“No queremos volver a la normalidad porque la normalidad era el problema”
Estamos en el borde de un momento decisivo, frente a un punto de no retorno. Las negras tormentas ya están aquí, dibujando un panorama ante el cual, nuestros corazones revolucionarios no pueden apagarse por el olor del miedo ahí fuera. Es justamente el tiempo propicio para transformarlo todo, pues de la crisis tendrá que emerger el ideal libertario, rompiendo con el letargo mental que hoy invoca a los Estados y sus normas para solucionar una situación en la que ellos mismos nos metieron. El virus ya es incontenible, es poco lo que se puede hacer nada para evitar la propagación, e incluso los gobiernos ya tienen una idea de las muertes que se pueden presentar a través de análisis demográficos y econométricos perversos.
Pero sabemos que el problema mayor no va a ser la enfermedad sino sus nefastas consecuencias: el hambre y la pobreza extrema de un grueso de la población. No es un secreto que bajo la excusa de esta pandemia se está fraguando un nuevo orden mundial, una política de reajuste del capitalismo de cara a ésta contracción económica, en la cual, nuestros pueblos van a ser la carne de caza por la que van a pelear las hienas. La globalización del capital por primera vez se ha visto pausada, en tal magnitud, desde que iniciara en 1492 con el saqueo de América y se empezara a forjar todo un sistema mundo de relaciones sociales que hoy se ven restringidas e interrumpidas por el aislamiento social de este nuevo virus. ¿Qué hacer? ¿Quién vendrá a salvarnos?
Nunca ha existido un instante más decisivo en la historia de la humanidad que este, este en que nos sentimos llamados a destruir el viejo mundo. Frente al aislamiento urge buscar el apoyo mutuo; ante la docilidad y acatamiento de sus normas hay que organizar nuestras rabias y sueños; hacer de tripas corazón, pues, de cara a la manipulación que han hecho a través del pánico, debe florecer la alegre rebeldía si no queremos sucumbir ante el desastre. Todo para combatir a los virus y parásitos que siempre han sido los mismos: nuestros amos, los dueños del mundo. Es momento en que los pueblos, comunidades y localidades del mundo se deben levantar contra sus captores. Nuestra historia inmediata, ésta que nos cruje en la cara, sólo nos ha despertado en mitad de la pesadilla, pues esta pandemia no es más que el comienzo de una era de transformación; de nuestras fuerzas para resistir y atacar a los enemigos, depende que se logre salir de ésta situación para celebrar la vida libre.
En este preciso instante, en todo el mundo, se están tomando medidas que buscan básicamente el rescate de los bancos y bolsas nacionales, la salvación de industrias y aerolíneas, la sustentación de los privilegios que tienen los ricos, es decir, la protección de todo el sistema de explotación. Mientras tanto se han decretado toques de queda para que, la gente, hambrienta y sin empleo, no vaya a saquear los supermercados o atente contra la sagrada propiedad privada. Los gobiernos dictaminan algunas leyes populistas para quedar como los redentores preocupados (pescando votos y aplausos en río revuelto), al tiempo que en algunos países se cierran las fronteras para las personas, aunque las mercancías sigan fluyendo. ¿Acaso se piensa que estas son indicaciones para protegernos del contagio de un virus? Son sencillamente ajustes que están haciendo lo de siempre: poner la economía por encima de las personas.
Si no actuamos ahora, durante la pandemia y luego de ella empezarán a escasear y a encarecerse los alimentos a un punto imposible para la mayoría, se vendrán un sinnúmero de ajustes económicos y rescates financieros para los países endeudados por esta Gran Recesión, se dará una política de hambre hacia nuestros pueblos. África que siempre ha sido siempre el laboratorio de diversas epidemias se va a ver envuelta en una crisis alimentaria sin igual. Latinoamérica hoy hervidero en el que se cocina la escasez, la hiperinflación, la devaluación y la represión, se trastocará hacia el caos planificado de los estados de excepción. En Asia por su parte, se estima que los gobiernos autoritarios logren salir de la situación aun asumiendo la pérdida de miles de vidas con su estado policial digital, pero no será fácil el sostenimiento del resto de la población paralizada por las cuarentenas. Mientras tanto Australia, Europa y el primer mundo se salvarán, como siempre, los más ricos.
La gente va a perder poco a poco sus empleos, las siempre frágiles clases medias quedarán empobrecidas, las “ayudas” para los más pobres se quedarán cortas, la hiperinflación y la especulación harán que los alimentos escaseen y empiecen a encarecerse de no actuar pronto. Por su parte, la caridad y la bondad de los filántropos tampoco van a alcanzar para frenar la oscura miseria. Mientras tanto los gobiernos no van a buscar salvar a nadie, ni van a tomar medidas para reducir las muertes o controlar la propagación, pues ellos solamente están buscando la manera de no dejar de ser nuestros dueños; en algunos casos, inclusive, muestran cifras de las personas que serán afectadas por el virus sólo para maquillar los rescates financieros profundos, las leyes de excepción, la movilización estratégica de tropas que defienden el mercado y la institucionalidad burguesa.
Como se observa si la situación continúa, es posible que empiecen próximamente a sonar los tambores de guerra, para “traer la calma”, como lo hicieron en la recesión del 30, o se haga intervención militar a distintos países bajo el yugo del “humanitarismo” de las instituciones multilaterales. Se necesita una acción contundente de cara a la doctrina de Shock que nuestro enemigo ha implantado, dejar a un lado el pánico conductista con el que desean llevarnos hacia el fascismo societal, sacudirnos de la pasividad con que cada día afirman sus mentiras. La era de los dioses enmascarados y los reyes cubiertos ha llegado a su final, este es el escenario perfecto para iniciar con la fuga hacia la esperanza y lo impensado.
Este es un llamado en especial al sur del mundo, a esos países y pueblos que han sufrido por tantos años la esclavitud, los parias, los indeseados, los condenados de la tierra. Los desastres que ha dejado el neoliberalismo, en todo el orbe (pero en especial en nuestras colonias) hoy rinden sus frutos: sistemas de salud precarios, colapsados y atrasados; ciudades altamente pobladas, con unas condiciones de vida indignas; una gran parte de la población en situación de pobreza e indigencia; desigualdad y desolación en el campo, entre un sinnúmero de golpes que exigen nuestra inclemente venganza. No es mejor la suerte la que tienen los países sumidos en los gobiernos de escasez que bajo el socialismo de Estado han despojado a los pueblos para satisfacer a las castas militares y políticas. ¿Acaso estamos preparados para afrontar la pandemia y todo aquello que traerá?
Los parados, las cesantes, los desempleados serán millones. La parálisis será generalizada y el hambre la constante. Tenemos que rebelarnos ahora antes de caer en la esclavitud total. Hay que ir por la conquista del pan y de todo lo necesario para nuestra supervivencia. Es tiempo de salir a recuperar lo que siempre ha sido nuestro, pero que siempre se nos ha negado. Sin embargo, esta no es una invitación a los saqueos masivos, ni un llamado a asaltar los barrios de los ricos individualmente para intentar sobrevivir algunos meses. Se trata de generar una acción de autogestión tal, que nuestros pueblos sean capaces de garantizar los alimentos y servicios sanitarios de la mayoría de la población; de la apropiación de esas inmensas hectáreas de tierra que han sido usurpadas para monocultivos que alimentan autos y que son ganancia de unos pocos, para volver a sembrar lo necesario con nuestras propias manos; de la ocupación de las industrias para producir los elementos básicos para vivir y apoyar las zonas rurales con herramientas, equipos, o lo que sea necesario.
Organizar el otro mundo que viene después de este duro periodo, pues se necesitarán años para la reconstrucción. Para esto es indispensable una fuerza que logre doblegar en cada lugar a nuestro enemigo con estrategia y táctica. Hay que voltear la tortilla, haciendo que toda la política de terror que aparece a diario en nuestras vidas se les salga de control, aprovechando esta propia situación en la que tienen miedo a un virus, para hacer posible el desgobierno. Hay que llevar la situación hacia un grado de insostenibilidad que catapulte un golpe contra el orden burgués. Hacemos un llamado a levantarnos con firmeza, mirando a los ojos de nuestro oponente y dirigiendo toda nuestra revuelta hacia la destrucción de sus privilegios. La guerra social se debe profundizar ahora que es debido, es la tormenta perfecta para que se libere a la Tierra de la tiranía del capitalismo.
Algunos aún quieren volver al estado anterior de cosas, regresar pronto a su trabajo de explotación, a una vida de sumisión. Ruegan al cielo para que todo acabe pronto y se pueda volver a la existencia enajenada elogiando la servidumbre. Esos defensores de lo existente que esperan retornar al dulce recuerdo de la expoliación acudiendo diariamente al trabajo para ganar el dinero con el que se pagan las deudas y se compran algunas pocas cosas que les alimenten y les satisfagan, agradecidos luego con los jefes, sin los cuales (¿no?) podrían sobrevivir. Pero la sociedad asalariada que se ha basado en la explotación de la clase trabajadora, de las mujeres de la naturaleza está en crisis, la gente de a poco deja de ir a sus trabajos y no tendrá con que comprar alimentos. En este momento se desmorona el sistema capitalista y no hay que dejarlo retomar fuerza o volverá con lecciones aprendidas instaurando un reinventado Estado de Bienestar con políticas fascistas macabras, basadas en la consternación con el que hasta el momento se ha conducido a nuestros pueblo hasta la puerta misma del matadero. En este momento el sistema económico está en crisis, hay que ayudarlo a saltar hacia el abismo.
Lo peor será volver a la normalidad, a las relaciones de dominación preexistentes, a seguir garantizando la vida y privilegios de una minoría; regresar a servir a quienes fueron nuestros amos. La rutina hacia la fábrica, la miseria del desempleo, la desgracia en el campo, las deudas impagables deben ser cosas del pasado. Urge que rompamos todas las cadenas avanzando hacia la libertad de forma acelerada. Los sin techo, los vendedores informales de la calle, las personas trabajadoras no tendrán capacidad para comprar mañana alimentos y este sistema infame no los dejará sobrevivir; si caemos en su juego de buscar salvarnos individual o familiarmente se producirá justamente el escenario que ellos quieren: la aporofobia fascista con la que será posible tomar medidas que antes eran impensables como el cierre de fronteras, la lenta muerte de los casos de contagio dentro de sus casas en aislamiento social, ordenanzas xenófobas y racistas; la afirmación de la represión sobre aquellos desposeídos y hambrientos, que seremos en todo caso, nosotros mismos.
Nuestra empatía, la capacidad humana de apoyar a otras personas en situaciones de riesgo o de infortunio no puede trastabillar en este punto. La humanidad ha sido sostenida más por el apoyo mutuo, la solidaridad como especie, que con la competencia y la ley del más fuerte. Si hacemos caso a sus medidas, seremos sus cómplices y luego, sus víctimas. Por eso con suma urgencia debemos iniciar un proceso revolucionario que no deje ni las ruinas de la sociedad burguesa. Nos duelen las muertes de esta pandemia, nos duelen porque la gran mayoría son y serán las personas pobres, trabajadoras, de nuestras familias o cercanos, serán de nuestros vecindarios, serán de nuestros países sumidos en la pobreza; serán los abuelos en abandono y sin pensiones, los hijos de nadie, las madres de muchos, los amigos de todos. No somos inconscientes oportunistas, sino que nos mueve un amor profundo por la humanidad y por eso no deseamos caminar hacia el abismo al que se dirige el planeta entero en este tren desbocado que es el capitalismo. Por esa razón, y reconociendo lo que vendrá, tendremos que hacer un sacrificio por nuestros pueblos y levantarnos para pervivir. Si nos quedamos en casa esperando la supervivencia de cada quien, en ese todos contra todos, vendrán a cobrarnos las cuentas con nuevas y más pesadas cadenas, pues habremos de cargar en nuestra conciencia el no haber actuado para transformarlo todo.
No se espere nada de las socialdemocracias, ni de los neoliberales que hoy toman medidas correctivas, contradiciendo toda su política de despojo (medidas que no van sino a alargar nuestras dolencias). Hay que tener cuidado de los burócratas sindicales y profesionales de la mentira que buscarán negociar con nuestros amos el retorno a la explotación, eligiendo una buena salsa con la que podamos ser comidos. Cuidado también con aquellos exaltadores de la violencia y el crimen, que buscarán tan sólo sacar su tajada individual aprovechándose de las circunstancias, sin dejar para la gente lo necesario. Cuidado con la policía: jamás descansa y están siempre esperando roer los huesos que les da su amo por cumplir la función de morder sin piedad a la gente. Pero sobre todo hay que tener cuidado con nuestro miedo e inacción, pues si dejamos que sea más grande que nosotros, perderemos la oportunidad de transformar nuestra realidad. Ninguna vanguardia armada o política va a venir a salvarnos, tampoco ninguna superguerrilla o partido tiene la capacidad para entender que, la acción creativa de las personas puede transformar esta situación de crisis en una situación revolucionaria. Sí, justamente eso y nada menos, la revolución social.
Las revoluciones son siempre precedidas por la insurrección y por el proceso creativo que hará cada pueblo, para lo cual habrá que purgarse de parásitos (políticos, partidos, burócratas, burgueses y sus defensores). De seguro tendremos que llevar a la guillotina a más de un Chicago Boy y a sus protectores, pero sobre todo hay que concentrar nuestro esfuerzo en tener la capacidad para crear un mañana. Hay que dejar de temer a los virus o a los usuales enemigos invisibles que crea el Estado e ir por todo, pues en este momento están débiles, aunque aun estén de su lado algunos lacayos. Los policías y militares, tendrán básicamente dos opciones: tratar de reprimir al pueblo o entender que es indetenible la revuelta, porque de ser generalizada, no podrán atender ni entender toda la actividad revolucionaria ante sus ojos. Ellos no son inmunes a los virus, pues menos lo serán a la ola aplastante que serán los desposeídos si no se rinden. Irrebocablemente son ellos los que deben tener miedo, porque estamos tejiendo la fuerza que les va a sacar de sus poltronas arrasando con su capacidad para reprimir.
Se necesita hoy más que nunca retornar a las barricadas y traducir el caos en la alegre rebelión. Debemos lograr que el caos se organice hacia un mundo libre. Hay que dejar atrás las mentiras infundidas por los medios a raíz de este virus para salir a organizarnos de inmediato, con mascarillas, capuchas, máscaras antigas y todo lo que haya dispuesto. Los miserables no tenemos nada más que perder sino las cadenas que han pesado en nuestros cuerpos y vale la pena arriesgarse durante esta crucial inflexión. No podemos esperar a que se estabilice el escenario, ni esperar la agonía, los suplicios y la masacre de los desposeídos. Trabajar por células, comités, grupos de afinidad y de ser necesario asambleas que permitan la participación directa; utilizar la tecnología y la creatividad para organizar no sólo la revuelta, sino lo más importante, el proceso de transformación radical que se viene.
Por esta razón, es prioritario ir por todo, realizar la revolución social organizando cada aspecto de la vida sin patrones ni autoritarismos. Esto por supuesto, requiere de hombres y mujeres, y de quienes no se asumen desde ninguna determinación, por eso exige que se haga una profunda purga de las relaciones patriarcales para que no terminemos reproduciendo las dominaciones del viejo mundo. Por esta razón, la movilización que estábamos propulsando con compañeras en diversas partes de nuestro continente hace unas pocas semanas atrás, denunciando las agresiones y los abusos sexuales (que no terminan ni siquiera con la pandemia) no puede claudicar, por el contrario, se hace inminente que sea un pilar fundamental dentro de todo el proceso de transformación social. Por eso hay que continuar con esta batalla, salir a la calle y a los campos nuevamente para destruir su tablero de juego.
Los pueblos del Abya Yala y del mundo debemos renacer, urge salir al combate a recuperar con decisión aquel futuro que nos había sido despojado, es el momento más propicio para caminar hacia nuestra liberación. Este es un llamado a la insurrección de cada lugar, en campos y ciudades, comunas, barrios, municipalidades, desde los lugares en donde en este momento estamos confinados. No seriamos responsables en llamar a las personas a la calle en tiempos de cuarentena, pero las revoluciones no se han ganado jamás con un like o desde zonas de confort. Son tiempos de pesadilla, pero habrá que reconstruir con ello un futuro. Se puede esperar la muerte en casa o en una cama de hospital precario, o se puede buscar la vida desde la trinchera en la que nuestros pueblos encuentren su libertad. Son tiempos en los que hay que combatir al enemigo en el forcejeo mismo del cuerpo a cuerpo, pues ellos le temen a esto tanto más que al virus. Está época es portentosamente revolucionaria, por ello debemos actuar con precisión y coraje. La rebelión de nuestras colonias debe ser ahora en un momento en el que hay tanto estupor y pánico, en especial porque es previsible que buscarán someternos a toda costa. No será fácil, pero no habrá que dibujar la utopía paso a paso.
En este documento ni siquiera alcanzamos a dibujar una hoja de ruta, pero llamamos urgentemente al quehacer revolucionario, planteando algunas inquietantes dudas antes del desastre. Aun así este manifiesto no es un manual para la acción, sólo plantea viejas preguntas en forma diferente y las actualiza frente a la realidad que nos compete, lo cual no sería necesario si no fuera por el quietismo y estupor con la que algunas personas observan pasivamente los acontecimientos, incluso dentro de nuestros propios círculos de afinidad. No podemos rendirnos ni desfallecer en este punto, las mentes revolucionarias no pueden creer en las artimañas que salen de las fauces de la Autoridad, debemos despertar de este aturdimiento para ver nacer lo nuevo, pasando a la acción espontánea, organizada y contundente.
Sin embargo, sentimos necesario plantear algunas propuestas que cada espacio local deberá sopesar en autonomía y federación. No hay respuestas para todo, ni determinaciones absolutas, sólo hay una invitación a la acción insurreccional y revolucionaria, pero dejamos algunas ideas que pueden ser consideradas en cada lugar, en cada territorio, pues nos veremos pensando y respondiendo ante preguntas o experiencias distintas sobre las cuales la creatividad libertaria tendrá que hacer consideraciones frente a todo, ya que no se puede dejar todo al azar:
1. Hacer un retorno inmediato al campo, tomando tierras mal habidas y ociosas para la siembra de alimentos, despojando a terratenientes de facto no sólo de la tierra sino de la maquinaria y lo que haya sido sembrado. Buscar que las tierras sean colectivizadas más que repartidas de forma individual, tomando como base la permacultura para la economía agraria. Tomar cosechas y siembras, repartiendo lo necesario para cada quien, además de conservar en lugares algunas reservas. Hay que sembrar una gran cantidad de alimentos para hacerle frente al desabastecimiento.
2. Generar procesos de asociación y organización de la población campesina para lograr intercambiar los alimentos por productos de primera necesidad o herramientas que se realicen en la ciudad. La cooperación de las trabajadoras de la tierra, campesinos y artesanos en asociaciones será un buen camino para organizar la distribución, además de generar la posibilidad de una mayor equidad entre el campo y la ciudad.
3. Generar procesos de transformación de materias primas para su conservación y distribución hacia otras localidades, ocupando gran cantidad de personas en su elaboración; para esto se requiere además tener la capacidad de almacenamiento de reservas.
4. Tomar vehículos o concertar con pequeños transportistas la distribución de alimentos o materias primas hacia otras localidades o hacia las ciudades más cercanas. Organizar la distribución de manera tal que el apoyo mutuo logre satisfacer a todas las personas de la comunidad local e ir escalando de acuerdo a una perspectiva municipalista libertaria.
5. Recuperación de fábricas para la elaboración de artículos de primera necesidad, en especial para lograr dar abasto de jabones, gel antibacterial, mascarillas, en lo inmediato, pero también para fabricar ropa y objetos primordiales. Tomar las industrias, puertos, centros de acopio sacando a los jefes y propietarios.
6. Abandonar gradualmente el uso del dinero o crear monedas propias que permitan el intercambio efectivo sin tener en cuenta los precios de especuladores. Recurrir al trueque o intercambio de productos. Abandono del trabajo asalariado por un sistema de bonos redimibles en todos los artículos necesarios para las personas. Deben crearse comités de trabajo libre, para organizar que todas las personas puedan estar ocupadas (excepto claro si no lo quieren niñxs y ancianxs). A cada quien según su necesidad de cada quien según su capacidad.
7. Hacerse al control de grandes supermercados en forma estratégica pero masiva, generando una entrega controlada de los productos, evitando el desabastecimiento en las ciudades y buscando que no se genere acumulación.
8. No pago de rentas o alquileres de vivienda o de sitios en los que se tienen industrias, locales de distribución, entre otros espacios esenciales. Asimismo, no pago de servicios públicos, impuestos o créditos de forma inmediata.
Toma de viviendas desocupadas, edificios de oficinas, hoteles para garantizar un refugio digno a cada persona o familia.
9. La organización de todos los aspectos de la vida social deben realizarse de abajo hacia arriba, buscando que para cada aspecto se creen comités de participación y organización. En cada comité se delegará a un hombre y una mujer, pero además habrán comités independientes de mujeres para cada aspecto.
10. Generar un apoyo a todos los sistemas sanitarios y hospitalarios para que cuenten con las condiciones óptimas para toda su labor profesional, equipando, dotando y apoyando a todo el personal que está atendiendo situaciones médicas con lo necesario para su sostenimiento.
11. Artistas, profesores y profesoras, además de todas las personas voluntarias pueden crear actividades para niños y ancianos que están en situación de confinamiento preventivo e idear las mejores formas de poder hacerlas disponibles en todo momento. La educación burguesa y bancaria debe ponerse en jaque en este preciso instante en que la escuela está vacía
Crear todo un esquema que posibilite a las personas mayores y niños obtener alimentación y medicina en cualquier caso.
12. Bloquear y Boicotear los canales televisivos masivos y radios. Tomarse emisoras y canales comunitarios de inmediato para generar desobediencia informativa a su política de terror, pero en especial para propagar un mensaje de agitación y organización permanente a las personas y lo que es claro, un mensaje de esperanza frente a la situación.
13. Generar un plan de comunicaciones por internet o redes sociales alternativas. Sin embargo, no depender de los servicios de comunicaciones pues podrían ser eliminados o fichados en cualquier momento por los agentes estatales.
14. Crear guardias de milicianes para la defensa de los territorios, de igual forma buscar que la insurrección crezca a partir de la suma de estas personas generando autonomía en cada lugar.
15. En algunos lugares no sólo nos enfrentaremos al Estado, sino que hay que declararle la guerra al narco y las estructuras paramilitares que lo sostienen, especialmente porque tendremos que luchar una batalla ética (y hasta estética) contra la ideología narcoburguesa.
16. Revisar la situación carcelaria, pero ante ninguna circunstancia permitir que corruptos, fascistas, violadores ni antisociales salgan a hacer de las suyas.
Cuál será otra de las acciones necesarias para hacer posible una revolución social que nos compete a cada persona?
Este es un documento inacabado escrito a muchas manos y al calor de los acontecimientos. Reconocemos los errores de redacción y no nos importan, mientras guarde el espíritu de nuestros corazones y el mensaje sea claro. Invitamos a todas las personas a su modificación y aporte, siempre y cuando esté mediado por la convicción del ideal libertario. Además invitamos a que sea distribuido, reproducido, leído, impreso, traducido, compartido y pirateado cuantas veces sea necesaria. Hagamos viral la Revolución Social.
Recoged esta voz
Con profundo amor desde esta trinchera al sur del Mundo
Colectividad Abya-Yala Rebelde Autónoma y Libertaria. CARAL
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