Cualquier día, nosotras,
a menudo invisibles
por los siglos de los siglos,
en lugar de negociar cuotas,
raciones de respeto
y homenajes tardíos,
ocuparemos los asientos de nuestra vida
sin pedir permiso,
sin el visto bueno de la historia.
Cualquier día, nosotras, silenciadas
por los siglos de los siglos,
en lugar de comprar un libro,
un coche, un champú,
un bocadillo o un bonobús,
compraremos un mundo
y os devolveremos el vuestro.
El que habéis convertido en finca privada,
en apartheid milenario.
Y nuestro mundo
será un mundo con curvas o sin curvas,
un mundo rizado o liso,
con tacones o con zapatillas,
un mundo lleno de ríos,
de bosques, de plazas, de derechos,
todos los derechos que quepan
en nuestros bolsillos,
en nuestras cabezas,
en nuestras vidas.
Derechos cavando fosas
sobre los privilegios.
Y si los dioses de cualquier religión
vienen a instalar su franquicia de eterna culpa
o reclaman su ilegítimo poder
sobre nuestros cuerpos,
les cerraremos la puerta de la sinrazón
y haremos que coman de nuestra mano
racimos de uvas sin ira.
Y si la tristeza saca sus uñas
de lunes lluvioso sobre los días,
haremos de nuestra comunidad
la mejor trinchera,
una trinchera multiétnica y multiética,
multigénera y multifeliz.
Cualquier día, nosotras
borraremos del diccionario
las palabras: víctima, agresión,
invisible, machista, golpes, minuto de silencio.
Cualquier día, nosotras,
en lugar de encender una vela tras cada funeral,
ocuparemos el mundo
donde volver a ser quienes fuimos,
un mundo donde no será necesario
hacerle el boca a boca a nuestras vidas.
Cualquier día, nosotras
desde nuestra ventana observaremos
el final de la violencia
como quien observa un glaciar milenario
ardiendo a la deriva
y tal vez,
tal vez os tendamos un puente.
El único puente posible para llegar al otro lado
del mundo.
El puente de la igualdad.
Cualquier día,
nosotras.
Cualquier día,
nosotras.
Marta Navarro.
GRACIAS, COMPAÑER@S.
ResponderEliminarUn abrazo,