Actitudes contra el alcohol durante la Guerra Civil
Durante la Guerra Civil Española, en la línea del frente de Huesca, las Juventudes Libertarias de Barbastro cuelgan una serie de carteles con el siguiente texto:
“EL BAR: anquilosa, es el vivero de la chulería, CERRÉMOSLE.
LA TABERNA, atrofia y degenera el espíritu combativo, CERRÉMOSLA.
EL BAILE, es la antesala del prostíbulo, matando las energías del joven luchador, CERRÉMOSLE.
CINES Y TEATROS, una misión: labor antifascista: de lo contrario, CERRÉMOSLO. Todo ser que frecuente estos lugares es merecedor del desprecio" ¡ABAJO EL PARASITISMO!” [1].
Analizando la prensa anarquista del momento, observamos críticas similares a los centros de diversión, “a la situación cafeteril, la obsesión por el bar y la gramola”. Bares, cafés y cabarets son percibidos como lugares defendidos y apoyados por el capitalismo, donde el vicio, “de origen y promoción puramente fascista y clerical, hace desgastar las energías de los luchadores y provoca escándalo entre aquellos que quieren ganar la guerra y hacerla revolucionaria” [2]. Incluso se producen incidentes violentos, como diversos ataques de milicianos a cafés y tabernas en Lérida, donde “pusieron las mesas patas arriba, y por poco no hicieron lo mismo con sus pacíficos concurrentes” [3]. Estos ejemplos muestran la importancia que para los anarquistas tiene en esos momentos la lucha contra el alcohol y contra los centros públicos de diversión [4].
Una primera y simplificada explicación a este hecho se centra en la importancia que en todo conflicto tiene la retaguardia, que ha de ser vista como un ejemplo moralizante. En general, se solicita una templanza que sea modelo para el frente y muestra de solidaridad con los combatientes, por lo que son frecuentes las críticas a las actitudes frívolas que en ella se producen: en la zona republicana encontramos varios ejemplos, alguno tan temprano como el de Milicia Popular, que ya en octubre de 1936 exige que “se ha de acabar con la vergüenza que ofrecen las terrazas e interiores de los cafés, atiborrados siempre de elegantes estrategas que, entre sorbo y sorbo de cerveza, opinan sobre la marcha de las operaciones y comentan despectivamente las medidas que el gobierno adopta” [5].
El diario ABC denuncia los incidentes que se producen en los cafés de Madrid, como al que hace referencia en un artículo titulado “Falsoscombatientes y falsos señoritos”, de febrero de 1937: unos individuos, que se presentan como combatientes, intentan detener a los soldados que descansan en algunos bares y cafés, acusándoles de traidores emboscados y de señoritos. Incluso el diario difunde algunos lemas como “el verdadero miliciano no toma café con ametralladora” [6] o “el verdadero miliciano no se hace el héroe en la calle de Alcalá” [7].
En marzo de 1937, la campaña Pro Ejército Popular lanzada en Tarragona tiene, entre sus principales objetivos, estructurar la vida de retaguardia “a fin de terminar con la despreocupación y alegría en que se vive y hace vivir la guerra; misión suya sería también la de cerrar los cabarets y espectáculos que no tengan como fin un objetivo para la guerra, así como prohibir los bailes de los domingos” [8].
Valencia, la nueva capital republicana, es vista desde la sitiada Madrid como un ejemplo escandaloso a no seguir en tiempos tan difíciles. El ABC recoge un artículo de Fragua Social de Valencia, con el elocuente título de “Pero, ¿esto es una verbena?”, donde se dice lo siguiente: “Si esto no es una verbena, se le parece mucho. Creemos que ha llegado el momento de tomar en serio estos problemas de la frivolidad. Da grima contemplar Valencia. Por doquier canciones, música de radio, bullicio, alegría desbocada, palabras sin sentido, desenfado, euforia… y la guerra no se ha ganado todavía, ni se hallan lejos los frentes, ni está despejado el horizonte por completo… Esto ¿Qué es? ¿Vivimos en un país de locos o se nos quiere volver locos a los demás? Imitemos el ejemplo de Madrid y sirva de modelo la moral de su retaguardia. Pesimismo, no; pero inconsciencia, tampoco; la guerra lo exige”. Y parece ser que esta animación tanto de día como de noche era algo que sorprendía a los que llegaban por primera vez a la capital levantina: “los cabarets estaban abarrotados, desde que se abrían a primera hora de la tarde, hasta que cerraban mucho después de la medianoche”, afirma un diplomático británico [9],[10].
En la zona nacional encontramos situaciones similares. Un tal capitán Nemo critica en el ABC sevillano que, frente a la idea de que una retaguardia normalizada, con gente paseando por las calles, riendo y tomando aperitivos, es un orgullo al demostrar que en el territorio nacional reina el orden y abundan las provisiones, es “necesario y obligatorio vivir la guerra desde las entrañas de nuestro ser y con todas las potencias de la personalidad, porque los que batallan en los frentes exigen de nosotros esta solidaridad entrañable” [11]. También se publica una nota en la que denuncia que la frivolidad no debe llegar a considerarse delito de alta traición, pero es un cómplice y un encubridor de tal delito: “No lo olvides tú, niña bonita e insustancial que, cuajada de cintajos y de emblemas, te dedicas a enervar de diversos modos a los combatientes de la Cruzada. Al proceder así, no eres en el fondo más que un agente de descomposición de la moral severa exigida por la guerra” [12].
Algunas autoridades locales se apresuran a decretar el cierre de cabarets y cafés de camareras, argumentando que “no son los momentos que vive España de diversión ni mucho menos de vicio”.La Voz de Asturias exige: “queremos un Oviedo con menos prostíbulos y más amor a Dios y a la Patria”, y prestigiosos articulistas critican “un espíritu frívolo de intriga y cocktail”, afirmando que “los muertos por Dios y por España se alzarán contra la reedición barata, pero corregida y aumentada, de la mentalidad de music hall” [13].
Anarquismo y alcohol
El anarquismo va más allá, como lo demuestra el hecho de que la lucha contra el alcohol sea un elemento transversal a esta ideología, ya desde sus inicios. Las bebidas alcohólicas son presentadas desde los primeros textos fundadores como un siniestro veneno, que losBorgias capitalistas destinan a mantener embotadas, lejos de la revolución, las voluntades de los trabajadores: “estupefactado por el tóxico, no siente el peso de sus cadenas y la degradación de la esclavitud”, afirma un tratado antialcohólico con el elocuente título de “El veneno maldito” [14]. “Trabajadores, ¡no bebáis! ¡Cuántos obreros, pésimos padres de familia y peores maridos, olvidando los más sagrados deberes, derrochan la mitad o un tercio del ya escaso jornal que perciben, en libaciones alcohólicas, en la taberna, en el juego, dejando los hijos y la mujer sin pan, forzados al ayuno y víctimas de todas las tribulaciones de la vida!”, proclama igualmente una conocida publicación anarquista [15].
El alcohol es visto como una terrible arma del enemigo que hay que combatir, porque “a mayor núcleo de bebedores, mayores ventajas de sometimiento, ya que poco a poco la bebida quita la energía, la salud, la nobleza y el entendimiento y, lo que es peor, el sentido de la dignidad” [16]. Producto y sostén del régimen capitalista, el alcoholismo no desaparecerá más que con él. El efecto no cesará mientras persista la causa. Incluso, el alcohol es visto como un temible competidor de la propia ideología revolucionaria: según Bakunin, los peligros del alcohol podían hacer fracasar la revolución al ver los trabajadores en su consumo una salida errónea a su denigrante situación y una manera fácil de escapar de las miserias del capitalismo. “Para escapar de su situación (refiriéndose al pueblo) hay tres métodos, dos quiméricos y uno real. Los primeros dos son la taberna y la iglesia, libertinaje del cuerpo o libertinaje de la mente; el tercero es la revolución social” [17].
El rechazo de algunos valores considerados degradantes y la visión utópica de una nueva sociedad han hecho que algunos historiadores hayan visto en el movimiento anarquista español un carácterprimitivo o milenarista. Así, se habla de “puritanos austeros que impulsaban imponer el vegetarianismo, la abstinencia sexual y el antialcoholismo a uno de los campesinados más atrasados de Europa” [18].
Esta visión ha de ser rebatida ya que, en contra de lo que afirman algunos textos sobre el celo de los anarquistas, la mayoría de los dirigentes locales y asistentes a los ateneos y sindicatos creen en la moderación, no en la abstinencia. El obrero consciente, el anarquista dedicado que simbolizaba el espíritu y el conocimiento necesarios para crear la nueva humanidad, evita el juego de cartas en el bar, no va a burdeles, no acude a misa ni bautiza a sus hijos, y bebe con moderación.
José Monroy, dirigente de Casas Viejas, defiende que uno puede beber un poco, pero no demasiado, para no emborracharse [19]. La embriaguez es mal vista por los anarquistas, y esta postura ha sido considerada por algunos historiadores como la causa de que, en comparación con el caso inglés, el alcoholismo sea un problema menor en el proceso de industrialización español [20].
Debemos hacer mención también a la interesante relación que se establece en los años veinte y treinta del siglo XX entre anarquismo y naturismo. El naturismo -tanto lo que se refiere a aspectos alimentarios y de medicina natural como de contacto con la naturaleza- tendrá una influencia muy importante en muchos pensadores anarquistas, tal como queda reflejado en revistas comoHelios o Iniciales. En ese contexto, el rechazo al alcohol y al tabaco se hacen evidentes: “El obrero que ha de respirar en el trabajo atmósferas malsanas… mal puede naturalizar su vida y sus costumbres. Más, a pesar de todo le es dable evitar múltiples influencias nocivas a su salud, como el alcohol, el tabaco, la taberna, desaseo, y practicar otras beneficiosas, como la salida al campo en busca de sol y de aire puro, escoger entre los despojos alimentarios los menos perjudiciales”. O este otro, dirigido a los jóvenes para fomentar entre ellos el nudismo: “Ponte en contacto directo con la naturaleza en aquellos momentos que la lucha por el pan te dejen libre… Huye de bares y cafés; aparta de ti el tabaco y el alcohol, que te embrutecen y enferman” [21]. De acuerdo con el discurso eugenista dominante en aquel momento, hay que propiciar los factores eugénicos que potencian la condición física e intelectual de los individuos (actividad física, buena alimentación) y neutralizar los disgénicos: el alcohol, el tabaco, las enfermedades venéreas y, sobre todo, destruir su causa primera: la miseria.
Alcohol en la Guerra Civil española
La Guerra Civil Española (como en tantos conflictos bélicos de larga duración) conlleva un aumento del consumo de alcohol en cada uno de los bandos enfrentados, tanto en el frente como en la retaguardia [22].
Durante toda la guerra, el vino (y por extensión, el resto de las bebidas alcohólicas) es considerado como una parte esencial de la alimentación del individuo por el aporte calórico que se supone le otorga. No en vano, así lo recogen distintos tratados médicos e higienistas de la época, e incluso la propia tradición castrense.
Desde los manuales españoles de Higiene Militar se proclama que el vino “podrá tolerarse especialmente en campaña para mantener la fuerza física, energía moral y una cierta euforia, que en ciertas circunstancias puede ser útil” [23]. A lo largo de todo el conflicto el vino forma parte de las raciones reglamentarias de campaña, siendo sustituido por cerveza o sidra en ocasiones extraordinarias. En los primeros meses de la guerra, el consumo de alcohol es, incluso, más elevado: un informe de un capitán de Intendencia del Ejército franquista del Norte indica que, a fecha de 2 de Noviembre de 1936, se han suministrado ya a sus fuerzas 600.000 litros de vino a razón de medio litro por hombre y día, el doble de la ración reglamentaria, un paquete de tabaco cada tres día y en dos ocasiones puros y anís [24].
Ante el elevado consumo, el Intendente General de Burgos llega a afirmar, en abril de 1937, que “el actual consumo de vino alcanza un volumen tan considerable que no es aventurado afirmar que de continuar en la misma proporción se podrían tener dificultades”. Hace mención al agotamiento de las reservas, la falta de envases, la dificultad del transporte y la mala cosecha de los dos últimos años, y propone reducir la cantidad de vino que se suministra al frente y la supresión de este producto en las guarniciones de retaguardia. La respuesta del General en Jefe del Ejército del Norte, escrita a mano sobre el mismo informe, es tan escueta como contundente: “se dispone que, habiendo vino en abundancia, no se dé por recibida” [25].
El ejército franquista tratará de establecer un férreo control sobre la producción y, así, en agosto de 1938 el Ayuntamiento de Zaragoza recibe un telegrama de la Quinta Región Militar donde se le comunica que todas las existencias y la producción de cerveza de la ciudad son intervenidas por el Ejército para no dejar desabastecidos los hospitales militares [26].
En la zona republicana, el despilfarro de alcohol y otros bienes al inicio de la guerra es también importante, obligando a tomar medidas, tanto disciplinarias como disuasorias. Muestra de esto último es un cartel con la imagen de un miliciano y, en la parte inferior y tirados en el suelo, una botella que vierte vino y medio pan. El texto alusivo dice: “¡Milicianos! No desperdiciéis municipios, ni víveres, ni energía”. En Milicia Popular se afirma, dos meses después del levantamiento militar, que han llegado a los frentes de batalla hasta dos millones de botellas de cerveza, aunque muestra también la queja de los camaradas que trabajan en las fábricas productoras al no devolverse nunca los envases, con el consiguiente perjuicio [27].
Esa situación de despilfarro inicial y los problemas en la retaguardia provocan en ocasiones en el Ejército Popular problemas graves de intendencia como en el caso de la Brigada 153 mixta, ex columnaTierra y Libertad, donde se llega a establecer en Septiembre de 1937 un racionamiento de vino y otros productos, lo que provoca las protestas de los soldados (“se nos ha tachado de incompetentes, de enchufados, de ladrones, de canallas”, afirman los encargados de la intendencia de la Brigada) [28]. Un testimonio de un brigadista norteamericano explica, no obstante, que entre los militares republicanos más concienciados “había, en efecto, una actitud puritana respecto al alcohol y al sexo. Emborracharse o contraer una enfermedad sifilítica debilitaban no sólo al individuo, sino también al propio ejército. Ambos hechos eran frecuentemente comparados con las heridas que uno mismo se producía o con las lesiones por negligencia” [29].
Aunque, como hemos visto, desde ambos bandos se anima a sus respectivas retaguardias a que soportaran las penurias con dignidad, en este contexto bélico de drama, carestía y sacrificio no es de extrañar que la población (civil y militar) buscase refugio en la sustancia embriagante que más accesible le resultaba: el alcohol.
Por su parte, la sección A remarcar del Diari de Tarragona constata el aumento en la venta de bebidas alcohólicas para ser consumidas por la población civil en el domicilio, y, “al ser interrogados los compradores sobre los motivos de esta esporádica acción, han manifestado que la bebida les hace más soportables muchas preocupaciones, especialmente las que hacen referencia al problema de las provisiones” [33]. Vinos y bebidas espirituosas se convierten en un producto muy cotizado en las ciudades de la retaguardia: en Tarragona, los precios de venta del vino pasan de 0,40 pesetas el litro en julio de 1936 a una peseta en octubre (el precio máximo oficial sigue siendo de 0,40), dos en julio de 1937, tres en octubre, 3,50 en enero de 1938, cinco en julio de ese año y hasta 7,50 en octubre [34]. Las autoridades tratan de controlar el comercio de este producto, aunque las denuncias y los decomisos son muy frecuentes.
Anarquismo y lucha antialcohólica en la Guerra Civil Española
Los acontecimientos del verano del 36 marcan un determinante punto de inflexión en el movimiento anarquista español: la lucha contra los sublevados, la tan esperada llegada de la Revolución y el dilema de la colaboración con el resto de fuerzas obreras y con las instituciones republicanas son los ejes básicos del anarquismo español durante la Guerra. En la tarea combinada de hundimiento del mundo existente y de construcción de uno nuevo, la lucha contra el alcohol ocupa asimismo un papel esencial.
En su lucha contra los vicios del mundo capitalista, los anarcosindicalistas defienden un saneamiento de bares, tabernas y salas de fiesta. El 13 de febrero de 1937 se cierran los dos cabarets que funcionan en Tarragona y se condiciona su apertura al hecho de que ofrezcan “un espectáculo decente”, esto es, “un espectáculo socializado de varietés, comedia etc., completamente artístico, moral y con taquilla, excluyendo lo obsceno y de vicio que consistía en alternar oculta o abiertamente con las personas de distinto sexo, con los consiguientes abusos de bebidas y alcoholes que embrutecen y degradan al hombre” [37].
En la localidad vecina de Reus, el Sindicato Único de Espectáculos Públicos consigue la reapertura del local Edén Concert a condición de que se realicen mejoras en la higiene del local y la prohibición de servir consumiciones de cualquier tipo [38]. Proponen por otra parte fomentar una campaña antialcohólica por parte de los sindicatos de sanidad anarquistas con conferencias y charlas y, asimismo, defienden como alternativa a la prostitución, a los bares y cabarets, la asistencia a centros culturales, bibliotecas, centros instructivos juveniles, ateneos, centros racionalistas y sindicatos de la CNT, buscando al mismo tiempo sanas opciones para los músicos y las prostitutas. Unas alternativas que han de considerarse como poco exitosas, dada la cantidad de textos donde se critica “las conductas ávidas de diversión, el derroche de vida en los cafés... mientras mueren los soldados en el frente de batalla” [39],[40].
Desde la perspectiva anarquista se aprecia en estos tiempos de guerra una visión diferente a la tradicional sobre el problema del alcohol y el alcoholismo. El alcohólico ya no es un enfermo, víctima de la explotación capitalista; ahora es un traidor a la Revolución: “En estos momentos de inquietudes supremas, no debe tolerarse las borracheras. El borracho es un ser despreciable que hay que aniquilar -afirma el semanario Agitación-. El que se emborracha en estos momentos deja de ser un camarada para convertirse en un enemigo” [41]. “Un borracho es un parásito. ¡Eliminémosle!”, exige un cartel del Departamento de Orden Público de Aragón.
Los incidentes causados por borrachos en Madrid y Barcelona son frecuentes, y los castigos, para los anarquistas, necesarios. Es el caso de un empleado de la Cooperativa de Trabajadores de Pescados al por mayor, de Madrid, que tras presentarse borracho al trabajo es suspendido de paga por un mes [42]. Un importante dirigente sindicalista es también denunciado por otros compañeros por ser visto frecuentemente embriagado por las calles de Valencia, y así ve frenado su ascenso a la Vicesecretaría del Comité Nacional de Tabacos “por sus errores y defectos perjudiciales para la causa libertaria” [43].
Un ejemplo del interés anarquista por la búsqueda de alternativas adecuadas a la producción de vino, esencial para la economía de muchas regiones españolas, es el fomento de productos no alcohólicos, como el mostillo, muy limitado no obstante por la carencia tan evidente de harina. Otro ejemplo es la creación en el año 1938 por parte de la Federación Regional de Campesinos y Alimentación del Centro del llamado biol-uva, el “no pasarán de la anemia”, una salida a la uva distinta a la de hacer vino, y que “proporciona a la España leal un alimento sano y nutritivo”. En un folleto promocional alaban las cualidades del producto, un mosto de uva concentrado, fabricado en Manzanares, y que, además de solucionar los problemas de abastecimiento, solucionaría la crisis vitivinícola, mejoraría la salud, se podría exportar y, finalmente, combatiría el alcoholismo por medios indirectos, los más eficaces: “con un litro de mosto concentrado puede cenar una familia de seis personas con algo de pan. Con el equivalente en vino (tres litros) no sólo no cena nadie, sino que, al no tener otra cosa, saldrían todos borrachos”. Los inconvenientes, no obstante, resultan numerosos: ni la calidad (pésimo sabor a arrope), ni la cantidad de producción son las adecuadas, e incluso la delegación de abastos del Ayuntamiento de Madrid paraliza durante mucho tiempo su distribución en la capital por considerarlo como un vino-mistela o bebida comparable a cualquier otra alcohólica [44].
Una de las áreas donde el anarquismo se mantiene más activo durante la contienda, convirtiéndolo en uno de sus más importantes medios de propaganda para su ideología y su visión de la nueva sociedad, es el cine. La producción y distribución cinematográfica de la República está inicialmente en manos de la CNT-FAI gracias a la fuerza de su rama de espectáculos: el Sindicato Único de Espectáculos Públicos, mayoritario en el sector.
La importancia del cine y su utilidad pedagógica es resaltada por distintos líderes anarquistas como Josep Alomá, conseller de Cultura del Ayuntamiento de Tarragona, quien considera que se debe programar un cine con títulos de “tendencia social” que sirviesen “a la obra constructiva revolucionaria”, rechazando por tanto las películas de finalidad puramente comercial” [45].
Coincidente en sus planteamientos, la productora anarquista SIE Films decide realizar una serie de “películas educativas” dedicadas a la “higienización de las costumbres”, esto es, la presentación de la lucha entre los obreros virtuosos y el capital, secuestrador de las conciencias y remunerador de vicios y virtudes, “que ha condenado a muchos al alcoholismo, al hospital, al presidio o a la prostitución de sus compañeras” [46]. De entre los largometrajes destacamos “Barrios bajos”, de Pedro Puche (1937), ambientado en un lugar tan denostado por los anarquistas como los bajos fondos, y donde se intentan reflejar “las dramáticas pugnas entre productos de relajación y seres que no se contaminan de las impurezas del medio” [47]. Esta película incorpora referencias abiertas al consumo y tráfico de cocaína por primera vez en el cine español.
En la relación de títulos producidos por SIE Films también hay referencias a una serie de cintas cortas, de unos veinte minutos de duración y consideradas como películas de complemento, que desgraciadamente se han perdido en su mayoría, pero que reflejan sin duda la visión anarquista sobre los vicios de origen capitalista. Su objetivo es remover la conciencia del público sobre estos temas. Así, “Prostitución”, según el melodrama de Luís Fernández Ardavín y dirigido por V. Catalán, se presenta como “una firmísima y bien fundada diatriba contra la lacra social que da nombre a la producción”. Por su parte, “Como fieras”, también de V. Catalán, es “una viva y acerada crítica contra el alcoholismo, poniendo de relieve los estragos de tan funesto vicio, tanto en el organismo individual como social”. “La última”, de Pedro Puche, es un “apunte jocoso-serio”, según reza un rótulo a su inicio, que se dedica también al mismo problema que la anterior. Estas dos últimas películas no llegan a estrenarse ya que se estima que su realización es pésima y su oportunidad ideológica discutible [48],[49].
Junto al cine, también el cartelismo -fundamental en una sociedad con un grado de analfabetismo tan elevado- es fomentado como medio de instrucción y de propaganda. Un ejemplo es un cartel, editado por el Sindicato de las Industrias Agrícolas, Pesca y Alimentación de CNT-FAI, donde se presenta a un adormilado fumando, abrazando una botella, y con un vaso de vino y unas cartas de baraja en primer plano. El texto acompañante es elocuente: “¡Obrero! El vicio te conducirá a la desesperación y la locura. EVITALO”.
Del paso de la CNT por el gobierno republicano quedan pocas huellas. Su breve participación (entre noviembre de 1936 y mayo de 1937) y la difícil situación de la República hacen que sea más significativo el hecho mismo de esa participación de anarquistas en un gobierno que su actividad real [50]. En todo caso, resaltamos la importancia de la figura de Federica Montseny, ministra del nuevo Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, constituido el 4 de noviembre de 1936 con retazos de Trabajo y Gobernación. Además de por abordar el ingente problema de los refugiados, Montseny destaca por su política sanitaria orientada hacia la medicina preventiva. Se considera que la asistencia médica socializada y las medidas sanitarias preventivas deben ser las nuevas claves de desarrollo, con vistas a ofrecer una higiene global y una respuesta social a las necesidades sanitarias de la población. Como la misma Montseny afirma en un discurso celebrado en el Teatro Apolo de Valencia el 6 de junio de 1937, “en Sanidad procuré, como política sanitaria, prevenir las enfermedades para no tener que curarlas, localizar el foco infeccioso para no tener que curar las epidemias, estar siempre atenta para que los casos, ensanchándose, no constituyan un problema” [51]. También proclama su frustrado deseo de haber luchado contra aquellos males fruto de las desigualdades sociales y económicas, como la prostitución. La lucha contra el alcoholismo, evidentemente, hubiera estado incluida en esa estrategia.
CONSIDERACIONES FINALES
A pesar de todos los esfuerzos citados anteriormente, podemos afirmar que la mayor parte de estas medidas no consiguieron sus objetivos. Entre las causas que nos permiten explicar este fracaso, destacamos las siguientes:
1. El contexto político de la Guerra Civil no es en absoluto el más adecuado. Las prioritarias necesidades bélicas y las luchas políticas internas en la zona republicana, que culminan en los Sucesos de Mayo de 1937, marcan la derrota de las tesis revolucionarias anarquistas y limitan su peso político y sus posibilidades de acción. A esto hay que sumar las dificultades internas de los grupos anarquistas, con una afiliación en masa al inicio de la guerra de personas poco concienciadas, que desdibujan el compromiso personal de sus afiliados. Como ejemplo ilustrativo -en este caso referido al tabaco-, podemos citar la indignación de un antiguo militante de la CNT que, al volver del frente, observa que sus compañeros de retaguardia se dedican a especular con cigarrillos, un bien muy preciado y disputado [52].
2. Por otra parte, la derrota de los insurgentes en buena parte de España y el papel de las milicias armadas de las organizaciones sindicales, que controlan al inicio gran parte del poder en la zona republicana, hacen que las incautaciones y las colectivizaciones de tierras (entre ellas las vitivinícolas) y negocios (entre éstos los del ramo de la hostelería) sean muy numerosas. Esto implica, lógicamente, que existiera una preocupación económica para conseguir rentabilizar las explotaciones, y eso no resulta suficiente en absoluto, como hemos visto, con productos no alcohólicos derivados de la uva. La ya citada Federación Regional de Campesinos y Alimentación del Centro trataría de solucionar la crisis vitivinícola -previa a la guerra- mediante la mejora de la calidad de los caldos y el fomento de la producción de vinos generosos y licores, potenciando incluso la fábrica de anís establecida en Madrid y propiedad de la propia CNT, a pesar de las muchas dificultades (imposibilidad de adquirir calderas, carencia de anetol -esencia de anís-, etc.). También, a pesar de las dificultades de transporte, trata de hacer llegar a la capital grandes cantidades de vino para venderlas en las bodegas y tiendas colectivizadas, inactivas por carecer de tan preciado producto. De hecho, entre el 30 de octubre y el 26 de diciembre de 1937 sólo pueden llevarse a Madrid unos 250.000 litros, cantidad insignificante, habida cuenta de la demanda existente, y el problema se acentuaría durante todo el año 1938 [53]. Esto provoca algunos problemas de conciencia entre los afiliados: un articulista concienciado de la publicación ilerdense Acracia se indigna porque los comerciantes se han atrevido a trivializar los iconos revolucionarios para vender sus productos: “Anís El miliciano, Papel de fumar CNT,Precios antifascistas, Café 19 de julio, he aquí la nueva terminología del comercio… En un bar de los que llevan aval de control obrero, y se consume mucho coñac, leemos este cartel: compañero, este establecimiento te pertenece; engrandécelo” [54].
3. Y, finalmente, hemos de señalar un tercer aspecto esencial: la consideración social del alcohol es, en estos momentos, tremendamente positiva. Además de la propia situación de guerra, ya de por sí causante de procesos emocionales que pueden abocar al alcoholismo, hay un factor que refuerza su valor social: los mitos erróneos vinculados a la bebida y que, en cierto modo, todavía siguen vigentes en nuestros días. El alcohol es visto como un alimento básico, un reconstituyente, un euforizante, un analgésico, un buen remedio contra el frío o, simplemente, una sustancia que permite evadirse de tan despiadada realidad [22]. Un último caso puede servirnos de ejemplo y, quizás, de conclusión: frente al intento de intervención, ya al final de la guerra, de todas las flemas y alcoholes procedentes de residuos de vinificación por parte de la Subsecretaría de Armamento de la República para cubrir las necesidades bélicas, la Federación campesina anarquista responde que, si se aceptara, se habría de paralizar su producción de aguardientes y licores, y que “es cierto que no son considerados artículos de primera necesidad pero, en las actuales circunstancias y dado el esfuerzo que es preciso exigir a los trabajadores y combatientes, a veces no alimentados tan perfectamente como fuera de desear, casi deben alcanzar tal consideración” [55].
http://www.memorialibertaria.org/valladolid/IMG/pdf/ANARQUISMO_Y_LUCHA_ANTIALCOHOLICA_EN_LA_GUERRA_CIVIL_ESPANOLA.pdf
Autores:
Mariano Lázaro Arbués 1, Manuel Cortés Blanco 2
(1) Licenciado en Geografía e Historia. Profesor de Geografía e Historia.
IES Salvador Vilaseca. Reus (Tarragona).
(2) Doctor en Medicina. Servicio de Medicina Preventiva.
Hospital General de la Defensa, Zaragoza.
viernes, diciembre 10
miércoles, diciembre 8
Colectivismo y anarco-comunismo
El colectivismo se convirtió en una corriente dominante del movimiento anarquista bajo la influencia del aristócrata revolucionario ruso Mijaíl Bakunin, discípulo de Proudhon, que abandonó la atención por los campesinos y artesanos, con miras a un futuro en el que el trabajo organizado hubiera expropiado el capital, y cada grupo de trabajadores administrara sus propios medios de producción. El colectivismo proponía la propiedad colectiva de la tierra, las materias primas y los instrumentos de trabajo, y la apropiación del producto integral del trabajo por los trabajadores, deducido el costo. La distribución de las ganancias se realizarían por decisión colectiva, pero se asumía que la retribución sería proporcional al trabajo realizado.
Los colectivistas se oponían al comunismo de Marx y sus seguidores, entendiendo que sólo podía imponerse mediante un estado autoritario, concepción que fue desafiada por la siguiente generación de anarquistas, especialmente Malatesta, Reclus y Kropotkin. El colectivismo pronto sería reemplazado por el anarquismo comunista (también conocido como anarcocomunismo o comunismo libertario), cuando los propios seguidores de Bakunin de la Primera Internacional criticasen la teoría del valor-trabajo y el mantenimiento de una retribución de tipo salarial. «A cada cual según sus necesidades»; el comunismo libertario defendía que el producto del trabajo de todos pertenece a todos por igual, y cada uno tiene derecho a tomar libremente su parte. Los anarcocomunistas no descartaron por completo el colectivismo, sin embargo, considerándolo una etapa intermedia que evolucionaría hacia el comunismo; el historiador e ideólogo Daniel Guerin señala en su obra El anarquismo que esta idea fue finalmente la que se llevó a la práctica durante la colectivización en España entre 1936 y 1939.
El anarquismo comunista promueve la asociación voluntaria sin Estado, sin diferencias de clase e igualitaria, a través de la propiedad comunitaria o socialización de los medios de producción, servicios y bienes de consumo. El anarcocomunismo enfatiza la experiencia colectiva como distinta e importante en la búsqueda de la libertad individual. Algunos de los teóricos anarcocomunistas más famosos fueron Piotr Kropotkin, Luigi Fabbri, Errico Malatesta, Sébastien Faure, Volin y Carlo Cafiero.
Partiendo del pensamiento de Proudhon y Bakunin, el príncipe Piotr Kropotkin fue uno de los más importantes teóricos del comunismo anarquista. Inspirado por teorías sociales evolucionistas, en vez de glorificar la competición, como la mayoría de los darwinistas sociales, Kropotkin entendía que la cooperación es la clave del éxito evolutivo, y que los seres humanos eran la especie de mayor éxito por su capacidad de cooperar efectivamente; de ese modo, Kropotkin creía que el último estadio evolutivo en las sociedades humanas era una vida social donde la competición no existiría y la gente cooperaría en igualdad de términos, libre y naturalmente. En su libro Palabras de un rebelde (1885), llamó a la abolición de la propiedad privada a través de la "expropiación del total de la riqueza social" por el pueblo mismo. En La conquista del pan (1888), planteaba que la ruptura con la propiedad privada conduciría a la anarquía; «La anarquía conduce al comunismo, y el comunismo a la anarquía, y una y otro no son más que la tendencia predominante en las sociedades modernas, la búsqueda de la igualdad.» Kropotkin argumentaba que no hay ninguna forma valida o hay poco margen para medir el valor de la contribución económica de una persona, debido a que «cada descubrimiento, cada progreso, cada aumento de la riqueza de la humanidad, tiene su origen en la conjunción del trabajo manual e intelectual del pasado y del presente. Entonces, ¿con qué derecho alguien se apropia de la menor parcela de ese inmenso todo y dice: Esto es sólo mío y no de todos?»; también abogaba por que la economía se coordinara a través de una red horizontal de asociaciones voluntarias, en la cual los bienes serían distribuidos de acuerdo a las necesidades del individuo, en vez de en función del trabajo. Los individuos y comunidades dispondrían del uso y control de cualquiera de los recursos que necesitasen, «dejando a cada uno la libertad de consumirlos como ellos lo deseen en sus propias casas».
Los colectivistas se oponían al comunismo de Marx y sus seguidores, entendiendo que sólo podía imponerse mediante un estado autoritario, concepción que fue desafiada por la siguiente generación de anarquistas, especialmente Malatesta, Reclus y Kropotkin. El colectivismo pronto sería reemplazado por el anarquismo comunista (también conocido como anarcocomunismo o comunismo libertario), cuando los propios seguidores de Bakunin de la Primera Internacional criticasen la teoría del valor-trabajo y el mantenimiento de una retribución de tipo salarial. «A cada cual según sus necesidades»; el comunismo libertario defendía que el producto del trabajo de todos pertenece a todos por igual, y cada uno tiene derecho a tomar libremente su parte. Los anarcocomunistas no descartaron por completo el colectivismo, sin embargo, considerándolo una etapa intermedia que evolucionaría hacia el comunismo; el historiador e ideólogo Daniel Guerin señala en su obra El anarquismo que esta idea fue finalmente la que se llevó a la práctica durante la colectivización en España entre 1936 y 1939.
El anarquismo comunista promueve la asociación voluntaria sin Estado, sin diferencias de clase e igualitaria, a través de la propiedad comunitaria o socialización de los medios de producción, servicios y bienes de consumo. El anarcocomunismo enfatiza la experiencia colectiva como distinta e importante en la búsqueda de la libertad individual. Algunos de los teóricos anarcocomunistas más famosos fueron Piotr Kropotkin, Luigi Fabbri, Errico Malatesta, Sébastien Faure, Volin y Carlo Cafiero.
Partiendo del pensamiento de Proudhon y Bakunin, el príncipe Piotr Kropotkin fue uno de los más importantes teóricos del comunismo anarquista. Inspirado por teorías sociales evolucionistas, en vez de glorificar la competición, como la mayoría de los darwinistas sociales, Kropotkin entendía que la cooperación es la clave del éxito evolutivo, y que los seres humanos eran la especie de mayor éxito por su capacidad de cooperar efectivamente; de ese modo, Kropotkin creía que el último estadio evolutivo en las sociedades humanas era una vida social donde la competición no existiría y la gente cooperaría en igualdad de términos, libre y naturalmente. En su libro Palabras de un rebelde (1885), llamó a la abolición de la propiedad privada a través de la "expropiación del total de la riqueza social" por el pueblo mismo. En La conquista del pan (1888), planteaba que la ruptura con la propiedad privada conduciría a la anarquía; «La anarquía conduce al comunismo, y el comunismo a la anarquía, y una y otro no son más que la tendencia predominante en las sociedades modernas, la búsqueda de la igualdad.» Kropotkin argumentaba que no hay ninguna forma valida o hay poco margen para medir el valor de la contribución económica de una persona, debido a que «cada descubrimiento, cada progreso, cada aumento de la riqueza de la humanidad, tiene su origen en la conjunción del trabajo manual e intelectual del pasado y del presente. Entonces, ¿con qué derecho alguien se apropia de la menor parcela de ese inmenso todo y dice: Esto es sólo mío y no de todos?»; también abogaba por que la economía se coordinara a través de una red horizontal de asociaciones voluntarias, en la cual los bienes serían distribuidos de acuerdo a las necesidades del individuo, en vez de en función del trabajo. Los individuos y comunidades dispondrían del uso y control de cualquiera de los recursos que necesitasen, «dejando a cada uno la libertad de consumirlos como ellos lo deseen en sus propias casas».
Extraído de pacosalud.blogspot.com
lunes, diciembre 6
El Kibbutz
La dinámica de una comuna libre.
James Horrox.
Sabemos que las obras de Kropotkin, Proudhon, Gordon, Tolstoy y Landauer fueron ampliamente leídas y respetadas entre los pioneros de los kibbutz, y podemos estar seguros también que muchos de los personajes que influyeron en la dirección tomada por el movimiento abrazaron las ideas de estos pensadores y promovieron activamente la plasmación de su ideología en Palestina. La amplitud de las pruebas documentales dejan poco margen a la duda en cuanto al grado en que los planteamientos anarquistas circulaban entre la generación de los fundadores de los kibbutz. La cuestión de determinar si las influencias teóricas del anarquismo se plasmaron en el desarrollo práctico de las comunidades, necesita que examinemos la marcha cotidiana de los asentamientos, con el objetivo de establecer los puntos de convergencia entre el modelo de kibbutz y las distintas corrientes anarquistas que circulaban entre los pobladores judíos de Palestina.
Tierra de Fuego, Canarias 2010
50 págs
James Horrox.
Sabemos que las obras de Kropotkin, Proudhon, Gordon, Tolstoy y Landauer fueron ampliamente leídas y respetadas entre los pioneros de los kibbutz, y podemos estar seguros también que muchos de los personajes que influyeron en la dirección tomada por el movimiento abrazaron las ideas de estos pensadores y promovieron activamente la plasmación de su ideología en Palestina. La amplitud de las pruebas documentales dejan poco margen a la duda en cuanto al grado en que los planteamientos anarquistas circulaban entre la generación de los fundadores de los kibbutz. La cuestión de determinar si las influencias teóricas del anarquismo se plasmaron en el desarrollo práctico de las comunidades, necesita que examinemos la marcha cotidiana de los asentamientos, con el objetivo de establecer los puntos de convergencia entre el modelo de kibbutz y las distintas corrientes anarquistas que circulaban entre los pobladores judíos de Palestina.
Tierra de Fuego, Canarias 2010
50 págs
viernes, diciembre 3
Entrevista al ICEA
Lluís Rodríguez Algans es economista, militante de la CNT de Barcelona y
miembro del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA).
Gracias al trabajo intenso y riguroso de sus miembros, esta entidad -creada
sólo hace un par de años- ya se ha convertido en uno de los puntos de
referencia de la economía crítica del Estado español.
Jordi Garcia
entrevista@setmanaridirecta.info
Tradicionalmente, el pensamiento anarquista se ha centrado poco en
la economía. ¿Cuáles son las principales contribuciones del
anarquismo al pensamiento económico?
Como dices, el anarquismo se ha centrado poco en economía y ha desarrollado
mucho mejor los aspectos filosóficos y sociológicos de crítica al poder y a la
autoridad, de cuestionamiento de la función del Estado, etc. Otras corrientes
de pensamiento como el marxismo, tradicionalmente, se han enfocado a
analizar el funcionamiento de la economía capitalista de forma muy solvente.
Todo esto, sin embargo, conviene matizarlo, ya que, dentro de la historia del
pensamiento, existe la tendencia de etiquetar las posiciones para reforzar las
corrientes de pensamiento, aunque este proceso no sea lineal ni tenga una
coherencia interna absoluta. Por poner un ejemplo, las aportaciones teóricas
de Paul Baran y las empíricas de autores radicales americanos más
contemporáneos en relación al trabajo productivo e improductivo -por lo tanto,
útil socialmente- rompen con la posición marxista clásica del tema. Estos
razonamientos se adscriben a la corriente (neo)marxista, pero teóricamente
conectan más con autores anarquistas, anarcosindicalistas o institucionalistas
anteriores como Cornélissen o Veblen. Dicho esto, sí que creo que el
anarquismo y el anarcosindicalismo han hecho aportaciones importantes al
debate de cómo organizar la economía y la sociedad de forma autogestionaria
y de la forma de llegar ella, con autores como Kropotkin, Pierre Besnard,
Christian Cornélissen, Rudolf Rocker, Isaac Puente, Abad de Santillan, Gaston
Leval, Abraham Guillén, y más recientemente, Michael Albert i Robin Hahnel.
-
"El anarquismo y el anarcosindicalismo han hecho aportaciones
importantes al debate de cómo organizar la economía y la sociedad de
forma autogestionaria"
-
En este sentido, el estudio de las colectivizaciones libertarias del 36
debe ser una fuente importante para reflexionar sobre cómo
autogestionar la economía ...
Las colectivizaciones demostraron que la gestión económica asamblearia del
trabajo es posible y viable a gran escala. También se comprobó que la libertad
de experimentación implica una riqueza de experiencias, como por ejemplo la
que tuvo lugar en la ciudad de Alcoi, con una gestión anarcosindicalista tanto
en el campo como en la industria; la experiencia importante de las
colectivizaciones industriales de cariz socialista libertario en Cataluña, o la
experiencia de las colectivizaciones agrarias de cariz comunista libertario en
Aragón. Como resultado, también se consiguió mejorar las condiciones de
trabajo y de vida en general, a pesar de la coyuntura de guerra. En definitiva,
se demostró que la autogestión generalizada es posible.
No todo debió ser idílico ...
Seguramente, habría hecho falta más tiempo para consolidar estas conquistas,
poder acceder a las materias primas necesarias y consolidar la demanda de
forma estable. Es importante ser conscientes de la magnitud de lo que se puso
en marcha: hacía falta reestructurar la actividad económica, transformar la
industria y dirigirla hacia las necesidades de la guerra, sustituir importaciones
y dirigir algunos sectores enfocados a la exportación hacia la demanda
interna. En esta línea, hubiera sido necesario tener tiempo para trabajar la
coordinación económica libertaria. La clase trabajadora anarcosindicalista
demostró que podía hacerlo, a pesar de las dificultades y las limitaciones que
se presentaron. La experiencia también dejó ejemplos de egoísmo de empresa
que se han reproducido en otras épocas, como la Yugoslavia comunista. Es
evidente que el bloque soviético nunca dejó atrás la sociedad de clases ni la
explotación económica y sustituyó la clase capitalista por la burocrática, por lo
tanto, a pesar de las insuficiencias, esta experiencia fue mucho más profunda.
A veces, da la sensación que el anarquismo detuvo su reloj en 1936.
¿Qué puntos de referencia más actuales nos ofrece?
Hay que decir que, durante la transición y, sobre todo, en Cataluña, el
anarquismo fue un movimiento social muy importante. Asimismo,
movimientos sociales más próximos en el tiempo han recogido la filosofía de
funcionamiento anarquista -aunque no se reconozcan explícitamente como
tales- e incluso han desarrollado alguno de sus objetivos, como puede ser el
movimiento okupa o el antimilitarista. Dicho esto, creo que las referencias
actuales son principalmente las organizaciones y entidades que conforman el
movimiento libertario. Hay que hablar, pues, de la centenaria CNT, la rama
laboral y económica del anarquismo, que todavía hoy desarrolla una lucha
importante para consolidar un modelo sindical diferente al del resto de
sindicatos, basado en el asamblearismo y la acción directa. La CNT, desde la
perspectiva de los sindicatos, representa el sindicalismo revolucionario. Por
otra parte, encontramos organizaciones de cariz específicamente anarquista
como puede ser la Federación Anarquista Ibérica (FAI), que actúa en un
ámbito social y cultural, o la Federación de Estudiantes Libertarios (FEL), que
lo hace en el contexto estudiantil. Hay que destacar, también, el renovado
movimiento de ateneos libertarios y centros de estudios, dentro del cual nos
incluimos el ICEA, como herramientas de proyección cultural, analítica y
propositiva.
En el mismo nombre de vuestra entidad, Instituto de Ciencias
Económicas y de la Autogestión (ICEA), asignáis a la economía la
categoría de ciencia. Pero ¿ la estrepitosa falta de predicción de la
crisis actual por parte de la inmensa mayoría de economistas e
investigadores no demuestra, precisamente, que, más que una ciencia
hay tantas economías como ideologías y que la economía dominante
no es otra cosa que una herramienta de legitimación de la gente más
rica?
De entrada, creo que la economía es una ciencia social, no una ciencia exacta
o matemática. Y aquí, seguramente, discrepo de la mayoría de economistas
académicos. Dicho esto, sí que creo que la economía dominante es una
herramienta de legitimación de los ricos a pesar de que, de ella, al menos en
algunas ramas más aplicadas o de empresa, se puedan extraer análisis útiles.
Esto no quita que, al menos desde el ICEA, utilicemos paradigmas de
economía política radical, es decir, de análisis del capitalismo yendo a la raíz. A
cualquiera que quiera transformar la sociedad, le interesa analizar el sistema
con las mejores herramientas posibles; sabemos que la economía burguesa no
las suministra, pero siempre se puede aprovechar alguna cosa. Con respecto a
la falta de predicción, lo es, en parte, por la forma dominante de analizar la
economía, no demasiado útil para analizar tendencias y puntos de inflexión, y
en parte, sencillamente porque se ha mirado hacia otro lado para no querer
decir en público lo que era evidente que pasaría.
-
"Los motivos por los cuales no hay una explosión de ocupación de
empresas como en otras épocas son variados, pero uno importante es
la debilidad del sindicalismo de clase"
-
¿Mantenéis contactos con otros sectores de la economía crítica?
Los miembros del ICEA que somos economistas nos hemos conocido y
continuamos participando en el movimiento de economía crítica en el Estado
español. Esperamos que esta colaboración se traduzca en actividades
conjuntas tal como se están impulsando y, sobre todo, poder aportar nuestro
punto de vista de la economía y la sociedad, así como de lo que creemos que
tiene que ser una economía y una sociedad diferentes.
¿Crees que una economía tan compleja como la actual se puede
planificar? ¿No sería más factible recurrir al mercado como
instrumento de coordinación espontánea entre la oferta y la demanda?
En mi opinión, la pregunta que nos tendríamos que hacer es como tendríamos
que estructurar una economía y una sociedad libertarias para que no exista la
posibilidad de volver atrás al capitalismo. A partir de ahí, creo que se tendría
que establecer un sistema de planificación social de manera que las
necesidades de consumo guiaran la producción y tratando de evitar
instituciones económicas que permitieran mantener o reproducir los esquemas
capitalistas. El mercado es anterior al capitalismo y puede ser útil para
procesos de intercambio o de redistribución de productos, una vez hecha una
primera asignación. Por otra parte, entiendo que los mecanismos de
competencia entre empresas suponen un pilar fundamental del capitalismo,
aunque habría que ver si pueden tener alguna utilidad en un contexto
autogestionario de alguna industria concreta. En casos históricos de socialismo
de mercado como Yugoslavia, los resultados en este sentido no fueron
demasiado satisfactorios, ya que se sostenía la estructura de clases y el
Estado, junto con un mercado de trabajo, desempleo, pobreza y
-consiguientemente- polarización de rentas.
¿Cuáles son las propuestas anarquistas ante la crisis económica
actual?
Si hablamos de una posición anarquista, sin duda, sería tratar de eliminar la
estructura social y económica actual para sustituirla por otra basada en la
satisfacción de las necesidades, la solidaridad y el apoyo mutuo y que, por lo
tanto, sea mucho más eficiente y justa. Ahora bien, si estamos de acuerdo que
esto no es posible a corto plazo, nosotros estamos trabajando para hacer
propuestas que puedan servir como programa y herramienta de actuación.
Evidentemente, cuando hacemos estas propuestas, pensamos en agentes
vinculados con el sindicalismo de clase y anarquista, así como en
organizaciones sociales y anarquistas. Creemos que, si no es posible eliminar
el capitalismo a corto plazo, al menos hay que hacer propuestas dirigidas a
conseguir la gestión de la economía y la sociedad por parte de la clase
trabajadora, como forma de ir cambiando la correlación de fuerzas. En esta
línea, podemos encuadrar medidas en términos de reformistas, progresivas y
transformadoras. Las medidas reformistas se plantearían con el objetivo de
dotar la clase trabajadora de un escudo social ante la crisis a la vez que
pretenden evidenciar la posición de clase del Estado al no aplicarlas. En este
tipo de propuestas, entrarían las políticas económicas de inversión pública,
una reforma fiscal que incrementara los impuestos a las empresas y a los
ricos, las políticas laborales pasivas de subsidios... Las medidas progresivas
tendrían el objetivo de reforzar el control sindical de clase y anarquista en las
relaciones económicas y laborales. Un ejemplo sería el control sindical de la
oferta laboral por parte de estas organizaciones. Por último, las medidas que
llamamos transformadoras buscarían la sustitución de la gestión privada por la
gestión obrera y social, tomando como ejemplo la recuperación y
cooperativización de empresas.
Hasta ahora, parece que se están dando pocos casos de recuperación
y cooperativización de empresas, si comparamos las cifras con las de
la crisis industrial de los 80 …
Efectivamente, hay un trabajo importante en esta línea. Hoy en día, no existe
la costumbre de afrontar procesos colectivos en el mundo laboral, no sólo
cooperativas, sino tampoco secciones sindicales. Cuando se plantea la
recuperación de empresas, hay que tener en cuenta la importancia de la
afiliación y la práctica sindical previas. Querer cooperativitzar una empresa en
funcionamiento sin una tradición de lucha sindical es un salto al vacío
demasiado grande y con muchas posibilidades de fracaso. Pienso que la praxis
sindical enseña a organizarse colectivamente, a establecer plataformas
reivindicativas y a abordar los problemas colectivos de forma que se impliquen
el máximo número de trabajadores posible. Además, normalmente, las
secciones sindicales analizan la información de la empresa y el sector
económico, junto con estudios de mercado, para -en caso de conflicto laboralestudiar
los competidores y clientes. Esta información y praxis sirve
eventualmente para apoderarse de los medios de producción y gestionar una
empresa cooperativitzada. Los motivos por los cuales no hay una explosión de
ocupación de empresas como en otras épocas son variados, pero uno
importante es la debilidad del sindicalismo de clase. Ahora bien, entiendo que
eso no invalida la necesidad de potenciar esta línea de actuación.
-
"Hay que dar apoyo a la huelga del 29 porque, si fracasa, no saldrán
perdiendo CCOO y UGT, ya bastante desacreditados, sino sobre todo
los trabajadores, que sufrirán unas medidas más duras de ajuste"
-
¿Qué tenemos que hacer el próximo miércoles, 29 de septiembre?
Desde el ICEA, creemos que hay que dar apoyo a cualquier movilización que
intente evitar que la crisis la pague la clase trabajadora. Personalmente,
pienso que hay que hacer huelga desde una perspectiva crítica con el
sindicalismo oficial. Si bien es cierto que la huelga es un lavado de cara para el
sindicalismo institucionalizado, hay que darle apoyo porque, si fracasa, no
saldrán perdiendo CCOO y UGT, ya bastante desacreditados, sino sobre todo
los trabajadores, que sufrirán unas medidas más duras de ajuste. Hace falta
decir, también, que hacer huelga no significa quedarse en casa, sino participar
en las movilizaciones y piquetes que se organicen. Yo participaré en los
piquetes que organice la CNT en Barcelona.
---
Al servicio de la autogestión
El ICEA es una entidad cultural que se constituyó en marzo de 2008 con el
objetivo de desarrollar actividades de docencia e investigación en economía
política, ciencias sociales y autogestión obrera y social. Se basa en los
principios anarquistas de asamblearismo, federalismo, solidaridad y apoyo
mutuo. Sus objetivos principales son tres: analizar el actual sistema
económico y social, el capitalismo; hacer propuestas de política económica,
laboral y social desde una perspectiva libertaria y enfocadas a ir implantando
estructuras autogestionarias, y por último, estudiar las formas económicas y
sociales con las que se puede sustituir el capitalismo en clave autogestionaria.
Aunque se trata de una entidad de creación reciente, desarrolla bastante
actividad: un grupo de estudio de introducción a la economía, conferencias
sobre temas como la crisis internacional y el subdesarrollo, las empresas
recuperadas en Argentina, el cambio climático, el cooperativismo y el
anarcosindicalismo, la reforma laboral y de pensiones, etc. Asimismo, elabora
informes de apoyo para luchas sindicales y se encarga de un consultorio
sociolaboral en el periódico Diagonal y de la sección de economía del periódico
Cnt. El pasado abril, colaboró en la organización de las jornadas tituladas
Alternativas al capitalismo, la autogestión a debate, celebradas en el marco
del centenario de la CNT en Barcelona. Entre sus proyectos de futuro, quiere
publicar la segunda edición del Cuadernos del ICEA nº1 sobre la crisis
económica, además de informes y documentos de trabajo relacionados con las
privatizaciones y las recuperaciones de empresas. El ICEA tiene la sede social
en la Federación Local de Sindicatos de la CNT de Barcelona, en la plaza Duc
de Medinaceli, 6, entresuelo 1ª.
Más información:
Extraído de Alasbarricadas
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