Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, agosto 14

Cárceles de agua: historia y consecuencias del cautiverio de mamíferos marinos

El 18 de noviembre de 1961, Wanda apareció débil y desorientada en la bahía de Newport (California). Varios hombres la estuvieron acosando durante todo el día. Ella luchó con todas sus fuerzas, y hasta en tres ocasiones consiguió burlarles, pero finalmente fue secuestrada. La llevaron a Los Ángeles y la encerraron en un pequeño recinto. No pudo soportar que le robaran su libertad, así que pasó dos días golpeándose contra las paredes hasta provocar su propia muerte. Wanda fue la primera orca de la historia capturada para ser exhibida en un acuario. El equipo del parque, Marineland of the Pacific, reconoció que la causa de su muerte fue el suicidio.

Más de medio siglo más tarde, la industria ha evolucionado: se han desarrollado nuevas técnicas de captura y manejo, y se han cubierto las espaldas con excusas conservacionistas y pseudocientíficas para justificar lo injustificable. Pero el sufrimiento de las orcas sigue siendo el mismo. En Loro Parque, Tenerife, se ha documentado recientemente cómo Morgan se golpea contra las rejas metálicas de su recinto y yace prácticamente inerte fuera del agua durante largos períodos. Esta acción, que no sólo representa su apatía sino que podría llevarla a la muerte por el peso de su propio cuerpo, no es reconocida como intento de suicidio, sencillamente, porque desde lo sucedido con Wanda los/as explotadores/as han aprendido la lección. Morgan llegó al cautiverio de manera muy similar a Wanda. Se extravió de su grupo y unos pescadores la encontraron en muy mal estado en aguas holandesas en 2010. Una vez rehabilitada, se llegó a la conclusión de que no debía ser devuelta al mar por razones tan “científicas” como que en ese momento hacía demasiado frío como para poder seguirla con un barco. Varias organizaciones se unieron para pelear en los tribunales por la libertad de Morgan, contando con apoyo científico e incluso habiendo localizado al posible grupo de orcas del que Morgan se había extraviado. Tras varios años de sentencias y apelaciones, salió convenientemente a la luz que Morgan podría padecer de sordera, y que eso sería un impedimento para su supervivencia en el océano. La sentencia final fue, por tanto, que debía quedar “bajo el cuidado humano”. Pero esta conclusión tan preocupadísima por el bienestar de la orca no significó que fuera trasladada a un lugar donde sus necesidades fueran a ser atendidas de la manera más digna posible y su individualidad respetada.

Significó que se cediera definitivamente su “propiedad” a la multimillonaria empresa SeaWorld y se mantuviera su “custodia” en Loro Parque, uno de los delfinarios con peor reputación y peor preparados para el cuidado de orcas –según palabras de una ex trabajadora-, donde los animales son obligados a realizar trucos para entretener a la audiencia, y donde se han documentado diversos incidentes, problemas de salud y conflictos sociales entre los individuos cautivos, e incluso la muerte del entrenador Alexis Martínez, atacado por la orca Keto en 2009.  Como tantas otras veces, los mecanismos capitalistas, enarbolando la bandera de la compasión y la conservación, se proclamaban vencedores sobre toda lógica ética o científica.

Pero las orcas no son la única especie atrapada por este entramado. El primer espectáculo con delfines se abrió en St. Augustine (Florida) en 1938. Desde entonces, se han extendido prácticamente sin límite a lo largo de todo el mundo, y otros cetáceos, como las belugas, han pasado a formar parte de esta industria cruel. Las focas, leones marinos, etc. ya venían utilizándose en los circos desde hacía tiempo. De hecho, en los delfinarios de hoy en día son obligadas a realizar el mismo tipo de trucos circenses.

La organización SOS Delfines estima que en total hay más de 2.000 cetáceos cautivos en 60 países del mundo, utilizados no sólo para espectáculos, sino también con fines militares, o incluso exhibidos en centros comerciales, hoteles y discotecas. Por cada uno de estos animales, existe un grupo social en el océano que los ha perdido, que ha sido perseguido, dispersado o masacrado para su captura. En lugares como Taiji (Japón) tienen lugar cada año terribles cacerías de delfines que consisten en desorientarlos mediante ultrasonidos para atraerles hacia una ensenada. Allí, los/as responsables de los parques acuáticos eligen a los/as más jóvenes y atractivos/as, que se capturan cuerpo a cuerpo, y el resto son masacrados/as para el consumo de su carne. Las orcas y belugas proceden principalmente de Islandia, donde se trasladaron los/as cazadores/as después de que se prohibiera la captura en EEUU y Canadá. Son avistadas desde aviones, acosadas con lanchas motoras que arrojan bombas al agua y, finalmente, atrapadas con redes de cerco. Las pequeñas son secuestradas mientras el resto del grupo permanece a su lado tratando de salvarlas. En cuanto a los/as nacidos/as en los tanques de hormigón, en raras ocasiones permanecen junto a sus madres tal y como harían en la naturaleza. Se respeta -como máximo, aunque no siempre- la edad de destete. En ese momento son separados/as, con las consecuencias psicológicas que ello conlleva, para ser trasladados/as a otros centros.

Cárceles de agua en el Estado español

De los 34 delfinarios existentes en la Unión Europea, 11 están en territorio del Estado español. Actualmente, hay uno más en fase de construcción en Lanzarote. Esto supone que más de un tercio de los cetáceos cautivos en la UE se encuentran aquí.

En 2014, el Zoo de Barcelona fue el primero en anunciar que en un plazo de tres años dejaría de ofrecer espectáculos con delfines. Ante la presión popular y legal, la nueva estrategia –que probablemente seguirán muchas instituciones- será mantener el cautiverio y la exhibición, pero sin trucos circenses de por medio. Este zoo se encontró en la encrucijada tras reconocer sus propios/as trabajadores/es que las instalaciones no eran adecuadas para el desarrollo de los animales, y que éstos presentaban problemas sociales y de salud. Albert López, ex jefe de entrenadores/as de mamíferos marinos, se opone ahora abiertamente a su cautiverio y ha sacado a la luz algunos hechos interesantes sobre las condiciones en las que viven y son entrenados los delfines: el control químico del comportamiento al que son sometidos para gestionar la reproducción, la dificultad para comunicarse entre ellos/as debido a las estresantes condiciones acústicas, los problemas en la piel por la calidad del agua, y las lesiones producidas por algunos ejercicios. El “footpush”, por ejemplo, consistente en que el/la entrenador/a se apoye en la mandíbula inferior del delfín para ser empujado/a fuera del agua, puede provocar heridas y hasta problemas graves en la columna vertebral.

En Barcelona hay seis delfines cautivos, de los cuales sólo Anak llegó a conocer la libertad. En el Zoo Aquarium de Madrid, más de la mitad de los once cetáceos encerrados fueron capturados en el Caribe cubano. El Zoo omite este dato cuando presenta a los animales durante el espectáculo. A 400 km. del mar más cercano, Mancha, Mary, Lala, Einyel, Guarina, Loren, Ringo, Blu, Noa, Lennon e Iruka, comparten un espacio 14 metros menor que una piscina olímpica.
En cuanto al célebre Oceanográfic de Valencia, presentado ante el público como el mayor acuario de Europa, dos ex entrenadores denunciaron en 2013 haber sido testigos de toda una serie de horrores. Destaca el caso de la beluga Kairo, que era golpeada por negarse a tomar los fármacos camuflados en su comida, o de la morsa Yuri, que murió hundida por su propio peso. La autopsia reveló que su estómago estaba lleno de piedras, supuestamente ingeridas a causa del estrés que le producía la falta de luz natural. También declararon que eran frecuentes dolorosas prácticas sin anestesia para extraer a los animales objetos del público que caían al agua, como teléfonos móviles.

La agencia y la resistencia

Uno de los pilares que sustentan el especismo y la explotación animal es la falacia de que la especie humana posee la exclusividad sobre determinadas emociones, sentimientos y relaciones. Sin embargo, muchos animales de otras especies nos superan en su altísimo sentido de lo común. Las orcas, por ejemplo, poseen una extensión en el sistema límbico que los/as humanos/as no tenemos, y que para algunos/as científicos/as constituye una especie de “cerebro social” que procesa la interconexión de los individuos y las relaciones grupales. Esto no hace, desde nuestro punto de vista, que mantenerles en cautiverio sea intrínsecamente “peor” ni más importante que explotar a individuos de otras especies; pero sí nos ayuda a comprender el particular sufrimiento que puede suponer para ellos/as la constante ruptura de sus lazos sociales y afectivos, y su mantenimiento en grupos artificiales cambiantes. Las piscinas de los delfinarios son como el patio de una cárcel, donde son obligados a convivir individuos confusos, alterados, que no se comunican con el mismo lenguaje, que han sido separados de todo lo que quieren y conocen, y no tienen espacio suficiente para alejarse si lo necesitan. En ocasiones, se agreden entre ellos/as, intentan escapar, atacan a los/as entrenadores/as o terminan con su propia vida. No son incidentes aislados, es una constante que se intenta ocultar, aunque cada vez con menos eficacia.

Los zoológicos en general han adoptado en los últimos años un argumentario que les ayuda a perpetuarse, presentando su actividad al público como una labor educativa y de divulgación científica. Una de las fórmulas más repetidas en sus guiones es que los trucos de los delfines y ballenas son “extensiones de las habilidades naturales de los animales”, o que estos “colaboran voluntariamente”. Sin embargo, lo que ellos/as llaman “refuerzo positivo”, consiste en entrenamientos intensivos con el alimento como instrumento de premio o castigo. Los animales han aprendido que realizar los trucos al oído del silbato es la única manera de cubrir su necesidad de comer. Para ello han tenido que fallar repetidas veces y, por tanto, pasar hambre y frustación. Dependiendo del comportamiento que se les quiera enseñar, este proceso puede durar desde dos días hasta varios meses. A los adiestramientos destinados al espectáculo en sí, hay que sumar los que se realizan para facilitar su manejo –por ejemplo, para extraer el semen a los machos reproductores-, y su control veterinario –por ejemplo, para practicarles endoscopias cuando tienen problemas estomacales por masticar desesperadamente las paredes de los tanques -. Absolutamente todos los aspectos de su vida consisten en aprendizajes a través de la privación de comida.

Los animales tienen, por tanto, una perfecta comprensión sobre qué tipo de acciones van a ser recompensadas y cuáles no. Así que, cada vez que desobedecen el sonido del silbato, están resistiendo activamente a su explotación. Muchos/as van más allá de la desobediencia y se rebelan directamente contra quienes les someten. Cada vez hay más casos documentados de resistencia de todo tipo de animales en toda clase de centros de explotación; pero, entre los cetáceos, los ataques a entrenadores/as son especialmente frecuentes, y los individuos involucrados raramente lo intentan una sola vez. Tilikum, Nootka, Haida, Kandu, Kasatka, Hugo, Orky, Cuddles, Ramu y Keto, son solo algunos ejemplos de orcas que destacan o han destacado por su rebeldía. Sus acciones han influido en la gestión de los parques, en la legislación y, sobre todo, en el crecimiento de la oposición a su cautiverio. Su lucha, ya sea consciente o desesperada –probablemente ambas cosas-, es revolucionaria. Es su lucha por la libertad.

Para más información: http://porelfindeloszoosyacuarios.wordpress.com

[Documental] Blackfish.
Directora: Gabriela Cowperthwaite. Guionistas: Gabriela Cowperthwaite, Eli Despres. EEUU. 2013. 83´

Desde 1959, la empresa SeaWorld se ha enriquecido explotando impunemente a todo tipo de animales, especialmente marinos, en sus parques repartidos por EEUU, y sus afiliados en otros países. Cuando en 1992 compraron a la orca macho Tilikum para utilizarle como banco de semen, no sabían lo que se les venía encima. Tilikum ya había estado involucrado en la muerte de una entrenadora, y aún mataría a dos personas más durante su estancia en SeaWorld. No fue ninguna casualidad que Gabriela Cowperthwaite le eligiera como protagonista de su documental. 

Los/as narradores/as son, en su mayoría, las personas que le han conocido, que le han amado y temido, y también que le han explotado y se han arrepentido. Pero la voz es la suya, la voz de su historia, la voz de sus acciones arrojando una luz cegadora sobre cada aspecto de este oscuro negocio. Sobre nacer, vivir, morir y matar. Sobre el encierro, el sufrimiento, la injusticia y la lucha. Sobre todo lo que conocemos y entendemos como humanos/as que amamos y deseamos la libertad, visto a través de los ojos de un individuo de otra especie. Es difícil que algo así no desate un cambio.

Desde el estreno de Blackfish, SeaWorld ha declarado pérdidas de más de 25 millones de dólares, y recientemente ha anunciado el cese de la cría de orcas. Los frecuentes ataques, enfermedades y muertes que han ocultado durante años, se analizan ahora en los medios bajo el microscopio. La película “Buscando a Dory”, cambió su argumento tras el estreno de Blackfish para incluir un mensajes anti-cautiverio contra SeaWorld.

Tilikum sigue encerrado, enfermo, flota inánime durante horas. Se niegan a liberarle.


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