Una historia de la idea anarquista es 
inseparable de la historia de todos los desarrollos progresivos y de las
 aspiraciones hacia la libertad, ambiente propicio en que nació esta 
comprensión de vida libre propia de los anarquistas y garantizable sólo 
por una ruptura completa de los lazos autoritarios, siempre que al mismo
 tiempo los sentimientos sociales (solidaridad, reciprocidad, 
generosidad, etc.) estén bien desarrollados y tengan expansión libre. 
Esta comprensión se manifiesta de innumerables maneras en la vida 
personal y colectiva de individuos y de grupos, comenzando por la 
familia, ya que la convivencia humana no sería posible sin ella. Al 
mismo tiempo la autoridad, sea tradición, costumbre, ley, arbitrariedad,
 etc., ha puesto desde la humanización de los animales que forman la 
especie humana, su garra de hierro sobre un gran número de 
interrelaciones, hecho que sin duda procede de una animalidad más 
antigua todavía, y la marcha hacia el progreso que se hace 
indudablemente a través de las edades, es una lucha por la liberación de
 esas cadenas y obstáculos autoritarios. Las peripecias de esa lucha son
 tan variadas, la lucha es tan cruel y ardua que relativamente pocos 
hombres han llegado todavía a la comprensión anarquista más arriba 
descrita, y aquellos incluso que luchaban por libertades parciales no 
los han comprendido más que rara e insuficientemente y en cambio han 
tratado a menudo de conciliar sus nuevas libertades con el mantenimiento
 de antiguas autoridades, ya quedasen ellos mismos al margen de ese 
autoritarismo, o creyesen útil la autoridad y capaz de mantener y de 
defender sus nuevas libertades. En los tiempos modernos tales hombres 
sostenían la libertad constitucional o democrática, es decir libertades 
bajo la custodia del gubernamentalismo. De igual modo en el terreno 
social esa ambigüedad produjo el estatismo social, un socialismo 
impuesto autoritariamente y desprovisto por eso de lo que, según los 
anarquistas, le da su verdadera vida, la solidaridad, la reciprocidad, 
la generosidad, que sólo florecen en un mundo de libertad.
Antiguamente, pues, el reino de la 
autoridad fue general, los esfuerzos ambiguos, mixtos (la libertad por 
la autoridad) fueron raros, pero continuos, y una comprensión 
anarquista, al menos parcial y tanto más una integral, ha debido ser muy
 rara, tanto porque exigía condiciones favorables para nacer, como 
porque fue cruelmente perseguida y eliminada por la fuerza o gastada, 
desamparada, nivelada por la rutina. Sin embargo, si de la promiscuidad 
tribal se llegó a la vida privada relativamente respetada de los 
individuos, no es sólo el resultado de causas económicas, sino que fue 
un primer paso de la marcha de la tutela a la emancipación; y de 
sentimientos paralelos al antiestatismo de los hombres modernos, han 
pasado los hombres de esos tiempos antiguos a esta dirección. 
Desobediencia, desconfianza de la tiranía y rebelión han impulsado a 
muchos hombres enérgicos a forjarse una independencia que han sabido 
defender o han sucumbido. Otros supieron sustraerse a la autoridad por 
su inteligencia y por capacidades especiales, y si en un tiempo dado los
 hombres pasaron de la no-propiedad ( accesibilidad general) y de la 
propiedad colectiva ( de la tribu o de los residentes locales) a la 
propiedad privada, no sólo la codicia de posesión, sino también la 
necesidad, la voluntad de una independencia asegurada, han debido 
impulsarlos a ello.
Los pensadores anarquistas integrales de 
esos antiguos tiempos, si los hubo, son desconocidos, pero es 
característico que todas las mitologías han conservado la memoria de 
rebeliones, e incluso de luchas nunca terminadas, de una raza de 
rebeldes contra los dioses más poderosos. Son los Titanes que dan el 
asalto al Olimpo, Prometeo desafiando a Zeus, las fuerzas sombrías que 
en la mitología nórdica provocan el crepúsculo de los dioses, es el 
diablo que en la mitologíá cristiana no cede nunca y lucha a toda hora y
 en cada individuo contra el buen Dios, ese Lucifer rebelde que Bakunin 
respetaba tanto, y muchos otros. Si los sacerdotes, que manipulaban esos
 relatos tendenciosos en el interés conservador, no han eliminado esos 
atentados peligrosos a la omnipotencia de sus dioses, es que las 
tradiciones que tenían por base han debido estar tan arraigadas en el 
alma popular que no se han atrevido a ello y sólo se contentaron con 
desnaturalizar los hechos, insultando a los rebeldes, o bien han 
imaginado más tarde interpretaciones fantásticas para intimidar a los 
creyentes, como sobre todo la mitología cristiana con su pecado 
original, la caída del hombre, su redención y el juicio final, esa 
consagración y apología de la esclavitud de los hombres, de las 
prerrogativas de los sacerdotes como mediadores, y esa postergación de 
las reivindicaciones de justicia para el último término imaginable, para
 el fin del mundo. Por consiguiente, si no hubiese habido siempre 
rebeldes atrevidos y escépticos inteligentes, los sacerdotes no se 
habrían tomado tanto trabajo.
La lucha por la vida y la ayuda mutua 
estaban quizás inseparablemente entrelazadas en esos antiguos tiempos. 
¿Qué es la ayuda mutua sino la lucha por la vida colectiva, 
protegiéndose así una colectividad contra un peligro que aplastaría a 
los aislados? ¿Qué es la lucha por la vida sino un individuo que reúne 
un mayor número de fuerzas o capacidades triunfando sobre otro que reune
 una cantidad más pequeña? El progreso se hizo por independencias e 
individualizaciones fundadas en un medio de sociabilidad relativamente 
segura y elevada. Los grandes despotismos orientales no permitieron 
verdaderos progresos intelectuales, pero sí el ambiente del mundo 
griego, compuesto de autonomías más locales, y la primera floración del 
pensamiento libre que conocemos fue la filosofía griega, que ha podido 
en el curso de los siglos, tener conocimiento de lo que pensaban en la 
India y en China algunos pensadores, pero que ante todo hizo una obra 
independiente, que ya los romanos, a quienes les interesaba tanto 
instruirse en las fuentes griegas de la civilización, no pudieron 
comprender y continuar y menos aún el mundo inculto del milenio de la 
edad media.
Lo que se llama filosofía fueron al 
comienzo reflexiones todo lo independientes que es posible de la 
tradición religiosa por individuos que dependían de su ambiente, y 
sacadas de observaciones más directas y, algunas, resultados de la 
experiencia; reflexiones por ejemplo sobre el origen y la esencia de los
 mundos y de las cosas (cosmogenia), sobre la conducta individual y sus 
mejoras deseables (moral), sobre la conducta colectiva cívica y social 
(politica social) y sobre un conjunto más perfecto en el porvenir y los 
medios de llegar a él (el ideal filosófico que es una utopía, derivada 
de las opiniones que esos pensadores se han formado sobre el pasado, el 
presente y la dirección de la evolución que creen haber observado o que 
consideran útil y deseable). Las religiones se habían formado antes 
aproximadamente de manera parecida, sólo que en condiciones generales 
más primitivas, y la teocracia de los sacerdotes y el despotismo de los 
Reyes y de los jefes corresponden a ese estadio. Esa población de los 
territorios griegos, continente e islas, que se mantenía contra los 
despotismos vecinos, fundando una vida cívica, autonomías, federaciones,
 rivalizando en pequeños centros de cultura, produce también esos 
filósofos que se elevaron sobre el pasado, que trataban de ser útiles a 
sus pequeñas Repúblicas patrias y concebían sueños de progreso y de 
felicidad general (sin atreverse o sin querer tocar a la esclavitud, 
claro está, lo que muestra cuan difícil es elevarse verdaderamente sobre
 el ambiente).
De esos tiempos datan el 
gubernamentalismo de formas en apariencia más modernas, y la política, 
que tomaron el puesto del despotismo asiático y de la arbitrariedad 
pura, sin reemplazarlos totalmente. Fue un progreso semejante al de la 
revolución francesa y al del siglo XIX, comparados con el absolutismo 
del siglo XVIII, y como este último progreso dio un gran impulso al 
socialismo integral y a la concepción anarquista, así al lado de la masa
 de los filósofos y de los hombres de Estado griegos moderados y 
conservadores, hubo pensadores intrépidos que llegaron ya entonces a las
 ideas socialistas estatales, los unos, y a las ideas anarquistas, los 
otros -una pequeña minoría, sin duda-, pero hombres que hicieron su 
marca, que no se les pudo ya borrar de la historia, aunque rivalidades 
de escuela, persecuciones o la incuria de edades ignorantes hayan hecho 
desaparecer los escritos. Lo que de ellos subsiste se ha preservado 
sobre todo como extractos en textos de autores reconocidos que se han 
conservado.
Había en esas pequeñas Repúblicas siempre
 amenazadas, y ambiciosas y agresivas a su vez, un culto extremo al 
civismo, al patriotismo, y había también riñas de los partidos, 
demagogia, y la preocupación del poder, y sobre esa base se desarrolló 
un comunismo muy crudo. De ahí la aversión de otros contra la democracia
 y la idea de un gobierno de los más prudentes, de los sabios, de los 
hombres de edad, como soñaba Platón. Pero también la aversión contra el 
Estado, del que había que apartarse, que profesó Aristipo, las ideas 
libertarias de Antifon, y sobre todo la gran obra de Zenon (342-270 a. 
de C.), el fundador de la escuela estoica, que elimina toda coacción 
exterior y proclama el impulso moral propio en el individuo como único y
 suficiente regulador de las acciones del individuo y de la comunidad. 
Fue un primer grito claro de la libertad humana que se sentía adulta y 
se despojaba de sus lazos autoritarios, y no hay que asombrarse de que 
ese trabajo fuese ante todo depurado por generaciones futuras, luego 
completamente dejado al margen para irse perdiendo.
Sin embargo, como las religiones 
transportan las aspiraciones de justicia y de igualdad a un cielo 
ficticio, también los filósofos y algunos jurisconsultos se 
transmitieron el ideal de un derecho verdaderamente justo y equitativo, 
basado en las exigencias formuladas por Zenón y los estoicos; fue el 
llamado derecho natural que, como igualmente una concepción ideal de la 
religión, la religión natural, iluminó débilmente numerosos siglos de 
crueldad y de ignorancia, y a su resplandor en fin se rehicieron los 
espíritus y se comenzó a querer hacer realidades de esas abstracciones 
ideales. Ese es el primer gran servicio que la idea libertarla ha 
prestado a la humanidad: su ideal, tan enteramente opuesto al ideal del 
reino supremo y definitivo de la autoridad, es absorbido después en más 
de dos mil años y queda implantado en cada hombre honesto que sabe 
perfectamente que es eso lo que haría falta, por eséptico, ignorante o 
desviado que esté, a causa de intereses particulares, en relación a la 
posibilidad, y sobre todo a la posibilidad próxima, de realizaciones.
Pero se comprende también que la 
autoridad -Estado, propiedad, iglesia- veló contra la popularización de 
esas ideas, y se sabe que la República y el Imperio romano y la Roma de 
los Papas hasta el siglo XV, imponían al mundo occidental un fascismo 
intelectual absoluto, con el despotismo oriental que renacía en 
bizantinos, y turcos y zarismo ruso (continuado virtualmente por el 
bolcheviquismo ruso) como complemento. Entonces, hasta el siglo XV y más
 tarde aún (Servet, Bruno, Vanini), el pensamiento libre fue impedido 
bajo peligro de pena de muerte y no pudo transmitirse más que 
secretamente por algunos sabios y sus discípulos, tal vez en el núcleo 
más íntimo de algunas sociedades secretas. No se mostró en plena luz del
 día más que cuando, entremezclado con el fanatismo o el misticismo de 
las sectas religiosas, no temía ya nada, sintiéndose impulsado al 
sacrificio, sabiéndose consagrado o consagrándose alegremente a la 
muerte. Aquí las fuentes originales fueron cuidadosamente destruídas y 
no conocemos más que las voces de los denunciadores, de los insultadores
 y a menudo de los verdugos. Así Karpokrates, de la escuela gnóstica en 
Egipto, preconizó una vida en comunismo libre en el siglo segundo de la 
era presente, y también esta idea emitida en el Nuevo Testamento (Pablo a
 los Galateos): si el espíritu os manda, no estáis sin ley – pareció 
prestarse a la vida fuera del Estado, sin ley ni amo.
Los últimos seis siglos de la Edad Media 
fueron la época de las luchas de autonomías locales (ciudades y pequeños
 territorios) dispuestos a federarse y de grandes territorios que fueron
 unificados para formar los grandes Estados modernos, unidades políticas
 y económicas. Si las pequeñas unidades eran centros de civilización y 
habrían podido prosperar por su propio trabajo productivo, por 
federaciones útiles a sus intereses, y por la superioridad que su 
riqueza les dio sobre los territorios agrícolas pobres y sobre las 
ciudades menos afortunadas, su éxito completo no habría sido más que la 
consagración de esas ventajas a expensas de la inferioridad continua de 
los menos favorecidos. ¿Es más importante que algunas ciudades libres, 
Florencia, Venecia, Génova, Augsburg, Nurenberg, Bremen, Cante, Brujas y
 otras se enriquezcan o que todos los países en que están situadas sean 
elevados en confort, en educación, etc? La historia, hasta 1919 al 
menos, ha decidido en el sentido de las grandes unidades económicas y 
las autonomías fueron reducidas o han caído. La autoridad, el deseo de 
extenderse, de dominar, estaba verdaderamente en ambas partes, en los 
microcosmos y en los macrocosmos y la libertad fue un término explotado 
por los unos y por los otros; los unos rompieron el poder de las 
ciudades y de sus conjuraciones (ligas); los otros el de los Reyes y de 
sus Estados. Sin embargo, en esta situación las ciudades favorecían a 
veces el pensamiento independiente, la investigación científica, y 
permitieron a los disidentes y heréticos, proscritos en otras partes, 
hallar en ellas un asilo temporal. Sobre todo allí donde los municipios 
romanos situados en los caminos del comercio, u otras ciudades 
prósperas, eran más numerosas, había focos de esa indepedencia 
intelectual; de Valencia y Barcelona hacia la Alta Italia y Toscana, 
hacia la Alsacia, Suiza, Alemania meridional y Bohemia, por París hacia 
las Bocas del Rhin, Flandes y Países Bajos y el litoral germánico (las 
ciudades hanseáticas), tal fue ese país sembrado de focos de libertades 
locales. Y fueron las guerras de los emperadores en Italia, la cruzada 
contra los albigenses y la centralización de Francia por los Reyes, 
sobre todo por Luis XI, la supremacía castellana en España, las luchas 
de los Estados contra las ciudades en el mediodía y en el norte alemán, 
por los duques de Borgoña, etc., las que produjeron la supremacía de los
 grandes Estados.
Entre las sectas cristianas se nombra 
sobre todo a esos Hermanos y Hermanas de espíritu libre como 
practicantes de un comunismo ilimitado entre ellos. Partiendo 
probablemente de Francia, destruidos por la persecución, su tradición ha
 sobrevivido más en Holanda y en Flandes y los Klompdraggers del siglo 
XIV y los partidarios de Eligius Praystinck, los libertinos de Amberes 
en el siglo XVI (los loistas) , parecen derivarse de ellos. En Bohemia, 
después de los husitas, Peter Chelchicky preconizó una conducta moral y 
social que recuerda la enseñanza de Tolstoi. También allí había sectas 
de prácticos, llamados libertinos directos, los adamitas sobre todo. Se 
conocen algunos escritos, sobre todo de Chelchicky ( cuyos partidarios 
moderados se conocieron más tarde como Hermanos moravos) , pero en 
cuanto a las sectas más avanzadas se han reducido a los peores libelos 
de sus perseguidores devotos, y es difícil, si no imposible, distinguir 
en qué grado su desafío a los Estados y a las leyes era un acto 
antiautoritario consciente. Porque se dicen autorizadas por la palabra 
de Dios, que es así su amo supremo.
En suma, la Edad Media no pudo producir 
un libertarismo racional e integral. Sólo el re-descubrimiento del 
paganismo griego y romano, el humanismo del Renacimiento, dio a muchos 
hombres instruidos medios de comparación, de crítica; veían varias 
mitologías tan perfectas como la mitología cristiana, y entre la fe en 
todo eso y la fe en nada de ello, algunos se han emancipado de toda 
creencia. El título de un pequeño escrito de origen desconocido, De 
tribus imposioribus, sobre los tres impostores (Moisés, Cristo y Mahoma)
 marca esa tendencia y, en fin, un sacerdote francés, François Rabelais,
 escribe las palabras libertadoras Haz lo que quieras, y un joven 
jurista, Etienne de la Boetie (1530-1563), nos dejó el fámoso Discours 
de la servitude volontaire.
Estas investigaciones históricas nos 
enseñan a ser modestos en nuestras expectativas. No sería difícil hallar
 los más bellos elogios de la libertad, del heroísmo de los tiranicidas y
 otros rebeldes, de las revueltas sociales populares, etc.; pero la 
comprensión del mal inmanente en la autoridad, la confianza completa en 
la libertad, eso es rarísimo, y las manifestaciones mencionadas aquí son
 como las primeras tentativas intelectuales y morales de los hombres 
para marchar de pie sin andadores tutelares y sin cadenas de coacción. 
Parece poco, pero es algo, y no ha sido olvidado. Frente a los tres 
impostores se erigió al fin la ciencia, la razón libre, la investigación
 profunda, el experimento y una verdadera experiencia. La Abbaye de 
Thézeme, que no ha sido la primera de las islas dichosas imaginadas, no 
fue la última, y junto a las utopías autoritarias, estatistas, que 
reflejan los nuevos grandes Estados centralizadores, hubo aspiraciones 
de vida idílica, inofensiva, graciosa, llena de respetos, afirmaciones 
de la necesidad de libertad y de convivencia en esos siglos XVI, XVII, 
XVIII de las guerras de conquista, de religión, de comercio, de 
dIplomacia y de las crueles colonizaciones de ultramar – el sometimiento
 de los nuevos continentes -. Y la servidumbre voluntaria tomaba a veces
 impulso para poner fin a sí misma, como en la lucha de los Países Bajos
 y contra la realeza de los Stuart en los siglos XVI y XVII y la lucha 
de las colonias norteamericanas contra Inglaterra en el siglo XVIII. 
hasta la emancipación de la América latina a comienzos del siglo XIX. La
 desobediencia entró así en la vida política y social. De igual modo el 
espíritu de la asociación voluntaria, de los proyectos y tentativas de 
cooperación industrial en Europa, ya en el siglo XVII, de la vida 
práctica por organizaciones más o menos autónomas y autogobernadas en 
América del Norte antes y después de la separación de Inglaterra. Ya los
 últimos siglos de la Edad Media habían visto el desafío de la Suiza 
central al Imperio alemán y su triunfo, las grandes revueltas de los 
campesinos, las afirmaciones violentas de independencia local en varias 
partes de la Península ibérica; París se manturo firme contra la realeza
 en diversas ocasiones, hasta el siglo XVII, y de nuevo en 1789.
El fermento libertario, lo sé bien, era 
todavía demasiado pequeño, y los rebeldes de ayer se quedan prendidos en
 una nueva autoridad al día siguiente. Todavía se puede hacer matar a 
los pueblos en nombre de tal o cual religión y, más aún, se les inculcó 
las religiones intensificadas de la Reforma y por otra parte se les puso
 bajo la tutela y la férula de los jesuitas. Europa, además, fue 
sometida a la burocracia, a la policía, a los ejércitos permanentes, a 
la aristocracia ya las Cortes de los Príncipes, aun siendo sutilmente 
dirigida por los poderosos del comercio y de las finanzas. Muy pocos 
hombres entreveían a veces soluciones libertarias y hablaban de ellas en
 algunos pasajes de sus utopías, como por ejemplo Gabriel Faigny en Les 
Aventures de Jacques Sadeur dans la découverte et le voyage de la Terre 
australe (1676); o sirviéndose de la ficción de los salvajes que no 
conocían la vida refinada de los Estados policiales, como por ejemplo 
Nicolás Gueudeville en los Entretiens entre un sauvage et le baron de 
Hontan (1704); o bien Diderot en el famoso Supplément au Voyage de 
Bougainville.
Hubo el esfuerzo de acción directa, la 
recuperación de la libertad después de la caída de la monarquía en 
Inglaterra en 1649, hecha por Gerard Winstanley (the Digger); los 
proyectos de socialismo voluntario por asociación, de P. C. Plockboy 
(1658) , un holandés, John Bellers (1695), el escocés Robert Wallace 
(1761), en Francia de Rétif de la Bretonne.
Razonadores inteligentes disecaban el 
estatismo, como – no importa que haya sido una extravagancia- Edmund 
Burke en A Vindication of Natural Society (1756), y en Diderot fue 
familiar una argumentación verdaderamente anarquista. Hubo aislados que 
impugnaban la ley y la autoridad, como William Harris en el territorio 
de Rhode Island (Estados Unidos), en el siglo XVII; Mathias Knutsen, en 
el mismo siglo, en el Holstein; el benedictino Dom Deschamps, en el 
siglo XVIII, en un manuscrito, dejado por él, en Francia ( conocido 
desde 1865); también A. F. Doni, Montesquieu (los trogloditas), G. F. 
Rebmann (1794), Dulaurens (1766, en algunos rincones de Compêre 
Matthieu), esbozan pequeños países y refugios felices sin propiedad ni 
leyes. En las décadas anteriores a la revolución francesa, Sylvain 
Maréchal (1750 – 1803), un parisien, propuso un anarquismo muy 
claramente razonado, en la forma velada de la vida feliz de una edad 
pastoral arcadiana; así en L’Age d’Or, recueil de contes pastoraux par 
de Berger Sylvain (1782) y en Livre échappé ou déluge ou Pseaumes 
nouvellement découverts (1784-). El mismo hizo una propaganda ateísta de
 las más decididas y en sus Apologues modernes, a l’usage d’un Dauphin 
(1788) , esboza ya las visiones de los Reyes deportados todos a una isla
 desierta en que acaban por destruirse unos a otros, y de la huelga 
general, por la cual los productores, las tres cuartas partes de la 
población, establecen la sociedad libre. Durante la revolución francesa 
Maréchal fue impresionado y seducido por el terrorismo revolucionario, 
pero no pudo menos, sin embargo, de poner en el Manifeste des Egaux de 
los babouvistas, estas palabras famosas: desapareced, repulsivas 
diferencias de gobernadores y de gobernados, que fueron radicalmente 
desaprobadas durante su proceso por los acusados socialistas 
autoritarios y por Buonarroti mismo.
Se encuentran ideas anarquistas 
claramente expresadas por Lessing, el Diderot alemán del siglo XVIII ; 
los filósofos Fichte y Krause, Wilhelm von Humboidt (1792); (el hermano 
de Alejandro) se inclinan del lado libertario en algunos de sus 
escritos. De igual modo los jóvenes poetas ingleses S. T. Coleridge y 
sus amigos del tiempo de su Pantisocracy. Una primera aplicación de esos
 sentimientos se encuentra en la reforma de la pedagogía entrevista en 
el siglo XVII por Amos Comenius, que recibió su impulso por J. J. 
Rousseau, bajo la influencia de todas las ideas humanitarias e 
igualitarias del siglo XVII, y particularmente atendida en Suiza 
(Pestalozzi) y en Alemania, donde también Goethe contribuyó de buena 
gana. En el núcleo más íntimo de los Iluminados alemanes (Weishaupt), la
 sociedad sin autoridad fue reconocida como objetivo final. Franz Baader
 (en Baviera) fue impresionadísimo por la Enquiry on Political Justice 
de Godwin, que apareció en alemán ( sólo la primera parte en 1803, en 
Würzburg, Baviera) y también Georg Forster, el hombre de ciencia y 
revolucionario alemán leyó ese libro en París, en 1793, pero murió pocos
 meses después, en enero de 1794, sin haber podido dar una expresión 
pública sobre ese libro que le fascinó (carta del 23 de julio de 1793) .
Estas son referencias rápidas de los 
principales materiales que he discutido en el libro Der Vorfrühling der 
Anarchie, 1925, págs. 5-66. Es probable que por algunos meses de 
investigaciones especiales en el British Museum, las completase un poco,
 y son sobre todo libros españoles, italianos, holandeses y escandinavos
 los que no he consultado sino muy poco. En los Iibros franceses, 
ingleses y alemanes he buscado ya mucho. En suma, lo que falta puede ser
 numeroso e interesante, pero no será probablemente de primera 
importancia, o su repercusión sobre los materiales ya conocidos nos 
habría advertido de su existencia.
Los materiales no son, pues, muy 
numerosos, pero son bastante notorios. Todo el mundo conoce a Rabelais; a
 través de Montagine se llegó siempre a La Boetie. La utopía de Gabriel 
Foigny fue bien conocida, varias veces reimpresa y traducida. La idea 
juvenil o la escapada de Burke, tuvo gran voga, y Sylvain Maréchal hizo 
hablar de sí bastante. Diderot y Lessing fueron clásicos. Así esas 
concepciones profundamente antiautoritarias, esa crítica y rechazo de la
 idea gubernamental, los esfuerzos serios para reducir e incluso negar 
el puesto de la autoridad en la educación, en las relaciones de los 
sexos, en la vida religiosa, en los asuntos públicos, todo eso no pasó 
desapercibido para el mundo avanzado del siglo XVIII y se puede decir 
que, como ideal supremo, sólo los reaccionarios lo combatían y sólo los 
moderados ponderados lo creían irrealizable para siempre. Por el derecho
 natural, la religión natural o la concepción materialista del tipo 
d’Holbach (Sisteme de la Nature, 1770) y de Lamettrie, por el 
encaminamiento de una menor a una mayor perfección de las sociedades 
secretas, todos los cosmopolitas humanitarios del siglo estaban 
intelectualmente en ruta hacia el mínimo de gobierno, sino hacia su 
ausencia total para los hombres libres. Los Herder y los Condorcet, Mary
 Wollstonecraft como no mucho después el joven Shelley, todos 
comprendieron que el porvenir va hacia una humanización de los hombres, 
que reduciría a nada inevitablemente el gubernamentalismo.
Tal fue la situación en vísperas de la 
revolución francesa, cuando no se conocían sino todas las fuerzas que un
 golpe decisivo dado al antiguo régimen iba a poner en movimiento para 
el bien y para el mal. Se estaba rodeado de aprovechadores insolentes de
 la autoridad y de todas sus víctimas seculares, pero los hombres del 
progreso querían un máximo de libertad y tenían buena conciencia y buena
 esperanza. La larga noche de la era de autoridad iba al fin a terminar …
Max Nettlau
Capítulo “Libertad y anarquía: sus más antiguas manifestaciones y las concepciones libertarias hasta 1789” de su libro “La Anarquía a través de los tiempos” [pdf.]

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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