El pasado mes de mayo se cumplieron dos años de la Revuelta de los Cayetanos, esas concentraciones celebradas en Núñez de Balboa en las que los vecinos del barrio más rico de Madrid salían a protestar contra las restricciones de la pandemia. Nos reímos mucho de las imágenes de los pijos y franquistas trasnochados que golpeaban mobiliario urbano con palos de golf, se desplazaban en descapotables e iniciaban caceroladas con utensilios de cocina recién comprados que todavía tenían la pegatina con el código de barras. Sin embargo, no podemos perder de vista que detrás de estas protestas, impulsadas por una tal “María Luisa de Resistencia Democrática, simpatizante de Vox”, estaba la ultraderecha y su siniestra agenda política.Medio año después, en Estados Unidos, se produjo el asalto al Capitolio durante el recuento electoral. De nuevo, las imágenes de los asaltantes con cuernos de búfalo o con un mapache en la cabeza, con pinta de raveros puestos de ketamina en medio del desierto, dieron para echarse unas buenas risas. Pero no deja de ser inquietante que esta acción fue impulsada por el ex-presidente Trump y por milicias de ultraderecha como los Proud Boys, Oath Keepers y los Three Percenters.
Este tipo de acciones nos pueden parecer ridículas, pero en realidad entrañan un grave peligro. La extrema derecha, cuando no ostenta el poder, parece bufonesca con su patrioterismo rancio, con sus líderes millonarios haciéndose las víctimas de injusticias sociales y con sus teorías de la conspiración. Pese a ello, cuando no se les confronta directamente tienden a crecer ilimitadamente.
En 1922, Mussolini era el payaso de Italia, hasta que organizó la Marcha sobre Roma y tomó el poder. La prensa liberal había sido generosa con su movimiento1, pensando que los violentos squadristi fascistas eran unos descerebrados que podrían manipular y utilizar para acabar con el movimiento obrera de izquierdas sin perder el control sobre ellos, hasta que fue demasiado tarde2.
Un mes después de la Marcha sobre Roma, Hitler, Göring, Hess, Himmler y compañía en Alemania organizaron el Putsch de la cervecería, un intento golpe de Estado en Múnich abocado al fracaso. 2.000 nazis marcharon sobre la ciudad bávara tratando de tomar las riendas del país. Pese a que 16 nazis y 4 policías fallecieron y los líderes fascistas se enfrentaban a cargos de Alta Traición (castigados con pena de muerte), los fiscales y los jueces que los juzgaron, que no ocultaban su simpatía con el nazismo (el presidente del tribunal Neithardt, había dicho que el nazismo “era la única baza de Alemania”) les condenaron a penas muy cortas (las más elevadas fueron de 5 años), argumentando que que a los golpistas “los había guiado un espíritu puro de patriotismo y la voluntad más noble”.
En cierto sentido, no dista mucho de las penas que se están imponiendo en la actualidad a los más de 700 asaltantes del Capitolio de EEUU que se encuentran imputados: en un país donde hay personas negras cumpliendo cadena perpetua por el menudeo de droga, los supremacistas blancos que intentaron tomar el Capitolio se están enfrentando, en su mayoría, a penas de algunos meses de prisión. Y ello pese a que durante el asalto fallecieron 5 personas, 138 policías resultaron heridos y 4 de ellos se suicidaron en los meses siguientes.
Volviendo a los sucesos de hace 100 años, en prisión Hitler pudo escribir su Mein Kampf y preparó su asalto al poder, que terminaría por materializarse una década después. Esta conquista de las más altas instituciones del Estado solo se pudo lograr mediante la difusión de bulos y noticias falsas, que se arraigaron en lo más profundo de la sociedad alemana. Entre las teorías de la conspiración más populares se encontraba el Protocolo de los Sabios de Sión (un plan judío para conquistar el mundo) o que los comunistas quemaron el Reichstag y planeaban un golpe de Estado. Este tipo de bulos permitieron que en 1933 un Decreto le otorgara poderes especiales a Hitler y suspendiera artículos de la Constitución de Weimar, como la libertad de expresión, la libertad de prensa, el derecho de reunión y asociación y la inviolabilidad del domicilio.
De nuevo, encontramos ecos del pasado en la situación actual. Las fake news promovidas por medios de ultraderecha están a la orden del día: que si Pablo Iglesias tenía una UVI móvil en su casa durante la pandemia, que si los migrantes son delincuentes sexuales, que si el 11-M fue ETA, que si el 11-M fueron Marruecos y Francia para poner en el poder a Zapatero, que si las vacunas llevan microchips para controlarnos, que si el Covid fue creado por China para aniquilarnos, etc3.
Un ejemplo evidente del peligro que entrañan las nuevas teorías de la conspiración la encontramos con la Teoría del Gran Reemplazo. Popularizada en 2012 por el escritor francés Renaud Camus, sostiene que una élite mundial (Soros, la UE, etc) está dedicando sus esfuerzos a sustituir a la población blanca cristiana europea con pueblos no europeos a través de la migración masiva y el crecimiento demográfico, así como la expansión el aborto y de la homosexualidad en Occidente. En su momento la idea de un genocidio blanco parecía absurda, pero desde entonces ha sido acogida por Marine Le Pen, Éric Zemmour, Matteo Salvini, Santiago Abascal4, Viktor Orbán y la Alt-Right estadounidense. Una encuesta de finales de 2021 muestra que el 60% de los franceses se creen esta basura. Como muestra de lo peligrosa que es esta teoría, cabe recordar que entre los seguidores del Gran Reemplazo se encuentran Breton Tarrant, que en 2019 mató a 51 personas en dos mezquitas de Christchurch (Nueva Zelanda) y Payton Gendron, que el pasado 14 de mayo mató a 10 personas negras en Búfalo (EEUU).
Confrontar el fascismo y sus ideas tóxicas es más importante que nunca. Por muy bufones que nos puedan parecer algunos de sus líderes, bajo sus ridículas acciones se esconde un peligro de violencia extrema y si no se les paran los pies ahora, puede que dentro de unos años sea demasiado tarde.
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1Sobre la reacción de la prensa española del momento a la marcha sobre Roma, recomendamos el artículo “La prensa española ante la marcha sobre Roma: entre el entusiasmo y la hostilidad hacia el fascismo”, escrito por Ricardo Zugasti Azagra, publicado en RIHC. Revista Internacional De Historia De La Comunicación, 1.
2Recuerda a los orígenes de Vox, muy vinculados al PP: Santiago Abascal estuvo afiliado al PP desde los 18 años, fue cargo del partido y Director de la Agencia de Protección de Datos. Después creó una fundación, que recibió 183.000 euros de la Comunidad de Madrid, hasta que echó el cierre en 2013. El mismo día de su disolución, se fundó Vox. 7 de los 10 fundadores de Vox tienen relación con Aznar. Da la sensación de que Vox fue creado por el PP para empujar el debate social hacia la derecha y mostrarse como una opción moderada, pero se les fue de las manos la estrategia y ahora se ven obligados a compartir puestos de poder.
3Sobre la difusión de bulos por la extrema derecha, recomendamos el artículo “Partidos emergentes de la ultraderecha¿fake news, fake outsiders? Vox y la web Caso Aislado en las elecciones andaluzas de 2018”, de Macarena Hernández y Manuel Fernández, publicado en Teknocultura, vo. 16, n.º 1, en 2019.
4Véase el artículo “Abascal recupera la teoría supremacista del gran reemplazo para lanzar la campaña andaluza”, por Iñigo Aduriz, en eldiario.es, el 16 de mayo de 2022.
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