Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, mayo 2

Cibeles, Attis y la Semana Santa

Es práctica habitual de todas las formas religiosas, cuando conquistan una nueva plaza (además de valerse de la crédula ignorancia de la gente), el intentar reemplazar en su totalidad a la religión profesada anteriormente en el espacio ocupado (1). Esto se intenta tanto físicamente: utilizando sus lugares sagrados, o derribando sus antiguos templos y edificando sobre sus ruinas; como psicológicamente: con nuevos mitos, símbolos, rituales y formas morales; así como en el plano temporal: situando sus conmemoraciones y festividades donde estaban las anteriores.

Sin embargo, ninguna de estas formas, habitualmente, se consigue por completo sin pasar primero por lo que se denomina un "sincretismo religioso", que consiste en asimilar parte del antiguo culto modificando algunos elementos de la estructura de la nueva religiosidad, gracias, por un lado, al aspecto económico y el aprovechamiento de los antiguos espacios sagrados y sobre todo a los nuevos creyentes que consciente o inconscientemente se resisten a abandonar, totalmente, sus antiguas prácticas.

En lo que respecta a la forma física de dichas usurpaciones, y hablando de la religión católica, tenemos en este país innumerables ejemplos, tanto dentro de él, donde mezquitas y sinagogas fueron transformadas en iglesias o derruidas para construir encima templos, conventos o abadías; como en nuestras "conquistas" por esos mundos de Dios (del dios católico, naturalmente -al menos desde que llegamos allí-), donde con el paso del tiempo van apareciendo restos de edificios religiosos más antiguos debajo de las nuevas iglesias cuando éstas se caen de viejas, a consecuencia de otros avatares del destino, como incendios, terremotos o, simplemente, en el transcurso de alguna reforma. Sí, la Iglesia católica ha sido la campeona en esto de usurpar espacios sagrados de otras creencias. Hasta la basílica de San Pedro y los Palacios Pontificios están asentados donde en un tiempo se encontraba un santuario dedicado al culto de Cibeles y de Attis -y, seguramente, su centro de difusión por todo el Imperio Romano (2).

También en el plano psicológico tenemos muchos ejemplos; así, nos muestra Marcel Simón en "Hercule et le Christianisme", cómo las religiones cristianas están construidas sobre un arquetipo base: el mito de Heracles -el Hércules romano. Se trata del hijo de Zeus y de una mortal -Alcmena-, que es sometido al martirio de doce trabajos por orden de Euristeo -rey de Argólida, una región de Grecia- (el primero de los cuales, matar al león de Nemea, es el mismo que se reproduce en el logo histórico de la CNT -qué ironía ¿verdad?-). Heracles a pesar de todo, y en contra de lo esperado, sale victorioso de todas las pruebas.

No obstante, le espera una muerte cruel a través del fuego que, sin embargo, le purifica, y asciende a los cielos donde adquiere la inmortalidad como recompensa por sus sufrimientos.

Aunque esta fuente no es la única ni la más primitiva de las que bebió el cristianismo pues, igualmente, nos enseña el documental "Zeitgeist" (3) en su primera parte, cómo el cristianismo no es más que una vulgar copia de los mitos de los dioses solares de la antigüedad (que débiles mentales creen a pies juntillas).

Pero, todas estas mitologías a su vez y en especial el cristianismo, emanan del chamanismo clásico, donde el chamán (o brujo, como se le quiera llamar), con su magia, expulsa a los demonios y cura a los enfermos. ¿Os suena esto?
Sí, seguro que os suena, pero no es el único punto en el que coinciden el chamanismo y es cristianismo, así, la ascensión simulada al cielo, generalmente con la ayuda de una montaña, un árbol o un poste, constituye el rito esencial de la consagración chamánica de los pueblos altaicos (4), casi uno de los únicos grupos que hoy sigue practicando el chamanismo (Jesús contó, además de con el palo y el monte -el Gólgota-, con la inestimable ayuda de los romanos).

De la misma manera vemos cómo las plegarias que el chamán, entrando en éxtasis, lanza a Bai Ülgän -el dios chamánico de los tártaros altaicos-, que permanece "en medio del cielo, sentado sobre una montaña de oro" (5) (como el Santo Padre en la Colina Vaticana), se parecen sobremanera al Padrenuestro:

"Tú, Ülgän, creaste a todos los humanos...
Tú, Ülgän, nos dotaste a todos de ganados.
¡No nos dejes caer en el dolor!
Haz que podamos resistir al Maligno,
no nos hagas ver a Körmös (el espíritu maligno),
no nos entregues en sus manos...
¡No condenes mis pecados!" (6)

¿O será el Padrenuestro el que se parece, de forma sospechosa, a estas plegarias?

O como el Num de los samoyedos que, omnipotente (no es el único), ve y conoce cuanto ocurre en la tierra, recompensa a los que hacen el bien y castiga a los pecadores, habita en el séptimo cielo y no se le representa mediante imágenes (7). En estos dos últimos rasgos Num se parece más a Alá que a Yahvé, aunque a éste y a las demás figuras cristianas, también estaba prohibido representarles mediante imágenes, hasta el siglo III, que fue cuando se descubrió el negocio; y no solo de su comercio, sino también del atractivo que representaba la posibilidad del milagro. Un atractivo que han seguido haciendo "efectivo" hasta nuestros días.

Hasta estos cielos no solo llegó Mahoma -como él mismo nos cuenta-, en sueños y a lomos de un buraq -una especie de burro con alas y cabeza de mujer-, o San Pablo, que -según el "Apocalipsis de Pablo"- llegó hasta el décimo, sino que ya eran prácticas habituales de los antiguos chamanes (por lo que ya no me queda la más mínima duda ¡existen!).

Y es que las hazañas del chamán en el otro mundo, las pruebas a que es sometido durante sus descensos extáticos a los infiernos -también bajó Jesús cuando cascó, como refiere el "Credo de los Apóstoles"; aunque no nos cuenta nada de sus andanzas por allí- y en sus ascensiones celestes, recuerdan a las aventuras de los héroes que pueblan la literatura épica, de los personajes de ciertos cuentos populares (precisamente los más fantásticos) y (cómo no), de los mensajeros divinos, guías y fundadores de religiones. Pues ¿no es la religión un cuento para niños? Eso sí, un cuento terrible que transfiere al mundo real sus tentáculos y su horror.

Pero (¿desconociendo todas estas similitudes?) las autoridades eclesiásticas estimaron que las técnicas extáticas y las prácticas mágicas estaban inspiradas por el diablo y no dudaron en acosarlas, acorralarlas, y exterminarlas allí donde pudieron (a "fuego vivo", en algunos casos). El "hijo" persigue al "padre"... y lo mata.

Y no solo de las prácticas chamánicas toma sus raíces el cristianismo. Hasta más atrás nos podríamos remontar en el tiempo y en la evolución de estos "cuentos" y así veríamos, por ejemplo, cómo resucita la religión católica del totemismo primitivo el rito de la Comida Totémica y lo convierte en el Sacramento de la Comunión, pero que en el fondo se ve bien claro que no es más que lo mismo: el consumo ritual, por parte de la comunidad entera, de la carne y la sangre del animal totémico que es considerado como el padre de la estirpe. En el fondo, Dios Padre (aunque sea en el "Cuerpo de Cristo") y animal tótem, no son sino la misma cosa.

En el plano temporal también tenemos gran cantidad de ejemplos, así, la fiesta de San Jorge en abril reemplazó a la antigua fiesta pagana de la Pailia, San Juan Bautista sustituyó a las fiestas gentiles del agua y del fuego del solsticio estival, la fiesta de la Asunción de la Virgen, el 15 de agosto, desalojó a la diosa Diana de su día y el día de Todos los Santos, el primero de noviembre, oculta el año nuevo celta y la fecha en que se creía, y no solo entre los celtas, sino en casi toda Europa, que las almas de los difuntos volvían a sus antiguos hogares.
Y, a pesar de que los Evangelios no dicen nada con respecto al día de nacimiento de Jesús -y es por ello por lo que al principio no se celebraba; aunque luego, pasado algún tiempo, se acordó hacerlo el 6 de enero-, en el siglo IV se hace coincidir la fecha de su alumbramiento con -entre otros dioses solares como Apolo, Helios, etc.- la del dios Mitra, que ya contaba con un culto de milenios.

¿O fue casualidad que los dos nacieran el 25 de diciembre -aniversario del Deus Sol Invictus (hasta que llegó el "Cristus")-, y que, además, tuvieran creencias semejantes sobre el fin del mundo, el juicio final y la resurrección de los muertos? (8)

Un sincretismo particular, en el plano temporal, podría haber ocurrido con la Semana Santa católica, cuyos inicios no están demasiado claros, pero donde encontramos sospechosas similitudes con otros ritos más antiguos.

Así, cuando la religión católica se impuso (por la fuerza, como a partir de entonces ya nunca dejaría de hacerlo) sobre la mitráica y el culto frigio (9) de Cibeles y Attis -además de sobre otros más minoritarios-, que habían convivido con ella en la Roma de los primeros siglos de Nuestra Era, podría haber bebido sincréticamente la católica de la frigia y haber ocupado, en muchos aspectos, su lugar.

La genealogía de estos dioses tiene infinidad de variantes, gracias a su extraordinaria antigüedad, sobre todo la de Cibeles, que se la venera, al menos, desde el neolítico. Aquí vamos a tratar de resumir las más aceptadas.

Cibeles era la Madre Tierra frigia y su historia representa en muchos aspectos al dios andrógino primordial, presente en innumerables mitologías. Y Attis era un dios local de la vegetación que acabaría sus días asimilado al sol y convertido en el centro de la teología solar romana. Estos dioses frigios, a los que se atribuía multitud de milagros, fueron adoptados e introducidos en Roma, hace poco más de dos mil doscientos años, durante el mandato del emperador Septimio Severo.

Pero mucho antes de llegar a Roma, el culto de estos dos dioses se había propagado ya por Grecia, donde sufriría ciertas modificaciones; así, según algunas tradiciones recogidas por Pausanias (10), Agditis es un monstruo hermafrodita, que nace de una piedra que Zeus dejó embarazada cuando en su sueño dejó caer su simiente en la tierra o, según otra versión, intentando poseer a Rea, su madre (y tía, pues era a la vez esposa y hermana de Cronos, su padre, con el que Zeus se enzarzara en una guerra -la Titanomaquia-, con ayuda de sus hermanos, después de habérselos hecho regurgitar a su padre, que se los comía según iban naciendo... pero eso es otra historia).

Agditis es, por miedo -pues parece que su libinosidad, dirigida igualmente tanto a hombres como a mujeres, no tenía freno-, castrado por los dioses con engaños: le emborracharon y, una vez dormido, le ataron una cuerda a los genitales, con la que al despertar, furioso, y salir corriendo, él mismo se los amputó.

Del órgano del monstruo brotó entonces un almendro con los frutos ya maduros, uno de los cuales lo colocó Nana, la hija del río Sangario, entre sus pechos, de donde fue absorbido inmediatamente -o fue ingerido por ella, como se dice en otra versión-. Bueno, el caso es que con el fruto del almendro -en la cosmogonía frigia se representaba como un almendro al padre de todas las cosas-, Nana, aún virgen (como cualquier madre de un dios que se precie), quedó embarazada.

¿Fantástico todo esto? Pues, ¿se queda atrás la Historia Sagrada con sus historietas pre y post-cristianas, nacidas estas últimas a la sombra de la vida de un personaje que, puesto que no hay ni una sola prueba que lo confirme, posiblemente ni siquiera existió? ¿No son fantásticos, su Padre Celestial, su creación en siete días, sus ángeles y arcángeles, sus demonios, su Paraíso Terrenal, su Santísima Trinidad, su Apocalipsis y su Juicio Final, su Cielo, su Infierno y su Purgatorio (ah no, este último no, que dejó de existir hace unos meses), su Inmaculada Concepción, sus sanaciones y conversiones vitivinícolas (¿¡Viva el vinooo!, diría también Jesusito, como nuestro amigo Rajoy?), sus multiplicaciones, flotaciones, resucitaciones, ascensiones, etc., etc., etc.?
Y es que no eran más ingenuos los antiguos creyentes que los modernos, sino que creían, como creen ahora millones de incautos, lo que les cuentan de pequeñitos.

Al dar crédito tanta gente a todas estas paparruchas, se demuestra lo grande que es el poder hipnotizador (¿o debería decir idiotizador?) de la fe religiosa que, por muy absurdo que sea todo lo que nos cuentan sus defensores a poco que se observe con un mínimo de rigor, no somos (ni seremos) capaces de hacerles ver lo ridículo de sus postulados.

También nos parece sospechoso lo prestos que están a alimentar esta fe unos señores que se erigen en intermediarios entre este mundo y el inventado a cambio, únicamente, de nuestra más total y absoluta sumisión en todos los aspectos. Solo nos queda saber si -sobre todo los grandes jerarcas, pero también los pequeños defensores de la fe- creen lo que predican o si, como León X (11), lo hacen solo por su rentabilidad; aun a sabiendas de que el poder hipnótico del absurdo crea seguidores que, al final, son más fanáticos, radicales e intransigentes cuanto más lejos están sus dogmas de la realidad, con el peligro que ello conlleva y el rastro que ha dejado -y sigue dejando- de sangre, dolor y muerte a lo largo de la historia.

Y todo esto ocurre no solo a través de la religión, sino también con cualquier otra forma de afirmación mentirosa e interesada, como en este país hemos tenido ocasión de comprobar durante cuarenta años seguidos, y que algunos idiotas (y otros tertulianos, articulistas y politicastros fascistas de la derecha "democrática" española) siguen añorando (aunque no lo digan).

Pero, sigamos con el tema, Nana dio a luz un niño al que abandonaría en el río Sangario (cómo me recuerda esto, entre otras muchas (12), a la historieta de Moisés). Allí le encontró el propio Agditis, que ya castrado pasaría a denominarse Cibeles, quien lo crió -un macho cabrío según otros relatos (que no sabemos de dónde sacaría la leche para amamantarle). Cuando creció, lo hizo con una belleza sobrehumana, fue amante de su padre/madre-adoptiva Agditis/Cibeles, y hasta de su bisabuela, la madre de Zeus (que debía de estar buenísima, cuando era perseguida por su propio hijo y amada por su bisnieto).
En fin, todo quedaba en familia.

Más tarde, el día de la boda de Attis con la hija del rey de Pessinus, se presentó Cibeles, que le amaba (y no como madre precisamente), en la sala del festín. Los asistentes se sintieron arrebatados por la locura, el rey se amputó los genitales y Attis, que huyó, se mutiló también bajo un pino, muriendo desangrado allí mismo (13), aunque luego renacería, también en forma de pino -al menos en la versión asiática que nos ha llegado.

Las fiestas de estos dioses frigios, en la antigua Roma se oficiaban en el transcurso de una semana durante el mes de marzo, alrededor del equinoccio de primavera y, "podemos suponer que debían diferenciarse muy poco o quizá nada de su original asiático" (14).

La Semana Santa católica no coincide hoy en el calendario, aunque sí lo hizo en sus inicios, y es por eso que, es su tiempo, hubo polémica entre los seguidores de ambos cultos. Los de Attis argumentaban que al ser el suyo más antiguo, era el original, pero este argumento fue facilmente refutado por los cristianos que, admitiendo como verdad la mayor antigüedad del rito frigio, descubrieron en ello la argucia de Satán que lo había colocado ahí previendo las mismas fechas para la Pascua de Jesús (15); sin comentarios. Luego, tras el Edicto de Milán (año 313) la Iglesia católica se encargó de borrar sistemáticamente las señas de identidad de los demás cultos, incluido éste, por supuesto.

En la actualidad, y desde el Concilio de Nicea (año 325), se sigue teniendo en cuenta, como referencia, el equinoccio vernal a partir del cual se tomará el primer domingo -día del sol- después de la primera luna llena para conmemorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, y ocupar el tiempo en que se celebraba la resurrección anual del dios Adonis -otro dios agrario, éste procedente de Siria, de mitos y ritos muy similares a los de Attis- y la pascua judía. Esto creo que lo hicieron para, después de muerto o moribundo el anterior, matar otros dos pájaros de un tiro (aunque aquí se les escapó uno); y es que matar, o inducir a ello, nunca se les dio mal a estos que se autodenominan "defensores de la vida" y que luego, además, pretenden que nosotros la hipotequemos para comprar una sillita en su cielo (eso sí, con su aval)".

El primer día -canna intrat, "la entrada de la caña"-, que nos recuerda sobremanera al Domingo de Ramos; la compañía de los canóforos llevaba al templo unas cañas recién cortadas, pues según la leyenda, el niño había sido encontrado entre las cañas del rio Sangario.

Pasados unos días, la cofradía de los dendróforos llevaba desde un bosque un pino recién cortado -arbor intrat-. El tronco era amortajado como un cadáver y a su mitad aparecía adosada una efigie de Attis. Esta era la representación del dios muerto, tal y como lo llevan haciendo tantos años los católico en "los pasos" de la Semana Santa.

El día siguiente, el "día de la sangre" -dies sanguinis-, los sacerdotes y los neófitos se entregaban a una danza salvaje al son de flautas, címbalos y tamboriles, se flagelaban hasta sangrar (como lo siguen haciendo hoy algunos católicos y musulmanes), se cortaban el cuerpo y los brazos para salpicar con su sangre el altar y el árbol sagrado y, cuando el frenesí llegaba al paroxismo, era cuando los neófitos -galli- y algunos fieles, se amputaban los órganos genitales.
Lástima que esto último no lo copiaran los neófitos católicos, pues podrían haber ahorrado así mucho sufrimiento a un gran número de chavales inocentes. No, los curas y monjas católicos solo se castran simbólicamente y a la vista está que el resultado no es satisfactorio.

A las lamentaciones fúnebres de la noche anterior, sucedía bruscamente una explosión de gozo cuando, al amanecer, se anunciaba la resurrección del dios. Era el día "de la alegría" -hilaria-, o como lo llamarían luego los católicos: "Domingo de Resurrección".

Después de un día de descanso -requietio- se iba en romería hasta el río, donde era limpiada la estatua de Cibeles -lavatio- y, al día siguiente, era cuando entraba en la "cámara nupcial" -pantos cubiculum-, como esposo mítico de Cibeles, el neófito, que ofrecía a la diosa los despojos de su mutilación.
En la tradición católica, como se habrá podido observar, además de no respetar el requietio, se condensan los otros dos ritos citados en las romerías y en las ofrendas a la Virgen del Lunes de Pascua.

También, como los católicos, tenían restricciones alimentarias y, puesto que el dios es considerado "espiga segada verde" (y tanto), estas restricciones se basaban esencialmente en la privación de comer pan; "pero en cambio no en la de comer faisán ¡golosa abstinencia!" -gulos abstinentia-, protestaría luego por ello San Jerónimo.

Además, el banquete ritual consistía en la ingesta del pan y el vino (¿a qué me recuerda esto?), y es por ello que Firmico Materno (16) lo interpretaría como equivalente demoníaco y funesto de la Eucaristía en su obra "De errore profanarum religionum", escrita poco tiempo después de su conversión al cristianismo, ignorando que este rito era mucho más antiguo que el suyo (17).

Conclusión: que se parecen tanto el culto frigio y el católico de la Semana Santa que podríamos considerar este último como el mismo de Cibeles y Attis, aunque travestido de cristiandad. Que la cultura de una sociedad se ve a través de sus ritos y costumbres. Que la tradición es algo profundo, que toca las fibras más sensibles de nuestro ser y que no hemos de verle mal alguno. Que no deben perderse los usos tradicionales, fuente inagotable de sabiduría, pues ¿quiénes somos nosotros para criticar una forma tradicional como esta? ¿Por qué habríamos de hacerlo? No, hemos de respetar las tradiciones y, sobre todo en este caso particular, no debemos ver contradicción alguna con la cultura y el buen juicio religioso. Así pues, ¿por qué pedirles a los católicos que nos dejen en paz con sus gilipolleces pascuales? No, hemos, por el contrario, de animarles a seguir con ellas, incluso, me atrevería a decir, a profundizar en ellas a través de la historia hasta llegar a sus fuentes, y entonces, alentarles a que el rito lo practiquen tal y como se practicaba en su original... sin modificación alguna.

NOTAS:
1.- Sobre todo las monoteístas, puesto que son excluyentes: "El único dios verdadero", "No hay más dios que Alá"; en contrapartida con los politeísmos, donde varios cultos pueden convivir.
2.- J. G. Frazer, "La rama dorada".
3.- http://video.google.com/videoplay?docid=694045731731727135#
4.- Altaicos: familia lingüística que se extiende desde Turquía hasta Japón, pasando por Mongolia y Siberia.
5.- Mircea Eliade, "El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis".
6.- Friedrich Wilhelm Radlov, "Aus Siberien II".
7.- Micea Eliade, "Historia de las creencias y de las ideas religiosas III".
8.- Fuente: Mircea Eliade, ídem II.
9.- En la antigüedad se denominó Frigia a una extensa región de la península anatólica atravesada por el valle del rio Sangarios (Sakarya).
10.- Pausanias: viajero, geógrafo e historiador griego (siglo II).
11.- Papa León X, en carta al cardenal Pietro Bembo: "Quantum nobis notrisque que ea de Christo fabula profuerit, satis est omnibs seculis notum" (desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo).
12.- Sargón de Acad; Karna, rey de Arga; Ión, rey de Jonia (Ionia); Rómulo y Remo; Sigfrido, el heroe nórdico...
13.- Ovidio, "Fastos" (libro IV).
14.- J. G. Frazer, "La rama dorada".
15.- Ibídem.
16.- Julio Firmico Materno: escritor y astrólogo siciliano (siglo IV).
17.- Los rituales dedicados a estos dioses en la Roma antigua han sido extraídos de J. G. Frazer, "La rama dorada" y de Mircea Eliade, "Historia de las creencias y de las ideas religiosas II".


Félix Casado

4 comentarios:

  1. Como siempre, muy interesante todo lo que sale del Tierra y Libertad.
    Un abrazote Moli

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  2. VISITEN MI BLOG
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  3. Las religiones son un asco. Están hechas para controlar a los débiles d mente y corazón, y todas sin excepción te hablan de lo malo que eres o de lo malo que fuiste (en las dichosas vidas pasadas), es como el síndrome del niño eterno que tiene q hacer méritos todo el tiempo para q lo premien sus viejos (los dioses); fuera de acá.

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  4. Esta época del año es sumamente importante, une a las familias y nos trae un montón de fiestas y desfiles.
    Sigue escribiendo sobre todo lo referente a la Semana santa

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