Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, octubre 26

Miquel Amorós: «El enfoque antidesarrollista no persigue la transformación paulatina y tranquila de la sociedad de consumo, sino su desmantelamiento enérgico y rápido»


 

Miquel Amorós responde a Pedro Pablo Bazán para la revista NORTES

 

¿Cómo hemos llegado a la situación actual? No me refiero solo a la crisis del COVID-19, si no a todo el contexto (a nivel social, político, ambiental…).

La actual crisis sanitaria apenas disimula otras crisis que ocurren en diversos ámbitos: económico, urbanístico, ecológico, político, demográfico, etc.. Es cualquier cosa menos algo ocasional debido a la aparición casual de un virus dañino. Es un hecho que no tiene nada de arbitrario; se ha originado por culpa de una ruptura total entre naturaleza y sociedad, que ha culminado en la artifialización completa de la vida. El virus propiamente dicho es inseparable de las condiciones sociales que han deteriorado el medio ambiente y favorecido el advenimiento y la difusión acelerada de infecciones: la deforestación para obtener tierras urbanizables o dedicadas al cultivo industrializado, la promiscuidad generalizada de las metrópolis, el desmantelamiento de la sanidad pública, la estabulación masiva de animales y la multiplicación de la movilidad humana y del transporte de mercancías. Son fenómenos muy ligados a la globalización de la economía: la globalización es la promotora de las nuevas pandemias.

¿Se puede trazar una línea de “origen” en las revoluciones de finales del siglo XVIII (revoluciones industriales, revoluciones burguesas…)? Por ejemplo la reciente noticia del descubrimiento de restos de carbón del siglo XVIII en las cumbres del Himalaya, posiblemente producto del consumo industrial de ese mineral y de los incendios forestales realizados con el fin de obtener tierras cultivables.

La revolución industrial marca el comienzo de una época de alteración de los ciclos biológicos originada por un modo de producción histórico concreto, el capitalismo, y no por una variación del clima, por la deriva de los continentes o por cualquier otro fenómeno natural. El inicio de la mecanización de la producción fabril y agraria en el siglo XVIII corre pareja con el uso de energías fósiles -empezando por el carbón- y la emisión de gases de efecto invernadero, responsable de la contaminación (del aire, el agua y los suelos) y del calentamiento global que ilustran la actual degradación de la biosfera. La revolución burguesa proporcionó el marco político e ideológico adecuado a unas relaciones sociales nuevas que se derivaban de los medios de producción tecnificados. El viento fue el medio que transportó el dióxido de carbono hasta las cumbres más altas del planeta.

¿Qué puede aportar la crítica antidesarrollista y libertaria al contexto actual?

La crítica antidesarrollista y libertaria intenta explicar la sociedad partiendo de la naturaleza industrial de todas las actividades que se realizan en ella, desde las económicas hasta las lúdicas. Las condiciones de existencia bajo régimen capitalista son eminentemente industriales, potenciadas por la tecnología y esclavas del crecimiento de la economía, del desarrollo mercantilista y de lo que los dirigentes llaman progreso. La anomia, la atomización, la alienación extrema (el espectáculo) y el control son las consecuencias de ese progreso que caracteriza la sociedad de masas presente. El conocimiento elemental de esa clase de sociedad es necesario para encontrar sus contradicciones, señalar sus puntos débiles y vislumbrar las posibilidades de intervención radical a quienes desean cambiarla por las buenas o por las malas. Esa es la tarea que se propone la crítica antidesarrollista. En el contexto actual de tambaleo de la mundialización, dicha crítica es doblemente necesaria y urgente para que la coyuntura resulte lo más favorable que se pueda al despertar de la conciencia social.

¿Cómo ves el “ambiente” libertario y/o antidesarrollista en España? ¿Cabe esperar algo concreto desde ese ámbito?

El medio libertario de ahora tiene poco que ver con el anarquismo del pasado, pues la casi desaparición del movimiento obrero hizo imposible la reconstrucción de una fuerza social anarquista que se apoyara en los conflictos laborales. Incapaz de enfrentarse coherentemente a las nuevas condiciones sociales, y especialmente al desclasamiento, el anarquismo quedó sumergido en una fuerte crisis ideológica de la que probablemente no podrá salir. El desembarco en los medios libertarios de la juventud frustrada de las clases medias, principalmente universitaria, no ha hecho más que rematar esa crisis, pues la pereza intelectual, la falta de compromiso serio, la indiferencia ante la historia, los clichés posmodernos, el activismo estéril, el modo de vida marginal y el entusiasmo por las modas identitarias -características propias de la mesocracia funcionarial asalariada- son ahora moneda corriente. En cuanto al antidesarrollismo, podemos afirmar que sus ideas circulan y que algunos combatientes refractarios se sirven de ellas con más o menos acierto, pero no tantos como sería deseable. Las luchas en defensa del territorio, las movilizaciones contra el TAV, el fracking, la industria alimentaria, las minas de uranio o las centrales eólicas, por ejemplo, no bastaron para forjar un movimiento crítico autónomo capaz de influir en los acontecimientos. Es más, la autolimitación se impuso en la mayoría de las protestas, facilitando su aislamiento, su recuperación por el ciudadanismo y su dispersión. Hoy en día, tal como hemos visto a propósito del cambio climático, el enemigo osa utilizar esas ideas para montar espectáculos de masas. Las perspectivas no son halagüeñas, pero la dominación sigue teniendo los pies de barro y su base popular se disgrega.

Algunos autores defiende el “decrecimiento” como camino de salida al actual capitalismo, tú prefieres hablar de “antidesarrollismo”, ¿nos puedes desarrollar un poco el tema?

Son dos posturas antiprogresistas, Yo hablo de crítica antidesarrollista o anti-industrial indistintamente. Es decir, de una reflexión sobre el devenir histórico del sistema dominante que trata de proporcionar razones para su contestación global y radical. El enfoque antidesarrollista no persigue la transformación paulatina y tranquila de la sociedad de consumo mediante la frugalidad consumista, sino su desmantelamiento enérgico y rápido. Se apoya en los clásicos de la revolución y en las aportaciones recientes más drásticas e inequívocas. En cambio, el decrecimiento es una doctrina que nació en despachos de sociólogos y administrativos, ajena a la crisis que favoreció su alumbramiento, por lo que no se presenta como critica social antagonista (por ejemplo, no cuestiona la política, la propiedad o el trabajo), sino como planteamiento de especialistas, como fórmula de estabilización de la economía, como desarrollo de una economía “alternativa” dentro del capitalismo. No es un pensamiento de y para el combate, sino una receta salvadora que necesita el patrocinio de la gente de Estado y la aprobación de la “ciudadanía” servil para poder llevarse a cabo.

¿Opinión sobre: el ‘ingreso mínimo vital’ que el gobierno pretende implantar inmediatamente y/o la ‘renta básica universal’, ‘salario social’, etc. u otras medidas del mismo tipo que distintas voces sugieren como necesarias para los más “desfavorecidos”? (el primero en plantear algo parecido a una Renta Básica creo que fue Milton Friedman)

La Renta Básica es otra fórmula mágica de estabilización administrativa de la economía aplicada por un Estado obligado a desarrollar funciones asistenciales. Tiene que ver más con el mercado de la exclusión que con la abolición de los mercados. No se trata más que de la gestión de la fuerza de trabajo sobrante imposible de reciclar en el mercado laboral. Consiste básicamente en un rescate del consumidor pobre y desahuciado gracias a la inyección de un dinero en sus bolsillos proveniente de nuevos recortes y de los impuestos que pagan fundamentalmente las clases medias. Friedman lo llama “estimulación de la demanda”, y Podemos, “redistribución de rentas”. Se espera que de este modo las personas asistidas se muestren poco proclives a las actitudes extremas y bastante más sumisas ante los representantes del orden. Se dirá que ese tipo de medidas se adopta en nombre del bien común, pero lo cierto es que hace tiempo que los Estados perdieron su autonomía y quedaron sometidos a un cártel de empresas transnacionales y bancas de inversión que son en verdad quienes controlan sus monedas y determinan su política, por lo que ese tipo de decisiones solamente se tomarán si convienen al interés privado.
 

¿Con la crisis del COVID-19 estamos ante un gran cambio político-social-económico, ante el fin del capitalismo tal y como lo conocemos según apuntan algunos autores? ¿opinas lo mismo? ¿o la actual crisis pasará y el capitalismo dominante sabrá como mutar y mantenerse?

Evidentemente, habrá un antes y un después del coronavirus. La pandemia sin duda está provocando una crisis económica de envergadura, que debilitará y acentuará la dependencia financiera de los Estados deficitarios y endeudados como el español. De esa situación sacará provecho la oligarquía transnacional, la verdadera clase dominante deslocalizada, que impondrá a todos los Estados políticas costosas para salir de la crisis para avanzar en la globalización. Las clases medias seguirán empobreciéndose y aferrándose al rol protector del Estado no sin haber servido de ratas de laboratorio probando toda clase de vacunas. La crisis pasará o se ocultará tras otras, no sin beneficiar al capitalismo globalista, que, desde luego, tanto en los océanos en calma como en los tempestuosos, sabe mantenerse.

¿Las democracias occidentales van camino de ser –aún- más autoritarias? ¿de imitar el modelo chino que ya se empieza a halagar?

Los sistemas partitocráticos que nos dominan tienen tanto que ver con la democracia -en su acepción burguesa- como con el fascismo. En realidad se sitúan a medio camino entre una cosa y la otra: son regímenes autoritarios con apariencias democráticas no excesivas, donde las leyes suprimen libertades en lugar de ampliarlas. Con la crisis sanitaria han dado un salto cualitativo en materia de confinamiento, vigilancia y control de población que amenaza con ser irreversible. La digitalización social va a generalizarse. Los gobiernos recurrirán sistemáticamente al miedo para hacer abortar los conflictos. Las relaciones sociales -si las revueltas no lo impiden- reflejarán cada vez más en modos de vida uniformes, tutelados y virtualizados; la medicalización y la alimentación industrial experimentarán un nuevo impulso, en paralelo con el asma, el sobrepeso, la diabetes y los infartos. El modelo chino se impondrá políticamente como forma gubernamental de preferencia, pero no económicamente. En Occidente, el papel empresarial y financiero corresponde a las grandes corporaciones, no al Estado, que se limita a fomentar políticas desarrollistas.

EE.UU. parece perder el liderazgo mundial frente al gigante chino y el repunte ruso, ¿cómo se plantea el escenario geopolítico en el futuro próximo?

Es indudable que la hegemonía americana -económica, no militar- está siendo socavada por el empuje capitalista chino, y que el dólar está siendo puesto en entredicho como moneda mundial. La nueva situación ha provocado una reacción patriótica en los dirigentes estadounidenses, de ahí la política exclusivista y agresiva de Trump -Bolsonaro y Johnson- que plantea problemas a los dirigentes apátridas, representantes de las finanzas internacionales, más inclinados a la conformación de un centro regulador mundial que englobe a todas las grandes potencias y armonice todos los intereses contrapuestos.

¿Se abrirán paso las “tecnologías verdes” frente a los actuales modelos basados en combustibles fósiles?

La producción “verde” con su correspondiente tecnología “limpia” llevan decenios promocionándose desde organismos supranacionales, y en la actualidad, cuando la privatización de la naturaleza ya es un hecho palpable, la denominada por los expertos de Naciones Unidas “economía verde” representa a un potente sector capitalista cuya expansión es deudora del alarmismo de los dirigentes ante la crisis ecológica. Su profundización, puesta nuevamente de manifiesto por el desarreglo climático, vuelve rentables negocios verdes antaño marginales, como el de las energías renovables, atrayendo fuertes inversiones hacia ellos. Sin embargo, la economía “verde” no puede ni aspira a reemplazar a la economía basada en energías fósiles -economía “sucia”- que continúa siendo la actividad principal, sino a servirle de complemento.

¿Debemos avanzar hacia esa “nueva sociedad verde” que se apunta incluso desde el gobierno español, o el camino es otro bien distinto? ¿el ecofascismo acecha?

El gobierno español es un gobierno débil y sin prestigio, de una ineptitud supina, con graves problemas de financiación; carece en absoluto de independencia y se limita a copiar lo que hacen otros gobiernos con más inventiva y libertad de movimientos y, sobre todo, a seguir las directrices que imparten las instancias internacionales como la OMS, al servicio de la industria farmacéutica. El poder ejecutivo estatal estimula las iniciativas empresariales que trabajan en la mercantilización del territorio y su finalidad no es más que la sociedad capitalista de siempre, eso sí, con presencia abundante de mercancías ecológicas en las estanterías de los centros comerciales al lado de las otras, llenas de aditivos químicos pero mucho más baratas. El ecofascismo es la respuesta autoritaria y represora de la clase dirigente a una crisis ecológica que signifique una amenaza directa de su mundo. La actual crisis sanitaria puede servir de ejemplo comparativo. Para un capitalismo trémulo e inseguro, cualquier crisis importante abrirá puertas al fascismo, aunque también -eso espero- a las disidencias insurreccionales.

¿Lecturas recomendadas para estos tiempos convulsos?

Leo por placer y mis lecturas son aleatorias, sin objeto preciso. Ahora mismo tengo encima de la mesa a “Los detectives salvajes”, de Roberto Bolaños, no sé si me gustará; a “Cita con los clásicos”, de Kenneth Rexroth, un personaje simpático, crucial en la literatura y la subversión cultural de los pasados sesenta; y “Testimony”, la biografía del músico Robbie Robertson, guitarrista de la mítica “The Band”.

 

M.A., 11 de mayo de 2020

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