad”; n° 7, 1° 15° noviembre
1923: Vida descentralizada
3. Ver Manuel Lagos Mieres, op. Cit. Cap Sociabilidad
4. Eva Golluscio de Montoya, Círculos anarquistas y circuitos
contraculturales en la Argentina del 1900, en Caravelle, n° 46,
Toulouse, 1986, p. 53
5. Susana Tavera y Eric Ucelay-Da Cal: Grupos de afinidad,
disciplina bélica y periodismo libertario, 1936-38, en Historia
Contemporánea, nª 9, 1993, pp. 167-168
6. Christián Ferrer, Átomos Sueltos. Vidas refractarias, en
Cabezas de Tormenta, ensayos de lo ingobernable, Buenos Aires, Anarres,
2004
7. Claridad, 26 de mayo de 1923; ver Lagos Mieres, op.cit.
8. Ver Manuel Lagos Mieres, op. Cit. Cap Sociabilidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario