Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, septiembre 30

"Abaddón el exterminador" de Ernesto Sábato


Esta es la última parte de la trilogía que Ernesto Sábato empezó con El túnel (1948) y siguió con Sobre héroes y tumbas (1961), y también la parte menos conocida y leída, quizá porque no tiene una estructura fácil y no se lee de un tirón como El túnel, y tampoco narra una historia tan intensa como la que desgarra Sobre héroes y tumbas. Al contrario, se trata de un libro que hay que leer con calma, reflexionando y, si es posible, volviendo atrás de vez en cuando para releer alguna escena. Porque, en mi opinión, la mejor manera de dividir Abbadon, el exterminador (1974) es en escenas cortas, muy profundas, desordenadas pero unidas por el hilo de los personajes que entran y salen para gritar y guardar silencio, como dentro de un círculo vertiginoso que sería, en este caso, el infierno. Porque de eso trata la novela en su fondo, de la victoria de las fuerzas del Mal sobre el Bien, y del papel que el ser humano, y sobre todo el artista, puede y debe desempeñar en medio de la angustia del que sabe. En este sentido, Abaddon, el exterminador no muestra nada nuevo: las mismas obsesiones de Sábato aparecen con tanta fuerza como siempre, o más, debido a la estructura que incrementa la impresión de caos y pesadilla. Pero no es originalidad lo que Sábato pretendía al escribir esta novela, como nos advierte desde el principio. De modo que sólo los lectores que quedaron tan impresionados por Castel, Bruno, Alejandra o el propio Sábato (que aparece aquí como uno de los personajes principales, junto al resto) que deseen indagar en el universo terrible en que éstos se mueven, sólo ellos podrán ahondar en la novela y temblar ante unas alucinaciones cuya lucidez queda siempre en cuestión. Aunque las manías persecutorias del Sábato personaje se convierten en cotidianas y pierden suspense, el horror y la intuición de que seres malignos pueden estar guiando nuestras vidas más de lo que nunca llegaríamos a sospechar se impone durante la novela. Y ése es el mérito de Sábato escritor: saber arrastrar al lector hacia sus obsesiones, convencerlo para luego dejarlo libre (la pesadilla cobre vida durante la lectura, no después), y no caer en refugios apocalípticos de mundos paralelos o realidades alternativas. Ya que todos estamos dispuestos a aceptar, al fin y al cabo, que "el mundo que para nosotros cuenta es éste de aquí: el único que nos hiere con el dolor y la desdicha, pero también el único que nos da la plenitud de la existencia, esta sangre, este fuego, este amor, esta espera de la muerte".

Y así, entre personajes que se persiguen y se espían hasta la exasperación, o quizá por puro aburrimiento, y mediante la continua presencia de la necesidad de crear del escritor (encarnada en el personaje de Sábato), la novela avanza entre la melancolía, el horror y el humor -que surge sobre todo en los diálogos: impecables, inteligentes y agudísimos- hacia ese territorio de sombras, el Mal que forma parte de la esencia del ser humano, y que cada uno lleva dentro de sí pero muy pocas veces se dispone siquiera a mirar de reojo. Ernesto Sábato sí se enfrenta de nuevo a este mundo nuestro de las tinieblas, subiendo el último peldaño en la trilogía de la novela, negando la casualidad para perseverar en la búsqueda entregada que confiere sentido a toda su obra.

1 comentario:

  1. He leído el túnel y ahora estoy leyendo sobre héroes y tumbas.. La verdad me gusta mucho Ernesto Sabato como escritor! Espero poder comprar esta novela que parece interesante..

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