¿Quiénes eran esas mujeres? ¿Cómo vivían? ¿Qué hacían en esos hogares? ¿qué violencias recibían? ¿qué solidaridades fraguaban?
(Capitán Swing) Con el autor de "Antifa", Mark Bray, acompañado por Vicente Ordoñez, del Departamento de Filosofía Moral y Política de la UNED y del Taller de estudios culturales.
El régimen franquista fue el proyecto de la burguesía nacional apoyada por el capitalismo internacional que, en distintas fases, protegió sus intereses económicos consolidando una dictadura en torno a la figura de Franco como garante de ese orden sangriento. La muerte de Franco marcaba el punto de inflexión de un proceso ya iniciado años atrás. Se estaba pactando una clausura idílica del Franquismo desde, al menos, el año 1968, escondiendo posteriormente un proceso complejo de continuidad reformada. Mismos perros, pero también mismos collares.
Bajo el relato oficial, presentado como una proeza de consenso y moderación democrática, se ocultó una gran lógica política de fondo: la necesidad de las élites económicas, políticas y militares consolidadas tras 1939 de reorganizar su hegemonía ante un contexto internacional y social que hacía inviable la continuidad de una dictadura que había cumplido ya su papel como garante de sus privilegios. El fascismo español había hecho ya su función, pero ni se bajaría el telón, ni se marcharía de la escena, se le otorgaba un papel protagonista como consolidante y fuerza de choque hasta la actualidad.
Si podemos encontrar una cuestión común a lo largo del siglo XX español, desde la monarquía de Alfonso XIII, la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la Segunda República española, el Franquismo, y el régimen monárquico actual; es el poder económico detentado en manos de prácticamente las mismas familias y fuerzas vivas del capitalismo patrio. La Transición española debe entenderse no como una ruptura, sino como una recomposición del poder, donde buena parte de las élites franquistas y los intereses económicos dominantes conservaron posiciones clave remodelando el sistema institucional.
El régimen franquista nacía directamente del poder otorgado por el golpe militar de julio de 1936, y ampliado a todo el territorio mediante una guerra de exterminio contra la clase trabajadora y las fuerzas populares. Fue, desde el inicio, un proyecto con un objetivo antirrevolucionario al servicio de las élites económicas y militares de la España oligárquica, adelantándose al potencial de triunfo si el movimiento obrero organizado hubiese pasado a la ofensiva total de construir un poder popular de clase. No fue una tragedia histórica, sino la apuesta consciente y planificada de terratenientes, grandes industriales, jerarquía eclesiástica y mandos del ejército para aplastar una posible victoria de las fuerzas populares revolucionarias, que ponían en contundente riesgo la estructura de poder construida durante siglos. El golpe militar no fue contra el gobierno republicano, sino que la violencia se dirigía hacia la clase obrera, y ese es el primer punto que debemos tener claro en una visión revolucionaria. No existían dos Españas, sino dos clases sociales antagónicas, la dominante, y la explotada.
El proyecto previo de la burguesía española fue construir un gobierno político republicano y socialdemócrata como apagafuegos al crecimiento del movimiento obrero. Ese republicanismo interclasista habría sido el particular terreno de preparación y desarrollo del fascismo español. La victoria franquista en 1939 reeditaba un Estado autoritario, militarizado y de terror psicológico, y físico, basado en la represión sistemática, la censura, el control social y la destrucción de cualquier forma de organización obrera. El aparato estatal —desde la Iglesia Católica a la Guardia Civil, desde el Movimiento Nacional a los tribunales militares— funcionó como un engranaje perfectamente coordinado para garantizar la restauración brutal del orden capitalista más reaccionario tras la revolución social del pueblo.
En la primera fase el Franquismo extendió el exterminio de decenas de miles de integrantes de la clase trabajadora, y su proyecto estaba alineado férreamente con el fascismo italiano y el nazismo alemán; que tomaron la iniciativa de ofensiva hasta 1943 en el conflicto mundial. Durante los años cuarenta el régimen fue virando para distanciarse de la Alemania nazi, y sobrevivir al nuevo reordenamiento global de las potencias vencedoras. El Franquismo fue tolerado, y tomado como baluarte político en Europa contra el marxismo, y así evitar concesiones sociales y políticas que, el capitalismo imperialista tuvo que hacer mientras desarrollaba las nuevas estrategias de aplastamiento de los movimientos obreros nacidos de la lucha en el conflicto mundial contra los fascismos.
Esos años cuarenta y los primeros cincuenta, estuvieron marcados por el modelo económico autárquico que impuso el Franquismo y, que proyectaba a los grupos empresariales afines al régimen, hundiendo al país en el hambre y la miseria mientras consolidaba un capitalismo oligárquico protegido por el Estado. La represión de posguerra, con cientos de miles de encarcelados, deportados, fusilados y depurados, no fue un «exceso», sino el pilar sobre el que se edificó la estabilidad del régimen y, en cierta medida, el retorno a las estructuras políticas normalizadas por el capitalismo. La clase trabajadora quedó sometida a un sindicalismo vertical obligatorio, diseñado para neutralizar cualquier capacidad de conflicto y asegurarse la subordinación al régimen.
La Guerra Fría permitió a la dictadura un lavado internacional: el anticomunismo se había convertido en el salvoconducto. Estados Unidos y las potencias occidentales integraron a España como pieza funcional del bloque capitalista, abriendo la puerta a la tecnocracia, al desarrollismo y a una «modernización» controlada que jamás cuestionó las bases del poder. El Plan de Estabilización de 1959 coincidía con la visita del presidente estadounidense Eisenhower, y el crecimiento económico de los años 60 no fue en absoluto un despegue neutral: consolidaron a nuevas facciones de la burguesía, reforzaron desigualdades y utilizaron la emigración masiva a Europa como válvula de escape social. La represión se volvió más selectiva, pero no menos efectiva.
A lo largo de esas cuatro décadas, el Franquismo mutó, pero no cambió jamás su naturaleza: fue siempre un régimen militarista y ultracatólico, que defendía los intereses de clase burgueses y aseguraba la continuidad de la explotación económica y política de las élites empresariales. Las luchas obreras, estudiantiles y vecinales que surgieron, fueron respondidas con una violencia perfectamente calculada parta no permitir erosionar su legitimidad. Las leyes represivas, el Tribunal de Orden Público, la Guardia Civil y la Brigada Político-Social de la policía, actuaban como aparato principal del control y el castigo.
Muy lejos de suponer ninguna ruptura impulsada desde la base, la Transición fue el resultado de un pacto de la élite oligárquica española. Una parte de la vieja guardia franquista entendió que sostener el régimen tal cual era se hacía incompatible con su integración en los mercados europeos y con el control de una clase trabajadora altamente movilizada desde 1968. Por eso, optaron por dirigir ellos mismos la evolución del régimen. Debían preservarse las estructuras del aparato estatal nacido de 1939, se mantendría intacta la jerarquía judicial y policial; además de garantizarse la continuidad monárquica designada por Franco en quien sería coronado como Juan Carlos I. No se desmontaba el armazón autoritario que se heredaba, solo se le otorgaba un cambio de look, para adaptarlo a las normativas represivas y de control social constituidas por las democracias imperialistas occidentales.
El movimiento estudiantil eclosionado en 1968, se había aliado con las demandas de la clase trabajadora, y funcionaba como catalizador de un cuestionamiento profundo al régimen franquista. Las asambleas y huelgas universitarias se solidarizaban con las luchas obreras. Mientras tanto se intensifica la preocupación por la insurgencia política y armada representada por organizaciones como ETA, FRAP, y más tarde MIL que, si bien no representan una amenaza real al poder estatal, sí que son un desafío simbólico a su capacidad de control total. Se abren grietas en la narrativa legitimadora del Franquismo, lo cual conduce a un repunte en la represión y a su sofisticación; comenzando a idear un plan de reformas pactadas desde arriba.
La muerte de Carrero Blanco en diciembre de 1973 fue el golpe simbólico al régimen franquista que se necesitaba para poner en marcha toda la Transición que ya se venía fraguando desde el inicio de esa década. A los sectores más reacios a la reforma pactada desde arriba había que domesticarlos, no se destruiría su estructura, solo se liquidaba el plan de un franquismo sin Franco pero con franquistas puros. Las élites económicas y políticas asumen una recomposición en el bloque de poder, y se arma una transición que neutralice al movimiento de clase trabajadora. Las luchas obreras estaban viviendo un crecimiento explosivo, decenas de miles de trabajadores desbordan el sindicalismo vertical, y se genera un potencial contrapoder social de coordinadoras y comisiones, huelgas y asambleas masivas en barrios obreros. Por lo que esa Transición debía abordar como objetivo principal la desactivación de ese sujeto político que estaba construyendo al margen de los canales del régimen.
En este contexto, el papel internacional también pesa mucho; y los Estados Unidos, a través de la CIA, busca garantizar un aliado estable en la OTAN y fiel a los intereses imperialistas. De ahí la operación de «reciclaje» del socialismo parlamentario en el Congreso de Suresnes (1974), desde el que emerge un PSOE rejuvenecido, moderado y funcional al nuevo proyecto. El PSOE, a través de Felipe González, es seleccionado como el actor ideal para ofrecer una salida controlada, capaz de seducir a sectores jóvenes y urbanos sin poner en riesgo la estructura económica del franquismo sociológico. De esta manera se evitaba una escalada como la Revolución de los Claveles portuguesa, donde se tuvo que actuar de manera más decisiva para evitar una ruptura que desestabilizara los intereses capitalistas.
Los aparatos franquistas no se depuraron, y la represión seguiría activa, siendo asesinados en ese periodo centenares de trabajadores. En 1975, cuando Franco murió, el franquismo no estaba agonizando, tan solo cumplió su funcional ciclo histórico. La dictadura que nació como proyecto antirrevolucionario, dejaba tras de sí una matriz que se ha mantenido intacta hasta la actualidad, porque Franco murió, pero no el Franquismo.
El verde del parque
es un verde distinto,
el ruido del motor
el humo del motor
entristece a los nidos.
Los columpios del parque tienen hollín.
Los gorriones del parque son sordos.
Los peces del estanque del parque
se han ido.
Árbol, ¿qué pasa con tus hojas?
Aire, ¿qué pasa con mis ojos?
Gloria Fuertes
Al poco de los ataques de Hamas en octubre de 2023, y la consecuente e intolerable respuesta del Estado de Israel convertida finalmente en todo un genocidio, escribí un artículo donde trataba de reflexionar sobre ello y dar un punto de visto libertario. A pesar de las evidencias, llegan hasta hoy las afirmaciones de ser un conflicto complejo (lo que puede encubrir una falta de compromiso evidente ante el fatalismo de la realidad) y, en el peor de los casos, acusaciones a los que denunciamos los desmanes del Estado de Israel de antisemitismo (algo que a estas alturas debería resultar ridículo y no únicamente por saber que los árabes, al igual que los judíos, son un pueblo semita) o, incluso, de poco menos que de connivencia con el terrorismo de Hamas.
La realidad, también la historia, está plagada de matices, pero debería haber un terreno común del que partir a poco de que seamos honestos. Veamos. Como todo movimiento nacionalista, el sionismo aspiraba a la creación de un Estado, en este caso de carácter judío, ya que aludía al mito de un Tierra Prometida localizada en la Palestina histórica. Desde la primera emigración masiva, en los años 30 del siglo XX, la tensión y enfrentamientos de la comunidad hebrea con la población palestina no paró de crecer. Aunque hubo una resolución de Naciones Unidas que establecía dos Estados, uno judío y otro palestino, Israel acaba adjudicándose el 77% de la región dando lugar a la Nabka (desastre o catástrofe) provocando la expulsión masiva de la población árabe. Damos un salto a 1967, en que el Estado de Israel gana la Guerra de los Seis Días, a Egipto, Jordania y Siria, para ocupar la totalidad de Gaza y Cisjordania donde gran parte de la población palestina se había desplazado.
En las últimas décadas, Israel no ha parado de levantar muros, restricciones y bloqueos, los cuales facilitan las vías y comunicaciones a los colonos israelíes al mismo tiempo que limitan la libertad de movimiento de la población palestina, aislada y con escaso acceso a recursos. Gaza se convirtió en una auténtica cárcel, con la excusa de estar gobernada por Hamas (organización islamista, sobre cuyo origen habría mucho que extenderse), con una población de unos dos millones de personas y más de la mitad en situación de pobreza, gran parte de la tierra agrícola innacesible, las aguas de pesca casi inoperantes y sin acceso a medicamentos esenciales. Cisjordania es otro territorio ocupado, que legítimamente pertenece a los palestinos, y con una situación intolerable de traslados forzosos. Todos estos hechos, con los matices y condicionantes que se quiera en algún caso histórico, resultan difícilmente refutables a pesar de la numerosa propaganda a favor del Estado de Israel.
Y es que los que continúan justificando a Israel, a pesar del asesinato de miles de personas en Gaza durante los dos últimos años, continúan con la misma cantinela: el derecho del Estado judío, el único supuestamente democrático de la región, a defenderse frente a la amenaza de las naciones árabes alrededor. Lo cierto, y esto puede explicar las auténticas salvajadas que perpetra su ejército, es que Israel lleva desde sus inicios viviendo en un estado de guerra continuo, dedica gran parte de su presupuesto al desarrollo armamentístico y cuenta incluso con arsenal nuclear desde hace décadas; el conjunto de su población, prácticamente, es considerada como potencial de combate. No olvidemos que los principales aliados de Israel son los Estados Unidos y las naciones más poderosas de la Unión Europea, por lo que como dije, seguir presentándola como víctima, y justificando sus atrocidades como su derecho a defenderse, parece un chiste cruel. Las y los anarquistas nos solemos esforzar en recordar los conflictos bélicos como enfrentamientos entre Estados, por acaparación de recursos e intereses geoestratégicos, que acaban pagando siempre las poblaciones. No obstante, ante la cruel realidad, siempre defiendo que debemos evitar caer en una excesiva abstracción moral o ideológica (necesaria, pero también demasiado cómoda en ocasiones) y ponernos siempre de lado de los oprimidos en los conflictos como es el caso de los palestinos.
Como es sabido, hay muchas personas que consideran que la solución pasa por la creación de un Estado palestino, institución que identifican con la creación de una sociedad organizada. Obviamente, causa una confrontación desde una perspectiva libertaria, aunque es posible aceptar que fuera un primer paso para una profundización democrática en camino hacia la liberación (invita a no pocas reflexiones y críticas añadir aquí de nuevo el calificativo de “nacional”), la pluralidad y la autogestión social; caigo de nuevo en el análisis teórico y, dadas las circunstancias, parece un horizonte más que irreal, aunque quizá también es ingenuo a estas alturas seguir insistiendo en la creación de un Estado palestino como solución. Todas estas reflexiones políticas, de forma extendida, ya las realicé en su momento y hoy, después de la situación de desesperanza especialmente en Gaza, resulta inquietante insistir en ellas. Vamos con, después de haber dedicado gran parte del artículo a la cruel realidad, a hablar del ámbito cinematográfico, tantas veces con un fuerte vínculo y con aspiraciones de influir sobre ella.
Y es que, ¿puede una película cambiar algo la realidad social y política? ¿Puede, al menos, influir en las conciencias de algunas personas? La respuesta afirmativa puede ser demasiado ingenua, máxime en los tiempos que vivimos con un exceso de información mediática, banal y distorsionada tantas veces, y un margen demasiado pequeño para la reflexión moral y el pensamiento crítico. No obstante, resulta llamativa la cantidad de cultura popular (el cine, mayormente), que nos recuerda una y otra vez el horror de holocausto nazi perpetrado mayoritariamente sobre el pueblo judío (aunque, no únicamente, también hay que recordarlo); desgraciadamente, no han ocupado un lugar similar otras matanzas y opresiones, y obviamente otros genocidios siguen produciéndose en la actualidad como es el caso del pueblo palestino. Existe un libro muy interesante, y me temo que bastante silenciado, llamado La industria del holocausto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judío, de Norman G. Finkelstein; se sostiene en él que la Shoah (holocausto, en hebreo) acabó convirtiéndose en un discurso ideológico para justificar el sionismo en forma del Estado de Israel, y de ahí esa acaparación de la cultura popular, principalmente por la poderosa maquinaria cinematográfica estadounidense, al respecto.
Se acaba de estrenar en España La voz de Hind, producción tunecina, pero donde también han intervenido algunas figuras muy conocidas de Hollywood (lo cual resulta sorprendente en un país donde el sionismo tiene tanto peso) y también Jonathan Glazer, director británico de origen judío; se nos narra en el film, de forma estremecedora, cómo una niña gazatí de seis años, acosada por el ejército israeli, pide auxilio a un centro en Cisjordania de la Media Luna Roja. Otra reflexión, disculpad, previa a hablar explícitamente de la película. En la promoción de la misma, uno de esos irritantes comentarios supuestamente exultantes por parte de algún crítico rezaba algo así como “¡Deberían verla líderes y políticos!”. El artífice de dicha sentencia, tal vez también por ingenuidad o por pura estupidez, quiere ignorar que la que nos ha llevado a horrores como el que puede verse en la película es precisamente esa clase dirigente aludida (sea mala o peor, aquí tal vez mi condición ácrata me hace ser demasiado categórico), instándola a que se sensibilice y lleve a cabo alguna acción benévola; estoy casi seguro, ninguna visión cinematográfica va a transformar la cuestionable conciencia de los gobernantes, al menos no de los responsables de situaciones dramáticas como la de Gaza, o va a alterar lo más mínimo la permanente justificación de sus actos perversos. Y es que alguien afirmó en cierta ocasión que los dirigentes políticos suelen ser una suerte de psicópatas, es decir, personas carentes de cualquier asomo de empatía; sirva una aseveración tan tajante, al menos de reflexión para los que, aplicada a todos y cada uno de los que, sean más o menos mentalmente sanos en origen, acaban medrando hasta tener un poder exacerbado en sus manos, piensen que resulta excesiva.
No obstante, volviendo a la pregunta que hice anteriormente, y para que no quepa ninguna duda, personalmente, creo y confío en que las obras cinematográficas pueden y deben arrojar algo de luz sobre la convivencia social y la peculiar condición humana, así como también en ocasiones denunciar situaciones muy concretas de injusticia en los innumerables conflictos donde se pierden vidas humanas a diario. De hecho, en la proyección de La voz de Hind a la que asistí, en un coloquio posterior con la directora tunecina Kaouther ben Hania, esta contó que después de conocer los audios de la niña gazatí en los que pedía auxilio desesperadamente a la Media Luna Roja, abandonó el proyecto que tenía entre manos y se vio moralmente empujada a realizar una película sobre ello. Sin embargo, antes de que pudiera acabarla, ¡cómo no!, llegaron las consabidas acusaciones de antisemitismo; otras advertencias a la directora se sucedieron sobre lo poco adecuado de rodar el film sobre un hecho tan dramático o sobre su intención de usar un método híbrido entre drama y ficción (que, vista la obra, no deja de ser un gran acierto recordando que todo lo que estamos viendo es real y usando de base un guion cinematográfico bien armado, aunque muy fiel a los hechos que se produjeron).
Y es que en La voz de Hind se decidió renunciar a la interpretación de una actriz, por lo que se reproducen esos audios originales de la niña con el estremecedor fondo bélico de los disparos de las malditas tropas uniformadas y armadas hasta los dientes; para los que consideren que dicho recurso es excesivo, se nos recuerda así como un fuerte mazazo que las víctimas de las condenadas guerras son reales dándoles voz y poniéndoles rostro. Mientras se producen estériles debates sobre lo complejo del “conflicto” árabe-israelí o sobre si lo ocurrido en Gaza es o no un genocidio, miles de personas han sido asesinadas, y lo siguen siendo, por la ferocidad depredadora de un Estado; víctimas que son consideradas a menudo como “colaterales”, un término que ya resulta familiar en el horror mediático al que nos hemos tristemente acostumbrado, desproveyéndolas de nombre y de existencia real. Otro gran acierto del film es situar la acción, exclusivamente, en ese centro de la Media Luna Roja donde se reciben las peticiones de socorro y se muestra así, renunciando a mostrar el escenario donde se encuentra la niña, la impotencia de los trabajadores chocando con una burocracia imposible. Uno de los protagonistas señala una y otra vez que una ambulancia está solo a ocho minutos del rescate, aunque los hechos finales, incluso habiéndose asegurado después de horas una ruta para la ambulancia (que debería ser respetada por el ejército israelí), convierte en baladí la cuestión ante los crímenes bélicos. Aunque la nacionalidad del film se anuncia como tunecina, como no podía ser de otra manera en mi opinión, los intérpretes son palestinos; las actrices y actores reproducen las palabras reales que dijeron los protagonistas originales, con los que tuvieran algunos encuentros durante el rodaje y a los que podemos ver en algunos momentos en la pantalla.
Uno reivindica a veces su propia ingenuidad y quiso pensar, viendo un film en el que una niña aterrorizada debe esconderse dentro de un coche junto a los cadáveres de sus familiares, que su mejor baza ante la imposibilidad del rescate era mostrarse ante el criminal ejército y buscar su compasión. Dicha reflexión estaba fundada en querer pensar que gran parte de los que llevan a cabo todo tipo de atrocidades, como mediocres portadores de la banalidad del mal de la que nos habló Hannah Arendt, tal vez pudieran tener un arrebato de conciencia si les pusieran delante de sus ojos a sus víctimas y no simplemente arrojar una bomba o disparar sobre un objetivo abstracto sin concretar en ello seres humanos como víctimas; no obstante, el asesinato directo de la niña Hind, y de tantas otras personas, echa por tierra mi pobre reflexión y nos hace, una vez más, desesperanzarnos sobre la maleable condición del género humano. Las y los anarquistas nos esforzamos en denunciar el militarismo, el brazo armado de ese horror que denominan Estado-nación, y que empuja a innumerables jóvenes a enfrentarse unos a otros por pertenecer a una región y una cultura diferente. Consideramos la identidad nacional, entre otras formas colectivas, alienante y una de las más perniciosas, mientras que soñamos con un mundo libre, antiautoritario, solidario y exento de fronteras; no obstante, aunque seguimos trabajando por ese horizonte amplio hacia la fraternidad universal, como ya apunté anteriormente, la realidad es compleja y las respuestas no son fáciles sobre esta especie tan compleja, y demasiado a menudo inicua, que es el homo sapiens.
La voz de Hind ha cosechado no pocos premios y se ha proyectado en multitud de países, excepto en Israel por deseo propio de la directora; también, sobre ruinas, en la propia Gaza recordándonos un horror sobre el que no hay responsabilidades, ni solución aparente. Me resulta francamente complicado juzgar cinematográficamente esta película, basta decir que es una obra notable y muy necesaria; tampoco resulta recomendable, obviamente, para pasar un buen rato en una sala de proyección. No obstante, aconsejo su visión, con mayor motivo para esos perezosos intelectuales (y, tal vez, también morales) que repiten una y otra vez que acuden al cine solo para entretenerse.
Capi Vidal
María Teresa, Patria y Minerva son las hermanas Mirabal, aquellas por las que se señala el día internacional contrala violencia machista. Y debería ser también por la resistencia y la lucha antifascista, porque las hermana Mirabal, conocidas como “Las Mariposas” eran tres hermanas de cuatro, que formaban parte activa del grupo guerrillero “14 de Junio” de la República Dominicana contra la tiranía fascista de Rafael Leónidas Trujillo Molina, dictador dominicano que gobernó en la República Dominicana desde 1930 hasta su asesinato en 1961. Ejerció la autoridad como generalísimo del ejército de 1930 a 1938 y de 1942 a 1952 y gobernó de forma indirecta de 1938 a 1942 y de 1952 a 1961, valiéndose de presidentes títeres.
Minerva y María Teresa fueron encarceladas, violadas y torturadas en varias ocasiones. Tanto ellas como sus compañeros sentimentales fueron sometidos a una cruel tortura durante el régimen del dictador Trujillo. Así todo mantuvieron firme el combate y nunca abandonaron la lucha contra el régimen del dictador. El 18 de mayo de 1960 las tres hermanas fueron juzgadas y condenadas a tres años de cárcel por atentar contra la seguridad del estado dominicano. El encierro de las hermanas no fue aceptado por la población, lo que provocó que el 9 de agosto de ese mismo año y por disposición expresa de Trujillo, las tres hermanas fueran puestas en libertad. Con este gesto Trujillo limpiaba su imagen y mostraba una falsa generosidad que le permitiría acabar con las hermanas de la manera más sucia, deleznable e infame que tienen las dictaduras: dando la libertad a aquellas personas a quienes se pretende seguir hostigando tras bambalinas. Bajo órdenes del Generalísimo el SIM (Servicio de Inteligencia Militar) debía encargarse de la completa desaparición de Minerva, María Teresa y Patria. El 18 de noviembre Las tres hermanas iban a visitar a sus compañeros quienes seguían encerrados en la cárcel, aquel iba a ser el día, sin embargo, el escuadrón regresó sin cumplir la orden alegando que las hermanas Mirabal viajaban con niños. El 22 de noviembre debía volver a intentarse, pero el mismo escuadrón volvió a alegar que viajaban con niños. No fue así el 25 de noviembre. Tras despedirse de sus respectivos maridos en la prisión de “La Victoria” las tres mujeres y quien conducía el auto se pusieron marcha hacia Salcedo. A mitad del camino un escarabajo, Volkswagen «Tipo 1”, que se detuvo secuestrando tanto a las hermanas como al conductor que las acompañaba. Las estrangularon y terminaron de asesinar a golpes. La idea principal era volver a meterlas en el coche y simular un accidente. Pero el pueblo ni creyó ni toleró y supuso el principio del fin para el dictador Trujillo. El 30 de mayo de 1961 fue asesinado acabando con una de las dictaduras más cruentas de Latinoamérica.
En 1981 el movimiento feminista latinoamericano decide conmemorar a las hermanas todos los 25 de noviembre, denunciando la violencia contra las mujeres. En 1999 la asamblea general de las naciones unidas se hace eco y fija oficialmente en el calendario el 25 de Noviembre, como la fecha internacional de lucha contra la violencia de género.
Por eso cada 25 de noviembre no solo salimos a la calle para denunciar la violencia hacia las mujeres, salimos en su memoria, conmemoramos su lucha, su valía, la de las hermanas Mirabal; Las Mariposas.
El esfuerzo histórico de todo militarismo y autoritarismo ha sido construir ejércitos cuyos integrantes no tengan el rechazo, lógico, cultural, social y hasta biológico a matar. Para ello, a las básicas excusas ideológicas y morales, así como las económicas (matar por la patria, matar por el bien, matar por el botín) se ha sumado una renovada pedagogía del matar, tanto en lo formativo militar (entrenamientos, servicio militar), como en el entretenimiento: juegos de guerra, de tiroteos y balas que inundan los mercados de aplicaciones y descargas son una muestra de esta sofisticación del adoctrinamiento y entrenamiento en la capacidad de asesinar sin remordimientos, sobre todo sin remordimientos preventivos. Una parte de la cultura, cada vez mayor, hace del matar un asunto hasta divertido y del morir un tema menor, irrelevante, sin importancia.
La banalidad del asesinato es la pedagogía actual del militarismo militante, la muerte ha sido desplazada de su centralidad cultural en tanto ese desplazamiento es un requisito para romper las comunidades y centralizar, en cambio, lo individual. Un genocidio acá, otro allá, es el pan nuestro de cada día. No importan, en tanto suceden en otro lado, en otros territorios, lo que importa es que demuestran la eficacia de ciertas armas y políticas.
Los pueblos, las comunidades, han tenido siempre un freno a la escalada militarista y autoritaria: la deserción. Desertan los pueblos huyendo de donde sufren el mal, desertan los soldados de la batalla, desertan quienes trabajan en el marco de la sobreexplotación, desertamos hasta que la deserción se convierte en revolución. Toda revolución ha sido tan solo y debido a la deserción. El gran NO. Revisemos todas las revoluciones que han dejado huella en la historia. Todas, en su punto culminante, tienen un gran NO que es la deserción. Sin ese gran NO, por más que se le llame revolución, no lo es. Desconfiemos, por ello, de llamar revolución a aquellas que no tienen el componente pronunciado de la deserción. Veamos también las revoluciones fracasadas (que son mayoría): en ellas la deserción fue frenada.
Deserción como dejar de colaborar, dejar de obedecer, dejar de cumplir, dejar de lado el contrato, la participación, pero también como huida, escape, renuncia y alejamiento de aquello que es el mal en ese momento social e histórico. El gran propósito institucional de todo Estado, autoritario o no, es frenar hasta anticipadamente la deserción, hacer que la conformidad sea incluso alegre.
Para frenar la guerra, todas las guerras, no solo es necesario inculcarnos el desapego a las armas y lo que ellas implican: con más ímpetu debemos inculcarnos la capacidad, el derecho y la eficacia de decir NO y desertar. Desertar de la industria de las armas y de la apología del asesinato, que es lo mismo que la apología del genocidio, porque un genocidio es el asesinato industrial y masivo. Decir NO y desertar desde la comunidad en la que estamos y la comunidad que somos.
Todo autoritarismo y militarismo quiere romper la comunidad que somos, por ello el liberalismo con su énfasis en el individualismo capitalista siempre ha sido solo otro autoritarismo que requiere de ejércitos y policías para mantener su consenso obligatorio. Frente a la guerra, comunidad. Contra la guerra, deserción. Nos toca entonces reconstruir y construir comunidades e impulsar las deserciones. Ni un cuerpo para los ejércitos, ni un arma para los pueblos,
La trampa discursiva de la autodefensa de los pueblos entendida como violencia armada, con armas provenientes de la industria bélica es la trampa de la costumbre construida por el paradigma de dominación-violencia que vivimos en el momento histórico actual y que conocemos por su nombre publicitario de Poder. El Poder, es decir, la dominación-violencia que es el sistema-mundo que vivimos nos da como solución a los problemas del Poder esa misma violencia que la constituye como una vía aceptable y deseable de solución, la cual incauta y acríticamente aceptamos para terminar fortaleciendo el paradigma. Es como querer acabar con la policía creando una policía para llevarla a prisión. Incautamente, pensamos una revolución con armas y explosiones, contaminados nuestros sueños por el imperio de las soluciones autoritarias del paradigma de dominación-violencia que nos educa. Y por ello no es casual que, mientras tanto, ocultamos el centro y fondo de toda revolución: la deserción, el abandono, la dejación.
Para frenar estas guerras que sufrimos hemos de perder la ingenuidad y la estupidez: desconfiar del camino fácil de la violencia armada en tanto es una trampa venenosa. Por contraparte impulsar nuestras capacidades de decir NO desde lo comunitario, nuestras capacidades de evasión y no colaboración comunitarias, incluso aunque tengamos que rehacer o hacer esas comunidades, porque siempre tenemos la capacidad de hacer comunidad, pasando de lo virtual a lo social.
El paradigma de dominación-violencia que nos toca soportar hace un trabajo permanente por llevarnos de lo comunitario en que nacemos a lo individual en que morimos. Frenar esa traición a nuestras vidas es indispensable en la construcción de un mundo distinto a este. Durruti decía «llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones» listo para crecer cuando desertemos del actual.
Pelao Carvallo1, Asunción, Paraguay, 5 de noviembre de 2025
Bibliografía:
La primera vez que supe que existían hombres que golpeaban a sus parejas estaba en el colegio. El recuerdo es vago en algunas partes y perfectamente nítido en otras. Han pasado varias décadas.
Recuerdo sin titubear el nombre y apellidos de mi compañera de clase, esos nombres que se quedan grabados después de años pasando lista con ese soniquete que, por repetido, se hacía musical. Recuerdo a su padre viniendo a la puerta del colegio a buscarla. Recuerdo cómo iba vestido ese día. Recuerdo que venía cargado de regalos. Recuerdo cómo se los daba. Y la recuerdo a ella. Quieta. Sin tocarlos. Diciendo que no los quería. Diciendo que no con los gestos de su cuerpo. Diciendo que no con la boca.
Y nosotras mirando, sin entender nada, deseando que los cogiera para jugar también con esas muñecas que nadie había estrenado aún.
Recuerdo al padre insistiendo en dárselos. Recuerdo el comentario de alguna compañera diciéndole que no fuera desagradecida con su padre. Recuerdo a otras, la mayoría, mirando la escena. Sin decir nada. Y ella callada. Quieta en la puerta. Solo pronunciando una palabra dirigida a su padre. “No”.
Un tiempo después escuché una conversación, de esas que a veces tienen las personas adultas pensando que las niñas no estamos pendientes de escuchar. Una conversación en la que mi madre hablaba con otras madres del colegio y comentaban sobre el ojo morado de la madre de mi compañera. Decían que no podía ser de una caída como ella contaba, que era demasiada casualidad que justo se hubiera golpeado el ojo. Que ya había venido más veces a buscar a su hija con algún moratón en una parte visible del cuerpo.
Recuerdo que lo hablaban en voz baja, quizás porque tenían a varias niñas pululando a su alrededor. Quizás porque de esas cosas, de la violencia contra el cuerpo de las mujeres, no se hablaba en voz alta.
Nunca le preguntamos nada. Ninguna de nosotras, de sus compañeras de clase. Sus compañeros tampoco. Quizás, quién sabe, intuíamos que teníamos que aprender que algunos temas que tenían que ver con las violencias contra las mujeres había que dejarlos guardados en el silencio.
No sé cuándo hice la conexión. En qué momento entendí qué significaba ese recuerdo de la infancia. Cuándo fui consciente de lo que estaba pasando ese día en la puerta del colegio. Ese día en el que una compañera de clase. Una niña que no hablaba mucho. De las que nunca reclamaban atención. De las que no participaban de los conflictos ni de las discusiones. De las que pasaban desapercibidas. Ella, justo ella, fue la que nos mostró que hay niñas que, bajo su aparente fragilidad, tienen el coraje y la fuerza para romper el silencio y decir lo más difícil. Para decir no.
Recuerda siempre al Sáhara Occidental
Situado junto al archipiélago canario, a escasos 160 km entre Fuerteventura y El Aaiún —su capital—, el Sáhara Occidental es un territorio que se encuentra dividido. Por una parte, ocupado por el régimen marroquí desde 1975, por otra, con tropas del Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS), adscritas al Frente Polisario1 y leales a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), quienes tienen que vérselas en algunas áreas con zonas rodeadas por grandes muros y extensos campos de minas2.
La RASD, con una bandera idéntica a la de Palestina salvo por una estrella y media luna roja añadidas en su franja central blanca, es uno de esos mundos que nos es ajeno debido a su condena en el exilio de la desmemoria. La similitud en su bandera, por desgracia, no es el único elemento común entre la RASD y Palestina. Ambos países han sufrido y sufren el colonialismo imperialista de sus respectivos vecinos, si bien Israel busca construir su proyecto imperial —el Gran Israel— invadiendo y asimilando tanto Palestina como otros tantos territorios del Medio Oriente, Marruecos busca hacer lo propio —el Gran Marruecos— con el Sáhara y otros territorios del Magreb. Enfrentándose a los intereses de los países vecinos (Argelia, Mauritania, Mali), y manteniendo una postura beligerante ante cualquier amenaza que considere contraria a la representación de una identidad nacional que desde el Estado impone la monarquía marroquí3. La defensa de la idea de estado-nación pasa en ambos contextos por una estrategia ofensiva de irredentismo belicista en la que la Unión Europea termina haciendo grandes negocios. En el caso marroquí, además, financiando con el beneplácito del Estado español a un régimen dictatorial que controla su frontera más meridional y olvidando en el proceso el desastre humanitario causado por sus acciones hasta que este se hace insostenible4.
Tanto Israel como Marruecos buscan imponer su dominio por la vía de las armas, en ambos casos condenando al apartheid al pueblo vecino. En ambos casos estas pretensiones son combatidas por la vía armada. En ambos casos se ha prolongado el conflicto durante décadas. En ambos casos hay una realidad fundamentada en el desastre humanitario que sufre un pueblo, originario de su tierra; frente a la idea de nacionalismo exacerbado y excluyente de su vecino. Los frentes son distintos, la lucha anticolonial la misma. Todo ello, hace que hoy estemos aquí escribiendo estas líneas para comprender la resistencia del pueblo saharaui, para defender la causa de su autodeterminación. No obstante, cabría preguntarnos: ¿cómo se llegó a esta situación?
El final del colonialismo español en el Sáhara y el inicio de la Marcha Verde
Situándonos en el contexto final de la dictadura franquista, los acontecimientos de la Marcha Verde se desarrollarán en los estertores del régimen. Aprovechando la situación de debilidad del dictador en sus últimos días de vida, la monarquía alauita5 bajo las directrices de Hassan II —padre del actual Mohammed VI— aprovechará el escenario de incertidumbre que sacude al Estado español para iniciar su proyecto expansionista. Si bien estos planes comenzaron a florecer desde los últimos días de octubre de 1975, será definitivamente el 3 de noviembre cuando unos 350.000 participantes en la Marcha Verde queden a la espera de recibir órdenes desde Rabat. Siendo en su mayoría campesinos pobres reclutados en todas las provincias del reino, siendo transportados en diez trenes diarios hasta Marrakech. Desde allí habían sido trasladados hasta Agadir, primero, y hasta Tarfaya, después, en 7.813 camiones6. Es en este mismo día cuando se dan conversaciones entre Marruecos y España, haciendo la situación inevitable. A la monarquía alauita no le temblará el pulso para utilizar al pueblo marroquí en su beneficio.
El 6 de noviembre, en mitad de un caos desatado y sin que las negociaciones llevasen a nada, la Marcha Verde arrancó. Fuerzas represivas leales a Marruecos, camufladas en muchos casos como campesinos, avanzaban sin pausa con banderas marroquíes, estadounidenses, retratos de Hassan II y ejemplares del Corán. Al poco tiempo los manifestantes llegaron a la frontera con el Sáhara, asaltando el puesto fronterizo de Tah, ya abandonado. La marcha se internó desde aquí 10 km dentro del territorio saharaui. Se había pactado que solo permanecerían allí dos días y se retiraran, escenario que no se dio. Entre las caravanas de camiones, se habían infiltrado columnas de militares, vehículos con ametralladoras y blindados marroquíes que parecían avanzar hacia donde las defensas españolas se habían retirado. Ante una intervención nefasta de la ONU incapaz de hacer cumplir la soberanía del Sáhara y ante un tardofranquismo más preocupado por la salud del dictador que por la supervivencia de sus pretensiones coloniales, Marruecos solo tuvo que apostar más fuerte. Al día siguiente ya eran 100.000 las fuerzas que traspasaron la frontera, abriendo un nuevo frente hacia el este.
Bajo la amenaza de solo disolver la Marcha Verde si el Sáhara era entregado, las negociaciones se dieron con una posición de peso de Marruecos sobre el terreno y con una gestión pésima por parte del franquismo. Si bien había una serie de acuerdos internacionales que debían respetarse, la realidad fue que estos solo sirvieron de papel mojado y se tuvieron en cuenta superficialmente de cara a la galería. En cuestiones de fondo prevalecían los intereses marroquíes, quienes se comprometían a retirarse de la frontera si el Sáhara les era entregado. Los acuerdos entre Madrid y Rabat se firmaron al margen de la comunidad internacional y con el apoyo implícito de EE. UU. a Marruecos, siguiendo las pautas marcadas por Henry Kissinger en el contexto internacional de la Guerra Fría.
Hassan II ofreció a cambio del Sáhara la posibilidad de construir bases militares españolas en el territorio, acuerdos comerciales y de explotación de los fosfatos, facilidades en el acceso a recursos pesqueros de la región, protección de las inversiones españolas en el país, colaboración en industrias y complejos turísticos, alianzas estratégicas para controlar el estrecho e importantes partes del Atlántico… Todo ello de forma bilateral y sin consultar a nadie. Manteniendo un doble juego de legitimidad de cara a la ONU, mientras que la realidad era que las decisiones se estaban tomando tras bastidores.
El día 13 queda decidido que España abandonaría sus aspiraciones por el Sáhara. La ONU asumiría entonces la administración del territorio por un período de seis meses. En ese tiempo crearía una administración temporal, bajo la autoridad de un alto comisario, que estaría auxiliado por un grupo reducido de funcionarios. Para mantener el orden, España dejaría a 10.000 legionarios que sustituirían su gorra verde por el casco azul de Naciones Unidas7. En una reunión previa trilateral entre Marruecos, Mauritania y España, se anunciaba que esta última saldría del Sáhara el 28 de febrero de 1976, creando hasta entonces una administración temporal. En todo momento se rechazaba la voluntad de autodeterminación del pueblo saharaui, si bien finalmente se añadió una cláusula de referéndum que nunca se dio. El destino del Sáhara Occidental quedaba sellado, pues entre los días 12 y 14 de noviembre este fue escrito en los Acuerdos de Madrid sin el consentimiento de su pueblo.
El éxodo de la población saharaui hacia Argelia se produjo a raíz de ello desde febrero de 1976, a consecuencia de la retirada definitiva de España del Sáhara Occidental. Los combates entre las tropas leales al Frente Polisario contra el ejército marroquí siguen dándose hasta hoy, pues esta situación de ocupación se mantiene desgraciadamente hasta la actualidad. En 1979, Mauritania se retiraría del conflicto dejando fuera todas y cada una de las pretensiones que tenía para el Sáhara, pero Marruecos aprovechó desde entonces para ampliar su dominio en la zona.
El proyecto imperialista marroquí
Para comprender lo que es el Estado marroquí, primero debemos comprender lo que significa el Majzén. El Majzén es lo que podríamos definir como el «Estado profundo» marroquí, con el rey y la monarquía en su cúspide, le siguen de cerca la familia real, los grandes líderes del país y los servicios secretos. La alta cúpula militar, el cuerpo diplomático marroquí y la oligarquía empresarial de alto nivel, mantienen este orden intacto. Es una organización de la que en gran medida se desconoce su estructura y sus componentes, solo manifestada a través de la ostentación económica de sus élites junto a su capacidad para reprimir al pueblo. No existe una división de poderes propia de las democracias liberales, ejecutivo y legislativo —gobierno y parlamento—, se retroalimentan directamente de las órdenes dictadas por el Majzén. El poder judicial está influido por la ley islámica, siendo en efecto nula la separación entre Dios y el Estado —personificados en la figura del rey como máximo representante religioso y terrenal, tanto en lo civil como en lo militar—.
El Majzén es un grupo cerrado con una férrea jerarquía, completamente desvinculado de la sociedad civil al uso, pero por encima de esta. Aprecian pasar desapercibidos, y ejercen a su vez una política represiva inaudita contra toda oposición o movimiento contestatario que busque poner en entredicho su capacidad de dominación. Del mismo modo, conseguir la gracia del Majzén puede catapultar directamente al estrellato a cualquiera que sea capaz de acceder a semejantes privilegios.
Las zarpas del Majzén se extienden tanto dentro como fuera del país, teniendo una amplia red de informantes y organizaciones pantalla por todo aquello que forma parte de lo que consideran su ámbito de influencia. Desde 1975 controlan las zonas ocupadas del Sáhara Occidental, destacando en el acoso y derribo a cualquier elemento vinculado a la causa saharaui o con simpatías hacia esta. Al mismo tiempo, se encarga de apoyar y proteger al movimiento colonial marroquí que se asienta en los territorios del Sáhara bajo las órdenes de Rabat. Con genocidios como los de Um Draiga en 1976, el desmantelamiento de los campos saharauis por las protestas de noviembre de 2010 o el bombardeo a los refugiados que huyen a Argelia; la política del terror materializado en masacres de civiles con el uso de napalm o fósforo blanco como arma, son la carta de presentación de la monarquía alauita.
Con un Marruecos que ve en el extremo oriental del Mediterráneo, en la Turquía de Erdogan y en el Israel de Netanyahu, ejemplos de regímenes autoritarios fuertes; se busca proyectar este expansionismo en los territorios occidentales mediterráneos. Haciendo una lectura de las tesis de 1956 de Allal El Fassi, Marruecos se proyecta como una realidad imperial fundamentada en el expansionismo y la reclamación de territorios pertenecientes a Mauritania, el Sáhara Occidental, Argelia, Mali y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. El proyecto del Gran Marruecos pasa por la subyugación directa de todos los pueblos vecinos bajo su gran bota. Siendo estas tesis usadas como instrumento para movilizar a la población marroquí con un discurso nacionalista, este plan se fundamenta ante todo en la persecución y el exterminio del pueblo saharaui, con la ocupación de sus tierras y la eliminación de toda resistencia.
Tantas ansias tiene el Majzén por el control, que estas incluso benefician a la Unión Europea, quien ve en Marruecos al perfecto guardián de sus fronteras más meridionales. El papel de las ciudades de Ceuta y Melilla en todo esto, junto a la existencia de una alta verja inhumana y afilada que separa al norte del sur global, responden al gran esquema de control migratorio en el que el Estado español se cuadra y saluda ante las órdenes dictadas desde Bruselas.
El Sáhara, por su parte, además de zona estratégica para controlar la salida al Atlántico desde el Mediterráneo, supone también una tierra rica en recursos como fosfatos, fundamental para el abono agrícola. Cuenta también con yacimientos de petróleo y gas natural a lo largo de la costa, junto con algunos depósitos de minerales tales como hierro, cobre y uranio, zonas pesqueras anexas al territorio y un enorme potencial turístico que la monarquía alauita se encarga de explotar —ofreciendo un proyecto de resort de lujo muy similar al propuesto por Trump en Gaza—.
Olvido, el peor enemigo. Argelia, Tinduf y los campos
El Sáhara Occidental, territorio geográficamente ubicado entre Marruecos al norte y Mauritania al sur, comparte también una pequeña frontera noreste con Argelia. Es en este país donde el gobierno de la RASD se encuentra exiliado, con gran parte de la población saharaui ubicada en Tinduf, en los campamentos de refugiados que huyen del régimen marroquí. Viven aquí unas 173.000 personas, más del 80% de la población autóctona del Sáhara Occidental.
Argelia, destacando en la defensa de la autodeterminación como cuestión geopolítica fundamental de su identidad nacional —por su trayectoria histórica en la independencia de Francia—, es el principal país valedor de los intereses del pueblo saharaui. Al ser históricamente tanto la RASD como Argelia países garantes de la defensa de la liberación de los pueblos, esta trayectoria de entendimiento y defensa de sus intereses ha logrado mantenerse hasta hoy. El proyecto del Gran Marruecos choca de igual forma frontalmente con los intereses nacionales de Argelia, encontrando el pueblo saharaui a un importante aliado en las fronteras del país vecino. Es aquí donde se ubica Tinduf, junto al gobierno de la RASD y las principales instituciones del Frente Polisario, funcionando la ciudad de Rabuni como capital provisional.
La situación de los saharauis en Tinduf se basa en la supervivencia. Compuesta por cinco campamentos que llevan el nombre de ciudades del Sahara Occidental: Bojador, Dajla, El Aaiún, Auserd y Smara, la vida en los campos —en mitad del desierto pedregoso— es dura. Con una climatología inestable de grandes lluvias ocasionales, temperaturas extremas e incontrolables vientos, impiden el desarrollo de una agricultura estable. Todo ello hace que la situación del pueblo saharaui en los campos se dé en condición de refugiados. Entre casas prefabricadas y edificios hechos de materiales de la zona, el pueblo saharaui subsiste pendiente de las victorias del Polisario en el territorio Occidental, donde cuentan con diversas zonas liberadas, y esperando a que la situación a nivel internacional les dé una salida.
Desde agencias internacionales —vinculadas a la ONU principalmente aunque no en exclusiva—, se ofrecen becas y ayudas para fomentar la salida aunque sea temporal de una situación tan hostil. En el Estado español siempre tuvo fama el proyecto «Vacaciones en Paz», agradecido en multitud de casos por quienes se han visto beneficiados del mismo. No obstante, ¿acaso es esto justo, suficiente? ¿Condenar a un pueblo al ostracismo por la desidia del colonialismo español? ¿Por dejar que el Majzén ejerza su dominio ante el Sáhara? El pueblo saharaui se merece más que eso. Siempre hay un horizonte más allá del asistencialismo, empezar a conocer su lucha es el primer paso.
Sáhara Occidental y la lucha de un pueblo por su existencia
El Estado español realizó un cambio definitivo de postura con respecto al Sáhara en 2022 cuando el actual gobierno de Pedro Sánchez se posicionó a favor de Marruecos e inició conversaciones con la monarquía alauita en materia migratoria, siendo algo que han utilizado como herramienta para forzar decisiones que favorecían directamente al Majzén. Por su parte, Estados Unidos —su socio más antiguo8— decidió apoyar en 2020 de manera abierta el dominio marroquí sobre el territorio abriendo consulados en las ciudades ocupadas de Dalja y El Aaiún. Francia, por su parte, siempre ha permanecido junto a Marruecos, siendo uno de sus socios más fiables en la zona del Magreb.
Los recientes acontecimientos plasmados en la Resolución 2797 de la ONU, nos llevan a una situación en la que el plan de ocupación marroquí para el Sáhara queda más que avalado con el apoyo de EEUU a la cabeza. Al haberse reconocido la soberanía de Marruecos sobre el territorio, el derecho de autodeterminación y la promesa de referéndum —que desde 1991 llevaba en el aire— queda definitivamente negada. Si bien la MINURSO9 mantendrá su estancia hasta 2026, la situación es ante todo desfavorable para un pueblo que lleva luchando por existir desde hace más de cincuenta años. Ante un Estado que ocupa de facto territorios que le corresponden al Sáhara, la monarquía alauita ejerce su dominio de forma explícita, persiguiendo cualquier oposición o voz mínimamente contestataria a la que se le ocurra poner la cuestión del Sáhara en entredicho. Marruecos se apoya una vez más en el régimen estadounidense para ejercer su poder en la zona. Mientras tanto, el Estado español y la Unión Europea abandonan de palabra y hecho al Sáhara.
La cuestión del sáhara ha sido un tema tabú en las reivindicaciones de GenZ212, quizás más por la represión que desde el Majzén se podría ejercer a quien se pronuncie a favor de su causa. Aún con todo, la histórica defensa de la autodeterminación del pueblo saharaui pasa obligatoriamente por la derrota de la monarquía alauita y las potencias imperialistas que la apoyan. La liberación del Sáhara pasa inevitablemente por la derrota del régimen marroquí y sus socios. Si en el futuro viéramos una unión de luchas entre los movimientos populares del Rif, los defensores de la autodeterminación del pueblo saharaui y la juventud contestataria marroquí, quizás ese sería el momento en el que el Majzén echase a temblar. Hasta entonces solo queda trenzar lazos y políticas de entendimiento entre aquellos grupos que combaten al despotismo, sea donde sea y tenga la forma que tenga, sobre el terreno.
Nuestro pueblo siempre ha apoyado la causa saharaui. En esta ocasión como en tantas otras, no nos quedaremos atrás. Citando al poeta británico Percy Bysshe Shelley en su Ozymandias:
Conocí a un viajero de una tierra antigua que dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena, semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio, cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos, a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras: “Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!”
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas».
Ningún poder es eterno, pues este siempre termina por hundirse bajo las dunas del desierto; cual gigante con pies de barro.
https://regeneracionlibertaria.org
Jorge Jiménez militó durante años en el desaparecido colectivo Distrito 14, donde coincidió con chicos como Carlos y Sergio, con los que desarrolló una relación de amistad y confianza. Años después, acabaría por descubrir que éstos eran agentes de policía infiltrados en su colectivo que habían traicionado su confianza. Esta experiencia le empujó a participar en iniciativas de divulgación y crítica política de esta práctica, como la publicación a principios de este año del Manual para destapar a un policía infiltrado.
El 15 de septiembre, El Salto informó que Jorge había sido denunciado y detenido, precisamente por investigar a varios de los policías infiltrados que, en los últimos dos años, han sido destapados por medios como La Directa y El Salto. Jorge estaba estudiando dónde residían y qué bienes tenían, a fin de sopesar si presentar denuncias contra ellos por cometer delitos contra la intimidad. Por ello, la policía le imputa delitos como falsedad documental (por pedir notas simples de ellos en el Registro de la Propiedad) y revelación de secretos (por supuestamente publicar en redes sociales en qué ciudades residen).
La causa sigue abierta y se encuentra pendiente de ver si se archiva, puesto que la defensa de Jorge sostiene que nada de lo que ha hecho se tipifica como delito en el Código Penal. Pero, de forma paralela, la Agencia Española de Protección de Datos ha iniciado un expediente informativo por supuestamente difundir los nombres, apellidos y fotos de algunos de los agentes encubiertos que fueron destapados por medios de comunicación y le ha advertido que podría abrirse un procedimiento sancionador y acabar siendo multado.
Más información en @j28030 (Bluesky)
Pese a que el perridente Sánchez manifestara su “admiración” por quienes salieron a protestar contra la presencia israelí en la Vuelta ciclista, su policía acabó por detener a cinco activistas en l’Alt Empordà, a doce en Asturies, diez en Galiza y dos en Madrid en el marco estas movilizaciones. Además, varias otras fueron identificadas y, a finales de septiembre, la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte abrió expedientes sancionadores y propuso multas de entre 3.000 y 5.000 euros para 38 de ellas. Un ejemplo de cómo la burorrepresión pretende alcanzar el mismo efecto desmovilizador que la represión penal y policial pero con medios más sutiles e invisibles; en vez de detenerte ante decenas de cámaras y miles de compañeras, te llega una carta a casa y te sangran económicamente.
Más información en @defendemos.palestina (Instagram)
El pasado 4 de octubre, en el marco de la masiva manifestación en Barcelona por el segundo año del genocidio en Gaza, 10 personas resultaron detenidas después de que una manifestación improvisada de 2.000 personas saliera desde l’Arc de Triomf (donde terminó la oficialmente convocada), hacia Plaça de Catalunya. A las detenidas se les imputa causar destrozos en empresas que colaboran con la ocupación, como McDonald’s, Carrefour o Starbucks, y enfrentarse con los Mossos d’Esquadra.
Por otro lado, ese mismo día, al menos ocho policías de paisano se infiltraron en la manifestación convocada por la Coordenadora Galega de Solidariedade coa Palestina en Santiago de Compostela y, en su transcurso, golpearon y detuvieron a un rapaz. Según relata O Salto, los hechos ocurrieron cuando varios agentes de paisano cargaron contra los miembros de la Asociación Galego-Arxentina pola Memoria (AGAMA), que portaban una pancarta enorme con el nombre de los más de 60.000 palestinos asesinados en los últimos dos años. Al verlo, el chaval, que desconocía que eran agentes de policía, se puso en medio para mediar y acabó reducido, llevándose un porrazo en la pierna y con el móvil roto. Al poco tiempo fue liberado y se le informó que le llegará una citación.
Después de 526 días en prisión para Adrián y 491 para Javitxu, el Gobierno español concedió, a mediados de septiembre, el indulto a los dos de los cuatro antifascistas encarcelados en el caso conocido como “Los seis de Zaragoza”.
Desde la Plataforma ‘Libertad 6 de Zaragoza’ valoran la liberación de Javitxu y Adrián como una “victoria colectiva del movimiento popular”, que “durante seis años ha denunciado la represión del Estado y la vulneración del derecho a manifestarse y organizarse frente a los discursos de odio de la extrema derecha”.
“Este logro nunca hubiera sido posible sin la creación de una plataforma plural y diversa, compuesta por personas individuales, colectivos sociales, sindicatos y organizaciones políticas que han trabajado incansablemente en manifestaciones, concentraciones, ruedas de prensa, campañas en redes sociales, mesas informativas, pegadas de carteles, repartos de octavillas, actos, crowdfunding y eventos de recaudación de dinero”, señalan en un comunicado.Sin embargo, la Plataforma advierte que “no podemos hablar de satisfacción” porque “sigue siendo injusto” que Imad y Daniel, los otros dos jóvenes aún encarcelados, no han recibido el mismo indulto. “Se trata del mismo caso, las mismas detenciones aleatorias y las mismas sentencias injustas. ¿Por qué no se les ha aplicado la misma medida?”, cuestiona la Plataforma para afirmar que “el objetivo del Gobierno PSOE-Sumar” es “dividir el movimiento” y “acallar la movilización social” generada por este caso.
Otro aspecto crítico que señala ‘Libertad 6 de Zaragoza’ es la parte económica de la sentencia, que podría alcanzar los 200.000 euros entre multas, indemnizaciones y costas, afectando de manera directa a los presos y sus familias y perpetuando la doble penalización de las personas de clase trabajadora. “No se ha hecho justicia”, subrayan, porque aunque se conceda el indulto, la carga económica se mantiene intacta.
Más información @Libertad6zgz (Twitter e Instagram)
Lo hemos visto en demasiadas ocasiones: decenas de montañeros haciendo cola para poder coronar una cumbre de las que llaman míticas. O montañas de basura acumuladas en parajes alpinos que parecieran haber sucumbido a la pasión del ser humano por las alturas. Hablamos, claro, de los efectos secundarios del alpinismo bajo el régimen del capitalismo de pantallas.
Lo hemos visto por la televisión o en nuestros teléfonos móviles, pero no hace falta ir muy lejos para darse cuenta de hasta qué punto las dinámicas sociales del capitalismo han permeado la práctica de los deportes de montaña en la actualidad. Depredación del medio ecológico, turistificación de entornos naturales, proliferación de rocódromos vinculados a grandes grupos empresariales, deportivización extrema… Y junto a todo lo anterior, la casi obligada exhibición del logro, la integración del éxito deportivo en el branding personal que favorecen las redes sociales y la búsqueda de una anhelada singularidad que, por un lado, corroe los vínculos humanos y, por otro, nos desconecta de toda la otredad que atesora la montaña.
Una tónica generalizada en la mayor parte de los deportes, sobre todo en los que se practican individualmente, y que se replica, al menos en lo que tiene que ver con la explotación de la marca personal y la búsqueda desesperada de una singularidad exclusiva, en aquellos entornos cerrados destinados a la optimización del cuerpo y la mente, ya sean gimnasios, spas o retiros espirituales.
Y es que, a día de hoy, la práctica deportiva y el cuidado del cuerpo, se diría que junto a la psicología positiva y el coaching, se han convertido en dos elementos clave en la producción de una subjetividad que contribuye a la fragmentación social, la individualización de las problemáticas sociales y su patologización; una subjetividad que, a partir de lo anterior, pareciera relacionarnos con el mundo exterior a través de una manera de vivir compuesta de sucesivas experiencias de consumo. Porque sí, la montaña también puede ser consumida, y al menos para algunos lobbies empresariales, debe serlo sin cortapisas, ya que se la explotación de los entornos naturales ha de ser un elemento de primer nivel en la reestructuración de la industria de servicios que ha de sostener la nueva fase del capitalismo verde.
Sin embargo, y como casi en todos los ámbitos de la sociedad, también en la práctica del alpinismo y la escalada hay voces disidentes. El pasado 19 de junio, por ejemplo, en una mesa redonda organizada por Piedra Papel Libros en la sede madrileña de la Fundación Anselmo Lorenzo, se dieron cita varios colectivos para hablar de montañismo desde una óptica anticapitalista y eminentemente libertaria. Entre estos colectivos, la Unión de Grupos Excursionistas Libertarios de Madrid, que podría considerarse heredera de aquellos grupos anarquistas que antes de la Guerra Civil hacían de la conexión con la naturaleza una herramienta clave para la autoemancipación de la clase trabajadora, apuesta por un modelo de alpinismo y escalada que, al mismo tiempo que fomenta una práctica desmercantilizada y anticompetitiva, contribuye a volver a conectar el alpinismo con el legado de valores revolucionarios asociados al anarquismo ibérico.
Precisamente, esas genealogías militantes, más concretamente, aquella que conecta a los colectivos anarquistas de montaña de la actualidad con los grupos naturistas y excursionistas libertarios de principios del siglo XX, se pueden rastrear, aun de manera parcial, en La bandera en la cumbre, de Pablo Batalla Cuesto, autor también de La virtud en la montaña. Vindicación de un alpinismo lento, ilustrado y anticapitalista.Hablamos de dos libros que forman parte de una fecunda cosecha editorial en la que también podemos citar algunas obras importantes y arriesgadas, como Alpinismo bisexual y otros escritos de altura, de Simón Elías, Escalantes e Ingrávidas, de María Francisca Mas Riera, o Cartografías nómadas, Quebrantahuesos, La montaña apócrifa y Fin de cordada, de Olga Blázquez, responsable también del blog Antecima Anticima, donde se pueden leer y descargar gratuitamente algunos trabajos bien interesantes como Sociología del trabajado asociado al montañismo.
Nos encontramos, pues, en un momento donde la progresiva mercantilización del alpinismo y la escalada está siendo contestada, tanto a nivel teórico como práctico, por una pequeña constelación de grupos cuyo trabajo está abriendo nuevas vías de oposición al modelo hegemónico. Rocódromos autogestionados, colectivos anticapitalistas de montaña, grupos excursionistas de inspiración ácrata, libros y fanzines, encuentros y jornadas… No son pocos los proyectos e iniciativas que desde distintos ámbitos están planteando alternativas reales.
Esperemos, por supuesto, que este movimiento vaya creciendo en los próximos años, multiplicando esas voces disidentes y evidenciando que es posible intervenir en una arena política ―la del deporte― hasta hace bien poco pretendidamente desconflictivizada. Estaremos atentos.
Juan Cruz López, editor de Piedra Papel Libros
“El mundo es una pestilente iglesia, codiciosa y falsa, donde todxs tienen un ídolo al que adorar de forma fetichista y un altar sobre el cual sacrificarse a sí mismxs.” – Renzo Novatore
Destruye todxs lxs ídolxs, y de forma más particular lxs ídolxs revolucionarixs.