“No amamos, no, el trabajo;
lo odiamos.
No es nuestra liberación,
¡Es nuestra condena!
No nos eleva y libra de los vicios;
nos abate físicamente
y nos aniquila moralmente
hasta tal extremo que nos
deja incapacitados” (1)
Trabajar es esclavitud, somos los trabajadores de alguien que nos compra para su tienda, fabrica, oficina, campo; estudiamos para servirles algún día, así que nuestros intelectuales estudios en las mejores escuelas o en las peores, también les pertenecen, vender en la calle, ser nuestros propios patrones no es sinónimo de libertad, vendemos lo que otros producen, solo somos nuestros propios capataces; todas estas formas de existencia solo demuestran que todos somos parte de relaciones de producción impuestas sobre nuestros hombros a través de la historia, somos producto de derrotas pasadas, somos una clase de humanos que actualmente solo está unida para servir, producir y consumir.
Trabajamos para sobrevivir y para perpetuar el sistema capitalista, trabajamos para obtener mercancías que nos aporten un valor determinado que nos permita entrar en competencia para vendernos mejor, nuestro trabajo no es nuestro, somos inútiles y muy fácilmente remplazables; nuestra necesidad ya no solo es sobrevivir de las inclemencias de la naturaleza, nuestras necesidades las hemos extendido a la manera de como sobrevivimos, nos obligamos a andar sobre el reino de la cosa, en donde somos una mercancía más que se intercambia infinitamente por otras mercancías; cada día creamos una nueva necesidad para extender e inventar la nueva fila de producción y en este devenir pasamos de la vida: Somos extraños a nosotros mismos y a quienes nos rodean, nuestra única verdad: trabajar, generar dinero, incentivar el intercambio de nosotros mismos y de cosas al estilo capitalista, el producto final es la felicidad o lo que nos dicen que esta es o debe de ser.
Nuestro tiempo libre, tampoco es nuestro es la extensión del trabajo sobre nuestros hombros, es el tiempo donde recuperamos fuerzas, para volver a trabajar en unas horas, en unos días… nadie escapa al organismo que mantiene viva la máquina.
Todo está premeditado, calculado, listo para nosotros, listo para que se inicie y nunca acabe el ciclo de la producción; por medio de la ideología nos inculcan el respeto por la autoridad, nos mandan a las escuelas para calificarnos como trabajadores en alguna rama -la que elijamos no importa, ¡somos libres de elegir quien nos explotara como mejor nos convenga! –
Repiten que el trabajo dignifica, inyectan el discurso de la honradez de producir algo que sirva a los demás, alientan para no quitar un solo engrane de la maquinaria social que es el soporte de un sistema necrófilo.
Tenemos derecho a trabajar… a trabajar para no morir.
Tenemos derecho a engendrar riquezas a producirlas, a arrancarlas y extraerlas de la tierra, pero la gran mayoría de los que trabajamos no podemos acceder a ellas… ¿has sentido que absurdo es trabajar maquilando abrigos mientras tus hijos tienen apenas unos trapos que cubren su miseria? ¿Han tenido hambre estando frente a los más exquisitos manjares? Hemos pasado hambre, hemos pasado frio pero nos hemos conformado con la rebaja, nos hemos conformado con las sobras… lo peor es que esa sencillez tan absurda y desesperante tampoco es resultado de nuestra mente sino de la ideología que nos dice que nos conformemos con lo podrido mientras reserva la riquezas para quienes sostienen este sistema, el sistema que engendra en sí mismo la mentira que lo mantiene vivo y que nosotros reproducimos y si no nos queremos conformar con poco pues a ¡chingarle! Trabaja duro y serás alguien, trabaja duro y tendrás lo que tú quieras… nos dicen.
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Este sistema de producción, de trabajo asalariado, esta forma de relacionarnos como mercancías es el capitalismo y su estructura ha dividido a la humanidad creando dos clases antagónicas, ambas trabajan de un modo u otro para sostenerlo, sin embargo una es la que se deleita plenamente de los beneficios de defender por sobre todo y a expensas de la sangre y el dolor de millones en la historia este modo de producción; estas dos humanidades están continuamente en guerra, una de ellas no claudicara nunca en su misión, la otra históricamente se ha negado a asumir el papel impuesto del personaje secundario que se muere de hambre si no trabaja, que pone los muertos en las guerras por el poder, que quiere todo para todos y no tiene ni madres para sí…
La carta de la burguesía y el monstruo capitalista está echada y jugada, sus movimientos en el tablero los juegan sus peones disfrazados y etiquetados como sindicalistas, religiosos, partidos políticos, bufones de las telecomunicaciones que pregonan aquí y allá su ideología de muerte, su misión es que voluntariamente aceptemos, nos resignemos y reproduzcamos esta realidad.
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Sentir que todo es una mierda no es lo difícil, ver esta realidad y no querer vomitar cada instante tampoco, nadie más que nosotras mismas puede revelar lo que sentimos frente a la explotación y la insatisfacción de necesidades, lo complicado no es reconocernos como baratijas intercambiables en el mercado; lo verdaderamente difícil es querer dejar de asignarnos un valor como vulgares objetos, ser una relación de producción, un trozo de carne que se vende, lo difícil es entender que trabajando más y más cada día solo beneficiamos al capital y no a los nuestros, lo difícil es vislumbrar que tenemos la capacidad de crear otra forma de vivir y luchar por ello…
Mejorar nuestras condiciones como trabajadores no apunta al verdadero problema, no es un triunfo, ni representa verdadero bienestar, reivindicarnos como trabajadores o tener orgullo obrero, creernos dignos ante una moral impuesta por ser trabajadores no significa nada más que pura basura ideológica, el discurso heroico mediante el cual nos han mantenido sirviendo en su mundo.
“Más trabajamos, menos tiempo nos queda para dedicarlo a actividades intelectuales o ideales; menos podemos gustar de la vida, sus bellezas, las satisfacciones que nos puede ofrecer; menos disfrutamos de las alegrías, los placeres, el amor.” (2)
Nosotros somos los negados, los explotados, los engañados una y otra vez
Somos la parte de la humanidad que lucha cotidianamente por sobrevivir, pero que también hace la guerra contra el capital, no somos trabajadores, somos proletarios explotados y queremos dejar de serlo, queremos otra forma de ser, de vivir, queremos vivir y luchamos como el pasto contra el concreto, como el mar, queremos furiosos trascender la roca; no queremos gestionar los medios de producción, -fabricas, escuelas, cárceles, oficinas, restaurantes, política, estado, policías, predicadores, todo lo destruiremos- no queremos rescatar nada de este mundo, queremos construirnos otro.
No queremos festejar ni conmemorar ni lanzar odas al trabajo sino luchar cada día o momento contra él y contra la totalidad que significa y es el capitalismo; la mejor conmemoración, la mejor evocación a quienes han luchado contra el sistema se materializa en la acción, en la extensión y propagación de la lucha anticapitalista, escapando a los mitos, haciendo rupturas con las supuestas alternativas, clarificando el contenido de nuestras luchas, no tenemos más certezas que la necesidad de la destrucción efectiva del sistema capitalista, queremos crear para satisfacernos, queremos crear para poner/ponernos en común; el proletariado arrasara este sistema cuando lejos de toda ideología y falsificación luche en conjunto por destruirse a sí mismo como proletario/mercancía y se construya como humanidad.
PUEDE EXISTIR UN MUNDO MEJOR SOLO TIENES QUE LUCHAR POR ÉL
1 y 2.- Severino Di Giovanni, El derecho al ocio y a la expropiación individual
https://antagonismorp.wordpress.com/2018/05/06/el-trabajo-no-redime-sino-que-embrutece/#more-1814
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