Decir "México"
en los medios de comunicación del estado español, es sinónimo
"narcotráfico". Es necesario
escuchar otras voces, para darse cuenta de que en este país, cada
vez más militarizado, se están dando
muchas experiencias de resistencia, autonomía y emancipación.
El pasado 16 de septiembre, se cumplió un año más de la
“independencia” de México. En la celebración que se realiza en
la embajada de México en Estados Unidos (Washington), llegó como
invitado de honor el director general de la CIA David Petraeus. Jamás
se había registrado la asistencia a este evento de un personaje
encargado de operaciones de espionaje de los Estados Unidos. Petraeus
fue nombrado por Obama titular de la CIA, y antes de ocupar este
cargo fue jefe del Comando de las Fuerzas de Seguridad de Estados
Unidos en Afganistan. Petraeus es un especialista en intervenciones
en zonas conflictivas y estados “fallidos”, como considera
Estados Unidos a los países en conflicto. Pero por lo que más
destaca es por el diseño de estrategias de combate para grupos
insurgentes y terroristas.
Este hecho, en apariencia insignificante, se da dentro de una escena de incertidumbre por parte del Estado Mexicano. El narcotráfico que lo ha rebasado, la inevitable crisis económica, el desempleo, los múltiples despojos que han favorecido a grandes corporaciones (Grupo Carso de Carlos Slim, Coca Cola etc), han despertado un nuevo proceso que está en gestación. Es evidente que todas estas acciones por tratar de rescatar lo irrescatable darán pie a manifestaciones de inconformidad como ha pasado ya en otras partes de planeta. Todos estos hechos han llevado a que el gobierno de Estados Unidos considere reemplazar la Iniciativa Mérida por una estrategia contrainsurgente, porque, según dice, la lucha contra el narcotráfico ha sido ineficiente por parte del gobierno de México. Ya la CIA, como parte del tratado bilateral firmado por Calderón en 2008 para la lucha contra el narco y la delincuencia organizada, ha aumentado el número de sus agentes en territorio mexicano.
La crisis del estado es evidente, y la situación cada vez es más insostenible. La corrupción es al igual evidente. Las expropiaciones de tierras, tan comunes para el avance de la producción capitalista, han extinto pueblos enteros, y el golpe ecológico es irreparable. Todas estas situaciones sumadas a la visible crisis económica que se avecina de nuevo, son un factor muy importante en el despertar de nuevos procesos sociales. Por ello el interés o la preocupación del Gobierno de Estados Unidos hacia México.
Sin embargo, detrás de todo esto también existe un gran interés económico por parte de ambos países. En el caso mexicano en específico, la lucha contra el narcotráfico puede ser vista como una forma de activar la economía por medio de la carrera armamentística, algo similar a lo que Estados Unidos hace cuando trata de invadir algún país. México, al no contar con poderío bélico, se conforma con crear una guerra interna en contra de un enemigo, si no ficticio, sí creado por él, y de paso asegura la estabilidad “democrática” al infiltrar y combatir la posible resistencia que pueda surgir dentro del entorno político-cultural-económico nada favorable en el que vivimos.
Un hecho que marcó un nuevo plan de seguridad y ha justificado la aplicación de métodos usados por los países de la OTAN para combatir al terrorismo fue el “granadazo” que en septiembre de 2008 ocurrió en la ciudad de Morelia. Precisamente durante la celebración del grito de independencia, un grupo de sicarios arrojó una granada en medio de la gente que estaba reunida para el evento. Las nuevas iniciativas también han causado más revuelo después del incendio en un casino de Monterrey. Pero, en ambos casos, los atentados se vinculan con el crimen organizado, y además de estos dos hechos que son de los que más se resaltan, existen muchos más.
Las circunstancias lo dicen. La estrategia de seguridad y de combate al narcotráfico de Felipe Calderón sólo ha contribuido a incrementar las muertes de civiles, a elevar las violaciones y los abusos de poder de los mandos castrenses. El miedo, la desconfianza y la violencia se han convertido en prácticas comunes, el Estado mexicano está en pleno declive, por eso la desesperación de militarizar bajo cualquier pretexto el largo y ancho del país. El problema del narcotráfico existe, es un hecho, pero su solución no es la “invasión” militar. El problema de la drogadicción, además de ser un problema de salud pública, sector del que deberían de salir posibles soluciones, es un problema que se sitúa en lo económico, una estrategia más de la extensa lucha de la clase dominante para tener sometida a la clase dominada. Se trata de la enajenación creada por el sistema mercantil en donde vivimos, que lleva a la clase dominada a buscar refugio en el vicio, o a inducir al vicio a demás compañeros de clase para poder sobrevivir con la compra-venta-consumo.
La situación global es cada vez más grave, la crisis del sistema
capitalista es cada vez más aguda, y en todas partes busca cómo
poder sobrevivir por cualquier medio. En México el despojo y el
narcotráfico son sus principales caras.
El sistema mercantil está buscando una vez más una salida de emergencia ante una crisis que cada día se ve más cerca, y que sabe que puede ser la definitiva.
Abraham Castro,
librero y activista mexicano
Extraído del periódico CNT
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