Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

viernes, noviembre 1

[Chile] ¿Nunca más? Acerca de revueltas y normalizaciones


Soplan vientos de cambio que traen consigo aires de revuelta, de prácticas exageradas de libertad, pero también aires de normalización, de recomposición desmesurada de obediencia. El capitalismo, o al menos una región donde el mismo domina, se encuentra en un proceso agudizado de crisis. Preferimos no decir que “el capitalismo está pasando por una crisis” porque eso sería afirmar que hay momentos en los que el capitalismo no está crisis, lo cual sería erróneo. La “crisis”, en un sistema social estructurado alrededor de la propiedad privada de los recursos y herramientas, es un constante perpetuo debido a que la contradicción fundante entre los propietarios ricos y los desposeídos pobres es la base fundamental de este sistema de mierda. Sin embargo, como sabemos, esta contradicción fundante tiene sus tensiones. Momentos de cierta estabilidad, y momentos de agudización. Actualmente, en la región sudamericana particularmente, estamos viviendo agudizaciones de la lucha de clases. Otra vez, el Capital y el Estado plantean que el pueblo pague las deudas que el mismo sistema produce. Otra vez, los partidos se alinean para ayudar a “mantener el orden democrático” y proponen al pueblo quedarse en casa, volviendo a comprobar sus roles de recuperadores de las luchas del pueblo hacia el Estado. Por suerte, diferentes pueblos y comunidades no están escuchando y deciden tomar las calles. En el proceso, contagian rabia, dolor y dignidad.

La estrategia integral de la burguesía

Ha llegado el momento, luego del dominio regional del populismo progresista que supo repartir consumo y “derechos” (con sus debidas obligaciones) por un período de 15 años, de que el proletariado latinoamericano pague las cuentas. Esta historia ya la conocemos, no debería ser ninguna novedad. El acercamiento crítico a la historia política de los Estados-nación de estos territorios nos deja ver que esto viene pasando hace mucho tiempo, y ahora está sucediendo nuevamente. Se notó claramente en Ecuador las semanas pasadas, también en Haití y ahora lo mismo está sucediendo en el territorio vecino denominado $hile, en donde nuestres hermanes se encuentran dando una fuerte batalla contra la burguesía chilena, esa burguesía asesina que ha vuelto a sacar a los milicos a patrullar las calles, a realizar detenciones masivas indiscriminadas, a disparar, secuestrar, torturar y asesinar al pueblo rebelde. Por un lado, esto demuestra el poder del Estado chileno, pero por el otro, también da cuenta de que se vio empujado a imponer explícitamente en las calles el monopolio legitimado (por el Capital) de la violencia por la enorme respuesta de la insurrección proletaria. El enemigo ha vuelto a recurrir al fascismo para defender sus privilegios. El presidente Sebastián Piñera el pasado 8 de octubre dijo que “nuestro país es un verdadero oasis en una democracia estable”. Doce días después sentencia que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable”. La lógica fascista nunca se fue, solo estaba agazapada. La dictadura nunca se fue porque la misma es la melliza maldita de la democracia capitalista. 29 años después de que Pinochet dejase el poder y de que se diera paso a la llamada “Transición a la democracia”, $hile vuelve a estar asolada por la sombra del fascismo.

“Ningún gobierno lucha en contra del fascismo para destruirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se les escapa de sus manos, alzan el fascismo para defender sus privilegios”, palabras que a pesar de haber sido pronunciadas en 1936, no han perdido vigencia alguna. Y es por eso que la “novedad” de que el Estado chileno haya sacado a los militares para defender los intereses de los ricos no es para nada nuevo, así como tampoco es un fenómeno propio del Estado de $hile. Sacar a los militares a la calle es el accionar lógico, necesario y acordado por la clase dominante para frenar el avance del proletariado en revuelta y lograr mantener el orden establecido hasta poder “re-ordenar” al pueblo y reinstalar la normalidad democrática. Esta última, se caracteriza por ejercer una represión indirecta a través de las distintas instituciones burguesas que por su forma de funcionar y su contenido, generan un adoctrinamiento social basado en la lógica estatal-patriarcal-capitalista que vuelve al ser humano no solo un individuo desposeído de las herramientas para satisfacer sus necesidades reales: alimentarse, educarse, cuidarse, organizarse, sino también un individuo cansado, asustado y neurótico. Cuando esta represión indirecta no es suficiente para que la clase explotada se limite a ir “de la casa al trabajo y del trabajo a casa” (como le gusta decir a los fascistas de acá), llega la hora de utilizar la artillería pesada: los militares. Y eso debería de ser lógico, ¿o no? ¿Acaso el lema patrio de $hile no es “Por la razón o por la fuerza”? ¿Acaso el lema de los pacos asesinos no es “Orden y Patria”?

Así, la dictadura y la democracia se nos revelan, no ya como dos sistemas de gobierno antagonistas que se oponen -como nos quiere hacer creer todo el arco político parlamentario de izquierda a derecha- sino como dos momentos o tácticas distintas de la estrategia integral de la burguesía. Estos momentos o tácticas se retroalimentan, y son llevadas adelante por las distintas burguesías nacionales (con el obvio apoyo de los Estados imperiales y el gran Capital) dependiendo, principalmente, del nivel de combatividad de la clase explotada. No por algo el Plan Cóndor se dio en la década de los `70, década en las que grandes luchas proletarias se estaban llevando adelante en el mundo, y de la cual el Gran Capital incidió de forma determinante como con la formación de los represores en la Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad (que aún hoy en día sigue funcionando), más conocida como Escuela de las Américas, en donde se formaron represores como Viola y Galtieri; no por algo la AAA (1973), la Liga Patriótica Argentina (1919), la ley de residencia y la ley de defensa social se erigieron como herramientas nacionalistas-fascistas avaladas por la democracia, encargadas de aniquilar al proletariado combativo organizado.

Las dictaduras de ayer, las democracias de hoy

Ahora bien, como sabemos, nada en la vida es blanco o negro, sino que hay matices. Es decir no nos da lo mismo vivir en una democracia o en una dictadura. Dictadura y democracia no son lo mismo. Obviamente el nivel de impunidad que tienen las fuerzas represoras del Estado durante la dictadura es terrible y muy difícil de sostener a largo plazo, ya que en términos de armamento la lucha es muy desigual. Nadie desea vivir bajo un contexto de guerra directa, pero tampoco vamos a ser tan ilusos de reproducir la lógica binarista de oponer la democracia a la dictadura. Eso es un suicidio político, y decimos suicidio porque esa lógica binarista es simplista y lo único que fomenta es un conformismo resignado a la democracia que solo beneficia a los partidos políticos y el Estado/Capital. La única solución a nuestras demandas de clase (salud, vivienda, alimento, tierra y educación para todes) puede provenir de una revolución social, de un comunismo anárquico que se acomode a cada territorio y pueblo en particular, buscando eliminar la lógica patriarcal que reproduce la jerarquía, el machismo, la competencia, el beneficio y el privilegio. Esa revolución social no es un momento determinado y cuantificable, no es un mañana mejor y no puede ser otorgado desde arriba por ningún partido, persona o dios/mesías. Esa revolución es una decisión y un movimiento disruptivo diario perseverante en la construcción de autonomía que busca negar no solo a las instituciones represivas que sostienen la hegemonía burguesa, sino también negar nuestra condición proletaria, nuestra reducción a meros trabajadores/engranajes de la maquinaria estatal. La lucha no es solo por conquistas económicas, sino que también y fundamentalmente, la lucha es por la autonomía de la clase explotada, por la creación, consolidación y defensa de órganos comunitarios de decisión del pueblo que buscan desarrollar una vida organizada en torno la satisfacción de las necesidades del pueblo y no del mercado. Como decía Bakunin: “Libertad política sin igualdad económica es una pretensión, un fraude, una mentira; y los trabajadores no quieren mentiras”, o también su otra aplastante frase: “Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia; Socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad”.

La lucha es por la autonomía

¿Cómo pretender que los milicos no vuelvan a estar en las calles si las razones que llevaron a la burguesía a orquestar el Plan Cóndor siguen estando? ¿O acaso pensamos que el mundo es muy distinto al de aquella época? Los que ordenaron, pensaron y llevaron adelante las distintas dictaduras militares que asolaron Latinoamérica, son los mismos que siguen gobernando y dominando hoy en día. La contradicción principal de la sociedad no ha sido resuelta. El mundo sigue estando dominado por una minoría escondida detrás de la palabra “mercado” que logra determinar la materialidad global a su favor. Las burguesías nacionales de cada Estado son las encargadas de ocuparse de cumplir las órdenes (consciente o inconscientemente) de los amos del mundo.

Nuestra clase no debe aliarse con fracciones “progresistas” de la burguesía que buscan una “liberación nacional” porque cualquier reivindicación apoyada en la patria y la nación implican la negación de nuestros intereses como clase explotada, es seguir reafirmando la mentira de las fronteras que buscan dividirnos, es caer en la falacia de que “el Estado somos todos”. Toda patria fue fundada sobre la sangre de los pueblos originarios y trabajadores que se opusieron a ese proyecto de dominación burgués. Lo que sucede en $hile no es un tema del que solo les chilenes tienen que ocuparse, sino que es un ataque y una declaración de guerra a nuestra clase.

No están asesinando chilenes, están asesinando hermanes. La maquinaria estatal lustra y se calza la bota fascista que nunca dejó de lado.

Que la solidaridad no sean solo palabras escritas, sino que sean acciones y organización.

Larga vida a la Revuelta de todos los pueblos que luchan por la dignidad.


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