La realidad es desastrosa, pues Foxconn no es una excepción sino que es la tónica general. La fabricación de aparatos electrónicos, el ansia por competir en precios cada vez más bajos para "el primer mundo" y el desprecio absoluto al ser humano por parte de las grandes multinacionales ha llevado a tierras asiáticas el sistema laboral más cercano al esclavismo. Todos los gigantes de la electrónica, Apple, HP, Dell, IBM... han trasladado sus cadenas de producción a los países del sureste asiático en busca de salarios irrisorios, ausencia absoluta de lucha sindical y derechos laborales y cantidades ingentes de mano de obra de la que aprovecharse. Las altísimas tasas de paro, especialmente femenino, la dureza de la vida rural y la pobreza de sus países de origen son el caldo de cultivo para millones de obreros esclavizables. Estas obreras, la mayoría mujeres sin formación, son engañadas por empresas que las trasladan en grupos a barrios deshabitados donde las hacinan y controlan para luego subcontratarlas a las grandes factorías.
Ciudadanos de Nepal, Bangladesh o
Indonesia viven en condiciones insalubres en suburbios malayos. Realizan
jornadas laborales de hasta doce horas y seis días a la semana por
sueldos mensuales que rara vez llegan a los 200 euros. Son obligados a
mantener ritmos frenéticos de producción sin las más mínimas medidas de
higiene o seguridad laboral bajo las amenazas de sus patronos opresivos.
Desarrollan su jornada sin la necesaria protección que les defienda de
los gases nocivos de metales pesados de las soldaduras que inhalan. Su
constante diaria son las amenazas por mantener un volumen de producción
mayor al humanamente posible sin protestar por su situación. Todos ellos
han contraído grandes deudas bancarias en sus países de origen de hasta
1.000 euros para poder optar a un mísero puesto de trabajo y un permiso
de cinco años en un país extranjero que en ningún momento les garantiza
que no vayan a ser despedidos. En el caso de que no puedan pagar la
deuda, sus familiares, avalistas de este sistema criminal, perderán sus
pocas posesiones. Se han convertido en trabajadores forzosos, que con la
falsa ilusión de salir de una situación de penuria se encuentran entre
la espada y la pared. O tragan con un sistema explotador por un sueldo
irrisorio o sus familiares serán desposeídos de sus escasas tierras o
viviendas. Mediante este sistema se perpetúa en unas condiciones de
pobreza a un amplio estrato de la población, lo que asegurará mano de
obra barata y dócil para patronos sin entrañas. Aquél obrero que no
traga con las injusticias de su vida actual y que clama por cambios y
mejoras es despedido, pues siempre hay más de los que abusar.
Incluso
hay una cara peor de la industria tecnológica: El reciclado de los
componentes y las materias primas que los forman. Gran parte de todo el
material electrónico que se desecha termina en centros de reciclaje en
suburbios del tercer mundo. Lugares similares a vertederos, pero
poblados de circuitos integrados y condensadores en lugar de restos
orgánicos o envases. Niños y mujeres suelen ser la mano de obra de estos
lugares. Su labor es extraer el oro o el platino de la circuitería para
que vuelvan a ser empleados en las cadenas de producción. Utilizan para
realizar su muy mal pagado trabajo productos altamente tóxicos y
corrosivos que usan sin una mínima protección. Inhalar estas sustancias
venenosas les causarán estragos en su salud. Cuando enfermen no tendrán
un sistema sanitario más o menos eficiente, ni derecho a una baja
laboral, ni un seguro que les cubra a ellos y sus familiares. Trabajarán
hasta enfermar y luego serán reemplazados por otros. Morirán de los
efectos nocivos del trabajo que realizaron de forma casi esclava, en
condiciones infrahumanas.
Todos estos obreros son
privados de una vida decente, contratados por sueldos paupérrimos, con
jornadas interminables y sin las medidas mínimas de seguridad laboral en
pos del avance de la sociedad industrializada y tecnificada. No se
valora ni su salud ni sus derechos más elementales. Como aquella
imágenes de la película de Fritz Lang "Metrópolis", marchan cabizbajos
en línea a su puesto en la fábrica hundida en las profundidades de la
ciudad mientras, en la parte alta, los ricos disfrutan de las
comodidades y del progreso. Poco ha cambiado desde aquella visión
distópica de Fritz Lang en los años 20. Más bien parece que se haya
luchado por hacerla realidad. La diferencia entre el mal llamado primer
mundo y los países pobres se acentúa. Cada día son más las empresas que
trasladas líneas de producción de todo tipo a estos países. Buscan
abaratar tanto como les sea posible los costes de producción al precio
humano que sea necesario. Cuentan con el beneplácito de los gobiernos,
que anteponen los beneficios de las corporaciones a los derechos de sus
ciudadanos.
Estos obreros, iguales nuestros, mueren
por culpa del ansia consumista de un primer mundo deslumbrado por las
pequeñas pantallas de sus maravillosos teléfonos y televisores de
plasma. Un primer mundo que demanda cada día más aparatos tecnológicos y
más baratos está llevando a campos de trabajo, campos de muerte, a
miles de sus iguales. En nuestra mano también está ayudar a cambiar esta
situación. No podemos permanecer de brazos cruzados mientras nuestros
compañeros se dejan la salud por un salario indigno para mayor beneficio
de unos pocos. La movilización obrera está por encima de las fronteras
en las que no creemos, las etnias o las costumbres.
En nosotros está la causa de su dolor y la llave para soltar sus cadenas.
Yvonne Sagan
En nosotros está la causa de su dolor y la llave para soltar sus cadenas.
Yvonne Sagan
Moli, vámonos al festival de Gráficas!
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