Hay vidas que merecen ser vividas varias veces. O una sola vez pero por
muchas personas diferentes. Si esto último fuese posible, una de las
vidas que yo elegiría vivir sería la de Albert Libertad. No porque fuese
fácil, que no lo fue, sino porque siempre he sentido debilidad por la
gente que ha hecho lo que ha querido, a pesar incluso de sí mismo. De
hecho, si Libertad hubiese sido mínimamente respetuoso con su destino,
habría muerto de hambre con apenas 20 años en alguna calle de París,
mientras mendigaba para lograr aguantar un día más. Es posible incluso
que hubiese muerto mucho antes, cuando la polio le hizo perder la
movilidad en las piernas porque en el orfanato donde vivía los niños no
tenían derecho al lujo de la asistencia médica.
Pero a pesar de todo, Libertad sobrevivió, y, mientras mendigaba y se
moría de hambre en algún callejón, uno de los miembros del periódico Le Libertaire decidía
acogerlo en la redacción del periódico. Allí vivió durante varios
meses, codeándose con activistas como Louise Michel, heroína de la
Comuna de París, o Sébastian Faure, que había evolucionado desde el
socialismo al anarquismo. Aunque tenía estudios elementales, en la
redacción de Le Libertaire sería donde aprendería a escribir los
artículos que le harían famoso y donde desarrollaría las dotes oratorias
que harían que sus mítines estuviesen siempre repletos. De hecho, estos
mítines acabarían convirtiéndose en actividades desestabilizadoras y
subversivas por sí mismas, lo que tendría como consecuencia que muchos
de ellos fuesen interrumpidos y disueltos por la policía. Lejos de
intentar marcharse, Libertad solía acabar encabezando el enfrentamiento
contra los gendarmes, lo que hizo que no tardase en convertirse en un
viejo conocido de la policía. Al fin y al cabo, la cojera que le
obligaba a llevar alzas y dos muletas y el aspecto desaliñado de las
túnicas con que solía vestirse le hacía fácilmente reconocible.
Sin embargo, a pesar de sus evidentes limitaciones, Libertad no fue una
persona sombría ni oscura. Para él, la revolución social debía ser ante
todo una revuelta, un asalto a la normalidad. Buena parte de su
militancia política consistía en la celebración de fiestas, bailes y
excursiones al campo, y se jactaba de que todas las mujeres con las que
había estado eran "inteligentes, hermosas y anarquistas". Ya lo dijo
Víctor Serge: "le gustaba la calle, la muchedumbre, la gresca, las
ideas, las mujeres". De todas ellas, quizás las más importantes fueron
Anna y Amandine Mahé, con las que fundaría y dirigiría el semanario de
culto
L´Anarchie y con las que mantendría una relación sentimental de la que nacerían dos hijos.
Libertad se resistió a su destino todo lo que pudo, pero éste acabó
venciéndole. El 13 de noviembre de 1908, con 32 años, murió en el
hospital de Laboisière como consecuencia, al parecer, de la agresión
salvaje de unos policías a la salida de una charla. No era la primera
vez -algunos años antes, varios gendarmes le habían abandonado en la
calle dándole por muerto después de una paliza-, pero sería la última.
[Algunos de los artículos que escribió
Albert Libertad a lo largo de su vida pueden encontrarse traducidos al
castellano en el libro "La ficción democrática" (La linterna sorda,
2013), hasta el momento el único que incluye textos de este autor]
Extraído del blog de Layla Martínez Vida de perrxs
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