Antonio Orihuela (Moguer, Huelva, 1965) es poeta, historiador, arqueólogo y ensayista. Personalidad polifacética donde las haya, ha conseguido articular, en las últimas décadas, un discurso contrahegemónico que, a partir de la literatura, reivindica experiencias contraculturales de antaño y de hoy.
A sus más de 70 volúmenes publicados se suma una labor dinamizadora que cada año convoca a representantes de la llamada “poesía de la conciencia”, activistas y artistas disidentes en torno al festival Voces del Extremo, celebrado en su Moguer natal desde 1999, en colaboración con la Fundación Juan Ramón Jiménez.
La última vez que nos vimos fue en Madrid, donde participó el pasado 6 de abril en el acto de rebelión poética “Se agota el tiempo”, con el que se quiso denunciar la criminalización de la protesta climática. Hablamos sobre su último libro, Las sin amo (La oveja roja, 2023), una compilación que analiza las novelas cortas de decenas de escritoras anarquistas olvidadas de los años 30 del siglo XX aparecidas en La Revista Blanca.
Afirmas que este libro surgió como respuesta al documental Las Sinsombrero, de Tania Balló (2015). ¿Qué reacción te generó y por qué sentiste la necesidad de responder?
El documental me pareció un completo despropósito, un subproducto de la ideología postmoderna especializada en fabricar entidades ideales, cajas de sastre donde, sin cuestionar nada, todo vale. Se soslayaba la circunstancia de que en estas creadoras el nexo de clase está por encima de su condición de mujeres, y se esquivaba que su presencia en el mundo del arte se rastrea más en función de las lógicas del patriarcado en que estaban insertas que en el valor intrínseco que sus obras puedan tener.
Varias de las editoriales de Mujeres Libres [revista de tendencias anarquistas] dejaban bien claro lo que había sido hasta el 19 de julio de 1936 el movimiento femenino en España, y fueron muy críticas con estas “Sinsombrero”, tertulianas de salón, seudointelectuales y ociosas burguesas…
Lo mejor es que en una segunda entrega incluye a Lucía Sánchez Saornil entre ellas, Lucía, que había sido de las primeras en criticar a estas “Sinsombrero”, en fin… Un despropósito que, si habla de algo, es de la necesidad de recuperar la memoria y hacer justicia a las mujeres que venían desde hacía tiempo luchando contra la miseria, contra el clericalismo, haciendo huelgas para la mejora de sus condiciones de trabajo y atacando a la autoridad cuando la injusticia se hacía insoportable.
Porque, antes de que esta pequeña facción de la burguesía ilustrada hiciera su aparición, las mujeres llevaban tiempo movilizadas contra la carestía de vida, el precio de los alquileres o el envío de sus maridos y sus hijos a la guerra; es decir, mucho antes de que el movimiento sufragista existiera en nuestro país ya existía un sujeto femenino de cambio, radical y revolucionario, otra cosa es que fueran reacias a participar en la lucha de las burguesas.
Ellas [las anarquistas] eran conscientes de que el feminismo burgués no terminaba con la explotación de la clase trabajadora, y de que el acceso a la educación no ponía fin al hecho de que fueran las necesidades materiales las que abocaban a las mujeres, desde muy niñas, al mercado del trabajo precario, de escasa cualificación y mal pagado.
Desde luego que pensaban que tenían todo un mundo por ganar, pero no veían que el derecho al voto fuera la solución a sus problemas. Las anarquistas, frente a este feminismo [burgués], intentaron articular una nueva identidad (femenina, libertaria, obrera), y apostaron por un horizonte más generoso, el del humanismo integral preconizado por Léopold Lacour (1897), que proclamaba la abolición de las jerarquías y de las relaciones de dominación, a la vez que abogaba por la subversión de las identidades, símbolos y roles de género tradicionales; así como por la transformación de las estructuras socioeconómicas y culturales que habrían de dar paso hacia una sociedad basada en la libertad, la igualdad, la solidaridad y la reciprocidad.
Has realizado una labor ingente analizando novelas de la colección La Novela Ideal, de La Revista Blanca. Entre 1925 y 1938 se publicaron 594 novelas, 113 escritas por mujeres. ¿Cómo fue el trabajo de archivo? ¿Trabajaste con las 113 novelas? Me imagino que la financiación ha corrido de tu parte…
El trabajo de archivo fue agotador. Piensa que, al terminar la guerra de España, el nuevo régimen nacional-católico perseguirá, destruirá y prohibirá todo signo de cultura anarquista. La Novela Ideal, por ejemplo, mereció del Gobierno franquista el calificativo de “envenenadora de dos generaciones de españoles”, lo que no será óbice para que, ya en los albores de 1938, apareciera otra colección en la zona controlada por los sublevados con el título de “La Novela Ideal”, pero de signo netamente conservador y dedicada a la novelita rosa dentro de los parámetros culturales y morales que van a ser sancionados por el nuevo Estado franquista.
Bajo este sello publicará, por ejemplo, Laura de Comingues (pseudónimo de Josefina de la Torre), una de las ahora conocidas como “Sinsombrero”, aunque su colaboración con el fascismo español no parece interesar a quienes han acuñado el marchamo.
Como te decía, fue un trabajo de investigación y de arqueología exhumar esas 113 novelas. El fascismo se empleó a fondo con ellas. Así que tuve que peregrinar por los archivos de la Fundación Anselmo Lorenzo en Yuncler (Toledo), el Ateneu Enciclopèdic Popular de Barcelona, El Archivo de la Guerra Civil en Salamanca, la Biblioteca Nacional de España, la de Cataluña, la de Uruguay, la Biblioteca Municipal y el Arxiu de Barcelona, el Instituto Internacional de Historia Social (IIHS) de Ámsterdam, y también por librerías de viejo, donde conseguí comprar algunas que, milagrosamente, habían escapado al fuego de la inquisición franquista.
Trabajé las 113 novelas. Ese era mi objetivo, pero a día de hoy no existe ninguna institución en España o fuera de España que las conserve todas. Fue una labor de reconstrucción paciente y apasionante. La financiación, como todos mis trabajos, corrió de mi parte, aunque cuando ya tenía el trabajo muy avanzado salieron unas becas del Ministerio de Cultura de apoyo a los creadores y solicité una de ellas: me dieron 2.500 euros que pude emplear en mi viaje al IIHS de Ámsterdam.
¿Cómo fue el trabajo de composición? Por qué elegiste seguir un eje temático, por ejemplo.
A medida que iba leyendo las novelas percibía con claridad que había una evolución evidente en las mismas. Las escritas en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, debido a la censura, no tienen nada que ver con las escritas durante el ciclo revolucionario 1934-37.
La profundidad de los temas y su abordaje es mucho más potente; la ideología anarquista, ya sin medias tintas, rezuma por todos los poros, y bajo esa luz elaboran tramas donde se reflexiona sobre el divorcio, las instituciones del Estado, la violencia de género, la educación, el arte, la homosexualidad, la maternidad, el amor libre, la ecología, el naturismo, el conflicto social, el colonialismo, el terrorismo, la huelga, la ocupación de fábricas, los problemas de vivienda, etc. Sin olvidar ofrecer a los lectores algunas pinceladas sobre la concepción del mundo futuro que, como libertarias, defendían estas mujeres.
Estas novelas son moralizantes, a menudo muy pedagógicas. Destaca el énfasis en la “dignidad proletaria” mientras que los ricos suelen ser corruptos morales. ¿Crees que esto ha influido para que no se consideren parte del canon literario? ¿Qué nos aporta esta moral hoy en día que –podría decirse– reina el cinismo en todas partes?
Estas mujeres escribieron desde otro lugar. El canon literario burgués no les interesaba lo más mínimo y es absurdo analizar sus creaciones desde un corsé al que habían escapado. No necesitaban ajustarse a él para publicar porque los anarquistas tenían sus propias editoriales y sus propios canales de distribución para poner, por ejemplo, 10.000 ejemplares de estas novelas cada semana en el mercado.
Son novelas moralizantes porque son el espejo en donde debían mirarse los libertarios y las libertarias para construir el mundo futuro. En un país sin escuelas, estas novelas son parte consustancial de la educación del proletariado español en su lucha por producir otro mundo y otra literatura que, en sus momentos álgidos, reflejó la nueva realidad histórica y social en formación que auguraba la revolución española.
¿Cómo influyó la llegada de la II República, con leyes como la del divorcio, en las historias de estas escritoras?
Un aspecto a destacar de estas novelistas es que se podría decir que montaban las tramas de sus novelas sobre acontecimientos recientes o candentes de la vida pública española. Así por ejemplo ocurre, a partir de 1931, con la nueva legislación sobre el matrimonio civil, el divorcio, la igualdad entre los hijos legítimos e ilegítimos, la protección de menores y la investigación de la paternidad, entre otras novedades legales que trajo la República.
Todas estas novedades serán noveladas por ellas desde una visión libertaria, es decir, crítica con lo que de intromisión en la vida privada de las personas tienen muchas de estas leyes, que protegían tanto como gestionaban, organizaban o administraban la vida de las personas. Desde una perspectiva libertaria, en tanto defensoras del amor libre o de la maternidad consciente, estas novelas también plantean las diferentes posiciones que había dentro de la comunidad libertaria en torno a temas tan importantes como el divorcio, la autonomía de la mujer, la familia monoparental, el trabajo, la liberación sexual, la prostitución, etc. y lo hacen con argumentos que sorprenden por su actualidad y su modernidad.
A eso quería llegar. Sorprende el tratamiento anarquista de algunos temas que hoy apenas se encuentran en las agendas mediáticas: el pacifismo; la ecología, el naturismo o la exaltación de la naturaleza; el amor libre; la revolución… ¿Qué papel tenía la literatura entonces a la hora de difundir estas cuestiones? Sin tele, sin internet, sin grandes corporaciones…
En efecto, los medios masivos de adoctrinamiento en la ideología de la clase dominante estaban en plena expansión durante los años veinte y treinta: el periódico, la radio, el cine… pero enfrente tenían una clase trabajadora consciente, que sabía que la ideología de la clase dominante no era la ideología de la clase dominada y que reclamaba su propio imaginario, su propia versión de los hechos a través de su propia prensa, teatro o literatura, y lo mejor es que estaba dispuesta a pagar por ello…
La revista Generación Consciente (1923 -1928), dedicada al anarquismo, el naturismo, la educación sexual, el neomalthusianismo, la cultura vegetariana y la ecología, con 75.000 ejemplares por número, demuestra que había un buen número de lectores potenciales que solo estaban esperando la oportunidad de tener acceso a estos contenidos que, por otra parte, eran esquivados o despreciados por la producción escritural burguesa, donde estas temáticas estaban ausentes o eran combatidas desde una posición de clase (tachándolas de grotescas, ridiculizándolas y/o repudiándolas).
La colección La Novela Ideal (1925-1938), donde publicaron nuestras autoras, era de carácter semanal. Se tiraban 10.000 ejemplares de cada edición, aunque hubo novelas que alcanzaron los 50.000, lo que nos da idea del éxito de las mismas entre el proletariado. La Novela Libre (1933-1937), de periodicidad mensual, tiraba 20.000 ejemplares. Las editoriales libertarias fueron las más generosas del espectro proletario para dar cabida en ellas a las mujeres, y para hacer posible que estas llegaran al mayor público posible gracias a sus precios (15 céntimos, cuando el sueldo diario de un jornalero era de 5 pesetas).
¿Qué ideas de estas novelas crees que se han perdido para siempre? Por ejemplo: la “camaradería amorosa” hoy puede ser el poliamor… Pero otras ideas no han vuelto.
Como ya he comentado, estas autoras escribían desde otro lugar, que lejos de legitimar el poder y reproducir la ideología dominante, nos sitúa ante el relato de la dignidad obrera, las luchas de las clases subalternas, los proyectos y las utopías que pueden ayudar a construir nuestra imaginación política en un nuevo horizonte de emancipación.
Ellas encarnan con sus novelas la posibilidad política que nos anuncia que la historia pudo haber sido de otro modo; que también desde la literatura, el relato de poder de los dominantes puede ser impugnado, desafiado, interrumpido desde abajo, desde los imaginarios políticos y literarios que han construido, entre otras, las voces y las memorias de las obreras, las explotadas, las inconformistas y las marginadas por el patriarcado en su lucha por producir otro mundo y otra literatura. No creo que se haya perdido nada. Las libertarias siguen teniendo por delante un mundo que cambiar para que pueda ser habitable por todos.
Una figura importante entre las que analizas es Federica Montseny. Sabemos que fue la primera mujer ministra de España, pero no se conoce tanto su faceta como novelista. ¿Cómo caracterizarías su feminismo? Impulsó una ley del aborto, pero consideraba que la mujer no estaba completa sin ser madre, se opuso al voto de la mujer… Era inclasificable según los estándares de hoy.
Federica fue una mujer controvertida, de gran carácter, pero también voluble e inconsecuente; sin duda una figura apasionante para estudiarla en profundidad, una mujer excepcional en la España de los años 30. Quedémonos con el dato de que escribió más de 50 novelas, además de ensayos y centenares de artículos sin que, a día de hoy, aparezca en los libros de texto ni como escritora ni como filósofa, que lo fue. Valga otro dato que avala este silencio: hace 30 años que no se publica en España ninguna de sus novelas de más éxito.