Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, julio 31

Mi sexualidad es un problema social


Hoy, más que ayer, aunque parezca paradójico, la construcción de la identidad femenina se sustenta bajo la noción de la sacralización de la vagina y de la sexualidad propia de las mujeres. El disfrute y goce de las mujeres supone un incumplimiento de las normas de género más modernas, avanzadas y tecnológicas de este nuevo siglo. Cualquier forma de goce más allá de la heteronormada, esto es, heterosexual, conyugal, monógama y romántica, supone un ataque frontal a uno de los pilares sacrosantos del sistema patriarcal, la familia.

Una mujer debe ante todo ser madre, buena esposa, cuidadora y a ser posible trabajadora. Debe de cuidar su aspecto con dietas, higiene y cosmética. Debe ser en apariencia follable, pero pudorosa y cauta en la cama. Y jamás de los jamases debe insinuarse o corresponder a un encuentro sexual promiscuo.

Así el mes pasado nos llegaba la terrible noticia del suicidio de una empleada de Iveco, tras la viralización de un video de contenido sexual, donde al parecer solo ella salía en la imagen, rompiendo el pacto moral y la estricta ley de la heteronorma.

Iveco es un grupo industrial italiano que se dedica a la comercialización y diseño de transportes ligeros y pesados, con plantas de producción en toda Europa, en China, Rusia y algunos países de América Latina. Aquí en el Estado español mantiene su producción en Madrid.

El mes pasado Iveco se convertía en el escenario del trágico acontecimiento. Una empresa con una plantilla de más de 2.500 trabajadores, vivió con horror el suicidio inducido por la empresa a una de sus trabajadoras. ¿Por qué inducido? Porque la responsabilidad de la empresa era velar por la seguridad de su trabajadora. Y la seguridad no puede entenderse simplemente en el riesgo físico que puede sufrir el trabajador. Tiene que ser en todos sus aspectos vitales, es decir físico, psicológico y por qué no espiritual. Inducido, porque a pesar de que la trabajadora avisara a la empresa de que estaba sufriendo bullying tras viralizarse un video sexual de su persona, y que a raíz del mismo se había generado todo un entramado de burlas y comentarios vejatorios, ni recursos humanos ni nadie en la empresa, compañeros, trabajadores o/y altos cargos, hizo nada para impedir las terribles consecuencias que tuvieron tales hechos. Inducido, porque la trabajadora en cuestión vivía bajo una enorme presión y ansiedad. Su mayor miedo, según los medios de comunicación, era que el video llegara a su familia, a su marido, algo que terminó por suceder. Lo que llevó, según el periódico El Mundo, a que el marido la amenazara con divorciase y quitarle la custodia de los hijos.

Me pregunto hasta cuándo y hasta dónde sostendremos esto. ¿Por qué hoy más que ayer? Cuanto más se refuerza la idea de una sexualidad puritana para las mujeres, más se potencia convertir en aun más depravada la sexualidad para los hombres. Esto no quiere decir que hombres y mujeres vayamos a consumir una u otras formas sexuales según el género. Aquí tiene mucho más que ver con una industria, la del sexo, que con una expresión libre del ser humano.

Gayle Rubin, una de esas fantásticas autoras que se preocuparon en su día por desarrollar una praxis para superar las estrecheces conservadoras de la sexualidad, ya comentaba que en épocas de máxima tensión política las sociedades tienden a endurecer los pactos morales, favoreciendo discursos reaccionarios y puritanos. “Ha llegado el momento de pensar sobre el sexo. A algunos la sexualidad quizá sólo les parezca un tópico sin importancia, un escape frívolo de los problemas más críticos de la pobreza, la guerra, la enfermedad, el racismo, el hambre o la aniquilación nuclear. Pero es precisamente en épocas como ésta, en la que tenemos que convivir con la posibilidad de una destrucción inimaginable, cuando es más probable que la gente se vuelva peligrosamente desquiciada en lo referente a la sexualidad.” Así de claro y contundente comienza su texto “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad.”

Ha llegado el momento de hablar sobre sexo. Porque es precisamente en épocas como la que estamos viviendo, ante la posibilidad de una destrucción inimaginable, (calentamiento global, el desplazamiento migratorio que lleva a miles de personas a morir en el mediterráneo, el terrorismo, poblaciones enteras desplazadas, el feminicidio en aumento, hambrunas, guerras no mediatizadas, etc.) cuando es más probable que la gente se vuelva peligrosamente desquiciada en lo referente a la sexualidad.” Hablemos sobre sexo porque ante esta posibilidad el conservadurismo más reaccionario avanza expandiéndose en todas sus formas por todos los rincones del planeta. Y es la sexualidad de las mujeres, lesbianas, putas, gais, transexuales y demás identidades, la que está en juego. Hablemos de sexo porque no es banal que una mujer se suicide acorralada por el desquicie, el abuso y el bullying que sufrió en la empresa por parte de sus compañeros. Hablemos de sexo porque la violencia simbólica tiene rostro de buena ciudadana.

Hablemos de sexo porque el problema no es que se viralice un video personal de contenido sexual femenino. El verdadero problema es que las mujeres no podemos, no debemos gozar. No se nos permite disfrutar del juego sexual, de la expresión libre de nuestra sexualidad. Los cuerpos de las mujeres son disciplinados constantemente por los medios de comunicación, la opinión pública, la justicia, la cultura. La violencia simbólica para las mujeres está tan altamente naturalizada que somos incapaces de verla, desde la familia patriarcal/mononuclear pasando por la maternidad forzada, la educación androcéntrica, la heterosexualidad obligatoria, la historia robada, el trabajo sexuado, la ciencia ginopeista.

El contraste es terrible. Mientras a las mujeres se nos mete el miedo en el cuerpo con todo tipo de normas disciplinarias, a los hombres se les insta a consumir un sexo depravado, violento, corrompido.

Hablemos de sexo por que el suicidio de esta madre, trabajadora, mujer supone para nosotras una realidad terrible. Hablemos de sexo porque nos queremos vivas, empoderadas y juguetonas. Pícaras, seductoras, sexuales, sensitivas y gozosas.


                                        Extraído de www.todoporhacer.org

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