Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

martes, mayo 5

Cosas de la vida


Son cosas de la vida…
Hay gente que a lo largo del día
acaricia más veces la pantalla táctil de su móvil
que a su pareja,
son cosas de la vida.
El mundo occidental
que presume de ofrecer
el mayor nivel de bienestar a sus habitantes,
es donde se encuentran
el mayor número de personas deprimidas y angustiadas,
son cosas de la vida.
En la última huelga general,
los antidisturbios no lanzaron ni una sola
bala de goma a los manifestantes,
sin embargo a mí me dio una en la pierna
y una chica se ha quedado sin vista en el ojo izquierdo,
son cosas de la vida.
“Prefiero no darle nada porque
se lo va a gastar en droga o en alcohol”,
piensa un usuario del metro,
que aún tiene entre los labios el sabor del porro
que se ha fumado al salir de casa
y está pensando en la borrachera que pillará esa noche
con unos colegas,
ante la demanda de un destartalado pedigüeño,
son cosas de la vida.
El presidente de la patronal insiste en decir
que para generar trabajo
hay que abaratar el despido,
son cosas de la vida.
Para poder pagar la niñera o la guardería de tu hijo,
tienes que trabajar más
y al trabajar más,
estás menos con tu hijo
y más necesitas de una niñera
y para pagar una niñera tienes que trabajar más…
son cosas de la vida.
Te obligan a ser pacífico
a golpe de porra,
son cosas de la vida.
Aquellos que son culpables de generar
la mayor violencia estructural de los últimos tiempos,
es decir,
aquellos que echan a la gente de su casa,
aquellos que matan a gente a través de recortes en sanidad,
aquellos que aplauden la impunidad policial,
aquellos que están empeñados en transformar
el contexto laboral en una moderna esclavitud
y aquellos que están llevando a la miseria
a cada vez más gente,
afirman que es muy grave y radicalmente violento,
que un grupo de gente se manifieste delante de su casa,
son cosas de la vida.
El otro día una amigo,
orgullosísimo de sí mismo,
me confesó que había logrado dejar de ver la tele
y esto me lo decía sin levantar la vista de su móvil,
aparato al que está conectado casi las veinticuatro horas
como un apéndice vital que le nace de la mano,
son cosas de la vida.
Y así sucesivamente
y casi sin fin,
la vida está repleta de cosas,
que tan solo son… cosas de la vida.


  Andreu Aisa. Íntima rebeldía. Editorial Abriendo Brecha. 2020

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