El legado intelectual de Malthus sobrepasó hace ya mucho tiempo el contenido concreto de sus propuestas y ha pasado a formar parte del vago imaginario colectivo de la modernidad, igual que el darwinismo o el marxismo. Se entiende que Malthus fue el primero en señalar, de manera sistemática, el peligro creciente de un desequilibrio entre población y recursos en la evolución de las sociedades. Para Malthusel crecimiento tiende, de forma natural, a sobrepasar constantemente la capacidad productiva de la sociedad. Por tanto, el principal obstáculo al crecimiento de la poblaciónes la cantidad limitada de recursos. Ahora bien, la población se mantiene a duras penas dentro de los límites de los recursos en virtud de los malos hábitos sexuales que reinan en la sociedad –el libertinaje- y de la miseria presente entre las clases trabajadores. Estos frenos destructivos aumentan la mortalidad y constituyenun obstáculo al crecimiento de la población. Malthus contemplaba estos obstáculos como factores “naturales”. Después, de mala gana, aceptaría también el freno moral –la abstinencia, el autocontrol- comoposible obstáculo al crecimiento.
La obra de Malthus estaba dirigida, en un principio, contra los reformistas y utopistas como William Godwin, que proyectaban una sociedad como sistema de igualdad y que creían en la posibilidad de abolición de la miseria social. Malthus creía que la miseria era un hecho connatural a la evolución social y que tratar de mejorar la suerte de los pobres mediante sistemas más igualitarios podía suponer un aumento desproporcionado de la natalidad y, como consecuencia, un aumento de la miseria. En Malthus la desigualdad es, a la vez, una de las condiciones naturales para regular la población y un estímulo para el progreso, sin el cual secrearía una nación de parásitos. Se ha criticado en Malthus su excesiva “naturalización”de la fecundidad humana, su empirismo rudimentario a la hora de analizar el crecimiento de la población, asícomo su indiferencia ante la posibilidad del crecimiento en la producción de recursos. En cualquier caso, después de siglos de controversias, Malthus ha pasado a ser el primer profeta reconocible de la “era de la escasez”, incluso si su profecía podía tomarla forma de una defensa cínica de la clase dominante de su época. De hecho, no resulta casual que el libro deMalthus estuviera dirigido en gran parte contra la obra de William Godwin, Investigación acerca de la justicia política, la obra considerada como precursora del socialismo libertario. Como se sabe, Godwin predicó un sistema social con el máximo de libertades, el mínimo de aparato gubernamental y un régimen equitativo de la propiedad. Ahora bien, si Godwin tenía razón cuando buscaba la causa del mal social en la naturaleza de la instituciones políticas, ¿qué podía responder ante la cuestión de la tensión existente entre población y medios de subsistencia que la obra de Malthus dejaba aparecer? En 1820, Godwin publicó su respuesta a Malthus, el libro Of population. Tal vez podamos considerar esta extensa obra como el primer intento de diálogo entre una utopía social y sus posibilidades de realización dados ciertos factores que hoy llamaríamos “ecológicos”. Un diálogo parcial, sin duda, ya que las objeciones malthusianas mostraban más un prejuicio político que una verdadera inquietud ecológica, y siendo ante todo la respuesta de Godwin un desmontaje de este odioso prejuicio. Dicho esto, hay que reconocer que la contestación de Godwin no llega a superar el marco abstracto de una sociedad política ideal, una sociedad que podría habitar en un mundo cultivado en su totalidad “como un jardín” y donde los límites de los recursos quedarían en un horizonte muy lejano.
Si bien la doctrina malthusiana fue dejada de lado por la ciencia económica más representativa, el impulso optimista de Godwin sirvió de base al pensamiento socialista y libertario del siglo XIX. La población global aumentó considerablemente durante ese siglo, pero Malthus no había tenido encuenta la evolución que podía sufrir el sistema de producción de bienes y alimentos con el industrialismo y el comercio planetario. Aumentó el nivel económico de las clases trabajadoras y el sueño del Progreso, presente en las ideas de Godwin, se apoderó del pensamiento revolucionario durante décadas.
Al principio de su obra contra Malthus, Of population, Godwin había escrito: “Si yo anunciara que la tierra puede alimentar a una población veinte veces mayor de la hoy existente (…) no habría nadie tan incrédulo y de un humor lo bastante sombrío como para contradecirme. En efecto, habría que ser muy cerrado y tener la mente muy estrecha, para soñar con poner límites a las capacidades físicas que tiene la tierra para proporcionar a los hombres sus medios de subsistencia”. Godwin no podría haber escrito afirmación más desafortunada. Pero lo importante no es tratar de demostrar la falta de previsión de Godwin en su época, sino de ver como esta imprevisión alcanza hoy todavía a las corrientes partidarias de una transformaciónsocial radical. Godwin desmontó eficazmentela doctrina malthusiana sobre elcrecimiento de la población tal y como éstela mostraba en su obra. Como se sabe, Malthus había tomado a la joven Norteamérica como modelo de un crecimiento exponencial de la población en ausencia de límites naturales, o de lo que Malthus, como ya hemos visto, consideraba límites naturales. Había intentado extender este modelo a otras partes del planeta y había negado la importancia al papel desempeñadopor los gobiernos y las instituciones en la evolución social. Había rechazado, al menos en un primer momento, la posibilidad de una sexualidad controlada voluntariamente.
Godwin, a lo largo de todo su libro, rechaza el reduccionismo de la visión de Malthus de un crecimiento poblacional que se da naturalmente sin tener más frenos que la fatalidad de una sexualidad tortuosa y una miseria social fruto de una necesidad implacable. Le repugna el lenguaje malthusiano que justifica la pobreza y niega al desheredado su “cubierto en el banquete de la vida”. Por lo demás, Godwin rechazó el concepto de crecimiento geométrico malthusiano por carecer de base empírica, demostró que las causas que se oponen al crecimiento no son ni constantes ni regulares, sino que dependen de muchos factores heterogéneos, y negó que los medios de subsistencia–lo que hoy llamaríamos “recursos”- tuvieran un límite preciso. En efecto, si Godwin gastó mucha tinta para desmontar el aparato empírico del principio del crecimiento de población malthusiano, sus análisis sobre la producción de “subsistencias” serán más concisos. Godwin albergaba una gran confianza en la capacidad productiva humana. Imaginabala tierra entera cultivada como un jardín yla sociedad humana, en gran número, extendida a todos los rincones del planeta. Su idea recurrente es que un individuo está siempre en disposición de producir más de lo que necesita. Godwin creía que las reservas del globo terráqueo sólo estaban explotadas en una parte mínima y que, por tanto, el momento de su agotamiento quedaba muy lejos. Estimaba que con una forma de gobierno justa la población se podría multiplicar por treinta, ampliándose los límites de una sociedad próspera y dichosa. El agotamiento de los suelos de cultivo no implica ningún misterio del destino, es sobre todo el efecto del despotismo y el malgobierno, nos dice Godwin. ¿Por qué los vastos imperios de Persia y Egipto aparecen hoy como paisajes desolados? “La causa tiene que ver con la naturaleza del gobierno y de la administración política de los países en cuestión”. Godwin confiaba en la capacidad de los recursos de la tierra para permitir el aumento de la población inglesa: “En una palabra, es universalmente reconocido que el suelo de nuestra isla es capaz de alimentar una población diez veces mayor que la actual”.
El optimismo de Godwin invadía su obra: “Resulta imposible señalar límites al perfeccionamiento del hombre, y sobre todo a las mejoras que puede introducir en las artes, y en la aplicación de la industria humana”. A continuación Godwin anunciaba la posibilidad del advenimiento de un futuro, donde las máquinas substituirían lo esencial del trabajo manual. Incluso llega a concebir la idea de que los alimentos podrían ser producidos merced a recombinaciones químicas. En el libro de Godwin el desdén malthusiano hacia las posibilidades técnicas de un aumento de la capacidad productiva encuentra su contrapunto en el entusiasmo productivista –y poblacionista- de Godwin. Hay que decir que Godwin no se equivocó al rechazar indignado el naturalismo malthusiano en cuanto a las causas de la miseria social; no obstante, no pudo evitar sentirse atraído por la visión de una sociedad capaz de crecer casi indefinidamente en medio de una prosperidad material jamás vista. Este sueño de abundancia se trasladó a la mayor parte del pensamiento revolucionario posterior, desde los tiempos de Marx y Proudhon. Precisamente, una buena parte del famoso libro de Proudhon, Filosofía de la miseria, está dedicada a refutar la doctrina malthusiana. Proudhon, de forma similar a Godwin, insiste en la capacidad productiva que una sociedad mejor organizada podrá desarrollar. En otras obras clásicas del anarquismo como Evolución y revolución de Reclus o La conquista del pan de Kropotkin vuelve a aparecer el rechazo tajante al legado de Malthus. En el pensamiento socialista Malthus aparece un poco como el príncipe de las tinieblas cuyo nombre es ritualmente condenado como sinónimo del mal o del error científico.
La discusión sobre el legado de Malthus hace resaltar pues dos cuestiones evidentemente ligadas. La primera es que no se puede negar el hecho de que la obra de Malthus fuera una burda justificación de la miseria social y, por tanto, no sólo careciera de una verdadera base empírica, lo que tal vez es irrelevante, sino que era un mero instrumento ideológico de la clase dominante. La segunda cuestión, sin embargo, señala una paradoja desconcertante: de manera involuntaria Malthus puso sobre la mesa la inquietud sobre los límites físicos de la tierra. Sin quererlo, su obra se convirtió en una advertencia sombría que ni socialistas ni liberales podían aceptar fácilmente.
Desde nuestra perspectiva actual tendríamos que analizar que consecuencias ha tenido en una buena parte del pensamiento libertario el rechazo de los límites físicos en el diseño de una utopía social. La discusión entre Malthus y Godwin es el primer peldaño de una escalera que nos conduce al momento actual.
Las teorías de Malthus experimentaron una especie de renacimiento en los pensadores anarquistas de finales del siglo XIX y principios del XX. En manos de estos pensadores, la obra malthusiana tomó una forma que el mismo Malthus habría repudiado. De alguna manera, los anarquistas volvieron el legado de Malthus contra su propio autor y lo que en este era justificación para la continuación de un estado de cosas miserable, en los anarquistas se reveló como piedra de toque para combatir la opresión de clase: se trataba de hacer del factor reproductivo un factor consciente y responsable en manos de las clases trabajadoras, y apartir de ahí desafiar un sistema basado en la ideología de la clase dominante, para la cual las clases humildes eran solo reservas de mano de obra y efectivos en sus aventuras bélicas. La idea rechazada por Malthus (que la población trabajadora pudiera controlar su crecimiento por medios conscientes) se convierte con los anarquistas neomalthusianos en una estrategia de resistencia ante el poder de la sociedad capitalista. Como vimos, hasta este momento el malthusianismo había sido visto por los pensadores sociales como una ideología abominable que se presentaba como ciencia y que no era sino la máscara de los intereses de la clase dominante. En un libro antimalthusiano por excelencia, El banquete de la vida (1905), Anselmo Lorenzo escribía: “Contrariando la terrible y falsa fórmula malthusiana, especie de evangelio de los privilegiados, que negaba a los desheredados el derecho al banquete de la vida, es lo cierto que si existe una ley económica bien establecida y evidentemente demostrada, es esta: El hombre produce más de lo que consume ”Lo que nos interesa del neomalthusianismo de corte anarquista, más que su énfasis en la necesidad de una procreación consciente, es su derivación hacia un reconocimiento de los límites ecológicos a la expansión humana. Lo que supone una necesaria objeción al libro de Lorenzo. El historiador Eduard Masjuán ha trazado la influencia que el anarquismo neomalthusiano pudo tener en España en su obra La ecología humana en el anarquismo ibérico (2000).
Ya acomienzos del siglo XX, las ideas neomalthusianas comienzan a tomar fuerza entre los medios libertarios ibéricos. Muchos anarquistas bien conocidos como Luis Bulffi , Mateo Morral, Ferrer i Guardia o incluso Anselmo Lorenzo, se convertirán en portavoces de dichas ideas. Según Masjuán, sería el anarquista francés Sebastián Faure quien proporcionaríala base ideológica para el neomaltusianismo en España. Faure distinguía ya entre neomaltusianismo burgués y neomaltusianismo anarquista. Para Faure, el neomaltusianismo burguéses clasista e hipócrita, conduce a la clase trabajadora a una situación desesperada en la que o bien renuncia a reproducirse, o bien se condena a la muerte por inanición. Faure es además importante porque señala por vez primera una inquietud por la escasez de los recursos, reconociendo además que, si bien los medios tecnológicos pueden incrementar la capacidad productiva, el crecimiento económico tiene que encontrar forzosamente su límite. Por otro lado, no deja de señalar la necesidad que tiene el sistema capitalista de aumentar su mano de obra no sólo para alimentar las fábricas sino también los cuerpos represivos, las guerras coloniales y el mantenimiento de un mercado de trabajo donde los proletarios se ven obligados a concurrir en la búsqueda de empleo. Como relata Masjuán, el neomalthusianismo pronto alcanzará una gran difusión en los medios libertarios ibéricos a través de la publicación, dirigida por Luis Bulffi , Salud y Fuerza, que en realidad era el órgano de la Liga Española para la Regeneración. Se crearán secciones por todo el país, las publicaciones neomalthusianas aumentarán de tirada y las conferencias se multiplicarán poco a poco hasta 1904, cuando la propaganda neomalthusiana recibirá su primer golpe de la represión. La publicación Salud y Fuerza fue suspendida por que “se consideró que ofendía a la moral pública, y la propaganda de la restricción de la natalidad se consideraba pornográfica. ”A pesar de los obstáculos políticos y jurídicos, la propaganda neomalthusiana siguió ganando fuerza, y aumentando la difusión de prácticas contraceptivas y de la información sobre la sexualidad. Pronto, los neomalthusianos tuvieron que enfrentarse a las estrategias poblacionistas de la burguesía. En efecto, los representantes de la clase dirigente se alarmaron ante la amplitud que las ideas neomalthusiana se iniciaron campañas para estimular la natalidad, por supuesto, entre las clases trabajadoras. Una de las revistas libertarias que continuarían en los años treinta con la senda del neomalthusianismo, la educación sexual, etc. sería la levantina Estudios, que era continuadora de Generación Consciente. En Estudios colaboraron anarquistas insignes como los doctores Isaac Puente y Félix Marti Ibáñez. Desde la revista Estudios algunas figuras militantes como Máximo Llorca o José Antich volverán a situar la cuestión social al lado de la perspectiva poblacional. En su libro dedicado a la historia de la revista Estudios, El paraíso de la razón (1997), el investigador Javier Navarro señala: “Los colaboradores de Estudios recuperaron las hipótesis de Malthus e ilustraron en muchos artículos lo limitado de los recursos del planeta y la imposibilidad de un crecimiento ilimitado.” Este tipo de inquietudes proliferarán hasta los años 1936-1937. La guerra y la larga dictadura interrumpirán brutalmente la senda de reflexión de los neomalthusianos. La segunda guerra mundial y el período de industrialización desenfrenada que se produjo después, con el llamado “éxodo rural”, la destrucción continuada de zonas naturales, el desbaratamiento de la agricultura local, etc. dejarán más aún al descubierto el desequilibrio entre población y medios de subsistencia.
Citaremos aquí un texto de Rudolf Rocker y titulado El problema de todos los problemas, escrito en1951, donde se manifiesta la inquietud por el crecimiento de la población frente al decrecimiento de la productividad agrícola. Rocker se hacía eco del libro clásico de William Vogt, Road to Survival (1948), donde el fantasma de Malthus volvía a hacer aparición, con sus predicciones sombrías. Rocker señala que en el pasado se había creído que la capacidad de la tierra para producir era inagotable. Denuncia que la situación de empobrecimiento proviene de una relación falsa y desequilibrada entre industria y agricultura, y que la tierra ha sido esquilmada por una explotación abusiva. La disyuntiva es clara: o reorientamos nuestra técnica hacia una relación más armónica con el suelo, o vamos hacia el desastre. Si bien, con la perspectiva de Rocker, seguimos dentro de un ideario anarquista, estamos lejos del optimismo de Godwin. Tal vez la respuesta más conocida desde el medio libertario a los debates sobre el malthusianismo en los últimos años proviene de Murray Bookchin. En su artículo “The Population myth”, escrito en los años ochenta, este autor hacía balance de lo que había sido el neomalthusianismo desde los años de la Guerra Fría. Bookchin criticaba duramente las corrientes ecologistas y sociológicas que hacían del poblacionismo un problema central. Para Bookchin, esta preocupación derivaría forzosamente hacia una forma de anti-humanismo y ecofascismo. Su polémica con los neomalthusianos de aquella época reproduce la vieja polémica entre Malthus y Godwin. Bookchin insiste con razónen las “raíces sociales del hambre”, acusando a los sociólogos neomalthusianos de servir almantenimiento del statu quo, mientras indirectamente se responsabiliza a los pobres, y a su “natalidad incontrolada”, de los males que padecen. Para Bookchin el malthusianismo es simplemente una ideología cínica y aberrante que enmascara los intereses de la clase dominante. En un momento dado, Bookchin se mofa de las previsiones de escasez de los malthusianos. Nos habla de los bajos índices de natalidad en los países avanzados y nos remite a la vieja fórmula sociológica que liga la estabilización de la población al incremento del bienestar. Por lo demás, se congratula de los incrementos en la producción alimentaria en muchos países considerados pobres: “La producción de cereal aumentó un 12% desde 1975. Incluso India, tomado siempre como el “peor caso”, triplicó su producción de cereal entre 1950 y1984.”Pero a Bookchin se le podrían reprochar al menos dos cosas. La primera es su ignorancia de la existencia de un neomaltusianismo libertario que no negaba la existencia de las causas sociales y políticas de la miseria, pero que, justamente, comenzaba a intuir el peligro que el exceso de población podía suponer parael proyecto de emancipación.
Es significativo que en su libro Los anarquistas españoles(1977) omita la contribución del neomalthusianismo anarquista. Y en segundo lugar, y por lo que respecta al problema de la producción, cualquier persona un poco familiarizada con la historia contemporánea sabe que, en términos globales, ningún aumento en la producción alimentaria se ha producido, sino más bien todo lo contrario: cada mínimo aumento en el rendimiento de las cosechas se hace acosta de enormes fugas de energía, agua y suelo fértil. Y esto por hablar sólo de factor es puramente materiales. ¿Puede un teórico de la ecología social como Bookchin pretender ignorar lo que ha significado la agricultura productivista –ergo, la “Revolución Verde”- en muchos países del hemisferio sur “entre 1950y 1984”?
El problema no es sencillo. En eso estamos de acuerdo con Bookchin, que la realidad social y política lleva a ciertas poblaciones a una situación de penuria que se nos presenta como el resultado “natural” de un conjunto de factores técnicos y demográficos. Pero más allá de eso, el problema de los límites físicos del crecimiento material permanece. Los debates sobre el poblacionismo y la miseria en el medio libertario revelan hasta que punto la crítica ecológica no puede ser dejada de lado. Sin ella la cuestión social se convierte en otra máscara de la economía destructiva y del actual sistema de opresión.
José Ardillo
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