Lily Litvak
En Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, Díaz del Moral 
da una espléndida definición del obrero consciente: “Leían y se educaban
 con apasionado entusiasmo.” Aún ahora, completa Brenan, “cuando se 
pregunta a los habitantes de Casas Viejas sobre los antiguos militantes,
 se oyen frases como “estaban siempre leyendo algo, siempre discutiendo.
 Su mayor placer era escribir artículos para la prensa anarquista en un 
lenguaje elocuente y apasionado.”
Estas palabras revelan la importancia que los libertarios atribuían a
 la educación y a la cultura. Nunca, ningún movimiento otorgó a la 
cultura tanto valor como los anarquistas. En Acracia se declara que por 
ella “las inteligencias y las voluntades dispersas se unen y conciertan 
en un pensamiento y una acción común y se forma esa entidad poderosa; el
 pueblo consciente.”
Para los anarquistas, la redención de los trabajadores debía ser
 obra de ellos mismos. Por medio de la educación estaba al alcance de su
 mano, pues el progreso no era mecánico ni determinista, sino producto 
de la voluntad y la actividad humanas. Sólo dependía de que el 
proletario se instruyese y así adquiriera conciencia de sus 
merecimientos, de sus potencialidades y derechos. Que el talento no es 
privilegio de los ricos, lo probaban los siguientes datos según La 
Protesta de Valladolid: que “El pontífice Adriano IV fue hijo de un 
mendigo”, “que Pío V guardó cerdos en su infancia”, “que el emperador de
 Marruecos Abel Moumen fue hijo de un alfarero”, “que Pizarro, el 
conquistador de Perú, era expósito, y Pedro, el fabulista, el hijo de un
 pobre esclavo.”  Tales datos ratifican su creencia en el libre albedrío
 y su fe en el poder de la inteligencia y sensibilidad humanas. La 
voluntad de conciencia era motor de la historia, y diferenciaban 
tajantemente el fatalismo del determinismo social.
Se puede encontrar en forma novelada una relación del compromiso que
 el proletariado militante tenía con la cultura en las páginas de Justo 
Vives    donde se relata como el protagonista, aunque injustamente 
encarcelado, se instruía, leía,  conversaba, discutía con sus 
compañeros. En esa asamblea cotidiana se leía la prensa obrera y la 
burguesa, y de ésta se hacía crítica de los artículos dedicados a la 
cuestión social. Se estudiaban las obras más notables del movimiento 
obrero, se entremezclaba la lectura sociológica con la puramente 
literaria, filosófica y recreativa. Es de resaltar que aún las obras 
extranjeras se traducían de viva voz.  Los compañeros más cultos daban 
conferencias, y el propio Justo disertó sobre diversas maderas, su 
aplicación y uso. Puede verse en esta obra que la cultura libertaria 
actuaba en ese presidio como catalizador para cristalizar un microcosmo 
libertario. Así “los ignorantes se ilustraban, los débiles se 
fortalecían y todos adquirían nuevo vigor y mayores bríos para dedicarse
 al trabajo redentor que ha de apresurar el advenimiento de la suspirada
 revolución social.”
Los anarquistas eran firmes creyentes en la educación. El obrero
 consciente 
se ponía inmediatamente a instruirse. Creían que lo único que impedía a 
otros pensar como ellos era la falta de educación. Por ello, atribuían 
gran importancia a las escuelas y generalmente ponían una en su centro. 
Azorín, en Anarquistas literarios, vincula el anarquismo racionalista 
con Platón, Carlos III, Macanaz, el Papa Gregorio el Magno, Lope de 
Vega. Predicaba “el triunfo de las nuevas ideas” y exhortaba: 
“Defiéndase la instrucción. Haga la iniciativa particular lo que el 
Estado no hace. Fúndense instituciones para la enseñanza, ábranse 
laboratorios donde puedan estudiar científicos, créense escuelas donde 
el obrero aprenda a ser hombre y a haga efectivos sus derechos.”
La educación empezaba desde la niñez. Modelo de las escuelas 
anarquistas era la Escuela Moderna, fundada y dirigida por Francisco 
Ferrer y Guardia , “iniciador de la educación y la instrucción sin 
mistificaciones ni resabios místico-convencionales o patrióticos”, según
 se complace pregonar Anselmo Lorenzo . Se rechazaba allí todo dogma o 
sistema,  la Escuela tenía catorce sucursales en Barcelona, y treinta y 
cuatro en la provincia. Entre sus textos se contaban Cartilla 
filológica, primer libro de lectura, se ridiculizaban las 
condecoraciones, medallas, insignias y escapularios, se enseñaba a los 
niños las teorías evolucionistas y Dios era presentado como   un ser 
fantástico. Las aventuras de Nono, segundo libro de lectura, proponía 
como realizable la utopía anarquista. El tercer libro de lectura 
Patriotismo y colonización, presentaba en la cubierta un globo terráqueo
 con las palabras “¿Cuál es la patria del pobre?” En Historia universal 
de Jacquinet se llama al comercio explotación del hombre por el capital,
 y se ataca al cristianismo.
En la novela León Martín o La miseria, sus causas y sus remedios
 de Carlos Malato, utilizada como libro de lectura, un pobre niño 
campesino de nueve años, plantea preguntas que revelan su inteligencia y
 agudeza. Sus padres, unos trabajadores pobres, temerosos y explotados 
no tienen respuestas a preguntas como “¿porqué hay pobres y ricos?”. Más
 tarde, sin embargo, aparece otro mentor en la vida de León Martín, el 
pintor Estanislao, un joven instruido y avezado en luchas terribles 
contra la familia de propietarios Manoff.  Desde entonces, las preguntas
 y las respuestas se suceden con fuego, como “golpes de férreo eslabón 
contra un trozo de pedernal”, y a través de ellas, las ideas 
emancipadoras, se exponen con claridad y sin pretensión.
La construcción de esta novela a base de diálogos, preguntas y 
respuestas, conduce al lector a la conclusión lógica que encierra 
siempre enseñanzas ideológicas. Esta forma de escribir es constante en 
la literatura ácrata. Como puede verse en la serie de “Diálogos 
doctrinales” aparecidos en La Revista Blanca  que aclaraban, en forma 
anecdótica, los postulados esenciales del ideario ácrata . De igual 
manera están construidos los diálogos de Sánchez Rosa, dirigidos a 
trabajadores del campo  y el famoso Botón de fuego que se desarrolla 
como catecismo.
Para los anarquistas, la educación no se restringía a la 
niñez. Eran de gran importancia  en la vida ácrata las conferencias y 
cursos de todo tipo dirigidos especialmente a los obreros. La sed de 
saber era enorme y abarcaba a todos los campos de la cultura y la 
ciencia. En los centros anarquistas se daban clases nocturnas de 
sociología, biología o gramática, y se fomentaba el cultivo de la 
literatura. Entre las más importantes actividades libertarias estaban 
las veladas literarias donde se leían poemas, ensayos y novelas escritas
 por compañeros. Los periódicos libertarios daban amplias noticias de 
estos acontecimientos; por ejemplo, la llevada a cabo en el teatro 
Jovellanos de Gijón a beneficio de la Sociedad de Carreteros, donde fue 
 leído por su autor un poema en bable . En una actividad similar del 18 
de marzo de 1886 en el teatro Rivas de Barcelona, en conmemoración de la
 Comuna, los estruendosos aplausos del público celebraron el poema de 
Llunas La revolución.
Entre las actividades culturales más significativas de los 
libertarios se cuentan los dos Certámenes Socialistas, celebrados para 
despertar entre las masas la afición por la cultura. En el discurso de 
apertura del primero,   habló Joseph Llunas, periodista, poeta, director
 del Ateneo Catalán de la Clase Obrera, y director de La Tramontana, 
exponiendo un programa cultural basado en la cuestión social.
El Primer Certamen tuvo lugar en Reus el 14 de julio de 1885 y
 fue organizado por el Centro de Amigos de Reus, con colaboraciones de 
diversas sociedades y ateneos  obreros. El Segundo Certamen Socialista 
que superó en importancia al primero se llevó a cabo en el Palacio de 
Bellas Artes de Barcelona en noviembre de 1889. Fue organizado por el 
grupo Once de Noviembre, y realizado en conmemoración a los Mártires de 
Chicago. Uno de sus propósitos era resolver los problemas sociales por 
medio de la educación del proletariado y manifestar la cultura 
intelectual del proletariado.
En una descripción del acto se lee que para los partidos políticos 
son ya demasiado grandes los locales pequeños; y sin embargo,  para los 
anarquistas resulta pequeño el local más espacioso de Barcelona, el gran
 Salón de Bellas Artes.  Entre los varios temas, el grupo Avant de 
Barcelona, propuso “Anarquía, su origen, progreso, evoluciones, 
definiciones e importancia actual y futura de este principio social”. Se
 otorgaba como premio a la mejor respuesta un “cuadro de rico y 
esmaltado marco con un artístico retrato de los Mártires de Chicago”.  
El Ateneo Obrero de Tarrasa propuso un relato novelesco: “El siglo de 
oro. Novelita filosófica o cuadro imaginativo descriptivo de costumbres 
en plena anarquía o en la sociedad del porvenir”. El premio, cien 
pesetas, fue otorgado a Ricardo Mella por su obra “La Nueva Utopía”. 
Para informar sobre el acontecimiento, se publicó en Barcelona en 1889 
un volumen de 400 páginas, ¡Honor a los Mártires de Chicago! Segundo 
Certamen Socialista.
El esfuerzo cultural anarquista se ve reflejado en una 
prodigiosa actividad editorial. Son incontables los folletos publicados 
por los libertarios con capítulos sueltos o extractos de obras clásicas 
del anarquismo, monografíías y conferencias. Su tirada era casi siempre 
considerable, llegando hasta los 10.000 ejemplares, y alcanzando algunos
 hasta 130 ediciones. De  La conquista del pan, por ejemplo,  se 
vendieron en los primeros años del siglo unos 50.000 ejemplares.
Se editaban libros, generalmente ideológicos, pero asimismo gran 
cantidad de obras científicas: Haeckel, Darwin, Buchner, Reclus, y obras
 basadas en la historia como Las ruinas de Palmyra, de Volney . La 
reverencia a la cultura, en general, explica la heterogeneidad del 
material bibliográfico. Ramiro de Maeztu evocaba sus trabajos como 
lector en una fábrica de tabacos de La Habana y recuerda haber leído 
obras de Galdós, de D’Annunzio, de Kipling, de Schopenhauer, de 
Kropotkin, de Marx, de Sudermann. Interesa especialmente su lectura de 
Ibsen, que llegaría a ser un clásico. Comenta que un día, apenas 
comenzada la lectura, observó que algunos oyentes dejaban el trabajo 
para escuchar mejor,  y a los pocos minutos no volvió a oírse el 
chasquido de las chavetas al recortar las puntas del tabaco:
 “En las dos horas que duró la lectura no se oyó ni una tos, ni un 
crujido... Era en La Habana, en pleno trópico y el público se componía 
de negros, de mulatos, de criollos, de españoles; muchos no sabían ni 
leer siquiera; otros eran ñañigos. ¿Qué obra podía emocionar tan 
intensamente a aquellos hombres? Hedda Gabler, el maravilloso drama de 
Ibsen... Nunca disfrutó Ibsen en Cristianía de un público más devoto y 
recogido.
Se pueden mencionar también entre los autores más populares 
publicados por los libertarios, Tolstoi, Mirbeau, Zola, Balzac, Sue, 
cuya obra El judío errante  inició la  conciencia revolucionaria de 
Anselmo Lorenzo y Fermín Salvochea.
Los folletos y libros anarquistas formaban parte muchas veces de 
importantes bibliotecas, por ejemlo, los Pequeños grandes libros, de 
reducido tamaño que se vendían a un precio que oscilaba entre 35 y 65 
céntimos. Allí  aparecieron obras de Kropotkin, Malato, Schopenhauer, 
Darwin, Zola. Otra interesante colección era la la Biblioteca Roja; 
pequeños tomitos con portada en papel rojo que publicaban además de las 
obligatorias obras del anarquismo internacional, títulos de Garofalo, 
Ferrero, Mantegazza, Darwin, Beccaria, Vogt, Sergi. Por ejemplo, La 
Novela Universal publicada en Valencia,  de la cual tenemos noticias a 
través de La Voz del Cantero, la Biblioteca Juventud Libertaria, de La 
Coruña, con obras como Canciones libertarias, Héroe ignorado (monólogo),
 Cancionero revolucionario, Leyendas de la humildad. Ninguna lleva 
nombre de autor y todas se vendían a diez céntimos.
En el esfuerzo de difusión cultural anarquista tienen un papel 
destacado las revistas. Se deben mencionar Acracia, Natura, Ciencia 
Social y La Revista Blanca. Acracia fue iniciada en 1886 y se mantuvo 
hasta junio de 1888; con un total de treinta números donde aparecieron 
importantes trabajos de Pellicer Paraire (Pellico), y Ricardo Mella. 
Ciencia Social salió en Barcelona en octubre de 1895. Era una 
publicación mensual, en tamaño 4º, papel satinado y de esmerada 
impresión. En su portada aparecían los nombres orlados de Proudhon, 
Courbet, Darwin, Marx y Bakunin. Se subtitulaba “Revista de Sociología, 
Artes y Letras” y contaba entre sus colaboradores con Anselmo Lorenzo, 
Pedro Corominas, Pompeyo Gener y Ricardo Mella (firmando como Raúl).  Un
 grupo de anarquistas españoles fundó en Buenos Aires una revista 
idéntica a Ciencia Social y de igual nombre.  Natura era quincenal, y en
 ella se concentró la vida intelectual del anarquismo. La fecha de suu 
primer número es el 1 de octubre de 1903, se editó hasta 1905, contando 
con la asidua colaboración de Mella, Clementina Jacquinet, primera 
directora de la Escuela Moderna, Anselmo Lorenzo y Donato Lubén. En sus 
páginas se consideraba que debía  haber una unidad entre estética y 
vida. Buscaba extender la inteligencia  “a todas las bellezas del arte 
humano.”
La Revista Blanca tuvo su primera época de 1898 a 1905. El primer 
número salió el 1 de julio de 1898, presentándose como publicación 
bimensual de Sociología, Ciencias y Artes. Fue fundada por Federico 
Urales y fue, sin duda, la revista más importante del anarquismo 
español, merced a la calidad de sus colaboradores, al alcance de sus 
artículos y editoriales, a la regularidad de su publicación, a su 
longevidad y tirada que alcanzaba los 8.000 ejemplares. Fue bautizada en
 agradecimiento a La Revue Blanche que había tenido una calurosa ayuda a
 los militantes encarcelados en Montjuich. Defendió a Zola, perseguido 
por su campaña en el proceso Dreyfus, atacaba el militarismo, exhortaba a
 los obreros a dejar el tabaco y el alcohol, propagaba las ideas de 
Tolstoi e Ibsen. En sus páginas se cuentan las firmas de Unamuno, Dorado
 Montero, Jaume Brossa, Pedro Corominas, Jacinto Benavente, Clarín, 
Anselmo Lorenzo, Teresa Claramunt, Ricardo Mella, Fermín Salvochea y 
Federico Urales. En su primera editorial la revista anunciaba que en 
vista de que faltaba una masa verdaderamente “intelectual, capaz de 
apreciar el producto de las inteligencias que se dedican a la 
exploración de mundos desconocidos”, su fin sería educador, y su misión 
“enseñar con el periódico, con el libro, con el drama y con todas las 
obras que interesan al corazón del pueblo y a sus ideas.”
De la admiración por la cultura y la inteligencia proviene la 
apertura de la revista a los intelectuales, que ya se habían unido ante 
el proceso de Montjuich. Dos de las figuras más representativas son 
Azorín  y Pere Corominas, pero no fueron los únicos. Hubo un momento en 
que la colaboración de los intelectuales en las publicaciones 
libertarias fue  abundante y continua. Entre los nombres que aparecen en
 estas páginas figuran Unamuno, Urbano González Serrano.
Algunos poemas 
 de contenido social fueron escritos por Dicenta, Salvador Rueda y Julio
 Camba, que antes de ser firma de Abc fue colaborador sistemático en la 
prensa libertaria. También lo fueron Azorín, que aportaba una columna 
periódicamente a El Despertar,  Marquina que colaboraba en El Porvenir 
del Obrero. Sin embargo, no podemos ir muy lejos al considerar esas 
relaciones, siempre debe tenerse en cuenta una cierta desconfianza 
latente de los obreros hacia esos asociados. Se prefería un compromiso 
más firmemente expresado, que encontraban en una nómina heterogénea de 
autores: Victor Hugo, Balzac, Sue, Maupassant, Zola, Tolstoi, cuyas 
obras se incluían entre los “grandes textos anarquistas”.
Los anarquistas declaran la necesidad de la libertad tanto en el
 sentido ideológico como creativo para la creación literaria. 
Consideraban que el ideal debía ser “humano y por ello revolucionario”. 
No aceptaban a los poetas modernos encerrados en su torre de marfil, que
 adoptaban la idea de que la decadencia de la literatura se manifestaba 
por el predominio de la forma sobre el contenido. De allí los ataques 
contra el modernismo o el esteticismo, lejanos de los problemas del 
pueblo.
La obra literaria debía ser una forma de conciencia social, un 
reflejo del ideal y de las aspiraciones del hombre y su identidad 
anarquista. En «La literatura obrera», artículo aparecido en El 
Productor, se postula la necesidad de crear una literatura proletaria 
como medio de acción social.  En su discurso de apertura al Primer 
Certamen Socialista, Llunas hace una contrapropuesta a la cultura 
burguesa, que  reafirma en su prólogo a Justo Vives. Señala que la forma
 novelística obedece al deseo de que las ideas de la emancipación obrera
 traspasen los límites del periódico de combate, del folleto, y aun del 
libro didáctico “para invadir el terreno de la novela, del teatro, del 
esparcimiento en sus variadas manifestaciones”.
A la creación literaria se dedicaron los grandes teóricos del 
anarquismo español, figuras como Anselmo Lorenzo, López Montenegro, 
Llunas, Serrano Oteiza, Federico Urales, escribieron novelas y obras de 
teatro; pero lo que más abunda es el cuento corto, el poema o himno 
revolucionario publicados en periódicos y escritos por militantes 
frecuentemente anónimos. Sin embargo no deja de haber intentos 
innovadores en cuanto al alcance genérico de esa literatura. A menudo 
los anarquistas subtitulan sus creaciones con acotaciones aclaratorias: 
“apólogo”, “cuento fantasmagórico”, “prosa poética”, “drama en un acto”,
 “monólogo”, “diálogo doctrinal”. 
Era una literatura dirigida a un público nuevo, hasta aquel momento  
excluido del discurso intelectual. De allí el uso de  formas expresivas 
dotadas de un alto poder persuasivo, de palabras e imágenes fuertemente 
emotivas.
Interesa comentar brevemente la actvidad teatral que 
desarrollaron los anarquistas como parte esencial de su cultura: 
vehículo ideal de educación política y medio de comunicación directa con
 el pueblo. El teatro se encaraba como una actividad total, 
complementada por discursos, lectura de poemas y números musicales. Las 
funciones se hacían generalmente en beneficio de compañeros presos o en 
huelga, con el propósito de recaudar fondos para el movimiento, o en 
conmemoración de alguna fecha significativa.
Las representaciones eran llevadas a cabo por algunas compañías 
dramáticas, pero más generalmente por grupos de aficionados formados por
 obreros y campesinos comprometidos con la causa. Los grupos se 
multiplicaron con rapidez formando una verdadera red en toda la 
península. En los periódicos se encuentran noticias de sociedades como 
La Poncella, de Sabadell, que presentaba en el Café España “Obras 
dramáticas de contenido social.” El grupo Fraternidad de Barcelona 
inició su actividad en l903 con La vida pública de Emile Fabre, según 
informaba en Madrid el Suplemento a La Revista Blanca. Una carta de 
Alvan (o Albano) Rosell i Llogueres, más tarde maestro en la Escuela 
Libre de Ferrer y Guardia, da cuenta de la formación en Sabadell, en 
1901, de una agrupación que deseaba contrarrestar al teatro burgués, 
“que sólo pone en escena obras sin ideal”. Debutaron en Vela de Caldes 
el 26 de mayo de 1901 con La Resclosa de Ignasi Iglesias.
Las bibliotecas teatrales publicaban volúmenes y folletos a muy
 bajo precio. “Avenir” sacaba buenas ediciones de Henrik Ibsen y de 
Octave Mirbeau que se vendían a 25 ó 50 céntimos. También hay que 
consignar ciertos periódicos anarquistas que estaban exclusivamente 
dedicados al arte dramático. Por ejemplo Teatro Social, que apareció en 
Barcelona el 24 de mayo de 1896 y Avenir, dirigido por Felip Cortiella, 
cuyo primer número salió en Barcelona en marzo de 1905, casi todo en 
catalán.
Una de las figuras más interesantes fue la de Felip Cortiella .  
Nacido en Barcelona el 9 de noviembre de 1871, de familia acomodada pero
 venida a menos, se vio obligado a empezar a trabajar como cajista en la
 redacción del diario barcelonés La Publicidad. Se aficionó a la lectura
 de obras dramáticas casi al mismo tiempo en que su contacto con 
anarquistas lo impulsó a leer las obras de Mijail Bakunin y a acudir a 
actos de propaganda libertaria. Fundó en Barcelona un grupo, que solía 
reunirse en la cervecería de la calle Dulce nº8, bautizado como Compañía
 Libre de Declamación que duró de 1894 a 1896. Iniciaron sus 
representaciones con Els senyors de paper de Pompeu Gener, que había 
quedado expulsado del escenario burgués, y con un drama de Teresa 
Claramunt .  La tercera obra fue Casa de muñecas de Ibsen, en 
castellano. Fue la primera representación en España, antes de que la 
moda ibseniana invadiera el país. Desde entonces Cortiella se convirtió 
en promotor del dramaturgo noruego.
Durante esos años, Cortiella escribió varias obras sobre teoría 
dramática, una de ellas, El teatro y el arte dramático en nuestro 
tiempo, atacaba el comercialismo de la escena burguesa. En 1897 entró 
como tipógrafo a L’Avenç, donde se identificó con la realidad catalana y
 se perfeccionó en la lengua. En 1901 empezó sus labores de traductor, 
vertiendo al catalán y al castellano Los malos pastores de Mirbeau, y 
comenzó su proyectada Vetllades Avenir: una serie de veladas 
“dramático-sociológicas para alentar a los artistas revolucionarios. 
Llevaron a cabo cuatro representaciones todas estenadas en catalán: Els 
mals pastors de Mirbeau, Quan ens despertarem dentre’l morts y Els 
pillars de la societat de Ibsen y por primera vez en España, Las tenazas
 de Paul Hervieu, y La jaula de Lucien Descaves en castellano. En 1903, 
Cortiella, Joan Casanova y Pere Ferrets fundaron el Centro Fraternal de 
Cultura donde se organizaban veladas musicales, conferencias y 
representaciones teatrales. Su meta era extender la cultura entre la 
clase proletaria y con tal motivo se formó una biblioteca que prestaba 
los libros a domicilio. La “vetllada” del 7 de octubre de 1903 fue 
dedicada al arte dramático.
Otro crucial promotor del teatro proletario fue Alvan Rosell, un 
antiguo miembro de la agrupación Avenir y amigo de Cortiella, de oficio 
tejedor, autodidacta, gran lector, federalista antes de abrazar el 
ideario anarquista. Desde los diez años comenzó su afición por el teatro
 y entró desde joven a formar parte de grupos de aficionados. Su ideal 
era hacer un teatro de combate y de lucha. Fundó la Agrupación Ibsen en 
Sabadell. Debutó en el Teatro Euterpe con Dolora de Cortiella y Plors 
del cor de Rosell. Continuó con Espectres de Ibsen, la única obra 
traducida entonces al catalán. Hubo disensiones con quienes querían 
montar obras más comerciales, pero persistieron en la empresa sin 
comprometer el contenido. Rosell fue profesor en la Escuela Moderna, 
emigró a América y en Buenos Aires tomó la dirección de la Escuela Libre
 de Víctor Crespo. Más tarde se trasladó al Uruguay, donde continuó su 
trabajo como escritor de teatro infantil. Explica sus ideas al respecto 
en su obra teórica El teatro y la infancia.
Es esclarecedor repasar el repertorio favorecido o rechazado por los
 anarquistas. Excluían las obras que atacaban su ideología como La 
Anarquía de Rodríguez Flores y La festa del blat de Ángel Guimerà, que 
calificaron de “contubernio de romanticismo y realismo” . Atacaron a 
Benavente por su “excesiva delicadeza en Sacrificio y La noche del 
sábado”.  Los anarquistas rechazaban el teatro que no fuese de asunto 
moderno, no gustaban de los dramas históricos. Según ellos, era 
necesario presentar conflictos contemporáneos, con problemas sociales 
pertinentes. Dentro de esa categoría, pronto se estableció una lista de 
clásicos representados, comentados una y otra vez. Entre los favoritos 
se cuentan Los tejedores de Gerhart Hauptmann  sobre la sublevación en 
1844 de un grupo de tejedores de Silesia.  Los malos pastores de 
Mirbeau, fue aclamado como “la tragedia de nuestro tiempo, la tragedia 
social que apenas empieza [. . .] sin nebulosidades ni simbolismos que 
torturen el pensamiento” . Pero la obra que más entusiasmó fue Un 
enemigo del pueblo, de Ibsen. Mostraba la burguesía enriquecida de 
mediados del siglo XIX, atrapada en sus ambiciones de poder y 
crecimiento económico, incompatibles con el bienestar de resto de la 
sociedad. Los anarquistas encontraron aquí una tesis sobre la defensa 
del individuo que desea realizarse plenamente sin imposiciones de la 
sociedad. Su estreno en 1893 por la Compañía Tutau en el Teatro 
Novedades de Barcelona fue crucial para el teatro obrero,   asi como las
  representaciones sucesivas. La Idea Libre comentó que el estreno en 
Madrid no fue apreciado por los burgueses sino por los desposeídos. La 
indiferencia de los ricos contrastaba con el entusiasmo que provocó 
cuando fue escenificada gracias a los esfuerzos de Cortiella en el 
Teatro Lara en 1890.   Otros dramas de Ibsen fueron también ovacionados;
 Rosmersholm, Espectres y sobre todo Casa de muñecas, llevada a la 
escena por Cortiella en 1895 y 1896 en el Teatro Circo Español con el 
título de Nora. A la entrada se regalaba al público un número del 
periódico Teatro Social con el retrato y la biografia de Ibsen escrita 
por Clarià, un estudio del drama por Pere Corominas, una salutación de 
Raimon Costa y un artículo anónimo titulado “El teatro y los 
anarquistas”.
Entre los autores españoles hay que destacar a Ignasi Iglesias.
 Nació en el barrio barcelonés de Sant Andreu del Palomar, y a los 
quince años estrenó su primer drama, La força de l’orgull, hoy perdida. 
Fue autor de obras polémicas que criticaban la moral tradicional,  
marcadas por el individualismo ibseniano. En Fructidor (1887), Els 
conscients (1898) y La Resclosa (1900), combate la moral tradicional  
tomando un firme partido anarquista, mientras que en El cor del poble 
(1902) y en Els vells (1903) se plantea el problema obrero. Esta última 
obra, junto a Les garces (1905) y Foc nou (1909), fueron traducidas al 
castellano y representadas en otras ciudades de España e Hispanoamérica.
 Sus dramas, de ambiente proletario, ideología reivindicativa y carácter
 humanitario, situados en ambientes modestos protagonizados por gente 
trabajadora, a menudo víctimas de las leyes burguesas, lo convirtieron 
en el “poeta de los humildes”.
El estreno de Juan José,  de Joaquín Dicenta, la noche del 25 de 
octubre de 1895 en el Teatro de la Comedia de Madrid, fue un gran 
acontecimiento. Se abre el telón, queda a la vista una taberna de los 
barrios bajos madrileños, concurrida por obreros en alpargata y blusa 
que deletreaban trabajosamente el editorial de un periódico que clamaba 
por la libertad. El autor, hacía suyas las protestas de los 
trabajadores. Al final, la ovación fue estruendosa y el autor tuvo que 
salir varias veces al escenario a petición del público.  Este drama ha 
sido, con Don Juan Tenorio, el más representado en España. Se siguió 
montando todos los primeros de mayo desde la muerte de Dicenta (1917) 
hasta 1937, cuando se llegó a la función número cien mil. Otras obras 
merecen ser citadas: El pan del pobre, estrenada en Madrid en l895, 
inspirada en Los tejedores de Hauptmann. Fue Echegaray quien dio a los 
autores Félix González Llana y José Francos Rodríguez la idea de hacer 
una adaptación muy libre; los cinco actos del original se redujeron a 
cuatro, y se varió algo el argumento. Igualmente, es preciso mencionar 
La mancha de yeso, del poeta obrero Remigio Vázquez, popular hasta la 
Guerra Civil española, y El mundo que muere y el mundo que nace de 
Teresa Claramunt, un drama sentimental con un argumento sobre la 
revolución social, presentado por la Compañía Libre de Declamación el 14
 de marzo de 1896 en el Circo Barcelonés.
Federico Urales fue el autor de Honor, alma y vida (1899) y Ley de 
Herencia (1900). En su autobiografía narra que la primera se estaba 
ensayando en el Centro de Carreteros de la calle de Jupí, cuando ocurrió
 el atentado de Cambios Nuevos, y que la segunda fue escrita en la 
cárcel donde estaba recluido con motivo de las represiones.   El 
Castillo maldito es una obra con más pretensiones; tragedia en siete 
actos, dividida en treinta y tres cuadros, presenta los sucesos de 
Montjuich utilizando diversos escenarios; desde la calle de Cambios 
Nuevos hasta los calabozos y habitaciones oficiales del Castillo de 
Montjuich. Tenía 113 personajes además de 87 obreros, cifra simbólica 
pues fue el número de procesados por la bomba de Cambios Nuevos.
Ilustración: Un momento de la representación de "Casa de muñecas" del
 dramaturgo noruego Henrik Ibsen, por la compañía alemana Theater 
Oberhausen para el Festival Internacional de Teatro de Caracas 2012.
Lily Litvak colaboró en nuestro último número 
Especial Feria del Libro de Madrid 2012, de hecho este artículo es consecuencia de dicha colaboración.
Artículo aparecido en la publicación anarquista La aurora intermitente