"El
anarquismo es, ante todo, una ética y, como tal, se ha mantenido
intacta. El mundo ha cambiado, no es así el concepto libertario, el
desafío frente a todos los poderes. Gracias a eso, he logrado zafarme
del falso problema de la celebridad. Ser un fotógrafo conocido es una
forma de poder y yo no la deseo". Henri Cartier-Bresson (1998).
Alguien
dijo algo así como que, allí donde hubiera que luchar por la dignidad
habría un anarquista. Esta reflexión del gran fotógrafo francés,
libertario hasta el fin de su extensa y lúcida vida, es un ejemplo ello.
Cartier-Bresson estuvo en España durante la República, y volvería en
diversas ocasiones, identificándose con los anarquistas españoles y
reivindicando la anarquía como un sentido ético ante la vida. Jamás
abandonó su compromiso social en su recorrido por Europa, Asia, África y
América Latina, dejando para la posteridad numerosos momentos
históricos y retratos de personajes gracias a su Leica y a su objetivo
de 50 mm. No es tan conocido su trabajo para el cine, durante los años
30, con Paul Strand en Estados Unidos y con Jean Renoir en Francia. Su
primera vocación, sin embargo, sería la pintura y el dibujo,
considerando el surrealismo como una forma subversiva que casaba bien
con sus ideas libertarias. Es a principios de los años 30 cuando se
fascina por la fotografía, pero nunca abandonará su "pasión privada" por
el surrealismo y su amor al dibujo, dedicando sus últimos años a esta
faceta y dejando numerosos desnudos femeninos realizados a carboncillo
(curiosamente, aquí su interés artístico difiere mucho de su obra
fotográfica). De hecho, tuvo un gran interés en fotografia a pintores
como Matisse, con tuvo una gran amistad, Braque, Giacometti, Bonnard,
Bacon y muchos otros.
Cartier-Bresson
se hizo anarquista siendo muy joven, al descubrir mundos diferentes al
de las civilizaciones judeocristiana y musulmana. Frente a la inanidad
presente en un mundo donde la tecnología posibilita un tropel
ininterrumpido de imágenes, reivindicó siempre la sensibilidad del ojo
del artista. Curiosamente, y a pesar de considerársele uno de los padres
del fotorreportaje y de poseer un innegable compromiso con lo social,
se distancia del trabajo de otro gran fotógrafo como Sebastiao Salgado.
Cartier-Bresson pensaba que la obra de Salgado no estaba concebida por
el ojo de un pintor, sino por el de un sociólogo, economista y
militante; a pesar de respetar muchísimo su trabajo, consideraba que el
brasileño poseía una "faceta mesiánica" que a él mismo le era ajena. En
alguna ocasión, rechazó el trabajo documental y periodístico, ya que lo
consideraba "extremadamente aburrido", algo por lo que el propio Robert
Capa le recriminó aconsejándole que se apartara de sus orígenes
surrealistas, algo que Cartier-Bresson parece que hizo solo
públicamente. En cualquier caso, parece que el fotógrafo francés no se
consideró nunca un reportero y reivindicó siempre su subjetividad
artística: "Cuando voy a algún lugar, intento hacer una foto que resuma
una situación que maraville, que atraiga la mirada y que tenga una buena
relación de las formas, que para mí es esencial. Un placer visual".
Puede decirse que el fotoperiodismo, considerado como mera acumulación y
registro de hechos, es para Cartier-Bresson el camino de la nada; lo
auténticamente interesante es el punto de vista que se adopte sobre esos
hechos, y la fotografía hay que considerarla como una re-evocación de
esos acontecimientos. Por otra parte, renunció a trabajar para agencias
de publicidad, ya que permaneció firme en su crítica a la sociedad de
consumo desarrollada desde los años 60 del siglo XX. Mantuvo siempre
hasta el final su rebeldía y encontró más motivos para alimentarla con
la aparición de la tecnociencia, que consideraba un auténtico monstruo, y
con esa falacia de la "brecha generacional"; Cartier-Bresson
reivindicaba una humanidad unida por la solidaridad, valor fundamental
con el que se encontró una y otra vez a lo larga de su convulsa y
extensa vida, al margen de su edad o condición.
Echemos
un vistazo a las palabras del propio Cartier-Bresson acerca de la
actividad fotográfica: "Para mí, la fotografía es el reconocimiento
simultáneo en una fracción de segundo del significado de un evento y la
organización de las formas que le dan su propio carácter". El ser humano
debe encontrar un equilibro entre su vida interior y el mundo que le
rodea, buscando la influencia recíproca y llegando incluso a considerar
finalmente el resultante de un único mundo que aglutine subjetividad y
objetividad. Como ya se ha visto, el fotógrafo francés rechazaba el
éxito e incluso el reconocimiento, pero sí deseaba transmitir algo a las
personas y saber al mismo tiempo que era bien recibido.
Extraído de Reflexiones desde Anarres
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