Cada llegada es un fracaso. Parte
ya el tren y conseguimos
subir en marcha. Todo en vano.
Nos lleva, es cierto. Pero ya se ha ido.
A través del cristal nos asomamos,
pero la vida ya se ha ido; todo
se ha ido inacabado.
Estamos viendo, rostros, árboles,
de otras personas y otros campos.
Estamos contemplando una montaña
que ya no es esta misma que miramos.
Oímos voces, gritos, carcajadas
que hace ya tiempo que sonaron.
Difícilmente pretendemos
hallar una respuesta por el tacto;
y cuando al fin tocamos algo vivo
ya no está allí lo que tocamos.
Cada momento que nos lleva
es un presente ya pasado.
Nos lleva, es cierto. Pero ya se ha ido;
se había ido al alcanzarlo.
Rafael Guillén (Granada, 27 de abril de 1933) es un poeta español de la generación de los 50. Su trayectoria es larga, pero quizá uno de sus mayores méritos sea el haber ayudado a recuperar la cultura poética de la ciudad tras la devastación de la Guerra Civil.
En sus primeras obras se nota la influencia neoclásica que pesó sobre otros miembros de su generación, pero la atracción de lo popular (Cancionero-guía para andar por el aire de Granada, 1962) pronto lo aligera, y ya en los sesenta abandona la rigidez del metro tradicional.
Sus temas no son leves: el amor y el erotismo suelen mezclarse con la elegía por la degradación inevitable que trae del tiempo.
La obra de Rafael Guillén ha sido objeto de numerosos estudios, entre ellos el de otro poeta granadino, José Ortega, que la hizo objeto de su memoria de licenciatura ("Aproximación a la poesía de Rafael Guillén")[1] en 1971.
Me gusta Rafael Guilén y la foto
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