Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

sábado, noviembre 16

Inundaciones desastrosas


A principios de septiembre se sucedieron una serie de lluvias torrenciales que derivaron en grandes riadas e inundaciones que causaron víctimas mortales y multitud de daños materiales. Lo que tradicionalmente se ha conocido en el Levante como Gota Fría, en los últimos años está generando más problemáticas que antaño. Si bien es cierto que los fenómenos climatológicos extremos son difícilmente predecibles con gran precisión en escalas medias de tiempos, no podemos eludir la cuestión de que los daños causados cada vez son mayores sin que el aumento de estas lluvias torrenciales haya sido tan grande.

Principalmente debemos enmarcar esta cuestión en la guerra que está llevando a cabo el desarrollismo capitalista contra la tierra. El desarrollo industrial y urbanístico ejerce como acelerador del cambio climático y éste aumenta los riesgos y cantidades de fenómenos climatológicos extremos, que a su vez generan más daños. Un camino en círculo que se retroalimenta constantemente sin que se tomen las medidas necesarias. Lo que importa es producir, consumir, construir, vender y los desastres son nuevas oportunidades de negocio.
Regando nuestras riadas

Las razones de los grandes daños causados por estas lluvias tienen más que ver con la acción del ser humano que con cuestiones ambientales fuera de nuestro control. Es importante señalar correctamente las causas de las consecuencias, y señalarlas sobre cuestiones sobre las que tengamos capacidad de acción. Lo contrario es echar culpas sobre cuestiones que nos desbordan y desmovilizan.

Tenemos la mala costumbre de ocupar y urbanizar terrenos por naturaleza inundables. La agricultura intensiva e industrial reduce la cubierta vegetal y no realiza las tareas de conservación de los suelos necesarias. Esto, junto al aumento de infraestructuras que impermeabilizan los suelos, desordenan los cauces naturales de los ríos por tierra y subterráneos.

Algunas de las soluciones propuestas para los desbordamientos e inundaciones son peor remedio que la enfermedad. Se ha apostado por la construcción de defensas artificiales como diques, presas o dragados que no han impedido las consecuencias de los torrenciales y que, además, aumentan la peligrosidad en el momento en el que se fracturan. Se está quitando espacio a los ríos para dárselo a infraestructuras que tratan de controlarlo de forma claramente insatisfactoria.
La virtud del dejar hacer

Décadas de nula planificación urbanística e industrial nos han traído hasta aquí. Las zonas potencialmente inundables no deben ser objeto de construcciones o asentamientos y así permitir que los ríos sigan sus trayectorias naturales sin barreras artificiales. Junto a ello, urge recuperar masa vegetal que sirva de filtro y drenaje. Estas cuestiones son válidas tanto para entornos rurales como urbanos. Estas cuestiones son una suma de dejar hacer a la naturaleza y una planificación respetuosa con el medio natural. La naturaleza tiene un gran potencial de regeneración en el momento en el que la mano del ser humano se echa a un lado. Ahí tenemos ejemplos como la renaturalización del río Manzanares, que con el simple gesto de dejar correr el agua abriendo las compuertas que lo retenían, la flora y fauna se ha desarrollado sin grandes intervencionismos.
Cuando la naturaleza puede a la técnica

Hemos llegado a una situación en la que somos incapaces de controlar aquello que hemos creado. El desarrollo industrial, técnico y tecnológico ha ido más allá, demostrando por una parte autonomía respecto del ser humano y por otra, una consecuencia lógica de la acción humana. La predominancia de las soluciones técnicas y tecnológicas a los problemas de la humanidad ha llegado a un punto que agrava el problema. Es una forma de pensamiento dominante ligada a la necesidad de extraer beneficio a todo. Obviamente, es más rentable construir presas que no hacerlo, o desarrollar fertilizantes que regenerar en base a la no sobreexplotación. Quizás, las soluciones sean más sencillas que grandes obras de ingeniería y debamos dejar a un lado la tecnificación frente a la imaginación y acción colectiva.


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