Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

miércoles, junio 18

Vida y legado de una revolucionaria trans negra

 

 

En Miss Major toma la palabra, vida y legado de una revolucionaria trans negra (Katakrak), la veterana y ya anciana activista nos brinda sus reflexiones sobre los vaivenes de las luchas queer, y de las de abajo en general del último medio siglo.
Desde los disturbios contra la policía en Stonewall 1969, en las que participó, hasta los procesos de asimilación e individuación.

Hablamos con Charlie Moya, prologuista del libro

linternadediogenes@gmail.com

domingo, junio 15

La industria del holocausto


Mientras los palestinos mueren hoy en día en Gaza, masacrados por el Estado de Israel, resulta llamativa la cantidad de cultura popular (el cine, mayormente) que sigue recogiendo el horror del holocausto producido, mayormente, sobre el pueblo judío (aunque sea ya un lugar común aclararlo, no solo contra los judíos). Solo en el momento en que escribo estas líneas, en la cartelera española se encuentran los films The Brutalist, premiada obra que hay quien ha calificado de propaganda sionista más o menos justificadora de que cualquier medio sería válido para construir la nación israelí (aunque sea con la sangre de otros), Lee Miller, sobre la fotógrafa de moda que acabó yendo al frente de guerra para recoger en imágenes los desmanes del Tercer Reich, o A Real Pain, situada en la actualidad, con tono de comedia, en la que dos jóvenes recorren Polonia recuperando la memoria sobre sobre el holocausto producido sobre sus ancestros. El paradigma de la obra fílmica más efectista sobre el tema lo constituye quizás La lista de Schindler, firmada por el a menudo sensiblero y superficial Steven Spielberg. El pianista, de Polanski, aporta en cambio algunos interesantes matices sobre la actitud (humanamente comprensible, dado el horror) de parte de la comunidad judía sin caer en ese atroz maniqueísmo. Si echamos un vistazo atrás, todos los años hay un bombardeo constante sobre la misma temática y, ojo, no digo que me parezca mal a priori siempre y cuando se denuncien todas y cada uno de las matanzas y opresiones originadas en autoritarismos de diversa índole.

Para el caso que nos ocupa, me hacen gracia esos cretinos reaccionarios que han señalado la gran cantidad de películas, que supuestamente se realizan en España denunciando el horror fascista que originó el golpe de Estado y la posterior dictadura franquista; siempre diremos lo mismo, ¡no las suficientes! Franco no era Hitler, argumentan esos mismos botarates, y no sé de cuánta extensión debe ser el genocidio para denunciarlo de manera clara. Vuelvo al tema del holocausto judío y se me dirá que todas estas obras mencionadas, en cuya calidad cinematográfica no entro, aportan todos los matices que se quieran, pero en cualquier caso tratan algo histórico sobre lo que creo que existe una conciencia muy extendida. Mientras, otros holocaustos siguen produciéndose en la actualidad. Cae en mis manos un libro que puede aportar algo de claridad, se trata de La industria del holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío, escrito ya hace algunos años por Norman G. Finkelstein. El autor, sostiene, que la Shoah (holocausto, en hebreo) se acabó convirtiendo en un discurso ideológico construido para legitimar el sionismo, el Estado de Israel, y a la vez obtener con él beneficios económicos. Uf, como puede suponerse, no se hicieron esperar las acusaciones a Finkelstein de antisemita e incluso negacionista, a pesar de ser él mismo judío hijo de víctimas de un campo de exterminio. Acusaciones idiotas que no caen en que refuerzan esas cada vez más solidas pruebas de que se ha construido todo un relato para blindar las críticas al Estado israelí y justificar todos sus desmanes sobre otros pueblos.

Se señala también que la comunidad judía en Estados Unidos no ha sido, a diferencia de otras, una minoría oprimida, más bien lo contrario. De hecho, parece que no hubo por su parte una atención especial sobre el holocausto antes de 1967, la guerra contra los árabes en la que el Estado de Israel mostró todo su potencia militar, por lo que acabó convertido en un fuerte aliado de Estados Unidos. Los malditos intereses económicos y geoestratégicos sobre los que la (creo que más bien privilegiada) comunidad judía estadounidense al parecer ha estado muy atenta. Quizá un precedente de esta denuncia estriba en Hannah Arendt, en concreto en su obra Eichmann en Jerusalén, donde trató de indagar en los mecanismos psicológicos que apuntalan el horror totalitario (que podría aplicarse a cualquier Estado, por muy democrático que se presente, como es el propio israelí) sin simplificaciones de ningún tipo. Arendt misma, claro, sufrió la acusaciones de rigor por parte de los colectivos de influencia judíos, a pesar de pertenecer ella también a esa etnia. Ha habido otras voces como la de Finkelstein, que han tratado de ser acalladas, que han realizado esa doble denuncia de una supuesta legitimidad sionista para sus desmanes: la del derecho religioso, justificado como pueblo elegido, para adueñarse del territorio palestino, y la que se encuentra también amparada, de manera hipócrita para muchos, en la memoria de la víctimas del holocausto. En cualquier caso, argumentos históricos aparte, resulta digno de reflexión (y de irritación) ese control sobre la cultura popular que llega a las masas, para convertir la conciencia en poco más que parte de un museo, y al mismo tiempo justificar los horrores que se siguen produciendo mientras escribo estas líneas. Pueden irse al diablo los que a mí mismo me acusen de antisemitismo, o cualquier otra estupidez parecida, y seguiremos abogando por una humanidad unida, eso tan bello que los anarquistas clásicos denominaban fraternidad universal, denunciando los diversos poderes políticos, económicos y religiosos.

 

Juan Cáspar
https://exabruptospoliticos.wordpress.com/2025/03/22/la-industria-del-holocausto/

 

jueves, junio 12

Días extraños antes del kaos

 


Una tristeza flota en el ambiente

como un virus

y todo parece congelado

las sonrisas los saludos los abrazos las caricias las palabras

hasta la primavera

todo parece parecerse a un cuadro de Edward Hopper 

desolado desangelado frío

parece que todo se desmorona con un ruido de aplausos de fondo

hay algo que va de mal a peor

y no es el virus ni el miedo ni el confinamiento

es una sociedad que ha creado psicópatas

una sociedad que ha creado gente sin empatía

gente obediente sumisa fascista

pero no es momento de rendirse es momento de rebelarse de la subversión

no es momento de partidos ni de banderas

no es momento de los egos-narcisistas

no es momento de oportunistas

no es momento de mentirosos

no es momento de sacrificios

no es el momento de la rentabilidad

es el momento de la unión no de la fuerza 

es el momento de lo público

no es el momento de las empresas es el momento de las personas

no es el momento de la policía, nunca es el momento de la policía

es el momento de preguntarse

no es momento de levantar muros es momento de derribar muros

es el momento de echar una mano

es el momento de la imaginación no del poder

es el momento del contraataque

no es el momento de superhéroes

no es el momento de amos ni de reyes

no es el momento de linchamientos e insultos

es el momento de cuidarse de cuidarnos

no es el momento de sembrar el pánico

es el momento de sembrar patatas garbanzos ajos cebollas 

no es el momento de mirar para el otro lado

es momento de estar al lado codo con codo

es el momento de la sorpresa

de abrazarnos fuerte

tan fuerte que no quede lugar para la tristeza y la derrota.

 

 

 José Pastor

Poemario Cartografía de la derrota

Editorial francesa Az´art Atelier Éditions.

 

 

 

lunes, junio 9

Autonomía y subsistencia. Una mirada crítica y materialista al concepto de libertad

 

 

"Si bien la modernidad occidental no ha traído la libertad para todas y todos, sí que ha conseguido difundir una concepción catastrófica de la emancipación en la que la exención de las tareas asociadas a la subsistencia, que ha caracterizado siempre a las clases dominantes, ha terminado eclipsando el objetivo original de abolir las relaciones de dominación social."

Junto con Aurelièn Berlan, autor de Autonomía y subsistencia, una teoría materialista y ecosocial de la libertad (Virus), recorremos los orígenes del concepto moderno de libertad, sus implicaciones y contradicciones, así cómo la clase que lo construyó: la burguesía liberal de los siglos XVIII y XIX.

Rebuscando en la historia de las ideas, contextualizando sobre la posición e intereses de quienes las portan, descubriremos que la libertad está asociada a la ilusión, la fantasía de emancipación de las necesidades cotidianas. Y que ese horizonte relaciona esa idea de libertad con la dominación.

¿Está reñido el reino de la libertad con el reino de la necesidad? ¿La idea de emancipación de las izquierdas del siglo XX parten de una mirada burguesa?¿Podemos contraponer otras miradas centradas en la autonomía y la subsistencia? 

 De todo esto hablamos con Aurelièn en La Linterna de Diógenes
 

linternadediogenes@gmail.com

viernes, junio 6

Los derechos de las mujeres en crisis

 


Existe una sensación, con sustento real en algunos países, de catástrofe, de que los derechos conseguidos pueden retroceder e incluso desaparecer. No digo que los derechos no estén en peligro, pero creo que debemos abandonar esa visión catastrofista y enfocar bien dicho peligro y, sobre todo, cómo afrontarlo1.

Para empezar, debo aclarar desde dónde escribo. Lo hago como mujer (dejaré para otro día la cuestión del sujeto que daría para otro escrito) y lo hago desde el feminismo anarquista que acostumbra a ser más partidario de despenalizar, dejar de tipificar como delito una conducta o acción (por ejemplo, la reivindicación histórica del aborto, hoy en peligro de ser penalizado de nuevo) que de regular a través de leyes. Ya lo dijo Hobbes (poco sospechoso de anarquista y de feminista): «Las leyes son limitaciones de la libertad».

No me gustaría que se entendiera que soy contraria a los derechos legales, pero me parece que debemos cambiar el enfoque respecto a su trascendencia, ya que son derechos legales que se incumplen sistemáticamente como todos los demás derechos (constitucionales, derechos humanos, etc.). Quiero intentar (solo intentar) dar sentido a cosas que no tienen nombre, eso siempre es muy arriesgado

Puesto que no soy partidaria de leyes por lo que conlleva de limitación de la libertad (un riesgo que trataré de sortear: coincidir con el neoliberalismo o, peor, con el tecnofascismo), los derechos solo importan cuando los reclamamos, los usamos y los superamos en busca de nuevas reclamaciones y libertades; solo importan si nos instan a seguir adelante. Es decir, no deberíamos considerar como puerto de llegada el reconocimiento de un derecho. Los derechos no son «cosas» para distribuir desde arriba, desde el Estado, sino demandas de algo más que surgen desde abajo. No son «cosas» sino relaciones sociales y como tales no son algo que tenemos, sino que hacemos cada día, sin esta agencia los derechos son frágiles y dependen de los cambios de gobierno o de la voluntad de la justicia burguesa.

Los derechos solo tienen sentido si las personas involucradas están en posición de reclamarlos y defenderlos. La libertad, como los derechos, es algo que solo puede ser garantizado por las mismas personas que los reclaman. Las prácticas feministas de lucha política y social no se pueden confundir con la institucionalización de los derechos o la igualdad formal, por ello «la política de proclamar los propios derechos, por muy justa u hondamente sentida que sea, es una clase subordinada de política»2. Las prácticas de libertad política crean, mediante el discurso y, especialmente, mediante la acción, un espacio subjetivo intermedio que, en ocasiones, excede el espacio institucional. Solo cuando se produce esa situación de fuertes movilizaciones y luchas se consiguen ampliar los espacios de libertad y autonomía de las mujeres que, a veces, quedan regulados en forma de derechos, sin ser este su objetivo fundamental.

Un rasgo de los derechos legales es su tendencia a deteriorarse en artefactos legales muertos y hasta en instrumentos políticos peligrosos cuando pierden conexión con las prácticas de libertad feministas. No podemos compartir, como ya hemos explicado, las posiciones de un sector del feminismo que ha aceptado la estrategia de que un cambio social se basa en los derechos legales.

Así mismo, no podemos dejarnos cegar por las respuestas jurídicas y centradas en el Estado a las preguntas políticas y sociales que nos hacemos como feministas y haríamos bien en dar protagonismo a lo que las mujeres podemos y no podemos lograr en nuestras luchas al margen de la legalidad institucional.



Laura Vicente

Publicado en Pensar en el Margen

Este texto forma parte de un artículo más largo titulado: «Cambio social y derechos legales» de próxima aparición en la revista Crisis de Zaragoza. ↩︎
Afirmación con la que coincido, pese a no compartir muchos de los postulados del Colectivo de la librería de mujeres de Milán, Sexual Difference; citado en Linda M. G. Zerilli (2008): El feminismo y el abismo de la libertad. Buenos Aires, FCE, p. 187. ↩︎

martes, junio 3

Tecnoesclavitud

 


Google es el Gran Hermano,

Amazon, el yonki que te consigue lo que quieras,

YouTube, la bola de cristal que certifica que existes,

Zuckerberg, el friki de clase que no se comía nada, 

Apple, el pijo progre, 

Microsoft, el que copiaba los trabajos 

y los presentaba como suyos, 

Tiktok, el colega hiperactivo que no te escucha, 

Alibaba, el que no podría tener mejor mote,

y Spotify, el que te deja tocar en su bar, 

no te paga, pero así te promocionas;

Y nosotros quienes trabajamos para todos ellos,

a tiempo completo y sin sueldo.


Germán Ferrero. Presente Canibal. Ed. Lentas, 2024