Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, diciembre 14

Esclavas. ¿Hasta cuándo?


 En este caótico mundo en donde cada vez más los seres humanos nos vamos encontrando en las oscuras cavernas de un abismo insondable, las mujeres permanecemos encerradas en esas jaulas estrechas que son escaparates del mundo y noche de intimidad.
Desde que la humanidad fue consciente de sus deseos de poder, sus necesidades se convirtieron en una fiera hambrienta de insaciable voracidad que han ido destruyendo nuestra esencia racional y nuestras ansias de felicidad.
Tanto siglos de historia no nos han llevado más lejos que el de seguir mirándonos el ombligo redondo y estable de nuestro denodado egoísmo. Debe ser que lo que verdaderamente nos gusta a los humanos es regodearnos en un sufrimiento continuado que, en definitiva, da sentido a nuestras vidas.
Verdaderamente, lo que sí debemos tener, tal vez muy en cuenta, es que todos los males del mundo se deducen de un único deseo incontrolado: El Poder. Poder que se justifica por la existencia de una serie de necesidades; poder que se justifica por un proteccionismo hacia quienes se consideran "más débiles"; poder que se justifica por un sin fin de infinitas diferencias. Poder, en definitiva, que lo justifica todo por el llamado "bien común", cuando no es en realidad más que la satisfacción infinita del ejercicio del domino.
No existe pasión más potente, ni más sugestiva, que aquella que se regodea en el dominio y sometimiento de l@s demás. Cuando los hombres comenzaron a darse cuenta que podían dominar a la mitad de la humanidad, simplemente por haber nacido con un sexo diferente, comenzó la barbarie del poder, del dominio, de la esclavitud, de la prostitución, del machismo, del maltrato, la violación y todos los males posibles.
Querer considerar las lamentables situaciones existentes de una manera aislada, como si tuviese identidad en sí misma, independiente de una situación global que subyace a todas ellas, es además de simplista una tremenda estupidez. Debemos intentar ser de una vez por todas un poco sensat@s y atajar los conflictos existentes en su núcleo. Por ello, comencemos por desnudarnos de las capas de poder que nos arropan y tratar de afrontar la carga de dominio que poseemos, ejercemos y proyectamos.
A veces parece que existimos y mantenemos la vida, únicamente por esta pasión denodada por esta pasión de sugestión hacia la muerte; porque resulta difícil comprender que si se ama la vida se ejerza una existencia de aniquilamiento y de dolor. Y esta humanidad evidencia claramente esta línea destructiva. Cambiar esta cultura de poder-muerte, por otra de vida, supone concebir un mundo en donde se elimine de la estructura mental humana esta pasión.
Si hacemos un esfuerzo de imaginación y nos creamos un mundo en dónde las ansias más fuertes fueran las de construir la mayor felicidad posible ¿qué mundo nos sustentaría? Si todas las energías se acumulasen en busca de este objetivo; ese concepto de igualdad que únicamente mantenemos en el mundo de lo deseable, de lo onírico, sería una hermosa realidad.
Debemos dejarnos ya de zarandajas, de rizar el rizo, luchando y denunciando situaciones lamentables que padecemos las mujeres, afrontemos de una vez por todas el problema y eliminemos el poder. Primeramente el poder que cada persona detenta, después el poder de los hombres sobre las mujeres y finalmente los poderes económicos y políticos nacionales e internacionales. Si combatimos el poder en donde quiera que se encuentre, no sólo estaremos enfrentándonos a los conflictos femeninos actuales, sino que esteremos mejorando este oscuro mundo.
Pero ¿quiénes están dispuest@s a erradicar "su poder"?
Parece que si éste se eliminase la inseguridad asolaria a la persona, la razón de su vida se distorsionaría, su identidad se encontraría, tal vez, menos estable. "Datos" estos introyectados inconscientemente a través de la educación y, bajo esta construcción, eliminar el deseo y ejercicio del poder, hace temer a las personas la pérdida de sus estructuras fundamentales, esas que sustentan su existencia.
Pero, evidentemente, este es un camino difícil que a las mujeres nos cuesta afrontar -no digamos a los hombres- y, por ello, la vida no nos cambia y el mundo sigue cada vez peor.
Así que, o eliminamos todos los poderes o nos conformamos con todo lo que tenemos.
Josefa Martín Luengo
Mujeres por la Anarquía

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