Venir al mundo es una decisión ajena impuesta por la voluntad de
otros. Durante nuestra infancia y adolescencia no estamos capacitados
para ratificar esa decisión ni imponer nuestra condiciones. Las personas
nacemos por decisión de otros en un determinado entorno físico,
familiar y social, dotadas de unas características genéticas concretas,
que es la parte de esta situación que jamás podremos cambiar. Pero de
ahí en adelante podemos modificar y decidir sobre nuestra vida ya que
nos pertenece en exclusiva.
No hay voluntad
ajena -ni de otro individuo ni de la colectividad, ni impuesta por la
tradición, ni por las creencias culturales, místicas o políticas
predominantes- que merezca una consideración moral más alta que nuestra
propia voluntad ni hay, por lo tanto, restricción alguna al ejercicio de
nuestra libertad que cuente con una legitimidad natural.
La
mayoría de personas nunca llegan a ser conscientes de su soberanía, de
su derecho a la misma ni de la enorme invasión de ésta que padecen. Pero
las personas, por si mismas, son seres inteligentes y capaces de auto
gobernarse. El derecho a hacerlo es natural y su rango moral es siempre
superior a cualquier imposición externa.
Creemos
que cualquier persona, en cualquier momento de su vida, tiene toda la
legitimidad para reconsiderar y modificar todo aquello relativo a sí
misma y a su vida que de ella depende, incluido el propio hecho de
existir. Esto le faculta para tomar cuantas decisiones desee sobre su
persona, su cuerpo, su mente y su aceptación o rechazo de cualquier
valor, su nombre, su relación con los demás y su forma y estilo de vida.
No tomar decisión alguna, como hace gran parte de la población, es
también una decisión, aunque la mayoría no sea consciente. Los que por
simple inconsciencia, por inercia cultural o por desidia se dejan llevar
por el statu quo en el que nacieron y fueron educados están también
ejerciendo una opción.
Durante siglos se nos ha
enseñado y adoctrinado desde las más diversas filosofías e ideologías
-desde el cristianismo y el judaísmo hasta el islam, desde el fascismo a
la socialdemocracia y desde el comunismo hasta el conservadurismo- que
las personas viven en función de la comunidad a la que “pertenecen”, que
deben asumir sus valores, tradiciones, reglas. Obedecer. El
"altruísmo", la afirmación del "otro", se nos impone desde el colegio
hasta el asilo y desde los púlpitos de la iglesia, las tribunas de la
política, los medios de comunicación, la paternal institución de la
familia o las más diversas organizaciones humanas, pero siempre con el
objetivo, consciente o no y a veces incluso bienintencionado, de
someternos.
Toda forma de limitación del poder
de la persona sobre sí misma, sobre su vida y sobre sus decisiones es
ilegitimida en origen. Aunque todas las demás personas del planeta
estuvieran plenamente de acuerdo en imponer a un individuo ciertas
limitaciones, seguiría siendo moralmente superior el derecho natural de
ese individuo a no acatarlas mientras no limite la libertad a otros.
Sabemos que los humanos son seres gregarios, que necesitan relacionarse
con otros individuos para llevar una vida medianamente soportable, pero
también sabemos que las normas de convivencia han sido históricamente
dictadas por el poder y la autoridad (religiosa, política, cultural,
económica, etc.) y por lo tanto no parten de una legitimidad primaria.
Acatar irreflexivamente normas que limitan el autogobierno personal es
también ejercer una opción: tal vez la más cómoda para la mayoría pero
también la más dolorosa y humillante para algunos de nosotros.
En
su camino hacia la supuesta libertad, una humanidad temerosa y débil ha
optado por conquistarla a fuerza de decretos y burocracia, a golpe de
Estado y policía, mediante un poder casi irrestricto para los
gobernantes a cambio de un trato rara vez benévolo y a través de la
implantación de sistemas de auto legitimación democrática que han
servido para glorificar el ejercicio delpoder y, por ello, para seguir
invadiendo el ámbito de decisión de las personas.
Mucho
se ha escrito sobre el contrato social entre gobernados y gobernantes,
con frecuencia para ensalzar las virtudes de un sistema más teórico que
práctico que parece casi diseñado para tranquilizar a las personas
mientras se les usurpa su poder de autogobierno. Mediante el contrato
social las personas deben someterse al poder de las masas y de su
Estado. Se nos ha enseñado a aceptar sin rechistar lo que el poder nos
ordena o prohíbe, porque quienes lo ostentan actúan "en nuestro nombre",
están "legitimados en las urnas" o responden a la voluntad de la
mayoría. Nosotros nos sentimos facultados para hacer absolutamente
cuanto deseemos. "Hacer" incluye por supuesto el "no hacer". La libertad
de cada uno no termina donde empieza ese eufemismo que es "la de los
demás" que sirve como excusa para que las élites interpretadoras hagan y
deshagan a su antojo, sino que termina exactamente donde comienza la
inalienable soberanía individual de otra persona concreta, real y
determinada.
No tendremos a quien idolatrar ni a
quien demonizar si nosotros somos nuestros únicos dueños, si nosotros
somos, conscientemente, los responsables de todo lo bueno y de todo lo
malo que nos suceda, si nosotros razonamos y decidimos con todas las
consecuencias, si en definitiva somos libres y no tenemos sino una
consciencia plena de nuestra condición de personas, de individuos de una
especie animal, únicos y auto poseídos. Ser libres, ser soberanos, es
decir, ser plenamente humanos. Quienes no quieran aceptar el reto, sean
mayoría o no, están en su derecho de no hacerlo, pero no de imponernos a
nadie más las consecuencias filosóficas y políticas de su miedo a la
libertad.
Por todo lo expuesto, proclamamos
nuestro derecho total e inalienable a la autodeterminación y en
ejercicio de la soberanía personal que poseemos, presentamos ante el
resto del mundo nuestra declaración de independencia. Así, por la
presente, afirmamos que no reconocemos ningún poder ajeno en nuestras
vidas.
SECTA NIHILISTA
Me adhiero al manifiesto.
ResponderEliminarSalud!
Hola! Coincido en parte. Cada quién es soberanx de si mismx, pero solo hasta cierto punto. El auto-determinismo se nos aparece más en términos de necesidad que de realidad.
ResponderEliminarNo olvidemos que todo lo que nos rodea es resultado y proceso cuasi-infinito de causas y efectos, y en este caso, decisiones voluntarias e involuntarias que a su vez, tienen consecuencias explícitas, sutiles y no tan sutiles ramificadas de maneras muy muy complejas.
Hay una multiplicidad de factores históricos colectivos y personales que en algún punto terminan influyendonos, y lo que sucede a nuestro alrededor. En ese sentido, el auto-determinismo no existiría. Y con esto no estoy diciendo que nuestras voluntades estén predestinadas (justamente porque las posibilidades se despliegan con cada acción) y ni mucho menos le debamos nuestras decisiones a ningún tipo de autoridad política, religiosa o lo que fuere. Más allá de la obvia situación de opresión que sabemos implica, la sola idea de la permanencia de líderes y autoridades, es simplemente ridícula, por más bien intencionadxs que esxs líderes estén. Y es por esto que el auto-determinismo, en este sentido SI es no solo realidad, sino necesidad universal.
Nada que no se revisita, se auto critica y se reinventa está hecho para durar, porque justamente, estamos en continuo cambio. Esto se aplica a TODO. Por eso mismo, mejor nunca dejar de cuestionarse y aprender de lo que nos rodea.
Nos encontramos en la resistencia ;)